La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes. John Lennon.
Nos cuesta aceptar que vivimos en un mundo principalmente gobernado por el azar. El fenómeno vital mismo es una lucha diaria contra lo estocástico, una sucesión de procesos creadores de orden. No es así extraño que la evolución haya conducido a sistemas nerviosos dotados de mecanismos buscadores de patrones. En entornos de gran incertidumbre e impredecibilidad disponer de detectores de regularidades es una buena herramienta para la supervivencia.
Autores como Antonio Damasio profundizan y elevan a más altas cotas esta cuestión al decir que detrás del imperfecto y no obstante admirable edificio que las civilizaciones y las culturas han construido para nosotros, la regulación de la vida (el mantenimiento del orden y la reducción de la incertidumbre, añado yo) sigue siendo la cuestión básica a la que nos enfrentamos. Y lo que es igual de importante, la motivación que subyace a las mayor parte de los logros d las culturas y las civilizaciones humanas depende de esa cuestión concreta y de la necesidad de gestionar los comportamientos de los seres humanos mientras acometen la tarea de abordarla. La regulación de la vida es la raíz de un destino que es preciso explicar en la biología en general y en la humana en particular. la existencia de cerebros, la existencia de dolor y de placer, de las emociones y los sentimientos; de las conductas y comportamientos sociales, las religiones, las economías con sus mercados e instituciones financieras, de los comportamientos morales; de las leyes y de la justicia, de la política; del arte, la tecnología y la ciencia.
Lo que en definitiva buscan los organismos, solos o agrupados con otros en sociedades, es controlar su entorno, un entorno que saben que no es tan prededible como sería deseable.
Conforme han evolucionado los sistemas nerviosos se han ido dotando de módulos cada vez más sofisticados para resolver el peliagudo asunto de moverse, obtener recursos y evitar peligros en un entorno cuando no peligrosamente azaroso, si abiertamente hostil.
Dentro de la variabilidad inherente a los desarrollos orgánicos ha habido organismos más y menos reactivos a los peligros y oportunidades presentados por las circunstancias. Podríamos hablar de prudentes y osados, o gallinas y héroes. Se mire como se mire unos cerebros producen conductas de evitación del riesgo mayores que otros. Esto sucede en entornos puramente naturales, en los que los individuos de las especies van, digamos, por separado, como en los aún más complejos entornos superpuestos sobre los naturales de las sociedades en la que los individuos interactúan entre sí, y no solo con individuos de otras especies o, por ejemplo, pedruscos y corrientes de agua.
El lóbulo frontal humano es una de nuestras peculiaridades anatómicas que parece que ayudan a explicar algunas otras peculiaridades conductuales, entre otras esas que han hecho posibles las civilizaciones y las culturas. Destaca en el lóbulo orbitofrontal una zona que parece estar bastante activa en la toma de decisiones. La toma de decisiones constituye el campo de batalla mental en el que a cada segundo dirimimos nuestro futuro, tanto el inmediato como el más lejano -dentro de lo que podemos anticiparlo con la imaginación. Cabe imaginar que otras especies capaces de tomas de decisiones relativamente complejas, que las hay, no hayan no obstante desarrollado una capacidad de anticipación e imaginación tan compleja y completa como la nuestra, que invertimos a largo plazo -por supuesto metiendo la pata con gran asiduidad.
Precisamente uno de los ejemplos que pone Damasio de elevadísima forma de regulación de la vida (en fin, de poner un poco de orden y certidumbre en nuestra lucha contra el azar) es el de las economías con sus mercados e instituciones financieras.
Nassim Taleb, un tipo bastante inteligente que se ha dedicado profesionalmente a gestionar riesgos en estas últimas instituciones (las financieras, tan denostadas, tan necesarias), y seguidor de las matemáticas de Benoith Mandelbroth (desgraciadamente fallecido en algún momento del intervalo en el que se disponía dar respuestas para uno de uno de nuestros cuestionarios) ha escrito un libro en cuyo título hace ya toda una declaración de intenciones: El Cisne Negro. Este Cisne Negro es ese acontecimiento imprevisto que nadie, ni con los mejores modelos teóricos, previsiones y cálculos puede anticipar. Qué sé yo, un 11-S. En los mercados financieros los Cisnes Negros pueden provocar grandes caídas. En el mundo en general desastres de proporciones bíblicas.
Procuramos que este nuestro mundo sea predecible (sea con una Biblia en la mano o sin ella) y lo hacemos predecible en la medida de nuestras limitadas posibilidades cognitivas. Pero, resulta terriblemente cierto aquello que nos respondía Paul Sereno cuando le preguntamos sobre lo que nos enseñaban los dinosaurios sobre la historia de la vida: Que no puedes prepararte para un asteroide. La vida tiene un montón de vueltas y obstáculos interesantes e imprevisibles.
