Lo más merecedor de protección dentro de una sociedad, por ser el elemento más débil, es el individuo. El «yo», independientemente de si es hombre o mujer, homosexual o heterosexual, disminuído físico o psíquico, deportista de élite, niño, adulto, creyente, ateo, agnóstico, gordo, bajo, alto, … es sujeto de derechos como ser humano sólo si esos derechos son exactamente los mismos para todos los individuos.
Esos derechos de todos han ido desvirtuándose a lo largo del tiempo gracias la acción contínua de los agentes de poder positivistas. La mayor parte de lo que hoy el joven manifestante que sale a la calle a coartar la libertad de los demás cree que son «sus derechos» no es más que una retahíla de postulados que consagran principios de poder político acuñados en leyes inventadas a tal efecto. No tiene nada que ver ni con DERECHOS, ni con JUSTICIA. Los derechos y la justicia no están bajo la acción arbitraria del sistema político que ocupa momentáneamente el poder, por muy mayoritario que sea el apoyo social de que disfruta. En mente de todos están cientos de ejemplos que muestran el uso torticero y liberticida de la ley en beneficio del poder: la Alemania nazi, las democracias orgánicas castrista o franquista, Venezuela, cualquier teocracia … Un derecho ha de tener validez universal y no se puede inventar, ni establecer por Real Decreto.
El derecho sobre uno mismo, del que derivan los derechos a la vida, la propiedad y el ejercicio de la libre acción, no es sólo un derecho universal, es un derecho autolimitante. Si reconocemos con contundencia la univesalidad de esos principios, estamos al mismo tiempo limitándonos en el ejercicio de los mismos:
– si el derecho a la vida es universal, no debo matar
– si el derecho a la propiedad es universal, no debo robar
– si el derecho a la libre acción es universal, no debo coartar la de los demás.
En el momento en que abandonamos esos principios universales y fundamos nuestra acción entregándonos al monopolio estatal, caemos en las redes de los inventores de privilegios. Desde cualquier órgano de poder es posible entonces establecer leyes que inventen derechos para determinados sectores, por tanto no universales, por tanto privilegios. La mera posibilidad de que un grupo de individuos disponga de más «derechos» que otro, o diferentes «derechos», conlleva por si misma la pérdida de libertad de los no privilegiados con esas medidas. El principio de igualdad ante la ley es violentado y la base sobre la que se asienta un sistema de derecho queda profundamente dañada.
En el proceso político de invención de privilegios mediante la creación de leyes que discriminan grupos sociales en función de derechos inventados no contribuye al proceso último de búsqueda de la felicidad y la verdad.
Se trata de PODER. Se trata de ejercer el poder sobre un grupo amplio de individuos, para lo que es necesario contar con el apoyo de otro grupo de individuos. Este se compra con privilegios. Ellos los llaman derechos.
No se trata de libertad, ni de los derechos universales que poseemos. Se trata sólo de leyes sobre leyes, en loca carrera inflacionista, que abarrotan las estanterías de las bibliotecas pero no nos hacen más libres, ni garantizan mejor nuestra seguridad.
Que no le engañen, que no le confundan. No venda su voluntad a cambio de un privilegio: estará destrozando la libertad de los otros.
Personalmente concibo el derecho como una institución social más, resultado de la espontánea colaboración de las personas.
¿Acaso las normas de comportamiento no son el resultado de la interacción social? ¿Y no es, por tanto, esa la base del derecho y la legalidad (normas de comportamiento en las relaciones de personas -físicas y jurídicas- que incluso no se han relacionado antes, y que eliminan riesgo en las relaciones).
¿Acaso el uso y costumbre no son fuente del derecho y, si se justifican correctamente, se pueden argumentar en un procedimiento exactamente igual que un código legal?
¿Acaso cualquier concepto del derecho -concepto legal cuando se transcribe a la norma escrita- no sufre transformaciones y NO es inmutable? El primer ejemplo que se me ocurre es el derecho de propiedad, quizá el que más se ha mantenido y, por tanto, el que más transformaciones ha experimentado, actualmente centradas en la desaparición de la «propiedad intelectual».
Insisto, el derecho es cada una de las normas de comportamiento generalmente aceptadas y universalmente excluyentes, la ley es la plasmación escrita de esas normas, o de otras (las leyes que se incumplen sistemáticamente) que intentan modificar el comportamiento de las personas (y a las que me opongo como liberal).
