El anuncio que hizo la semana pasada el Ministro del Interior acerca de un nuevo plan de reinserción de presos de ETA me resultó inquietante. No porque considere que, en sí mismo, un plan así es una victoria para ETA —aunque no se me oculta que, como los lectores de esta serie de artículos comprobarán en su segunda entrega, ello puede llegar a ser así—, sino porque me parece que se reproduce un error político que, bajo diferentes versiones, nos ha ido acompañando durante toda las historia de nuestro régimen democrático.
No comparto las descalificaciones que algunos representantes de las asociaciones de víctimas del terrorrismo han pronunciado al respecto. Lo que me preocupa es que se cometan errores políticos que implican un severo desgaste para los que nos gobiernan. Por eso, retomando las reflexiones que realicé en un trabajo anterior, he escrito una serie de tres artículos en los que busco exponer la evidencia histórica de la reinserción de etarras, analizar las causas que explican el fracaso de todos los programas de política penitenciaria que la han buscado y proponer una posible salida que rompa el maleficio del juego del gallina, de manera que sea posible emplear la política penitenciaria para abrir una brecha significativa en la organización terrorista, coadyuvando así a su definitiva derrota.
La serie, que lleva el título que aparce en esta entrada, se publica en Libertad Digital a lo largo de varios días. Iré colgando los enlaces aqui a medida que vayan saliendo los artículos. Son los siguientes:
http://www.libertaddigital.com/opinion/mikel-buesa/los-presos-de-eta-y-el-juego-del-gallina1-los-hechos-64395/
http://www.libertaddigital.com/opinion/mikel-buesa/los-presos-de-eta-y-el-juego-del-gallina-2-las-causas-64434/
http://www.libertaddigital.com/opinion/mikel-buesa/los-presos-de-eta-y-el-juego-del-gallina-3-que-hacer-64455/
Toda la macabra historia del terrorismo etarra se resume en el siguiente problema: la incapacidad de la sociedad española para demostrar a esos asesinos que lo único que van a conseguir a cambio de asesinarnos es pasarse el resto de su vida en prisión, independientemente de que haya 0 ó 300.000 vascos que apoyen a los asesinos. La 1º excusa que utilizamos los españoles para no acabar con ETA, fué el franquismo. Como tengo memoria recuerdo participar en manifestaciones izquierdistas en los años 80 (¡¡¡muerto Franco y ya en democracia!!!) en las que en pleno centro de Madrid jaleábamos (para mi propia verguenza ¡¡¡si yo incluido!!) a ETA: el motivo, es muy sencillo de entender: como no tuvimos huevos para combatir contra Franco, cuando este vivía, jugábamos (toda la izquierda lo hacía, desde el PSOE hasta el GRAPO) a ser antifranquistas retrospectivos, con la enorme ventaja de jugar con un as en la manga: no solo estaba de moda y puntuaba socialmente el jalear a ETA (insisto, ¡¡¡incluso en los años 80!!!), sino que en el peor y más extremo de los casos (como los susodichos GRAPO) ya nadie se jugaba la cabeza. Con el devenir de los tiempos y ante la evidencia de que a ETA le da lo mismo pegarle un tiro en la nuca a cualquier maketo o asimilado, sin entrar en disquisiciones sobre la ideología del enemigo español, la izquierda española que jaleaba a ETA en los 80, pasó del jaleo a defender la negociación con los terroristas como medio para que dejaran de matar.
Y si eso pasaba con la izquierda, con la derecha la cosa tiene más delito: tan acomplejada sigue la derecha con el fantasma de ser catalogada de franquista si se le ocurre cerrar las puertas de la salida negociada al terrorismo, que se pliega a la consigna izquierdista de que “hay que negociar políticamente con los etarras porque existe un conflicto político”.
Los que sí están jugando a cambiar las reglas del juego son los de ETA. Leí ayer que la oferta que pretendían hacer, en las conversaciones que reclaman mantener con los gobiernos español y francés, era desarme parcial de ETA a cambio de “desmilitarizar” Pais Vasco y Navarra.
No deben estar jugando mal, porque El Pais apenas puede contener su disgusto porque el gobierno haya dicho que no reconoce a los “verificadores”.
Son, no sé si “las reglas”, pero al menos el espíritu de siempre. Vasquilandia es una nación, como España o Francia, y nosotros sus soldados, como el ejército de una nación.
Y todo el rollo que se traen ahora con los malditos presos, tan aplaudido por el PSOE, no es otra cosa que encalomarnos esa idea. Si lo consiguen, eso supondría nada más y nada menos que su victoria definitiva. Una guerra política, al final es una guerra entre dos tesis. Y la gana el que impone su tesis.
Habrá que esperar a la explicación del juego de la gallina.
En todo caso, los objetivos van cambiando según van cambiando las circunstancias. Y ahora nos están vacilando con el objetivo. Según los terroristas, el objetivo es el fin de “la violencia”. Un cinismo excesivamente brutal, cuando el que reparte asesinatos te cuenta, tan campanudamente, que el objetivo es que deje de haber asesinatos. No tendría mayor problema si desde los asesinables se señalara el cinismo de la propuesta, y se ignorara olímpicamente el mensaje de los asesinos. Pero puede ser un problema tremendo si el objetivo del terrorista y el de quien debe de combatir el terrorismo es, aparentemente, el mismo.