“Volviendo al cerebro y a su gestión del azar, tenemos que hablar de neurotransmisores. El elegido es bien conocido, se trata de la serotonina. Es uno de los más antigüos existentes y parece haber jugado siempre un papel integrador y de estabilización del sistema nervioso al completo. En palabras de John Allman, prestigioso neurocientífico y autor de El Cerebro en Evolución: La función del sistema serotoninérgico es modular la fuerza de las conexiones a fin de producir circuitos neurales estables cuando el organismo exhibe una gran variedad de conductas distintas. Esta función es tan fundamental que la arquitectura básica del sistema serotoninérgico se ha preservado durante más de 500 millones de años. Al disminuir la fuerza de la modulación serotoninérgica aumenta el impulso motivacional y la sensibilidad tanto al riesgo como a la recompensa , lo que en ciertas circunstancias puede otorgar ventajas adaptativas. No obstante, este aumento de la sensibilidad también confiere un aumento de la vulnerabilidad a una amplia variedad de disfunciones que afligen a los seres humanos contemporáneos, entre ellas los trastornos obsesivos-compulsivos, de ansiedad, de la conducta de comer, de estrés y del sueño, el abuso de sustancias y la depresión. La manifestación de la depresión podría parecer que está reñida con un mecanismo subyacente que generalmente aumenta el impulso motivacional, pero puede considerarse como el estado exhausto producido por la hipersensibilidad.
Recientemente un estudio ha puesto en relación todos los temas aparentemente inconexos tratados en esta introducción. Uno de los coautores, el psicólogo cognitivo Andreas Wilke, de la Universidad Clarkson, se ha preocupado desde el principio mismo de su carrera de la evolución de la cognición humana desde una perspectiva muy particular: la de la toma de decisiones, desde la implicada en la búsqueda de alimentos y recursos en general hasta la elección de pareja. El artículo que llamó nuestra atención revelaba la paradójica realidad de unos individuos depresivos capaces de tomar decisiones óptimas, frente a personas aparentemente estables, que no lograban, por término medio el mejor resultado. ¿Cómo? ¿Esto puede ayudarnos a dar una explicación en términos evolucionistas de la depresión? Nuestro colega Alberto Gómez nos da unos apuntes en uno de sus artículos netamente evolucionistas.
¿Es qué tienen razón los pesimistas, como apunta la sabiduría popular y dicho de forma inversa, siendo un optimista un pesimista mal informado? Algo de cierto hay en ello, en ocasiones acierta la depresión.
Como siempre agradecemos al autor que nos haya dedicado parte de su tiempo, a José Miguel Guardia que haya revisado el correcto inglés de las preguntas planteadas y a Marzo Varea que haya traducido las respuestas íntegramente. Pueden leer la entrevista en inglés en La Nueva Ilustración Evolucionista.
1. La selección natural opera sobre la variación. Ningún individuo es idéntico a otro. Entre nosotros los humanos hay una diversidad cognitiva y conductual que se ha intentado cuantificar y agrupar mediante tests de inteligencia y personalidad a lo largo de la historia de la psicología. ¿Cuál es, en su opinión, el valor de estas mediciones? ¿Cuántos tipos de personas cree usted que son fácilmente discernibles?
Como psicólogo cognitivo que estudia la toma de decisiones, no me siento muy inclinado a desarrollar aún más medidas de personalidad o inteligencia para añadir a las que ya tenemos. Sin embargo, hay por supuesto investigadores de la toma de decisiones que sí desarrollan herramientas para medir la diversidad cognitiva y conductual. Algunas de mis investigaciones, por ejemplo, han ayudado a validar y avanzar en el desarrollo de nuevos métodos que evalúan actitudes ante el riesgo específicas de dominio. Cómo trata la gente el riesgo y la incertidumbre es un tema importante para estudiosos en biología, psicología y economía, tanto para la teoría como para sus aplicaciones. Hay múltiples proyectos actualmente en curso en mi Laboratorio de Evolución y Cognición que apuntan a desarrollar un punto de vista evolutivo funcional más fuerte para la investigación actual sobre la percepción del riesgo y la conducta de asunción de riesgos.
2. La capacidad de tomar decisiones parece asociarse a la potencia de proceso de un sistema nervioso. Visto así, ¿cómo podríamos clasificar a las especies desde el punto de vista de su capacidad para tomar decisiones?
