Antes de nada permítanme que de públicamente las gracias a Bastiat, Ijon Tichy, (*), Rojobilbao, DrGen, Pinciano, Geralt, Ussitano y Dhavar por los comentarios vertidos en la anterior entrega de la serie, por el tono constructivo y por haber mantenido el debate alejado de la pura descalificación personal. Encantado de compartir ideas y desencuentros con ustedes. No voy a poder hacer un comentario a cada uno de vosotros, por lo que intentaré ir rebatiendo vuestros argumentos en forma de una nueva exposición-resumen de mi opinión sobre lo que comentais.
Desde el punto de la teoría ético-normativa, y a la luz de lo que escribís, debemos volver a preguntarnos hasta qué punto son realmente convincentes los argumentos vertidos en favor de conceder al criterio de la potencialidad el alto rango que le dais. Dado que considero que el argumento ontológico no se sostiene -algo que puede llegar a ser otra cosa NO ES esa cosa que puede llegar a ser- me voy a centrar en el que más usais, el de la potencialidad.
En la segunda mitad del siglo pasado fue Hans Jonas el primero que recuperó para la bioética y el movimiento ecologista la idea por la cual las entidades vivas – en la ética ecológica de Jonas no sólo la vida humana- se caracterizan de forma natural mediante la autoafirmación y perseverancia, de las que nacen la autoestima y la finalidad en sí misma del ser vivo. La acción human debe, pues, desde la toma de consciencia de toda entidad viva, aceptar como norma inalienable la protección y conservación de la vida de forma absoluta. La potencialidad de un embrión, desde el marco de los principios éticos de Jonas, se sitúa en el centro de la discusión bioética y es el principal argumento para la protección de los embriones. También es el vuestro, mayormente (no voy a entrar en consideraciones religiosas; lo entendereis, pues respeto y acepto toda forma de entender la propia moral, siempre que ello no signifique imponérmela a mí). Vosotros sois mejores que Jonas, pues describís en vuestros comentarios un forma aún más fuerte de potencialidad. Hablais de una potencia activa. Puesto que decís que el embrión posee la capacidad de desarrollarse completamente como humano, desde sí mismo (intrínsicamente), sin tener en cuenta que es posible que esa capacidad no sea más que una propiedad que le atribuís, proyectando unas capacidades humanas a algo que no las tiene. También ignorais en gran medida los factores necesarios para que sea posible tal desarrollo.
Os invito a considerar que el embrión -sí, ese que respondiendo a su dotacion genética y haciendo uso de su bioquímica termina anidando (exactamente igual que una hormona termina activando un proceso celular) / no, no el que parece que por propia voluntad desciende por los despeñaderos de las trompas de falopio hasta montar campamento en la pared uterina (como si de un Reinhold Messner se tratase)- no es autónomo. Para su individuación depende, por naturaleza, de las condiciones medioambientales que pone a disposición la madre. En palabras del jesuita y biólogo Christian Kummer, quien gusta de beber en Aristóteles, el embrión (y más tarde el feto durante un gran número de semanas) es substancialmente dependiente de la madre. La dependencia de su existencia en función de la de la madre es irrefutable.
La embriología -las ciencias naturales, vaya- nos exige prestar atención a fenómenos como la nidación, el desarrollo de la notocorda primitiva o la aparición de las primeras estructuras neuronales. Estos fenómenos deben ser meditados y discutidos desde la antropología y deben ser tomados muy en serio a la hora de establecer normas éticas. No podemos evitar la discusión sobre la diferencia entre el embrión temprano no anidado, el embrión anidado y el feto neuronado o el neonato.
Por otro lado no creo que nosotros necesitemos entrar en la discusión de los diferentes principios filosóficos que pudieran ser aplicados en la discusión. Claro está que la idea de potencialidad es hija del aristotelismo. Su capacidad de convicción depende en esencia de si compartimos las ideas aristotélicas de base, algo que no creo que podamos afirmar de forma general. Independientemente de la crítica que podamos hacer desde nuestra propia evolución filosófica (la occidental, digo), no podemos olvidar tampoco que tanto los judíos como los musulmanes en sus éticas médicas diferencian claramente entre humano potencial y ser humano (ver aquí y aquí).
