Supongo que los liberales que suelen (solemos) leer los contenidos de Libre Mercado se habrán quedado sorprendidos (vamos a ser generosos) por su último editorial. A un servidor, al menos, se le ha llamado la atención. No sólo por los errores de razonamiento económico, que pueden ser discutibles, sino por el cambio de filosofía respecto de su línea editorial habitual.
Pues nada: fisking al canto.
La economía española se ha despertado con un dato que, por recurrente, no deja de ser menos dramático. Al contrario, cada mes que pasa es más sangrante y preocupante la tasa de paro. Hay más trabajadores que nunca sin trabajo, y relativamente ya estamos a una sola décima de nuestro peor momento, en plena era González, poco antes de que con el Gobierno Aznar entráramos en una era de prosperidad y creación de empleo que no ha tenido igual en la España democrática.
Partiendo del reconocimiento de sus logros, durante las legislaturas de Aznar también se sentaron las bases de una burbuja inmobiliaria que no ha acabado de estallar. Estas bases son, por un lado, la Ley del Suelo, que permitía a los ayuntamientos recalificar terrenos con los que conseguir financiación, y por otro lado las desgravaciones fiscales a la compra de la vivienda. Eso, por no hablar de las no liberalizaciones de mercados como el de la energía o el tecnológico, que tanto lastran ahora nuestra economía. Es decir, sí fue una era de prosperidad, pero con errores que todavía no hemos sido capaces de subsanar y que están directamente relacionados con la cuestión del desempleo. Así pues, ¿a qué viene coronar a Aznar sin una mínima crítica?
Los economistas hace tiempo que saben que todo impuesto inhibe aquella actividad que grava. España no necesita consumir sino ahorrar para pagar las deudas que hemos acumulado y financiar las inversiones que nos puedan sacar de la crisis.
“España-no-necesita”. Estas tres palabras son más propias de un editorial de cualquier medio socialdemócrata de izquierdas o de derechas que de un medio liberal. España, su población, su sociedad no es una única entidad, sino que está compuesta de millones de personas físicas y jurídicas. Y cada una de estas personas físicas y jurídicas tienen unas necesidades que no tienen porqué ser iguales. Una cosa es que la mayoría de la gente esté endeudada, y otra decir que “España”, es decir, todos, “necesita ahorrar”. Lo que podría venirle muy bien a España, es decir, sus ciudadanos, es tener la libertad de decidir si quieren consumir o ahorrar sin que se les penalice por ello.
Además, hay que frenar la sangría del paro. En ambos casos los impuestos –se les llame así o no– tienen un papel clave.
Voy a preguntar algo políticamente muy incorrecto. ¿Por qué hay que frenar la sangría del paro? Uno de los mayores problemas que vive España es que la oferta existente no responde a la demanda real. En el mercado español hay de todo: empresas que no han hecho bien las cosas, empresas que dependían de la burbuja inmobiliaria, y empresas que tienen al Estado como primer proveedor. En todo caso, y lamentándolo mucho, aquellas empresas que han vivido en base a las prebendas estatales de cualquier clase y que no respondían a la demanda real de los consumidores tienen que cerrar o ajustarse, y por tanto despedir a trabajadores. Es decir, que el ajuste real implica despedir a más gente.
La cuestión ya no es si vamos a llegar a los seis millones de parados o no (creo que lo haremos, hagamos lo que hagamos). La cuestión es si se están sentando las bases para una verdadera recuperación, que sea capaz de conseguir la creación de empresas, riqueza y empleo. Para ello es fundamental que el crédito vuelva a fluir a las empresas y particulares. Es decir, que el Estado no lo absorba. Eso puede hacerse aumentando los impuestos o reduciendo de verdad el gasto en base a una reordenación total de las prioridades. Y, de momento, salvo Esperanza Aguirre, nadie ha hablado de reordenación de las Administraciones Públicas.
Si se suben los impuestos al consumo y se bajan al ahorro se logrará el primer objetivo.
A ver si lo entiendo: ¿Me está diciendo el señor editorialista que quienes ya están endeudados no están dejando de consumir todo lo que pueden para pagar sus deudas? Porque salvo algún estrafalario caso de televisión, esto no ocurre entre la gente normal. Y a quienes ya están ahorrando y sólo gastan lo estrictamente necesario, ahora resulta que les van a subir los impuestos. Es un disparate.
Por otro lado, las empresas que sí responden a la demanda real también verán muchas más dificultades por el aumento de los impuestos por parte de quienes sí puedan consumir.
Si se bajan los impuestos al trabajo, llamados cotizaciones sociales, se contratará más.
