En su obra sobre Política, Aristóteles afirmó que el hombre es un animal social. Lo que dijo fue, exactamente “zoon politikon”, lo que podría también traducirse como animal político. La nítida distinción que hoy hacemos entre político y social no existe en esta definición del hombre, ya que el ateniense Aristóteles, ciudadano de una Polis, tenía a esta por su sociedad, y los asuntos de la Polis, o Políticos, por asuntos de la incumbencia de todo aquel que integraba la misma.
Uno de los más importantes psicólogos sociales de nuestro tiempo, Elliot Aronson, ha titulado las sucesivas ediciones de su excelente tratado sobre su materia como El Animal Social, recalcando la importancia de nuestra sociabilidad. Hogg y Vaughan, en su obra también de psicología social aclaran que en su disciplina , “como regla…creen que el estudio de los animales no nos lleva muy lejos en la explicación del comportamiento social humano, a menos que estemos interesados en sus orígenes evolutivos“.
En efecto, ha surgido una nueva disciplina, de la mano de, entre otros, David Buss, Roy Baumeister , Mark Leary o Mark Van Vugt (por citar a tres de nuestros entrevistados) denominada Psicología Social Evolucionista, que incide en los aspectos sociales de nuestra mente y nuestro comportamiento que pueden considerarse como derivados de adaptaciones biológicas a ambientes ancestrales.
El animal social, el “zoon politikon” aristotélico o ser cognitivamente y comportamentalmente social clasificable dentro del Reino Animal de la Biología, para los psicólogos sociales, es para los psicólogos sociales evolucionistas un todo integrado. Tenemos la sociedad humana y sus grupos, dentro sus relaciones interpersonales y, por supuesto, sus individuos. Estos están dotados de una mente que mantiene una identidad social que en parte la configura, pero responde a los dictados fisiológicos de un organismo que busca sobrevivir, y que han sido configurados por la evolución biológica.
Pero para tener un cuadro de pincelada más fina y una perspectiva pictórica (conceptual) más adecuada nos faltaría la ciencia de la Etología Humana.
La Etología, ausente el factor humano, se dedica a estudiar el comportamiento animal. Aplicada al hombre se convierte en “Etología Humana”, y estudia al animal comparativamente con otras especies, en sus comportamientos instintivos. Del animal social escoge al animal, y solamente porque no podría estudiar a este animal sin contemplar su faceta social, lingüística, cultural e incluso política, se convierte en humana.
El fundador de la Etología Humana, el austriaco Irenaüs Eibl-Eibesfeldt, es junto con los nobeles Von Frisch, Nicholaas Tinbergen o Konrad Lorenz, uno de los grandes artífices del campo de la etología, del estudio del comportamiento animal.
Resulta curioso adentrarse en la historia de las palabras y las ideas y descubrir cosas como esta:
“John Stuart Mill propuso la formación de una “ciencia exacta de la naturaleza humana”. La denominó etología, término con el que entendía referirse al carácter humano en sentido amplio. Observemos que, recientemente, este mismo término ha sido adoptado, menos apropiadamente, por los psicólogos y los biólogos para designar la ciencia de la conducta instintiva“. Gordon Allport. La Personalidad 1963.
Al final ha llegado un etólogo que ha abordado la etología, en la medida de lo posible, como una ciencia exacta de la naturaleza humana, y este no ha sido otro que el fundador de la Etología Humana, Irenaüs Eibl-Eibesfeldt. Consciente, eso sí, de las limitaciones metodológicas y conceptuales que existen para hacer algo así como una ciencia exacta, muy alejado de esa concepción típicamente decimonónica de Mill que tenía por referentes ineludibles a la física, las matemáticas, la ingeniería y sus rápidos progresos de la era industrial y el positivismo científico imperante, Eibl-Eibesfeldt ha realizado un extenso y profundo trabajo de campo, observando el comportamiento humano en diversas sociedades, desde las modernas hasta las de cazadores-recolectores aún existentes, y grabándolo de forma tal que los protagonistas de sus películas se comportaban con absoluta naturalidad -que es, precisamente, lo que él buscaba.
