La exploración del cosmos comenzó en el regazo de una madre protectora. En el principio fue el apego. Luego, desde ese centro, durante el ciclo vital, todos, poco a poco, nos fuimos alejando en diferentes direcciones. Y recorrimos el mundo, colonizándolo. Y miramos al cielo, buscando en él nuevos territorios que explorar, algunos tan trascendentes e inalcanzables como el Paraíso y otros tan prosaicos pero tentadores, por alcanzables, como esa enorme piedra fría y muerta que es la luna.
El apego es un fenómeno que, en su grado más alto, el verdaderamente significativo, sólo podía darse, paradójicamente, en la especie más curiosa, desafiante, arrogante, intrépida, inteligente y estúpida de todas: la nuestra.
Dado que al nacer estamos tan débiles e indefensos, el cordón umbilical que nos une a quien nos da la vida, de carne, es sustituido por otro psicológico: el apego. El bebé escrutador de rostros y gestos, que se agarra y succiona, fija su atención preferente en aquel otro miembro de su especie del que es objeto de una misma atención preferente: normalmente la madre. El contacto físico es fundamental, la presencia de la figura materna da seguridad para comenzar a explorar el entorno más inmediato, al que alcanzan las primeras tentativas de movimiento coordinado. El barco navega pegado a la madre tierra, sin alejarse de la costa. Según se desarrolla, el lactante humano va progresivamente independizándose de la figura de apego, curioseando a su alrededor, en un proceso cuyo fin es circunnavegar su propio mundo. Pero esto requiere un largo período de sucesivos alejamientos y aproximaciones, con un recorrido cada vez más amplio en un área cada vez más vasta. Al final uno regresa a la tierra que le vio nacer con nostalgia, pero nada queda de aquel primer sentimiento de absoluta dependencia. Los más agradecidos rinden tributo eterno a sus padres, les honran. Los que menos les reprochan incluso el haberles dado la vida.
Desde el punto de vista científico el fenómeno del estrecho vínculo que unía las mentes de los bebés con sus madres, comenzó a estudiarlo, a mediados del pasado siglo, el psicólogo John Bowlby, que desarrolló la teoría del apego. Este consistiría en una serie de comportamientos del bebé encaminados a mantenerlo cerca de la madre o persona de referencia. Así, el alejamiento suscitaría estrés, y la cercanía tranquilidad y bienestar. Para Bowlby era fácil de entender, desde una perspectiva evolucionista, esta conducta, pues habría servido a nuestros antepasados capaces de superar la infancia y entrar en la época reproductiva a estar menos expuestos a los depredadores y otros peligros potenciales del ambiente en su primera infancia.
Una alumna de Bowlby, Mary Ainsworth, estableció una clasificación de tipos de apego, tras experimentar las reacciones comportamentales y emocionales de los bebés ante la ausencia de su madre o persona de referencia, y la presencia de una tercera persona extraña. A este experimento se le llamó «la situación extraña». Parece que según el tipo de apego que el niño desarrolle se puede esperar que en su vida futura tenga mejores o peores competencias sociales y afectivas. El modo en que se vincule uno de pequeño con su persona de referencia influye de forma importante en el desarrollo psicológico de la persona y en su capacidad para desarrollar vínculos de mejor o peor calidad con nuevas personas a lo largo de su vida. Nuestro primer contacto social íntimo podría marcar de alguna manera la pauta de nuestras intimidades y la amplitud de nuestro círculo social.
Dos personas ciertamente vinculadas entre sí, que han mantenido un apego duradero de ese otro tipo conocido que une a las parejas sexuales durante una vida, los Profesores Klaus y Karin Grossmann, han dedicado una larga y productiva vida profesional conjunta a la cuestión del apego. Desde una perspectiva de neuropsicología evolutiva y evolucionista han sabido explicar la universalidad del vínculo del apego y sus fundamentos biopsicológicos, profundizando de esta forma el trabajo de Bowbly y Ainsworth y situándolo en un contexto evolutivo y evolucionista mucho más amplio.
Karin y Klaus han tenido la amabilidad de responder unas preguntas para nosotros. Marzo Varea puso las preguntas en un correcto inglés. La traducción al castellano corre por mi cuenta y riesgo y el original en inglés de la entrevista lo pueden leer en La Nueva Ilustración Evolucionista.
1. Sigmund Freud consideraba que las primeras experiencias de la vida dejan una huella indeleble en nuestra psique. ¿Hasta qué punto es esto así?
La neurofisiología moderna muestra que hay profundos cambios neurológicos y neuroendrocrinológicos asociados al fracaso en el apego y al apego deficiente. Las respuestas del estrés se ven particularmente afectadas y duran mucho tiempo. Como afirmaba Bowlby, habrá cicatrices por cerrar, en cierto modo uno aprende a desenvolverse de nuevas maneras, sobre la base de nuevos modelos internos de trabajo, para dejar de permanecer como un «esclavo» de los viejos.
2. ¿Cuáles dirían que son las causas últimas de apego? ¿Podemos decir que el apego, siendo principalmente un fenómeno biológico, en gran medida echa por tierra toda utopía colectivista en la que los niños crecen separados de sus padres?