Un saludo.
Luis:
«El resto de consideraciones que haces… no tengo tiempo para off topics. Otro día hablamos del estado y tal. »
Es que, precisamente, has hablado de leyes, por tanto de legislador, por tanto de estado.
Dices que las leyes que se originan en los «grupos de presión» son inventadas o artificiales, o falsas.Sin embargo, existen y son leyes. Y has añadido la tesis totalmente falsa de que sólo las leyes del yo individual son verdaderas. Eso es totalmente absurdo, y conduce al absurdo, y es lo que he mostrado.
Y tampoco has especificado qué es «presión» sobre el legislador.
Ahora bien, si lo que quieres es que me limite a repetir fielmente tus postulados o me sancionarás con un «off-topic, en actitud típicamente liberal, vas de ala.
Luis:
Sí lo he entendido. Y he añadido otro aspecto. Estoy 100% de acuerdo con que las leyes privadas, los privilegios, destruyen la Ley y fragmentan irreversiblemente una sociedad. Ej: El Sr. que quiere instalar Euro Vegas en España ha pedido exención de la Seg. Social y nada menos que una modificación particular de la Ley de Enjuciamiento Civil para el cobro de deudas de juego.
Los grupos de presión que más destruyen, han destruído y destruirán toda sociedad y su Ley son las grandes corporaciones, que, ya en su mismo nacimiento, en los albores del «capitalismo», nacieron mediante privilegios , mediante
«leges privata»,como el Banco de Inglaterra o la Compañía de las Indias Orientales.
Y tengo ciertas dudas de que sean esos grupos de presión los que tengas en mente en primer lugar como los más peligrosos de todos.
El enemigo no es la Ley ni el Legislador, es decir, el Estado. Todo lo contrario.El enemigo, ahora y siempre, es el oligarca y su capacidad para, precisamente, «enfeudar» al legislador y convertirlo en mero capataz suyo y ser el más absoluto y soberano de todos los dictadores .
La tiranía de Stalin – profusamente financiada durante toda su existencia por Bancos Europeos, USA y fondos del Estado USA- es una broma comparada con la de la Tyrell Corporation. Por decirlo provocativamente, el capitalismo es el peor enemigo del libre mercado y de cualquier otra clase de libertad.
Vamos a ver, Dhavar. A mí me parece perfecto todo lo que cuentas, más que nada porque lo reduzco a lo esencial y estoy de acuerdo con ello: sin ley no es posible ejercer la libertad, ya que sin ley no es posible la convivencia. Somos nuestro peor enemigo.
Dicho esto he de volver a insistir en lo que argumento en el artículo. Lejos de hacer una elegía a un mundo sin leyes, describo la esencia de las que deberían ser soporte de una sociedad libre. No me paro a desmenuzar la letra pequeña en la que tú y yo estaríamos de acuerdo. No lo hago porque considero que disponer de leyes que defiendan y protejan el derecho a la vida, a la propiedad y la libre acción de los individuos es la esencia de una sociedad libre y de convivencia. Qué debe poner en el texto que recoge estos principios? Yo sería muy breve y conciso, al tiempo que tajante e incondescendiente con quienes lesionasen esos prinicipios.
Lo que digo en el artículo y, al parecer, todos han entendido menos tú, es muy simple: los «derechos» que emanan de los grupos políticos de presión y se plasman en leyes son artificiales, por tanto no son «derechos» y son privilegios. No son sólo artificiales, son injustos, pues consagran principios de desigualdad. Son injustos, pues favorecen y tienen por objeto grupos de individuos, no a todos los individuos. Y son inmorales, pues con ellos se compran las voluntades necesarias para mantener estructuras de poder.
Mi mundo no es mundo sin ley, es mundo con leyes para todos. Es un mundo en el que no somos igual por ley, somos iguales ante la ley. TODOS.
El resto de consideraciones que haces… no tengo tiempo para off topics. Otro día hablamos del estado y tal.
Esa idea se la leí por primera vez a Montaigne, el padre del ensayo, aunque expresada de una forma distinta.
Como ves no discrepamos tanto. Yo estoy de acuerdo con el espíritu de lo que dice Luis en su post al 100%, lo que no significa que crea que el Estado debe desaparecer o cosas de ese estilo.
