Al grano. Han liado un laberinto increíble, perfectamente útil para que la gente se pierda por las ramas, y para poder usar la disculpa de que solo los sacerdotes lo entienden. También han intentado por todos los medios que no haya discusión. Impidiendo el acceso a las revistas científicas a las opiniones críticas. Tratando de acoquinar al discrepante con un apelativo que acojona. ¡Negacionista! (=> nazi, criminal, racista, etc). Y explicando que el sacerdocio tiene un consenso, por lo que no hay más que hablar. [–>]
Pero les ha salido mal, y sí hay de lo que hablar. Anunciaron el apocalipsis, y dejaron que la prensa y otros voceros exageraran cuanto quisieran sin pararles los pies. Gran truco. El científico dice cosas suficientemente oscuras, y el interpretador anuncia el fin del mundo – si no te portas como toca. Y luego el científico alega, si se lo recriminan, que él no ha dicho tal cosa. Y no, solo la ha dado a entender, y ha permitido que circule en nombre de la ciencia, y a menudo del suyo propio. Pero el juego se ha acabado. El sumo sacerdote de Gaia, James Lovelock, ha dado un puñetazo sobre la mesa [–>].
“El problema es que no sabemos lo que está haciendo el clima. Hace 20 años pensábamos que lo sabíamos. Eso condujo a algunos libros alarmistas – el mío incluido – porque parecía un caso claro, pero no ha ocurrido”.
Así que ha llegado el momento de alumbrar qué dicen los científicos de uno y otro bando, y no sus portavoces. ¿Dónde está la discusión? No es nada difícil cuando se quita la paja.
Saco de Real Climate, el blog de cabecera de los alarmistas del IPCC [–>]:
Los puntos principales en los que la mayoría estaría de acuerdo como “el consenso”, son:
- La tierra se está calentando.
- La gente lo está causando.
- Si las emisiones continúan, el calentamiento continuará, y sin duda se acelerará.
- (Esto será un problema y debemos de hacer algo al respecto)
He puesto estos cuatro puntos en orden de certidumbre. El último está entre paréntesis porque aunque muchos estarían de acuerdo, otros (que sí están de acuerdo con 1 -3) no lo estarían.
También añade que las consecuencias no son cosa que estudien los físicos del clima, y de ahí lo de poner entre paréntesis el último punto.
Es un planteamiento correcto sobre lo que realmente dice la mayoría de la literatura científica. Ni de lejos toda. El problema es que el significado no es tan obvio como podría entenderse. Por ejemplo, con un calentamiento de 0,5ºC en el siglo XX, y uno de 0,6ºC en el XXI, y uno de 0,7ºC en el XXII, se cumplirían las condiciones del consenso (calentamiento y aceleración), y no habría el menor problema. Porque a ver quién es el guapo que se atreve a decir qué usaremos dentro de 200 años para producir energía. Así que puede perfectamente haber un área de coincidencia entre lo que dicen los alarmistas y lo que dicen los herejes. Que, resumido por Lindzen [–>], es:
Dicho brevemente, voy a tratar de aclarar en qué consiste realmente el debate sobre el cambio climático. Ciertamente no es sobre si el clima está cambiando: siempre está cambiando. No es sobre si el CO2 está aumentando: claramente está aumentando. No es sobre si el aumento del CO2, por sí mismo, producirá algún calentamiento: debería. El debate es simplemente sobre cuánto calentamiento puede producir el incremento del CO2, y la conexión entre ese calentamiento con las innumerables catástrofes de las que se habla. La evidencia es que el incremento de CO2 producirá muy poco calentamiento, y que la conexión de este mínimo calentamiento (y aunque fuera significativo) con las pretendidas catástrofes, es también mínima. Los argumentos en los que se basan las afirmaciones catastróficas son extremadamente débiles – y normalmente son reconocidas así. A veces son claramente deshonestas.
Se ve que Lindzen (que está contestando a los alarmistas) ha añadido un término nuevo. Las innumerables catástrofes de las que se habla. ¿Por qué? Porque los alarmistas van cambiando la tesis, y el resumen del consenso que hemos elegido es de 2004, mientras lo de Lindzen de 2012. De entonces a acá ha ido quedando cada vez más claro que no hay el calentamiento previsto. Al menos de momento. Y los alarmistas se han sacado de la manga otro argumento, muy fácil de manipular y de usar para el engaño. Las innumerables catástrofes. Medidas en el dinero que pagan los seguros aumentan, pero porque ha aumentado el dinero que se puede perder por las mismas catástrofes de siempre. Si hay más casas por donde pasa el mismo huracán que hace 50 años, habrá más pérdidas. Pero el huracán no ha cambiado [–>].
En resumen, como explica Lindzen, la única discrepancia está en cuánto calentamiento es capaz de producir ese CO2. Y en el vakor que se le da a las evidencias que presenta un campo y otro. Una vela encendida en el patio de armas de un castillo lo está calentando. Pero a nadie se le ocurre vender el abrigo. ¿De dónde viene la alarma? De un solo sitio: los modelos de los alarmistas. Lo explica Heidi Cullen, científica de la alarma, y portavoz muy autorizada [–>]:
Hemos visto aproximadamente 0,7 ºC de calentamiento el siglo pasado. Vemos aumentar el CO2. Por sí misma la madre naturaleza no puede hacer esto. La actividad del sol.los volcanes, y las variabilidades de otro tipo son importantes, pero por sí mismas simplemente no son capaces de producir ese calentamiento que hemos estamos experimentando. Los modelos climáticos lo prueban.