Y ello nos lleva a la cuestión de la Seguridad Social.
Del mismo modo que abaratar el despido es una forma de abaratar la contratación, aún más importante sería reducir el principal coste que impone el Gobierno a las empresas cuando adquieren los servicios de un nuevo empleado: las cotizaciones sociales. El problema reside en que en tal caso nuestro insostenible sistema piramidal de la Seguridad Social aceleraría de forma dramática sus problemas. La solución que han adoptado muchos países europeos ha sido incrementar otros impuestos, generalmente los indirectos, para sufragar las pensiones y así no seguir penalizando el empleo con unos impuestos que no se pueden traducir sino en más paro.
Si lo que se pretende es que la gente consuma menos subiendo impuestos como el IVA, ¿de dónde va a sacar dinero? ¿Aumentando todavía más los impuestos directos? ¿Pero no se pretendía que la gente ahorrara más y que pudiera pagar sus deudas e invertir? No tiene ni pies ni cabeza. Salvo que se recortara el gasto público de forma sensible.
El problema es que esta sensata medida viene ahora en forma de anuncio de futuro, cuando lo racional hubiera sido aprobarla en el primer Consejo de Ministros y no incrementar otros impuestos como ha hecho desde entonces el Gobierno.
Es cierto que cuanto antes se adopten las medidas de ajuste, tanto mejor. Pero para ello las medidas tienen que ser apropiadas.
El problema del necesario ajuste que el Gobierno está llevando a cabo en España es que se está cargando en demasía en los agotados hombros de la economía privada, que ya ha hecho su propio ajuste, cuando debería ser el sector público quien se responsabilizara de la práctica totalidad de la reducción de su propio déficit. No puede ser que cuando una crisis nos obligue a todos a apretarnos el cinturón, quien menos se lo apriete sean las administraciones públicas.
El artículo debió haber empezado con ese párrafo.
Tanto ésta como muchas de las demás medidas anunciadas por De Guindos muestran que en el Gobierno hay un plan coherente para sacarnos de la crisis, no sólo reformas necesarias, pero que en ocasiones no parecen suficientemente coordinadas. Es una lástima que, sabiendo con tanto tiempo que tendría la responsabilidad de gobernar, no nos las hicieran saber desde el primer día, y no estén ya en marcha. Pero mejor tarde que nunca.
Primero: ¿De qué sirve la coherencia de un plan si las medidas no se aplican cuando deben? Uno hace un plan para que funcione. La coherencia es una condición necesaria, pero no suficiente. Y a nuestros políticos, recuerdo, no se les paga por planes coherentes, sino por planes que funcionen en aquello que se propongan.
Segundo: Si la medida es realmente buena, ¿por qué aplicarlo el año que viene y no la semana que viene?
Tercero: Si se trata de un plan coherente, ¿por qué se anuncia ahora y no cuando se llegó al poder? ¿Tal vez, porque había en tres meses unas elecciones en Andalucía? ¿Responde la coherencia del plan a los intereses del país o a los del partido? ¿Puede confiarse en el plan de un Gobierno que está dispuesto a sacrificar los intereses del país por sus intereses electorales como partido? ¿Por qué no se nos ha explicado el plan desde el primer día?
En fin. Confiemos en que haya sido un mal día.
A mi amigo G.
Sin números en la mano, sólo se tiene la lógica económica y la intuición. Veremos cómo queda. Pero a primera vista parece que las aportaciones estatales directas a la Seguridad Social se tendrán que disparar.
Yo parto de que el PP apuesta por el Estado, y no por el ciudadano. Lo otro es como el color de la camiseta. Vamos, que a la vista de los hechos, no veo mucha diferencia con el PSOE.
Queríamos un PP liberal, y nos tapamos la nariz para votar a un PP democristiano con tal de echar de la poltrona al nefasto ZP y a su panda de expoliadores y traidores incompetentes. Nuestra sorpresa ha sido fina cuando resulta que nos hemos encontrado con un PP social demócrata cuando no cosas mucho peores. Marianico el el Bershka ha convertido un partido soportablemente malo en poco más o menos la misma hez que lo que pretendíamos apartar del Gobierno de España.
Todo esto, y muchos más improperios y tacos, en mi propio blog, si os apetece visitarlo.
Si bajan los impuestos sobre las cotizaciones sociales por el mismo importe, no es mala idea, las hay mejores evidentemente, pero comparado con el resto de «reformas» creo que es la única que realmente merece la pena. Partiendo de la base de que el PP es democristiano/conservador claro esta y cualquier cosa menos tocar el coranzoncito de nuestra querida España. Vamos, que de las malas la menos mala, aunque habrá que ver la ejecución….