No, no pretendo eliminar de forma general el derecho de protección de la vida de todo ser humano, se encuentre éste en el proceso de desarrollo que se encuentre. Lo único que propongo es que no existen argumentos éticos ni médicos -desde mi punto de vista- para negar de forma rotunda la posibilidad de realizar una selección extrauterina de embriones con fines exclusivamente médicos: asegurar la viabilidad de una vida humana y mejorar, incluso lograr la curación completa, la calidad de vida de un segundo ser humano. Es más, creo que hacerlo es perfectamente ético.
La protección de la vida de un cigoto (no implantado) engendrado de forma natural sólo me resulta justificada en retrospectiva: imaginemos que tengo un embarazo natural y retrocedo en el tiempo; y me encuentro que hay dos cigotos previamente al embarazo: si el cigoto A es el que ha tenido éxito, tendría que haberlo protegido (en el pasado). Si el cigoto B no tuvo éxito, no tiene sentido haberlo protegido. Como decidir proteger o no proteger a un cigoto «natural» es imposible porque no sabemos su futuro, sólo queda la alternativa de que la naturaleza haga su trabajo.
¿Y qué pasa cuando el cigoto no está engendrado de forma natural», cuando ese cigoto es por decirlo de alguna manera «artificial»? Si aplicara el mismo argumento que en la concepción natural, debería decir que a este cigoto artificial hay que protegerlo cuando supiéramos ciertamente que va a implantarse en el útero de una mujer. La primera diferencia estriba en que ahora sí podemos saber a ciencia cierta este destino. La segunda diferencia es que el destino del cigoto está marcado por la voluntad del hombre y no por la naturaleza: tendrá el destino que se elija para él.
A lo que me lleva a preguntarme: ¿Qué derecho tenemos a darle a cualquier cigoto «artificial» un destino diferente a la de la continuación de su existencia? Puede que exista un argumento para justificar el sacrificio de un cigoto: que se haga para salvar la vida de otro ser humano que fuera a morir irremisiblemente. Pero este argumento sólo es válido desde una honestidad inexistente en el ser humano: es muy fácil decir que los experimentos se realizan para salvar la vida, cuando en realidad es para la mejora de la calidad de vida, cosa muy diferente; es muy fácil decir que el sacrificio del cigoto (lo que los científicos llaman experimentación) servirá para salvar la vida de un enfermo que va a morir irremisiblemente, cuando ese cigoto que se sacrifica tendría una vida sana si le dejaran vivir.
Cosa diferente es lo que tú dices: que el diagnóstico en embriones no implantados (sacrificio, para qué vamos a utilizar eufemismos) pueda salvar DOS vidas. Esto me parecería aceptable, pero sigo sin confía en la honestidad de los científicos más que en la del banquero que me dice que invierta en su fondo de pensiones. Está claro que las matemáticas son una ciencia exacta, pero los datos pueden ser manipulados y falseados para cubrir determinados intereses: sería muy fácil decir que los experimentos que voy a hacer con este embrión es para salvar a 10, 15 o 20. ¿cómo se puede comprobar eso, previamente a la experimentación?
Una vez más, la falta de honestidad, los intereses de ciertas partes, económicos, personales, familiares, pueden hacer que no se cumplan rigurosamente las condiciones para las cuales considero que puede ser ético experimentar con embriones, con lo que la habilitación legal para hacerlo se convierta en un coladero para todo tipo de casos.