Si, en última instancia,es así. La organización de las emociones y la creación de significados emocionales en un contexto de experiencias «real» depende de las figuras de apego individuales. Estas son el refugio seguro al que acudir, y la base segura desde la que explorar. Sin ellas, todo el proceso de organización de las propias emociones e integración de las mismas en la propia experiencia, en particular con otros individuos significativas, no funcionaría. Aparte de los padres, esto sólo puede significar tener otros adultos como padres.
3. El etólogo Konrad Lorenz demostró la impronta en los gansos. Aunque funcione de forma diferente en los seres humanos, el efecto de químicos como la oxitocina o comportamientos compartidos, tales como la lactancia materna en el vínculo madre-hijo hace este vínculo particularmente fuerte. Pero ¿qué pasa con los padres? ¿Qué tipo de vínculo puede que establecen con sus hijos?
Konrad Lorenz diferenciaba entre impronta como un respuesta de seguimiento («Nachfolge-Prägung»), que funciona en gansos y otras especies, bastante rápido dentro de las pocas horas siguientes al nacimiento, y la impronta social («Sozialprägung»), que se desarrolla mucho más lentamente y es menos espectacular. La impronta social con padres y madres, como proceso de apego, pertenece a la categoría de impronta social en el sentido de un apego altamente individualizado. En nuestras investigaciones, la influencia de los padres es empíricamente más destacable para la seguridad por el lado de la exploración, y la de las madres más por el lado de la búsqueda de proximidad; por ejemplo, las. madres afectan al desarrollo del apego más profundamente proporcionando cuidado amoroso y tierno (Ainsworth «TLC»), y los padres tienen una influencia más significativa en el desarrollo del apego de sus hijos proporcionando respaldo seguro para la exploración.
4. Los psicólogos Leo Kanner y Bruno Bettelheim atribuían el autismo a «madres nevera». La realidad es muy diferente: los que carecen de respuestas afectivas son los niños autistas. ¿Qué tipo de apego desarrollan estos niños? ¿Qué nos dice un exceso o defecto de apego de la psicología de los niños y sus padres?
Linda Sigel trabajó mucho en este tema, nosotros no. Los patrones conocidos de apego también pueden ser reconocidos en los niños autistas, pero su falta de emociones sociales no es una consecuencia del comportamiento de los padres. La sensibilidad de los padres puede generar una sensación de seguridad psicológica en ellos.
5. Se cree que algunos trastornos psicológicos que aparecen en la adolescencia se deben a una relación de apego en la que algo salió mal. ¿Qué diferencia puede marcar una falta o un exceso de apego en edades más avanzadas de la vida?
La falta de apego sería no tener apego, el exceso serían la insensibilidad y la sobreprotección, en lugar de dar las respuestas adecuadas y prontas ante las necesidades del niño. La evitación (A) y la ambivalencia (C) estarían dentro de un rango «normal», la desorganización (D), tal vez no. Hemos visto muchas correlaciones longitudinales. La principal diferencia, claramente además en los adolescentes, fue el grado en que fueron capaces de lidiar con las emociones altamente negativas para proteger sus mentes ante la situación desafiante (de acuerdo con George Vaillant, sólo defensas positivas, no negativas) manteniendo la comunicación abierta y la disposición a pedir ayuda, como decía Bowlby,.
Maternal readiness to invest in children differs for each child, as there are no close correlations for siblings. Differential investment into offspring, however, also depends on life circumstances (Sroufe). Therefore the issue between ultimate and proximate causes is a tricky one and certainly has not been sufficiently disentangled.
6. Mente diferentes, con diferentes objetivos, se encuentran cara a cara en las relaciones de padres e hijos ¿Cómo afecta esto a la fuerza y el carácter del apego? ¿Qué conflictos surgen?
Hay, en términos evolutivos, conflicto (Trivers), principalmente porque el niño quiere todo, y la madre quiere distribuir su inversión en la descendencia (Hrdy). La disposición materna para invertir es diferente para cada niño, ya que no hay una correlación estrecha para los hermanos. La inversión diferencial en la descendencia, sin embargo, también depende de circunstancias de la vida (Sroufe). Por tanto el problema entre causas últimas y próximas es espinoso y, ciertamente, no ha sido suficientemente desenmarañado.
7. ¿Qué efectos comportamentales tiene el apego en los bebés?
Los bien conocidos descritos por Ainsworth y muchos de sus seguidores: el desarrollo de la seguridad psicológica, la competencia social y la capacidad de disfrute.
8. ¿El tener personas de referencia durante la infancia nos ayuda a ser más sociables cuando nos hacemos adultos?
No sólo eso, sino que, como Marvin Minsky sugiere, también más capaces de esforzarnos por los objetivos que vale la pena perseguir.
9. ¿En qué trabajan ahora?
Hemos publicado en el 2004 un libro de 750 páginas sobre nuestra investigación empírica del apego (0 – 22 años). Ya solo nos compete una minuciosa revisión y actualización, que se publicará en enero de 2012.
(Grossmann, K. & Grossmann, KE (2012) Bindungen -.. Das Gefüge psychischer Sicherheit (Apego. La composición de la seguridad psicológica) edición completamente revisada Stuttgart, Klett-Cotta..
Y seguimos, a pesar de tener 69 y 76 años de edad, presentando charlas y seminarios a los colegas, los médicos y otros profesionales.