A lo largo de nuestra vida hemos vivido el nacimiento y estallido de varias burbujas; en los últimos tiempos la tecnológica o de las puntocom, la asiática, la del ladrillo o de las subprime, que son las que más recordamos seguramente no sólo por recientes, sino porque hemos sido más conscientes de ellas al haberse producido en nuestra edad adulta y habernos afectado directamente. Han condicionado tan radicalmente la existencia de millones de personas que se han convertido en los cocos, demonios alimentados por la avaricia de los mercados financieros y el desenfrenado consumo compulsivo de las masas aborregadas, que han terminado con el sueño del bienestar.
Carentes de la capacidad de pensar sistémicamente, pocos se han dado cuenta de que cada uno de los individuos que componen esa masa comprante aborregada es precisamente quien va constituyendo los suprasistemas que se van formando por agregamiento caótico de intereses, individuo a individuo; libre, sutil e inexorablemente arrastrados por los grandes atractores: la publicidad, la política, los personajes-icono… hacia determinados automatismos de consumo. De modo que se sustrae a su consciencia su participación en el aborrecible engranaje mercantil cada vez que compran en Carrefour tan tranquilos, repostan en Repsol, escuchan música, envían whatsapp’s a sus contactos de Facebook para organizar un flashmob antisistema…
Pero si esto, siendo obvio, pasa desapercibido, menos aún es del conocimiento común la existencia de una silenciosa burbuja, un sigiloso cáncer, una subrepticia pero ruidosa locura nutrida igualmente por los intereses de no poco diabólicas corporaciones multinacionales, sus codiciosos directivos y el consumo de lanares masas arrastradas por la más alta motivación, ésa contra la que ya nos advertía Chesterton cuando decía que “lo malo de no creer en Dios no es que uno no crea nada, es que se cree cualquier cosa” especialmente que uno es dios, por supuesto, o por lo menos alguien especial, un Maestro. El deseo de omnipotencia surgido del tirano interior permanentemente insatisfecho que se manifiesta mediante las ansias del ego de ser preferido frente a los demás, ese vicio llamado soberbia, sumado a uno de los deportes nacionales –aparte del “Vivan las caenas”– la fragilidad de la autoimagen en la comparación con los otros más exitosos –la envidia–, cierra el indestructible círculo vicioso constructor de esta siniestra maquinaria licuacerebros.
Sus individuos individuales son una clase de esas que surgen en las proximidades de los escalones superiores de la pirámide de necesidades de Maslow, cuando la seguridad y el bienestar alcanzado por las sociedades civilizadas es tan grande que a todo desorientado esencial que se precie sólo le queda el irrefrenable deseo de dar lecciones de vida a los demás, de ser maestros espirituales, incluso o especialmente, como el Caballero de la Armadura Oxidada salvador de princesas que no han pedido ser rescatadas, a quien no se lo ha pedido. Porque yo lo valgo.
La primera manifestación que recuerdo de ese cáncer tenía una forma amigable, más que inofensiva, virtuosa, revestida de una forma que nunca despertaría sospechas aunque en su interior, agazapado, habitara un alien dispuesto a parasitar a la humanidad alfabetizada entera. En un atractivo amarillo, una silueta humana que recordaba al Pensador de Rodin, anunciaba la solución fácil a todos los problemas: tus pensamientos son el origen de tus sentimientos. No la realidad, claro, que quedaba tan limpiamente exterminada de la sociedad como antes lo fue Satán, el Príncipe de las Tinieblas y con él Dios, que ya no hacía puñetera falta. Después de los intentos japoneses y beatles de someter occidente exportando el Zen camuflado en las artes marciales y el hinduísmo happy hippy respectivamente, un individuo, llamado Wayne Dyer, parecía haber creado una forma de implantar una doctrina salvadora a base de limpiar zonas erróneas. Sin agua, ni bendita ni sin bendecir y que tuvieron su lógica continuación en Tus zonas mágicas y Tus zonas sagradas, para solaz de la maquinaria editorial transnacional y silencio de los indignados anticapitalistas.