Poniendo a prueba la fortaleza de mi argumento, si yo tuviera que necesitar para un hijo mío la experimentación con embriones, ¿qué postura tomaría? Me temo que no haría ningún razonamiento y sí estaría a favor de dicha experimentación (como estoy en contra de robar, pero si me viera en la necesidad de robar para que mi hijo no pasara hambre, robaría) con este razonamiento: puesto que poco es un embrión (un par de células, cuatro), poco se pierde: o sea, me autoconvencería de que los embriones tienen el valor proporcional a su estado de desarrollo (este es un criterio arbitrario al que no le encuentro justificación objetiva: sólo es una calmaconciencias), y que tiene más valor lo que es, que lo contingente (esto no deja de ser una excusa en tanto y cuanto lo que podría llegar a ser el embrión que se sacrifica, está en la mano de quien decide su destino: el embrión no va a ser porque se va a sacrificar, no porque no pueda llegar a serlo; es decir, otra calmaconciencias).
La conclusión a este razonamiento es que no estoy a favor de la experimentación embrionaria siempre y cuando, no me vea directamente afectado de forma personal. Sé que es hipocrita, pero sería así, aún sabiendo que llevaría sobre mi conciencia ese peso.
Agradezco tu amistad, Luis. La embriología -las ciencias naturales , vaya-, al igual que la teoría política, la economía, la filosofía o la teología, tienen un valor heurístico limitado. Y el debate, también. Tienes derecho a tu opinión (no hace falta que yo lo diga).
Voy a hacer una pequeña trampa, Luis, ya te lo advierto, ya que voy a saltar un momento a la ciencia-ficción.
Tu argumento ahora es que el embrión es biológicamente dependiente de la madre, lo que es cierto (no voy a entrar en la dependencia de un adulto de cualquier infante o algunos adultos, pero ten en cuenta que eso también está ahí). Imagina que la ciencia desarrolla un replicador uterino, con lo cuál, la viabilidad del embrión es independiente de la existencia de una madre. ¿Te das cuenta de que tu planteamiento fallaría? Lo que intento explicar, que no sé si soy capaz, es que, alejado de situaciones coyunturales debido a los estados científicos, la esencia del ser humano está en el embrión. Es lo que tú llamas potencialidad activa. Es decir, si existiese el dispositivo que comento, tú argumento cae, ya que la nidación como proceso disernidor dejaría de tener sentido.
Entiendo lo que planteas, y, por supuesto, no te quito la parte de legitimidad. El único pero es que, a pesar de que no lo consideres tú así, estás diferenciando entre seres humanos (venga, potenciales, te concedo) por una razón utilitarista: que sean o no válidos para curar una enfermedad. El problema reside en ¿dónde poner el límite a continuación?¿Y si una madre alega que entrará en depresión y se suicidará si no engendra un varón (China, Islam)?¿No es éste también un caso de necesidad de seleccionar a un embrión por un problema de vida o muerte?
Luis, sabes que la ley ni dice lo que es ético ni da derechos, tan sólo puede o reconocer los que de por sí tiene un ser humano o los niega. Por ello, los derechos del feto, embrión, niño, no los da la ley, dispone de ellos por ser un humano.
Luis:
Has cortado muy fino – y no es ironía, te has plantado valientemente en el límite-, en busca de una «razón de bien» que sostenga la muerte válida de un embrión.
Todo el análisis de la potencialidad es un «loop», como todo debate a fin de cuentas, ya que el embrión es, en acto, algo, y por eso puede ser otra cosa. No hay potencia sin acto ni acto sin potencia.
Apelar a la Ley no sirve de nada. Es más, cancela de un plumazo todo el esfuerzo anterior. La Ley es la opinión de alguien y lo que habrá que preguntarse es por la validez de esa opinión, al margen de que te multe o te meta en la cárcel el autor de la Ley.
Aquí estamos fuera de la ciudad y sus Leyes, como Antígona, en el mismo momento en que buscamos una razón de bien. Pero tu debate nos lleva al pie, precisamente, del famosísismo Arbol del Bien y el Mal, atrapados en el «loop» básico que es vivir. Porque el Mal siempre, y necesariamente, se hace por una razón de Bien, empezando por el del sádico puro, que en el sufrimiento y muerte de otros encuentra su «autoafirmación», placer, grandeza, alimento, etc.
