La comprensión de los patrones del solapamiento genético que nos unen y nos dividen puede sustituir visiones simplistas de todo tipo por un entendimiento más sutil de la condición humana. En efecto, puede iluminar la condición humana de forma que complemente las ideas de los artistas y los filósofos a lo largo de los siglos.
En éste párrafo del influyente ensayo del psicólogo canadiense Steven Pinker (La Tabla Rasa, 2002) se resume uno de los dos pilares fundamentales sobre los que se asienta toda la obra.
En efecto, La Tabla Rasa es un alegato en defensa de la realidad e importancia de la naturaleza (biológica) humana en nuestro comportamiento, pero también es un bien trazado relato de cómo durante décadas se ha combatido con toda clase de torticeras artimañas retóricas, e incluso de exclusión social, desde ciertos sectores del mundo de la cultura y de la ciencia, tanto la realidad como la importancia de la realidad biológica en el papel de generadoras de conductas característicamente humanas.
Habla Pinker de «patrones de solapamiento genético» para referirse a los genes que compartimos unos con otros, en distinto grado, siendo el núcleo principal de las comparaciones el familiar, aquel en el que más genes son compartidos. Es a partir de formulaciones matemáticas y de observaciones zoológicas que los biólogos evolucionistas llegaron a la conclusión de que el grado de parentesco influye notablemente en nuestra disposición para colaborar con los demás. Dicho de forma sencilla: a mayor número de genes compartidos, mayor es la probabilidad de que hagamos un sacrificio por otros. Científicos como Haldane, Fisher, Hamilton, Trivers, Wilson o Dawkins introdujeron en las ciencias sociales la cuña de la biología. El hombre, ser social, visto a la luz de la evolución, se presentaba ahora además como animal social. Las intuiciones de Darwin del siglo XIX, conjugadas con la redescubierta genética de Mendel, nos revelaban verdades no sólo aplicables a los insectos, los osos o las serpientes, sino también al ser humano.
La publicación, en 1975, de la monumental Sociobiología, de Edward O. Wilson, y en 1976 de El Gen Egoísta, de Dawkins, resumían lo que podía considerarse una refundación de la ciencia del hombre sobre el cimiento de sus rasgos evolucionados por selección natural, tanto físicos (lo cual no parecía molestar mucho a nadie) como (lo que era más grave) psicológicos y sociales.
La guerra entre partidarios y detractores de la nueva concepción se desató. Uno de los implicados en ella, muy a su pesar, fue el Profesor Trivers, al ser uno de los fundadores de esta nueva rama del conocimiento sobre nuestra rama del árbol evolutivo
Trivers había concebido numerosas ideas poderosamente explicativas a principios de los 70 sobre la cooperación y el conflicto entre los seres vivos (incluido el hombre). Respecto a la primera propuso el concepto de Altruismo Recíproco, que venía a reforzar la Teoría de la Selección por Parentesco postulada por Hamilton y muy elementalmente explicada arriba en este texto: ayudamos en función del grado de parentesco. En esa ecuación -pues, en efecto lo expresó con una ecuación- faltaba algo. Es obvio que no cooperamos solamente con la familia, por lo menos los humanos. Debe existir algún mecanismo que nos mueva a tratar con extraños, convertirlos en cercanos por una vía no genética y tratarlos como tales. Esta vía era la que Trivers proponía: nos hacemos favores los unos a los otros y llevamos la cuenta de quién nos los devuelve y quién no. Para esto último, como es natural, se requiere un reconocimiento de caras y una memoria a largo plazo de situaciones, acciones, personas involucradas….y también un modo de castigar a quienes se aprovechan del intercambio de favores tomando mucho más de lo que dan o no dando nada en absoluto.
Decía Dawkins en su gen egoísta:
Trivers llega hasta el extremo de sugerir que muchas de nuestras características psicológicas tales como la envidia, sentimiento de culpa, gratitud, simpatía, etc, han sido planeadas por la selección natural como habilidades perfeccionadas de engañar, de detectar engaños y de evitar que otra gente piense que uno es un tramposo.