Germánico:
En eso, no puedo estar más de acuerdo. Mejor pocas leyes que muchas.Entre otrs cosas porque, pasado cierto punto, el exceso de leyes se convierte en el disfraz perfecto para una situación fáctica de anomia, como pasa ahora, por ejemplo. Los países, cuanto más caóticos, más leyes tienen.
No, Dhavar, no todos los liberales piensan de la misma forma y, desde luego, no todos son anarcoliberales. Es cómodo meternos a todos en un mismo saco y luego darle de palos al saco, pero no somos un grupo muy homogéneo. ¿Cómo se le llamaba a esa falacia lógica? Ahora no recuerdo. Estoy gagá.
Luis te podrá discutir eso que dices desde su punto de vista. Yo creo en el Estado de Derecho. Y creo que, con independencia de la bondad o maldad de las leyes en sí, digo, en cuanto al número, es mejor que sean pocas que muchas.
Muy pocas quizás sean insuficientes, y muchas una tela de araña en la que no se mueve más que el Estado para devorar sus presas. La cosa es que haya leyes, en contra de las cuales no estoy, sobre todo en sociedades tan grandes y complejas como las nuestras, pero que, dentro de un espectro razonable, tiendan a ser pocas y más de estímulo y fomento que de prohibición y estorbo a la acción de los ciudadanos.
Germánico:
Lo que te molesta es la ley tal cual, no que haya muchas o pocas. Puede haber pocas leyes y ser totalmente funestas. El mundo de los liberales es sin ley. Sólo hay guerra o pacto, como entre Estados. Por qué no lo decís tal cúal? Quizá será peor o mejor que el mundo de la polis, pero no caben disfraces. Pues ser, en un extremo, un «outlaw» puro que vive en las salvajes montañas o el Rey Luis XIV-Dictador-Cacique- Oligarca puro, y entonces serás soberano o libre. Y, en el otro extremo, ser un esclavo en sentido estricto y formal. En medio está la polis o la ley, con todas sus variaciones.
Y recuerda, si te haces outlaw ya no estás sometido pero eres «sacer» y tampoco estás protegido .Vives lo que permita tu espada.
Luis:
Cuando dices «librito» con aire despectivo cometes un gran error. Precisamente donde no hay palabra queda la violencia caótica y desnuda de instante en instante.
Toda acción humana es un diktat.
Pero, cuando yo me rebelo contra una determinada ley, lo hago necesariamente en nombre de otra ley. En ése momento estoy en el «antes» de la polis. Ése es un mundo mudo, necesario e inevitable, y funda la ley. Al rebelarme me hago «sacer» y tiro abajo todo el orden político. Hago una revolución, aunque sea privada. Pero no me engaño.Lo hago para que se imponga otra ley que juzgo mejor.
Es ése instante en el que tú y yo nos detenemos frente a frente sobre un tablón que cuelga sobre un barranco. Ése es el mundo de la soberanía, y ahí sólo cabe la doble ley, el pacto, o la guerra. Y quién venza funda así su ley. Pues la libertad, la funda la ley, pues es únicamente lo facultativo, aquello que queda entre lo prohibido y lo obligatorio.
E, igual que la praxis diaria entre Ticio y Cayo es sobre las lindes de sus campos, y no acabará jamás, también la disputa será siempre sobre el tamaño mayor o menor del espacio que queda entre lo prohibido y lo obligatorio.
Y se pueden y se deben romper los lindes y hacer otros. Pero es absurdo lo sin límites. Y en el límite, dentro de él es donde se combate .
Yo no sigo a Sócrates, que quede claro. Yo les habría obligado a matarme en combate si es que se atrevían. Pero apelar a no se sabe qué dulzuras en la zona de soberanía es ridículo.
Germánico:
No. No es el «espíritu» o exégesis del significado de una ley lo que cuenta. No hay «espíritu» de la ley si no hay ley. Y no hay regla abstracta que valga aquí. A cada litigante en un caso le parece que la ley significa esto y aquello. Y ésa praxís es inagotable y es un cierto tacto o arte.
Y no hace falta añadir que caben interpretaciones retorcidas y falseadoras de cualquier texto, ley incluída. Todas ellas se caracterizan por invocar la «liberación de la letra», es decir, la arbitrariedad y otra ley en realidad. Es justo al revés. Se entienden mal los textos cuando no se respeta su literalidad, su ley y su concreta manifestación, y se empieza, tras asociarlo a cualquier cosa por débil que sea el lazo, con el consabido «bueno, esto en realidad quiere decir…»etc.
