Ayer, a las 11 de la mañana, el reactor número 1 de la central nuclear británica de Oldbury detuvo su reacción en cadena para no volver a iniciarla nunca más. Se ponía de este modo el punto final a un reactor nuclear que comenzó su operación en 1967 y que, durante estos casi 45 años de funcionamiento, ha producido 137 millones de MWh. El equivalente al consumo de un millón de hogares durante 20 años.
Oldbury-1 es el claro ejemplo de cómo, con una operación impecable y periódicas inversiones en seguridad y actualización de equipos y tecnologías, el concepto de “vida de diseño” deja de tener sentido cuando se habla de la operación de una central nuclear. Oldbury tenía una vida de diseño original de 25 años y, ayer, los casi 500 trabajadores de la planta pudieron ver en directo desde el comedor de la central cómo se insertaban definitivamente las barras de control casi 45 años después de que se levantaran por primera vez. La central operó 20 años más de lo estimado inicialmente, cumpliendo siempre con los criterios de seguridad exigidos por el organismo regulador inglés.
Como sabe cualquiera que haya desarrollado un trabajo técnico, una cosa son las condiciones de diseño y otra la realidad, pudiendo darse desviaciones escandalosas, en más o en menos.
Hay instalaciones que en menos de 10 años están inútiles al haberse escatimado en mantenimiento o simplemente por errores de diseño. Otras veces ocurre todo lo contrario.
Una instalación no va a durar 20, 25 ó 50 años porque alguien lo pusiera en un papel en su momento. La realidad es tozuda y se impondrá a cualquier papel.
Para acreditar si las condiciones de diseño siguen siendo válidas o hay que modificarlas en más o en menos están las regulaciones e inspecciones periódicas, que en NINGÚN sector son tan estrictas y fiables como el nuclear (la aeronáutica anda cerca).
Esto lo sabe cualquier técnico que haya tenido un mínimo contacto con la industria. Curiosamente, aquellos que suelen opinar al respecto en los medios de desinformación masiva, carecen de cualquier formación y experiencia y meten la pata estrepitosamente. Pero como el catastrofismo vende y la realidad es aburrida, los medios siguen dando cancha a los ceporros e ignorando a los que saben, con honrosas y escasas excepciones.
Eso sí, luego a todos les/nos jode cuando nos suben el recibo de la luz.