Los engaños y autoengaños han sido objeto del interés de Trivers desde el comienzo mismo de su carrera como biólogo evolucionista precisamente por constituir formas de escamoteo de responsabilidad en el juego justo del altruismo recíproco.
Decíamos antes que Trivers había hecho también aportaciones de gran importancia al entendimiento del conflicto entre seres humanos, dentro del mismo contexto de relativa cercanía personal -pequeños grupos de cazadores-recolectores- que dio originalmente lugar al altruismo recíproco, en el pasado de la humanidad.
Se interesó, en lo que al conflicto se refiere, por aquel que se da precisamente en donde menos esperaría encontrarse según la Teoría de Selección por Parentesco de Hamilton, en el ámbito familiar.
En él dos extraños genéticos (al menos en la exogamia) se unen por el sexo. Se convierten así en progenitores de una descendencia común, en cuya supervivencia (y la de los genes que de ellos han heredado: en teoría un 50% de cada genoma) ambos tienen interés. Pero dichos progenitores no realizan la misma inversión en la descendencia. Así, Trivers, reflexionó sobre la Inversión Parental (lo que Fisher llamó Gasto Parental), que es el coste que supone para cada progenitor la generación de una descendencia viable, y los conflictos entre los sexos a los que podría llevar la distinta inversión realizada por cada sexo a la procreación y crianza de los hijos.
Otra fuente de conflicto se da entre los mismos hijos que, interesado cada uno preponderantemente por sí mismo y por los recursos que pueda obtener de sus progenitores, encuentra en sus hermanos de sangre unos rivales encarnizados dispuestos a hacer uso de cualquier rabieta, zalamería o artimaña para centrar la atención (y los recursos escasos de los padres en tiempo, dinero, cuidados…) en sí mismos y obtener un extra de inversión parental a costa de los otros.
Por debajo de todos estos comportamientos «humanos, demasiado humanos» se encuentran lo que el propio Trivers llama Genes en Conflicto, volviendo sobre la idea de Gen Egoísta de Dawkins.
Trivers centra ahora preferentemente su atención en el engaño y el autoengaño dentro de los grupos sociales humanos y en un libro personal en el que contará hechos acaecidos en su vida, sin duda de gran interés. Uno de los graves conflictos a los que ha tenido que enfrentarse en su vida ha sido político. Siendo de izquierdas ha sido atacado, en la anteriormente comentada guerra de defensores y detractores de la sociobiología- por otras personas de izquierdas que le calificaban de defensor del status quo, los poderosos, conservador, y no sé si en algún momento de filonazi -eso él lo sabrá mejor.
El Profesor Trivers ha tenido la inmensa amabilidad de respondernos unas preguntas en medio de una recuperación médica seguramente nada agradable, por lo que estamos especialmente agradecidos con su gentileza. Marzo revisó el correcto inglés de las preguntas formuladas. Los errores que pueda haber en la traducción al castellano son de mi exclusiva responsabilidad. El original inglés de la entrevista lo pueden leer en La Nueva Ilustración Evolucionista.
1. Usted se opuso radicalmente a las ideas sobre selección de grupos. Hoy parece resurgir bajo una nueva forma, mejor articulada, la seleccion multinivel (Wilson & Wilson). ¿Considera esta nueva aproximacion mas convincente?
NO MUCHO- han exagerado gravemente la importancia de la selección en el nivel grupal; por supuesto, la selección multinivel es una necesidad lógica, pero todo su poder radica en el nivel gen / individuo, no por encima.
2. La economía se basa en la confianza. El complejo sistema de cambio de mercado impersonales, con sus instituciones, largos y complejos contratos parece estar basado en última instancia, sobre la base de lo que se llama altruismo recíproco. Uno se pregunta sobre el origen del cambio, así como su extensión y el grado en el reino animal y su evolución a formas culturales tales como los regalos y dinero. ¿No cree usted que la economía debe basarse más en nuestra psicología evolutiva que en los modelos econométricos?