La ley, y eso vale no sólo para las disputas de Ticio y Cayo, sino para toda la vida de la polis , es todo lo que es el caso, y viceversa.
Cuando dices que una ley es arbitraria lo que dices es que o bien quién la dicta es, por ej., un General que se ha hecho con el poder en contra de las leyes, o que ésa ley viola otras leyes. Y para saber esto habrá que interpretar las fuentes del derecho, como se hace siempre. Por ej., en ciertas comunidades del pacífico ninguna hija tendría acción contra su padre por haberla desflorado. Nosotros, en cambio, tenemos otra ley.
Si, Dhavar, hablo del espíritu de la ley, con el que se hace la ley: limitar, restringir, prohibir, entorpecer, fomentar, etc….la cuestión es qué espíritu tiene el legislador. Si parte de unas premisas liberales sus leyes serán pocas e igualmente los derechos. Si parte de unas premisas socialistas sus leyes serán múltiples y abarcarán todos los aspectos de la vida de los individuos de la cuna a la tumba. Creo que entenderás el espíritu de mis palabras. Que luego se interprete de una u otra forma la ley es también importante, es decir: es importante el espíritu con el que se interpreta. Como el espíritu con el que se ha interpretado la Constitución en el Constitucional para dar cabida al atropello catalanista. Los liberticidas tienen la ley como instrumento fundamental para sacralizar sus abusos contra los derechos, y si alguna no les gusta, entonces la interpretan a su manera….
Es el espíritu de las leyes lo que cuenta Dhavar. Podríamos empezar por Montesquieu. De hecho la arbitrariedad toma su mejor forma por escrito, promulgada y voceada con gran estrépito de bombos y platillos y una cohorte de tipos vestidos ceremonialmente. Eso, ciertamente, sí que es de este mundo.
– La ius-titia no es ni puede ser otra cosa que la aplicación del IUS (derecho, Ley).
– La Ley o el derecho antes de su expresión es como la novela formidable que nunca llega a escribirse.Es decir, nada. Todo existe cuando se manifiesta, y la palabra legisladora – por ej., «prohibido robar»-, también.
-El IUS o LEY o DERECHO de una sociedad, los forman las leyes escritas, las costumbres y los principios jurisprudenciales del derecho (no los que se me ocurren a mí una tarde de domingo).
-Todo lo demás es predicar en nombre de OTRA LEY, que el proponente estima más justa que la que tiene una sociedad.
-El yo sólo, en cuanto tal, no es ni puede ser fuente de derecho, ni de lenguaje, ni de ninguna institución social o común, porque por definición son sociales o comunes, por tanto requieren más de un yo para existir.
-No hay frase más vaga , vacía, inútil y contradictoria en el mundo que esa de que «mi libertad llega hasta donde choca con la tuya». Precisamente para lidiar con ese choque, que existe inevitablemente se crea el derecho o la ley. Antes, sólo hay el limbo imaginario de los niños.
– Ningún yo individual puede fundar el derecho de una comunidad salvo quue sea un dios, un monarca absoluto o un dictador.
Entiendo más coherente decir: Cada hombre mayor de edad es un estado soberano.Con los demás puede hacer dos cosas: Guerrear o acordar. Y proponer la anomia. Pero no estas vaporosas y abstractas naderías.
Verdaderamente, el reino de los liberales no es de este mundo.
Bueno, en ningún sitio digo que yo sea fuente de derecho. El derecho, tal y como lo entendemos desde los romanos, plasma en papel la costumbre y una determinada moral. No hablo de eso.
Otra opción, Dhavar, es que pretendas decirme que sólo si está escrito en un librito, cuando llega un tipo porra en mano para quitarte la vida, entonces y sólo entonces temes por tu vida y te defiendes. Pero no creo que sea eso a lo que te refieres. Ese sería el único argumento que opondría de forma análoga lo que yo he escrito.
Un artículo excelente, que guardaré para tenerlo siempre a mano.
Y con todos los comentarios, por supuesto, que son siempre la fresa que corona el postre.
Y, por poco que pueda valer, ya lo he difundido por Twitter y Facebook. Si consigo un solo lector más, me daré por satisfecho.
Mil gracias!
Si alguien lee los comentarios en Menéame, el meneador, Landaburu, hace un perfecto resumen de lo escrito en su magnífico último comentario. Yo no puedo darle las gracias, no tiengo cuenta allí, pero alguien podría hacerlo en mi nombre.