Como explicamos en un artículo reciente, tomar decisiones es usar información para orientar la conducta entre múltiples cursos de acción posibles (por ejemplo moverse en alguna dirección, ingerir algo o no, o favorecer a una pareja romántica en lugar de a otra). Tales elecciones determinan el modo en el que un organismo avanza en el mundo, y por tanto su grado de éxito en hacer frente a los retos de la vida. La evolución no puede dar forma a las elecciones individuales una por una, pero puede crear mecanismos de proceso de información que producirán fiablemente como resultado clases particulares de elecciones (elecciones adaptativas) en entornos y situaciones específicas que proveen señales características como datos de entrada. Dicho esto, debería ser más evidente por qué en realidad no nos interesa una clasificación de las capacidades de tomar decisiones en sí; lo que nos interesa es una mejor comprensión de las estrategias de toma de decisiones y los entornos en los que funcionan.
3. Ha llevado usted a cabo, junto con varios colegas, un estudio que muestra que la depresión no es algo categórica y exclusivamente negativo para quien la sufre, sino que incluye algunos aspectos cognitivos positivos, como una mejora de la capacidad de tomar decisiones complejas. ¿Podría usted explicar el procedimiento experimental medinate el que han mostrado tal evidencia?
Ciertamente. Durante décadas los psicólogos han debatido si la depresión, el transtorno mental diagnosticado con mayor frecuencia, tiene efectos colaterales positivos; por ejemplo, tal vez promover el razonamiento analítico y la persistencia. Un estudio que mis colegas y yo hemos publicado recientemente en el Journal of Abnormal Psychology proporciona la primera evidencia de que la depresión clínica puede conllevar algunos beneficios inesperados. En ese estudio hemos encontrado que los individuos deprimidos obtienen mejores resultados que sus pares no deprimidos en tareas de decisión secuencial. Los participantes estaban o sanos, o clínicamente deprimidos, o recuperándose de una depresión. Todos los participantes jugaron a un juego de ordenador en el que podían ganar dinero contratando a un solicitante en una busca de trabajo simulada. El juego asignaba a cada solicitante un valor monetario y los presentaba de uno en uno en un orden aleatorio, y no estaban disponibles una vez rechazados. Los participantes en el experimento se enfrentaban al reto de determinar cuándo detener la búsqueda y seleccionar al solicitante actual. Este es un problema que se traslada no sólo a búsquedas de trabajo o de empleados, sino también a la búsqueda de hogar o de pareja: ¿cuándo dejar de buscar, y tomar la mejor decisión basada en lo que has visto hasta ahora? Si se elige demasiado pronto o se busca demasiado se puede perder la mejor opción. La tarea tiene una estrategia óptima conocida. Y resulta que los participantes deprimidos se aproximaban a esta estrategia óptima más que los no deprimidos. Mientras que los otros examinaban a relativamente pocos candidatos antes de seleccionar a un solicitante, los participantes deprimidos buscaban más exhaustivamente y hacían elecciones de las que resultaban beneficios mayores.
4. Desde un punto de vista evolutivo, ¿qué consecuencias tiene este descubrimiento sobre la depresión?
Entender plenamente las consecuencias de la depresión puede ayudar a desvelar las raíces evolutivas de este transtorno mental y a abrir mejores vías para su tratamiento. La investigación futura, sin embargo, debería apuntar a replicar nuestros resultados y discriminar los efectos de la recuperación, los niveles subclínicos de depresión y la medicación.
5. ¿Cuánto peso atribuye al ambiente y cuánto a la naturaleza en los estados depresivos?
No soy psicólogo clínico, pero hay abundancia de datos que muestran que ambos factores son aproximadamente igual de importantes.
6. ¿En qué trabaja ahora? ¿Qué misterio de la mente humana y su evolución querría resolver?
Estoy trabajando en varios proyectos de investigación relacionados con la cognición en la recolección de alimentos humana. Por ejemplo, detectar contingencias y patrones en el ambiente es un importante aspecto de la conducta adaptativa. Al predecir el próximo resultado en una serie de eventos, las personas parecen a menudo esperar patrones apiñados aun cuando la secuencia sea en verdad aleatoria; por ejemplo percibiendo que un deportista está “en racha”. Esta expectativa, sin embargo, puede ser adaptativa en entornos caracterizados por recursos que se agrupan en el espacio o en el tiempo (por ejemplo alimentos, animales, fuentes de agua, etcétera). Mis colegas y yo estamos ahora sometiendo a prueba a sujetos en múltiples tareas computerizadas en las que pueden recolectar frutos, resultados de echar monedas al aire, y otras diversas clases de recursos. Examinamos tanto a estudiantes universitarios norteamericanos como a una población indígena sudamericana de cazadores-horticultores, los jíbaros, pues esto nos permitirá explorar además la influencia de la cultura en la conducta de rastreo de un sujeto que busca diversos recursos en el entorno.