Mejor dicho, debe basarse en la biología evolucionista (véanlo en las siguientes líneas de mi próximo libro sobre el engaño y el autoengaño). Trivers, R. 2011. Deceit and Self-deception: Fooling Ourselves the Better to Fool Others. London, Penguin
¿Es la economía una ciencia?
La respuesta breve es no. La economía se comporta como una ciencia y grazna como tal-ha desarrollado un impresionante aparato matemático y se otorga a sí misma un Premio Nobel cada año -pero no es todavía una ciencia.
No se asienta sobre el conocimiento subyacente (en este caso la biología) Es curioso, a primera vista, porque los modelos de la actividad económica deben inevitablemente estar basados en alguna noción de lo que un organismo individual da de sí. ¿Qué es lo que estamos tratando de maximizar?
Aquí los economistas juegan al trile. Se espera que las personas traten de maximizar su «utilidad». ¿Y qué es la utilidad? Bueno, cualquier cosa que la gente desee maximizar. En ocasiones tratas de maximizar las adquisiciones monetarias, en otras los alimentos, e incluso en otras el sexo con comida y dinero. Así que necesitamos «funciones de preferencia» que nos indiquen cuando una utilidad tiene prioridad sobre otra.
Estas deben ser empíricamente determinadas, ya que la economía por sí misma no puede proporcionar una teoría sobre cómo se espera que los organismos clasifiquen esas variables. Pero determinar todas las funciones de preferencia a través de la medición de todas las situaciones relevantes es un esfuerzo condenado al fracaso, incluso para un solo organismo, y mucho menos para un grupo.
Como uno de sus resultados, la biología tiene ahora una bien desarrollada teoría de lo que es exactamente la utilidad (aunque la verdad haya sido desvirtuada durante cien años) basada en el concepto darwiniano de éxito reproductivo. Si hablas de utilidad (es decir, beneficios) para un ser vivo, entonces es bueno conocer que te estás refiriendo en última instancia a la aptitud inclusiva del individuo, esto es, el número de su descendencia además de a los efectos (positivos y negativos) en el éxito reproductivo de los familiares, que se va devaluando en función de su menor grado de parentesco.
En muchas situaciones, la mayor precisión de esta definición (comparada con la del éxito reproductivo individual) no es importante, pero al actuar resueltamente como si ellos pudieran crear una ciencia a partir de la nada, es decir, independiente del conocimiento científico no económico, los economistas desaprovechan toda una serie de enlaces que pueden ser críticos.
A menudo asumen implícitamente que las fuerzas del mercado limitarán los costes del engaño en los sistemas sociales y económicos, pero esta creencia no tiene correspondencia alguna con lo que sabemos de la vida cotidiana y mucho menos de la biología en general.
Pero tal es el distanciamiento de la realidad esta «ciencia» que dichas contradicciones despiertan la atención cuando el mundo entero entra a toda velocidad en una depresión económica basada en la codicia de las empresas casada con una teoría económica falsa.
El error está en parte relacionado con el hecho de que la «utilidad» tiene la ambigüedad como parte integral. Puede referirse a la utilidad de tus acciones para ti o para otros, incluyendo el resto de tu grupo. Los economistas imaginan que estos dos tipos de utilidad están alineadas.
A menudo argumentan que las personas que actúan guiadas por su utilidad personal (no definida) tenderán a beneficiar al grupo (proporcionando una utilidad general). Y así tienden a cerrar los ojos ante la posibilidad de que la desenfrenada búsqueda de utilidad personal pueda tener desastrosos efectos para el beneficio del grupo. En biología esta es una bien conocida falacia, con cientos de ejemplos. En ninguna parte asumimos de antemano que los dos tipos de utilidad puedan estar positivamente alineados. Esto es algo que debe ser demostrado para cada caso particular.
