Hay una gran multinacional cuyos anuncios televisivos finalizan con la sentencia “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”. Esta cita, extraída de los argumentos con los que Séneca abordó sus reflexiones sobre la pobreza en sus Tratados Morales decía: “no es pobre el que tiene poco, sino el que desea más”. Dudo de la certeza de los argumentos del cordobés, incluso en la Roma del siglo I. Desde luego, en el mundo del siglo XXI la pobreza se mide en dólares al día y sí, es más pobre el que menos tiene.
La sentencia yerra más, incluso, cuando se traslada al ámbito del consumo energético. En los últimos años han aparecido corrientes de opinión que niegan una relación entre el consumo energético y la creación de riqueza. Niegan que para crecer económicamente haya que consumir energía y niegan que el nivel de vida esté fuertemente relacionado con el consumo energético. Claman que podemos vivir no igual de bien, sino incluso mejor, consumiendo menos energía. Me van a permitir ustedes tener una duda razonable acerca de estas afirmaciones, pero la única forma de averiguar la validez de las mismas es acudir a los datos oficiales.
Observen la siguiente figura. En ella les muestro el porcentaje de electricidad que consumen algunas (no están todas) de las comunidades autónomas de España y el porcentaje de Producto Interior Bruto que aportan al conjunto del Estado.
Seguramente, si Paris Hilton ganara 1500€ netos al mes se sentiría extremadamente pobre y desdichada. Sin embargo, desde el punto de vista de los números, no se podría considerar pobre.
Por otra parte, si un Somalí pudiera disponer de 1500€ mensuales (y obtuviera de ellos un nivel de vida similar al que obtendríamos en España con ese dinero), se sentiría enormemente rico.
La riqueza es algo subjetivo, aunque se cuantifique a niveles económicos. Obviamente cuanto más dinero tienes, con mayor facilidad puedes satisfacer tus necesidades. Pero cuantas menos necesidades tienes, también tienes mayor facilidad para satisfacerlas.
Sin embargo nuestra sociedad ya tiene creadas una serie de necesidades y para satisfacerlas inevitablemente necesitamos de un crecimiento económico. Si decidiéramos que no necesitamos internet, no necesitamos automóviles, no necesitamos microondas, teléfono móvil, etc. con muy poco dinero (y poca energía) tendríamos nuestras necesidades cubiertas.
Pero creo que a nadie se le ocurre plantear que volvamos a vivir como 40 años atrás, y que nos acostumbremos a prescindir de todos aquellos productos que hoy nos facilitan la vida y nos la hacen más placentera.
Hay refranes hechos especificamente para los pobres y este es uno de los mejores. Antiguamente, se convencía a los pobres de que lo suyo no tenía remedio. De hecho hay otro refrán atribuído al gran lacayo del castrismo que reza: si la mierda tuviera valor, los pobres nacerían sin culo. Rico es el que tiene pasta, y ya. Démosle a estos predicadores de balate un Ferarri y luego pidámosle que lo devuelva. Luego está el de «a quien madruga, Dios le ayuda». No, querido, la cara se le arruga.
Pero a mí ya no me extraña este tipo de mensajes guais. Desde aquel anuncio de Repsol alabando la bondad humana me puedo esperar cualquier cosa. Cuando oía que hemos sido capaces de pintar la Gioconda, etc. pensaba en Kolimá, en Dachau, en el dr. Menguele… Buen rollito pa quedar bien. Y pillar las fulas
Como el autor del artículo yo tampoco creo que sea posible desagregar la relación riqueza-consumo de energía.
Pero creo que esos gráficos no demuestran nada relacionado al asunto, solo si dividiéramos todas las cantidades por la población de cada región obtendríamos algo razonable pero de todos modos insignificante, porque todas las regiones comparten un nivel de desarrollo similar y usan las mismas tecnologías.
Si no es más rico, sí es más libre, el que menos necesita.
Yo me considero afortunado porque mis necesidades son muy baratas… entre ellas se encuentra la curiosidad y el acceso a la información. Gracias a la tecnología estas necesidades las cubro sin dificultad.
Creo que esta es la clave: Tecnología. No se puede hacer una relación entre calidad de vida o eficiencia de un sistama simplemente teniendo en cuenta el consumo energético. La gestión es muy importante, ya se trate de un motor, de una ciudad o de una familia.
“no es pobre el que tiene poco, sino el que desea más”.
Pienso que, efectivamente, el que desea más está reconociendo, en su fuero interno, su pobreza, puesto que hay algo que, al faltarle, lo convierte en pobre.
Ciertamente Séneca tuvo problemas para predicar con el ejemplo cuando Claudio le
envió desterrado a Sicilia. Desde allí escribía cartas serviles y lastimosas
para lograr la clemencia del Emperador y el regreso a la populosa (y más llena
de comodidades) Roma. En el Pabellón nº 6, Antón Chejov retrata a un
hombre embobado con el estoicismo cuyo ídolo no era otro que Diógenes, el
Cínico, que, según el mito, pasó su vida metido en un tonel, contentándose con
verdaderamente poca cosa. El hombre conoce un loco que le contradice y con el
que dialoga a menudo. Los encargados del manicomio terminan por tomarle también
a él por loco y lo encierra. Una vez recluido reniega de todo su estoicismo
puramente intelectual, ante el hecho real e insufrible de verse privado de su
libertad de movimientos (y de su libertad, en definitiva).Ahora hay
mucho ingenuo suelto, al estilo del protagonista del Pabellón nº6, que se cree
que la riqueza se genera de la nada, o a base de un voluntarioso empujoncito
newtoniano por aquí y otro por allá. La mayor parte se declaran ecologistas.
Sueñan con volver a la naturaleza, esa de la que tanto trabajo nos ha costado
salir y protegernos. En fin, la tecnología ha avanzado, pero nuestra mente sigue
siendo en gran medida -si no media una buena educación y preparación – la del
pleistoceno.