Al calor de los focos y los aplausos, con él surgieron como setas otoñales otros aspirantes a mesías redentores como Anthony Robbins superstar, que prometía enseñar a quien tuviera a bien leerle o escucharle a controlar el destino, Louise Hay con sus hermosas frases pegadas por todas las paredes de las casas, o los Bandler y Grinder que prefirieron crear la destructiva secta de la Programación Neurolingüística (PNL para los amigos) y llenarse los bolsillos de dólares frescos a someterse a la en ocasiones estricta tiranía de los laboratorios universitarios, los patrios Sri Ramiro Calle, gentleman Luis Huete, fortunato Alex Rovira, makeateam Jorge Valdano, fliper Eduardo Punset, líderes, coaches pisaprincipios de cursito de fin de semana obsesionados por el rendimiento, y otros personajillos menores que no merecen ni ser mencionados. Sin olvidar a uno de los más destructivos: Daniel Goleman, padre del aclamado desvarío de mediocres y despistados llamado inteligencia emocional, digno sucesor de otro famoso estafador de nombre Freud, Sigmund Freud.
Sustitutos de los ministros de Dios, cesantes tras la defenestración de su Jefe, los nuevos maestros espirituales irrumpían en escena para quedarse, definiéndose para ellos todo un sector editorial llamado autoayuda, un incesante gota a gota por lo asequible a cualquier bolsillo, y poniéndose a su disposición púlpitos espectaculares con cáterings de diseño entusiásticamente sufragados por ignorantes directivos de empresas de todo tipo con la desinteresada intermediación de sindicatos y patronal. Sin Dios, o con un dios a la medida de las necesidades personales del ego, cueste lo que cueste (fiat ego pereat mundus), todo occidente ha sucumbido a las fiebres del relativismo, el voluntarismo y el positivismo, ese silencioso cáncer algo desinflado por los sucesivos ciclos de quimioterapia prescritos por el implacable doctor crisis. Pero que aún no ha dicho la última palabra, no se confíen, estén alertas, porque en cuanto los nuevos tiempos de prosperidad amanezcan, los nuevos Maestros, que por supuesto no han leído Mateo 23,1-12, volverán a atribuirse el mérito, no de destruir los valores adaptativos que nos han traído hasta aquí a trancas y barrancas, sino de mostrarnos la forma de construirnos una vida a nuestro infantil antojo.
Para colaborar en la tarea, en lo sucesivo y desde el exilio, El Centinela asume la misión de alertar de los subrepticios peligros que se ciernen sobre nuestras mentes, aunque tengan una apariencia tan inofensiva como un libro para ayudarnos a ser más felices, un estupendo caballo de Troya ante el que cualquiera relajaría sus vigilantes filtros críticos abriendo de par en par las puertas a la invasión de los virus.
Cierto, Bastiat, que lo he utilizado, como el «…pereat mundus» de Ignacio. Ya lo había leído el sábado en el móvil, para mi enésima sorpresa, porque últimamente la providencia está especialmente ocurrente conmigo. Voy a tener que comprar un boleto ese del 11-11-11 para ver si dejo con un par de narices a los de la cola de Doña Manolita y os invito a todos a cenar en El Plató.
Ya sabrás que las características del cerebro humano (y animal en general) le hacen buscar seguridades, y como bien explicaban Germánico y Mark Van Vugt en el post «una aproximación evolutiva al liderazgo», si líderes la sociedad humana se desintegraría y perecería. La cuestión no es, para mí si liderazgo sí o no, porque está claro que sí, sino liderazgo adaptativo o liderazgo recesivo. Es una buena batalla ésa de espabilar al personal.
Gracias, Bhurrus, espero que te sigan gustando los siguientes, post, voy a poner a caer de un burro a esa caterva del fantoches.
Gracias a ti también, Luis, espero que mis habilidades eviten huesos quebrantados, pero lo que más deseo es recibir críticas, soy hombre de retos, los desafíos me estimulan.
Germánico, espero que me eches una mano, tú sabes de esto tanto o más que yo. Tenemos mucho en común, como haber leido la castaña licuacerebros de Dyer, así que tendremos los filtros críticos bien afilados para repartir unos mandobles entre los infieles 😉
Curiosamente, cuando lo vi las primeras veces en los escaparates de las librerías entendí «tus zonas erógenas», y como por aquel entonces no tenía con quien practicar, no le hice mucho caso. Pero es igual de destructivo lo leas a la edad que lo leas. A mí también me hizo mucha pupa el jodido yanki, aunque ahora me alegro de haber pasado por la experiencia de ese desvarío, en caso contrario no conocería tan bien sus trampas.