Yo en alguna ocasión he hablado por ahí en alguno de mis locos post o de las locas retahílas de comentarios de los derechos básicos, lo que llamarían inalienables, los que consagra por ejemplo la Constitución de EEUU. Creo que Luis expresa bien cuales son esos derechos y, en efecto, creo igual que él que más allá entramos en el terreno del privilegiar a unos sobre otros, lo que sólo se puede lograr mediante la coacción institucionalizada en el monopolio estatal del poder y de su «brazo escrito» de la ley. Me encanta una frase de Hayek que dice que la ley mata al derecho. Desde luego, viendo las cosas como las ve Luis (y como las veo yo, coincidiendo plenamente con él) es así.
Te entiendo, Hurssel.
A riesgo de simplificar en exceso: todos actuamos desde lo que somos (humano vivos y pensantes) con un único objetivo: nuestro bienestar. Para alcanzar tu bienestar tomas una serie de decisiones (en función de estas o aquellas cosas aprendidas, experimentadas, vividas) que te llevan a realizar una serie de acciones. Por ejemplo: matarme a mí, que soy un inferior y te molesto con mi música a las tres de la mañana. Para poder matarme has de poder actuar, y para poder actuar has de poder decidir, y para poder decidir has de estar vivo y consciente. Esa es la esencia del ser humano.
entonces reclamas para tí el derecho de estar vivo, sin el ual no puedes planear, ni decidir, ni actuar. Si lo reclamas sólo para ti, en tu subjetividad, no es un derecho universal. Es un invento tuyo para poder matarme a mí (quitarme a mí mi derecho, ya que crees que es sólo tuyo).
No se si me explico. Tal vez no …
Fantástica entrada que obliga a elevar la mirada, Luis.
Pero me surge la duda de siempre… ¿qué fundamenta esos derechos universales? ¿Por qué el ser humano es sujeto de derechos? ¿Qué da esa validez universal a un derecho?
Un derecho es universal si es válido para todos. Y solo entonces.
Un ser humano es consciente de sí mismo como individuo y con una identidad que le es propia. Los demás son el espejo donde se ve y descubre que él es diferente, que es «otro». Nace, pues, con ese derecho a sí mismo. Inalienable e indiscutible.
Una cosa es que un sistema de poder (el que sea) ponga por escrito que tengo derecho a mi vida, y lo llame «derecho», otra bien distinta es la percepción de propiedad que yo tengo sobre mi vida, para la que no necesito instancia gubernamental alguna que me la certifique.
El problema es que de lo intersubjetivo nunca se puede derivar lo objetivo. 6MM de sujetos suponen 6MM de percepciones personales… ¿no?
¿Qué sucede cuando yo, sujeto que se sabe y se reconoce, concibo que existe un derecho universal que no coincide con el tuyo?
Por ejemplo?
La vida, lo mío y mi acción (en busca de mi bienestar) no están sujetos a subjetividad. De hecho, consideramos al suicida compulsivo un enfermo y al asesino un criminal que atenta contra el derecho a la vida. Me gustaría que pusiésemos ejemplo de «derechos» que nacen de una ley. Intentaría mostraros que no son más que adjetivaciones de los derechos univiersales.
Entiendo el argumento, ojo. El problema es que considero que de lo subjetivo (o intersubjetivo, que para el caso lo mismo me da) nunca se puede universalizar lo objetivo. Necesitamos instancias externas que objetivicen lo subjetivo. Si no al final siempre llegamos a una especie de dogmas.
Por ejemplo, tu punto de partida es «<i>El derecho sobre uno mismo</i>». Un servidor considera que por esta vida pasamos como administradores, no como dueños. ¿Cómo puedo decir que soy dueño de mí mismo cuando ni siquiera soy capaz de controlar mi alopecia galopante? XD
Podemos llegar a consensos, a leyes que funcionen, a posiciones comunes y lógicas. Pero nada de eso será objetivo. ¿Por qué? Porque por principios un sujeto sólo puede ser subjetivo…No sé si me explico
El fundamento último, según Hans Hermann Hoppe está en la autopropiedad. Cada uno es dueño de si mismo, y nada más puede ser su dueño. Negar eso es entrar en una contradicción lógica.
Más claro que el agua.
Aplaude incluso plazaeme, el escéptico.
Muy buen artículo. Una verdad como un puño.
Me encantó leerlo.