Ha escrito asimismo algunas obras de referencia sobre el Amor y el Odio, la Guerra y la Paz, de las que la psicología social, que también estudia la agresión y los comportamientos de colaboración y altruismo podría tomar buena nota, y diversos tratados académicos, además de infinidad de artículos científicos. Particularmente recomendable me parece su Tratado de Etología Humana, titulado en castellano Biología del Comportamiento Humano, y que en su día publicó Alianza Editorial.
El Profesor Eibl Eibesfeldt ha tenido la inmensa amabilidad de respondernos unas preguntas, cuyo correcto inglés fue revisado por el Doctor Marzo Varea, que asimismo tradujo las respuestas al español. Para llevar a cabo esta entrevista hemos contado además con la inestimable ayuda de una estrecha colaboradora en las investigaciones del Profesor Eibl-Eibesfeldt y coautora de dos de sus libros: la Doctora Christa Sütterlin, que hizo la entrevista al Professor Eibl-Eibesfeldt en alemán. Gracias también a Sybille, la Secretaria del Profesor, con quien mantuvimos el contacto más directo.
Pueden leer la entrevista en español e inglés en La Nueva Ilustración Evolucionista.
1. El estudio del comportamiento animal, la etología, abrió la posibilidad de plantearse el comportamiento humano en términos naturalistas; le han seguido después la sociobiología y la psicología evolucionista, que inevitablemente han de apoyarse en el estudio comparativo del comportamiento para analizar individuos y sociedades, tanto animales como humanas. Podría decirse que usted es el principal representante de la etología humana (y uno de los más distinguidos de la etología). ¿Qué la une con las corrientes de la sociobiología y la psicología evolucionista y que barreras la separan?
Ambas disciplinas se interesan en la conducta social de organismos vivientes hasta el nivel del hombre. Y ambas buscan la función de una conducta al servicio de la aptitud biológica, esto es, las presiones selectivas que explican su aparición. La etología humana debe a la sociobiología un gran número de valiosos cálculos de coste-beneficio que también han sido prolíficos para otras disciplinas vecinas. Pero, en contraste con la sociobiología, la etología humana observa y analiza la conducta en un amplio frente desde el nivel neuronal hasta la complejidad de los procesos de comunicación no verbal. La etología humana nunca entendería por qué sólo los genes podrían ser la unidad de selección. Los individuos y su cohesión de grupo son más interesantes de observar, ya que la genética y la experiencia, así como los fenómenos de adaptación individual (como la impronta y el aprendizaje rápido [flash learning]) desempeñan un papel importante. (Aprendemos, por ejemplo, que los circuitos neuronales se conectan en redes funcionales cuando tres celulas de un tal circuito se separan y se colocan juntas en una placa de Petri. Y una vez establecidas, generan una señal de salida, esto es, cooperan).
La psicología evolucionista, por otra parte, se interesa más por los procesos cognitivos, mientras que la etología humana se centra en los motivos de la conducta y la expresión en el marco de la comunicación no verbal. Pero por supuesto hay muchas áreas de contacto.
2. Ya desde que Darwin publicara su Origen, sin mencionar al hombre en ningún momento, surgió la polémica sobre nuestra ascendencia primate. Esta fue poco a poco desvaneciéndose por lo que se refiere a nuestra anatomía, ante la avalancha de evidencias, pero después la cosa pasó al terreno de la mente humana y las hostilidades de desataron en el campo de la cultura y de la ciencia. Usted no se caracteriza por ser polémico, sino más bien moderado y exclusivamente centrado en las evidencias que ofrece la ciencia. ¿De qué forma se vio usted afectado por la guerra desatada entre quienes creían que la mente humana no era producto (o sólo en muy pequeño grado) de la evolución biológica y quienes defendían que muchos de nuestros comportamientos y cogniciones podían explicarse en términos evolucionistas?