Bueno, como me habéis animado, el próximo será al menos igual de cañero. A ver si nos leen muchos «maestros» y me hinchan la vena 😉
MAFO el bueno, de historia y filosofía sabes más que yo, ya veo y espero que me ilustres, pero yo no me refería a ese tipo de positivismo, sino al que ha nutrido a Zp y compañía. En el contexto actual el positivismo nos ha llevado a la crisis de valores y económica que sufrimos, porque anula el natural y adaptativo sesgo negativo del sistema nervioso y por lo tanto nos predispone a caer en las trampas más ovbias, entre ellas pensar que todo es positivo. Afortunadamente la realidad suele dar al traste, como ocurre ahora mismo, con los panfletos positivistas de este cariz.
Bienvenido centinela…. ¿qué tienes contra el positivismo, hombre de Dios? ¿prefieres la hermenéutica? Si bien es cierto que yo soy más de Feyerabend, tendrás que admitir que el positivismo hizo bastante limpieza mental a finales del XIX.
Bienvenido, Centinela, y que tus vigilancias sean fructíferas para ti y para todos nosotros. Además, el comprobar cómo la misa del domingo te sirvió de inspiración me parece un punto.
Decir, que en el fondo, la patria lanar no es más que la patria de las masas, en rebeldía según Ortega o pastoreadas, que, al fin y al cabo, es más fácil de llevar la cosa. El problema pues no es más que averiguar si primero fue el huevo del manejo de las masas o la gallina de la población pastueña que prefiere el sometimiento antes que la incertidumbre de buscar alternativas en un mundo que no es capaz de controlar lo suficiente como para sentirse seguro.
Dicho esto siempre sería interesante saber que se puede hacer para espabilar al rebaños y lograr su diáspora por las cumbres de lo desconocido pero individuos al fin y al cabo o tratar de ofrecer alternativas al grupo que entienda que hay límites que ellos, y no el pastor, no pueden permitirse soportar como es el caso de pretender vivir a costa de los demás.
Esto último tenía que decirlo…. al fin y al cabo Fréderíc es mi alter ego.
«Al calor de los focos y los aplausos, con él surgieron como setas otoñales otros aspirantes a mesías redentores como Anthony Robbins superstar, que prometía enseñar a quien tuviera a bien leerle o escucharle a controlar el destino, Louise Hay con sus hermosas frases pegadas por todas las paredes de las casas, o los Bandler y Grinder que prefirieron crear la destructiva secta de la Programación Neurolingüística (PNL para los amigos) y llenarse los bolsillos de dólares frescos a someterse a la en ocasiones estricta tiranía de los laboratorios universitarios, los patrios Sri Ramiro Calle, gentleman Luis Huete, fortunato Alex Rovira, makeateam Jorge Valdano, fliper Eduardo Punset, líderes, coaches pisaprincipios de cursito de fin de semana obsesionados por el rendimiento, y otros personajillos menores que no merecen ni ser mencionados. Sin olvidar a uno de los más destructivos: Daniel Goleman, padre del aclamado desvarío de mediocres y despistados llamado inteligencia emocional, digno sucesor de otro famoso estafador de nombre Freud, Sigmund Freud.»
Tío, tienes mi bendición. Bienvenido a Desde El Exilio.
Bienvenido al blog! Centinela, espero que tu estancia por estos lares sea lo más grata posible. No todos los lectores te recibirán con los brazos abiertos, alguno (pocos) te deseará un brazo partido y los más sabrán ir de tu brazo para aprender juntos.
Recuerdo que el primer libro que leí después de una infantil lectura de Fray Perico y su Borrico fue el de Dyer. Me lo creí todo todito. Incluso lo tengo todavía en mi librería. ¡Qué tiempos aquellos de ingenuidad adolescente!
Centinela, no dejes de vigilar, en el horizonte diviso nuevos peligros: una horda de lavadores de cerebro pertrechados con nuevas técnicas de neuroimagen están a punto de decirnos lo que tenemos que hacer y cómo.
Me alegra contar contigo en Desde el Exilio. En cierto modo, todos lo que aquí participamos, lo hagamos desde dónde lo hagamos, estamos exiliados de esa realidad de masas lanares que, por ejemplo, hacían esta mañana cola en Doña Manolita (si, lo he visto con mis propios ojos).