Perfecto. Solo nos hace falta echar un ojo a esos modelos. La pretensión es que son capaces de explicar el calentamiento del siglo XXI. ¿Es eso cierto?
No tanto. O no. Primero que cada modelo dice una cosa. Entre unos que predicen que para 2100 habrá 1,5ºC más de temperatura, y otros que predicen que habrá 4,5ºC más. Los hay aún más alejados, pero entre esas cifras está el grueso. Y la diferencia dentro del grueso es un factor de tres. Como si te dicen que en un restaurante dan unos chuletones estupendos que pesan entre 150 y 450 gramos.
Y encima se lo sacan de la gorra, jugando con un parámetro que nadie sabe calcular; los aerosoles. Ni siquiera saben su signo con seguridad.
Eduardo Zorita (climatólogo español [–>], y nada “escéptico, pero tampoco mamporero del IPCC”) se lo explica a Steve McKintyre por email [–>]:
sorprendentemente el artículo adjunto, de un climatólogo del consenso, parece admitir que los forzamientos antropogénicos del siglo XX usados para llevar a cabo las simulaciones del IPCC, fueron escogidos para encajar con las temperaturas obsevadas. Me parece una admisión muy importante.
Habla de Kiehl 2007. No es que los modelos expliquen las temperaturas del siglo XX; es que están “tuneados” para reproducirlas. Pero se pueden tunear, usando los aerosoles a conveniencia, para casi cualquier efecto que le quieras atribuir al CO2. Que es lo que siempre dice Lindzen.
De Kiehl 2007:
La simulaciones del siglo XX de los modelos climáticos se pueden comparar en términos de su habilidad para reproducir esas temperaturas. …/…
Un aspecto curioso de este resultado, que es bien conocido [Houghton et al., 2001], es que los mismos modelos que están de acuerdo al simular la temperatura del siglo XX, difieren notablemente en la sensibilidad climática que predicen. El rango que se cita normalmente es de 1,5 a 4,5 grados por doblar el CO2, y la mayor parte de los modelos climáticos varían en la sensibilidad deequilibrio al menos por un factor de dos.
La cuesión es: Si los modelos difieren por un factor de dos o tres en su sensibilidad climática, cómo pueden simular todos ellos las temperaturas del siglo XX con un grado razonable de acierto?
Esto también es “consenso”, porque Kiehl es parte de “el consenso”, aparte de un prominente especialista en modelos climáticos. Y nadie la he discutido este trabajo de 2007. En realidad esto es algo de lo que todos ellos son muy conscientes, pero no suelen hacer hincapié.
El gráfico de Kiehl 2007 que muestra la dispersión del “forzamiento antropogénico total”, fundamentalmente CO2 + aerosoles, que consideran de signo contrario, y el de los aerosoles solo. Pero esos forzamientos son los que son, y no cualquier cosa entre cierta cifra y su triple. Así que no están explicando el calentamiento del siglo XX, ni “probando” nada. Solo es una hipótesis de trabajo, y cada vez con peor pinta.
Merece la pena leer el artículo de Steve McKyntire sobre:
Con este prodigio es con lo que “demuestran” la alarma. Pero obviamente no demuestra nada. Von Storch, más sensato, dice que no demuestran nada, pero que “atribuyen” el calentamiento con los conocimientos que tienen (comunicación personal en su blog). Lo que pasa es que nos fiaremos de esa atribuición en la medida que el conocimiento con el que se han creado los modelos sea suficiente. Y eso solo se puede saber dejando pasar algún tiempo, y viendo qué ocurre con las temperaturas. Viendo si los modelos se corresponden o se alejan de la realidad. Ben Santer dice que son necesarios 17 años para distinguir el efecto del hombre en la temperatura [–>]. Que se pongan de acuerdo – ya que tanto valoran “el consenso” – y nos digan y expliquen (1) cuántos años son necesarios para saber si los modelos funcionan mal, o fatal, y (2) cuántos para distinguir la supuesta señal antropogénica sobre el ruido de fondo de la variabilidad natural. Los 17 años de Santer no tienen muy buena pinta, a juzgar por los 17 últimos años de la temperatura de la superficie del mar, que nos presenta Bob Tisdale. Es la medición más fácil (es mucho más estable que la temperatura del aire, y la clave del clima). Clic para fuente y datos.
Y luego pretenden que no hay discusión. Me temo que se van a empezar a enterar.
A estas alturas de la historia el único debate que puede haber es cuánto tiempo tiene que pasar sin calentamiento para que tengan que admitir que el modelo, cualquier modelo, no funciona.
Llevamos desde 1997 sin calentamiento y lo puedes mirar por los satélites o por la temperatura del agua de los océanos y el caso es que se emite más CO2 que nunca y la concentración de CO2 es más alta que nunca.
Cuánto me recuerda esto a los juegos que se usan con la econometría en Economía y que sirven para justificar cualquier cosa.