En su primer libro de 1859, el mencionado “Origen de las especies”, Darwin no atiende mucho a la conducta humana, es verdad. Pero en su “Origen del hombre” de 1871 trata ampliamente de los seres humanos. Como biólogo y etólogo humano uno trata estrechamente con ambos volúmenes durante toda la vida. Y si es uno un comparatista guarda registro de las similaridades —homologías y analogías— entre las especies.
Fue especialmente la etología humana la que reveló que conductas aparentemente “culturales” tenían una antigua herencia. Compartimos muchas actitudes sociales con nuestros antepasados próximos (chimpancés y bonobos), como la territorialidad, la familiaridad, el temor, y conductas que son imprescindibles para la comunicacion. Hay construcción de nidos “simbólica” para marcar territorio, transferencia de objetos y reciprocidad en los bonobos (Fruth, B. & Hohmann, G. 2002), y hay incluso formas de empatía y duelo, que yo mismo he observado en chimpancés en Tanzania durante mi estancia con Jane Goodall (en 1986). Además, conocemos percepción de objetos específicos como una expresión específica del engaño, ojos, un esquema facial humano, etc., en macacos (Ch. G. Gross et al. 1981). Y ya las ranas tienen una percepción clara de qué aspecto tiene su presa desde el principio (Lettvin J. 1959).
3. ¿Qué aspectos de nuestra conducta cree que nos distinguen de las otras especies?
El que más, creo, es el establecimiento de obligaciones mutuas que operan (o es la intención que operen) a largo plazo. El acicalamiento social de los chimpancés es valioso como conducta de cohesión sólo para la generación actual, y termina a más tardar con la muerte del último de los individuos involucrados. Mientras que el cuidar de los débiles y de los viejos es un concepto humano. Vemos muchas predisposiciones como el duelo y la simpatía, incluso la empatía, en animales, así como en gansos, cuervos y patos, pero no una organización social para ello en marcos sociales más amplios y en el futuro. La capacidad para concebir una visión del pasado y del futuro (reflejada en nuestro lenguaje) es probablemente la diferencia más marcada entre los humanos y otras especies.
4. Ha escrito usted dos magníficos libros sobre el amor y el odio, la guerra y la paz. Somos animales sociales, pero muy especialmente animales grupales, y lo que dentro del grupo es armonía, entre grupos extraños es hostilidad. Parece como si el anverso del amor llevase aparejado el reverso del odio, debido a nuestro pasado en grupos de cazadores-recolectores diversos, que se relacionaban poco entre sí. De la Prehistoria a la Globalización ha habido una extraordinaria evolución cultural, y sobre todo en las comunicaciones. Ahora el psicólogo Steven Pinker ha sacado un libro en el que dice que la tendencia desde nuestros orígenes hasta nuestro tiempo ha sido a menor violencia tanto entre individuos como entre grupos. ¿Es usted optimista sobre el futuro de la especie? ¿Cree que tenderemos a formar más lazos y a reducir o ritualizar las hostilidades en mayor medida? ¿No son el terrorismo, la grave crisis económica y las armas nucleares una razón suficiente para dudar de un futuro pacífico?
Me parece un desarrollo bastante positivo. Sin embargo, vemos aún muchos conflictos en el mundo actual debidos a desigualdades en la distribución de los bienes y a las leyew civiles. Hoy se libran guerras en el nivel económico, y las estructuras de dominio son capaces de poner fuera de la ley a minorías. En general he sugerido posibilidades para civilizar la guerra, por ejemplo mediante contratos y acuerdos de paz (vea “Paz y guerra” y mi libro de texto “Etología humana”). Los seres humanos pueden superar culturalmente sus disposiciones biológicas a la hostilidad intergrupal extendiendo su ethos familiar original a un grupo más amplio. Pero tal vez este proceso tiene límites. Hay una cierta oportunidad en la consciencia de las restricciones ecológicas para salvar nuestro planeta, como he señalado en muchas publicaciones (por ejemplo “El hombre en peligro”, 1988).