3. Usted ha defendido la idea de que no merece la pena tratar de determinar cuantitativamente la influencia que herencia y ambiente tienen en nuestro comportamiento. ¿Qué opinión le merecen los estudios de genética de la conducta? ¿Cree que pueden ayudar a determinar de alguna forma, para algunos rasgos particulares, la proporción que corresponde respectivamente a herencia y ambiente?
No sé nada sobre el estado actual de ese campo. Tal vez podría ayudar (la genética de la conducta), pero es de muy poco interés.
4. El engaño está muy extendido en la naturaleza. Se puede apreciar por ejemplo en los mimetismos. Este engaño, que se da entre depredadores y presas, por ejemplo, no es deliberado ni consciente, como el que nosotros empleamos para manipular a nuestros congéneres, y sin duda contribuye positivamente a la lucha por la vida. El autoengaño parece darse en nuestra especie, que es una especie social. ¿Qué necesidad tenemos de él? ¿Qué ganamos usándolo en la lucha por la vida?
Mejora nuestra capacidad para engañar a los demás – vean mi prefacio a la edición de 1976 de El Gen Egoísta, de Richard Dawkins.
…si (como Dawkins argumenta) el engaño es fundamental en la comunicación animal, entonces debe haber una fuerte selección para detectar el engaño y debe, a su vez, seleccionarse un cierto grado de auto-engaño, haciendo que algunos hechos y motivos se vuelvan inconscientes para no traicionar – por los signos sutiles de conocimiento de uno mismo – que el engaño se está realizando. Por tanto, la visión convencional de que la selección natural favorece sistemas nerviosos que producen imágenes cada vez más precisas del mundo debe ser una visión muy ingenua de la evolución mental.
5. Como cucos en el nido de otra especie, que han demostrado que los niños compiten por la inversión que los padres hagan en ellos. ¿Qué consejo le daría a los padres que sufren las consecuencias de los celos de sus hijos?
Que intenten ser consciente de que sus intereses y los de ellos no son los mismos, tratando de encontrar un feliz punto medio entre ambos.
6. El odio, la agresión, la guerra, han sido objeto de estudio de psicólogos, etólogos, biólogos evolucionistas, sociólogos…Algunos no albergan grandes esperanzas sobre la humanidad y su futuro, dado el exponencial avance de las tecnologías bélicas y el aparente estancamiento comparativo de nuestra mente evolucionada. Recientemente el psicólogo Steven Pinker ha puesto un punto de optimismo al señalar que la violencia ha descendido desde nuestros orígenes como cazadores recolectores hasta nuestros días. Desde su experiencia y conocimiento como biólogo y psicólogo evolucionista ¿Cree que estamos condenados a matarnos unos a otros por los siglos de los siglos o podemos avanzar hacia una sociedad pacífica?
Por siempre jamás es demasiado tiempo y las conjeturas al respecto es altamente poco probable que sean precisas. Mi maestro me enseñó hace 40 años que se estaban destruyendo los hábitats a través del crecimiento poblacional humano (para quien ahora lea esto, es sobre todo el calentamiento global la mayor amenaza para la vida en la tierra, más que un holocausto nuclear que bien pudiera acabar con los humanos y muchos otros
animales y plantas, aunque nunca erradicar la bacterias).
7.¿En qué está trabajando ahora?
Publicaré en Reino Unido y EE.UU en octubre un importante libro sobre el engaño y el auto-engaño, y uno o dos meses después aparecerá una versión en italiano.
Después tengo la intención de terminar un libro más personal, titulado «Aventuras de un Biólogo Tropical”, con capítulos como «robado a punta de pistola al este de Kingston»,» Un feo Holandés intenta robarme a punta de cuchillo «,» Procesado por asalto provocador de daños físicos «,» Detenido «,» Colgado con Huey (Newton)»,»El asesinato de Be-Be’Bent James»,» Ernst Mayr»,» La muerte de Flo «[El famoso chimpancé de Jane Goodall]