Buscas razones para un sacrificio. Y siempre las vas a encontrar. Y cuanto «menos sea» el embrión, menor será la «cantidad de bien para otro» que justifique su destrucción. Si puedo curar el catarro también lo haré? Cúanto sacrificio de terceros nos permite nuestra obsesiva sed de felicidad y duración?
Pero aquí estamos metiendo nuestro sucio y parcial deseo de felicidad » a toda costa» en lo último. Esto es ya el «En Soph», el Sancta Sanctorum, el instante imposible en el que empezamos a ser y por eso mantenemos nuestra unidad con todo.El embrión no es que no sea nada.Es todo lo que somos y seremos, es lo sagrado por excelencia.
Dejemos en paz el secreto en el secreto, que haya algo que nuestra incapacidad para aceptar la muerte y la infelicidad no destruya «in gloria mihi». Porque lo ético, precisamente, empieza con el «acepto», acepto la muerte y el dolor, no voy a seguir matando para lograr un grado más de felicidad y de tiempo.
Lo otro, el durar y autoafirmarse uno mismo a todo trance es, precisamente, el plan de trabajo de la célula cancerígena.
Hay cosa que, sencillamente, no se tocan.Y esta es la cosa por excelencia que no se toca, es el misterio absoluto del origen. Pues tú Luis, ERAS 100% ese paquete de células, y antes de ese paquete de céulas… el vértigo nos avisa de que nos mantengamos fuera de aquí.
Completamente de acuerdo. Esto debería ser así, pero los seres humanos difícilmente aceptan la desgracia de su destino y tratan de ponerle remedio, aunque sea a costa de la vida de otros. Esta es una triste verdad, pero no quita para que lo de arriba sea una verdad como un templo que todos tendríamos que asumir.
Con prisas sólo apuntar que personalmente no veo la potencialidad, no veo la diferencia entra la naturaleza y derechos de un embrión, un niño, un adulto o un anciano. Son la misma cosa (persona en este caso) en distintos momentos de evolución…
Es muy interesante lo que planteas. Es realmente difícil oponerse a curar a un ser humano nacido, consciente, que habla, que sufre, sólo por no sacrificar a un montón de embriones que son «solamente» un grupo de células dependientes de la madre. Sin embargo, todos hemos sido embriones, no existe ni un solo ser humano que no haya sido primero mórula, luego embrión y finalmente feto. El estado embrionario no es más que una de las etapas de la vida de un ser humano. Este hecho, irrefutable aunque el embrión no sea un individuo independiente de la madre, se puede ignorar, y de hecho se ignora todos los días en la práctica clínica; pero entonces tampoco tendríamos ningún límite ético para aquellos que quisieran seleccionar seres humanos con cualquier otro fin.
Un saludo.
Gracias por el comentario, Elena. Dices:
No es cierto. Es perfectamente ético abrir en canal a un ser humano, extraer de su abdomen un riñon, cerrarlo y usar ese riñon para curar a otro ser humano. Pero si abrimos al ser humano en canal, le extraemos un riñon y nos lo comemos, o lo disecamos para hacer una ofrenda a Jistipunto, ya no estamos dentro de la ética. Hacemos un mal uso de una técnica que salva vidas. Cometemos un delito. Y qué detemina esa frontera? La ley.
Entonces la solución se me antoja sencilla: la ley permite el diagnóstico en embriones no implantados para salvar DOS vidas, pero prohíbe la selección de embriones para otros usos. Bastiat argumentaba en un comentario al anterior post que el problema está en que la gente lo hace. Delincuentes lo hay siempre. Y no por ello prohibimos los transplantes de órganos, aunque hay quien usa esas técnicas para comer, o para adorar a Jistipunto. Saludos.