5. Recientemente la selección grupal ha recibido un fuerte apoyo del trabajo conjunto de David Sloan Wilson y Edward Osborne Wilson. Robert Trivers o Amotz Zahavi nos han dicho que desconfían de una selección más allá de los genes y los organismos individuales. ¿Qué piensa sobre este asunto? ¿Pudieron unos grupos humanos mejor cohesionados, con miembros más altruistas, medrar a costa de otros grupos humanos y legar más genes a la posteridad?
Lo creo seriamente. Hay más que diferencias geográficas, hay diferencias sociales. Esto no lo vio Darwin. De las diferencias de “grupo”, que podemos observar ya en los pájaros, resulta siempre un “nosotros y los otros”. Pero esto depende de cuán abiertos sean los grupos. Si un grupo está limitado sólo a sí mismo, surgen conflictos. En los seres humanos especialmente, observamos redes que tienen éxito, sistemas de intercambio como el Xharo en las sociedades San de Botswana (P. Wiessner 1977) o el Kula en las islas Trobriand en Nueva Guinea. La base del toma y daca que llamamos reciprocidad es el requisito para la subsistencia de la red. La cooperación rinde.
Podemos comportarnos mal, por supuesto; pero, según cómo, puede ser beneficioso para el grupo o no.
6. El psicólogo Paul Ekman ha estudiado las expresiones faciales humanas, siguiendo el trabajo pionero de Darwin sobre la expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Esto le llevó a describir un conjunto de emociones (y características expresiones faciales) universales. Usted se ha dedicado durante años a registrar exhaustivamente costumbres, gestos y rituales incluidos, en diversas culturas para un estudio comparativo, y también para descubrir universales humanos. Aparte de las expresiones faciales, ¿qué otros universales humanos se han observado en trabajos de campo?
En verdad mi archivo de filmaciones tomadas en muchas culturas tradicionales y no tradicionales abarca más de 400 km de película y se conservará en uno de los mejores lugares internacionalmente, la Sociedad Senckenberg en Frankfurt. Paul Ekman, a quien estimo mucho, estableció su sistema de de codificación de gestos faciales sobre la base de un trabajo anterior de Carl Hjorstjö (1970) que usaba una terminología ligeramente diferente. Pero hay muchos más universales que los que se expresan en nuestros rostros, y que son cruciales, como he mencionado: la familiaridad, la territorialidad, las leyes de la reciprocidad (dar y compartir), empatía, amor y odio.
7. ¿En qué trabaja ahora? ¿Cuál es el presente de la etologái humana? ¿Cómo ve usted su futuro?
Mi última obra considerable ha sido el libro sobre arte, escrito y concebido sobre bases evolutivas junto con mi coautora Christa Sütterlin, historiadora del arte y al mismo tiempo etóloga cultural bien entrenada, con quien escribí un libro sobre gestos ritualizados y figuras apotropaicas ya en 1992. El arte es algo esencial para los seres humanos, ya que permite elaborar expresiones para las cuales nuestro sistema visual ha coevolucionado específicamente y que se “captan” especialmente bien, desde señales de color y forma hasta estilos de codificación de contenidos culturalmente definidos.
Como encontramos arte desde los más tempranos comienzos de la cultura humana y hasta en los últimos rincones del mundo, es fascinante observar en acción un sistema de comunicación universal que puede servir también como un puente en la comprensión entre diferentes culturas. Estos puentes no hay que construirlos, existen ya en todos los seres humanos.
El presente y el futuro de la etología humana están en las manos y en las obras de mis discípulos y sucesores, Wulf Schiefenhövel en Andechs, Alemania, Karl Grammer en Viena, y por supuesto sus estudiantes. Las películas y la enorme colección de materiales etnográficos se expondrá según temas y teoría de la etología humana (¡que no hay que confundir con la antropología cultural!) en el Museo Senckenberg en Frankfurt. También se establecerá allí una cátedra de Etología humana.