A la felicidad por el estatismo. O no (II)

Interesante la discusión (lean, por favor ambos artículos) que mantienen CLD y Jorge Valín a cuenta de las ideas de Geert Wilders y su implantación en el próximo programa del gobierno holandés. Le había prometido a Jorge reflexionar sobre el asunto. Mi aportación es este texto, segunda parte del que ya publiqué hace unos días bajo el mismo título y cuya lectura también recomiendo a quienes quieran no descontextualizar lo que a partir de ahora van a leer.

En el momento en que estamos convencidos de que debemos ayudar a otro nos autoconcedemos permiso para saltarnos las fronteras de su esfera privada y convertirlo en objeto de aquellas medidas correctoras que nosotros creemos que son las mejores. De esta manera aparece una nueva «intimidad», nacida de la eliminación de fronteras personales, caracterizada por una nueva frontera: la frontera entre aquellas personas que se comportan conforme a la «norma social» y las que no lo hacen.

Todo aquel que se diferencie en alguna forma de lo aceptado socialmente será objeto de medidas sociales de ayuda con la única meta de readaptarlo a lo convenido (a lo conveniente).

Esta paradójica eliminación de fronteras (las personales) por la creación de otra nueva (la social) alcanza incluso los niveles más profundos de privacidad. Marta se queja de que su amigo Julio es un «macho» que pierde demasiado tiempo con sus amigotes y que esa forma de ser es definitivamente anticuada. No se para a preguntarse si el haberse enamorado de Julio tal vez sea consecuencia de que precisamente ella no está dispuesta a mantener una relación más estrecha con un hombre. Mide su relación con un rasero social, un estandar público, en lugar de hacerlo desde sus propias necesidades.

Para la mayor parte de los humanos la necesidad de compañia es absolutamente básica. En las relaciones de pareja el día a día y las necesidades de cada uno de los participantes son las que marcan las fronteras de lo que no es común. La necesidad de «no soledad» nos lleva a formar también grupos más grandes, para mejor alcanzar determinados objetivos. Las relaciones en grupos más grandes también necesitan fronteras. Cualquier caracterísitica de un individuo que no afecte a las metas para las que se ha agrupado debe permanecer en el ámbito de lo puramente privado. Si el hecho de llevar un pañuelo en la cabeza, o un crucifijo en el pecho, no afectan a la capacidad de una clase para aprender matemáticas, no es competencia de nadie ayudar a quien porta el pañuelo o el crucifijo a integrarse mejor en una cosmovisión social predeterminada: eso es un asunto puramente privado.

Las diferentes formas de agrupación presentan diferentes niveles para el establecimiento de las fronteras personales. Si la portadora de un pañuelo en la cabeza se enamora de alguien que no acepta la exhibición de signos religiosos encontrará serias dificultades para mantener la relación o mantener intacta su frontera particular. Pero ello sigue sin ser asunto del profesor de matemáticas, ni de la clase de matemáticas. Tampoco de la escuela.

En nuestra sociedad las cosas son diferentes. Dado que hemos derribado las fronteras de lo particular nos convertimos cada uno de nosotros en entes públicos frente a cualquiera de los otros. Ya no hay nada secreto o personal. Cualquiera puede exigir que no se lleven pañuelos en la cabeza o crucifijos en el pecho … y si la mayoría está de acuerdo (bendita democracia y sus malusos) lo privado pasa a ser de interés social, público. A cambio, cada individuo recibe la atención de la sociedad, no de forma personal, de forma anónima mediante ayudas estatales y las estructuras del estado. Quien tiene problemas de subsistencia no recibe ayuda del vecino, pero tal vez tenga derecho a recibirla de la burocracia.

La diferencia entre las dos formas de solidaridad, de comprensión de lo social, es muy significativa:

  • la ayuda de los vecinos es un contacto directo, personal. El ayudador conoce el caso, la persona, valora en qué medida puede ayudar y lo hace renunciando a algo suyo. El ayudado percibe agradecimiento y valora el gesto del vecino. El ámbito de la realción es privado.
  • la ayuda burocrática, por el contrario, es algo a lo que «se tiene derecho», y se basa en criterios abstractos válidos para grandes grupos de personas, lejos del caso particular. Quien mejor sepa manejar la situación  legal recibirá más y mejores ayudas. Ya no es necesario atender al vecino, pues lo hacemos vía impuestos y no es necesario preveer reciprocidad (tal vez algún día nosotros necesitemos ayuda): tenemos derecho a que nos ayude el estado. Nos convertimos en un poco más egoístas, nos centramos más en nuestra «realización personal» y no sentimos necesidad de vernos como responsables directos de lo común.

Les dirán que la culpa de todo esto es la progresiva individualización y el abandono de los verdaderos valores sociales. Que nos hacemos egoístas! Avariciosos! Descreídos! Insolidarios! Que hemos de regresar a los verdaderos valores que nos hacen humanos … si es necesario mediante las leyes, obligando a todos a vivir según esos valores que «creemos» (o «sabemos» … quienes?) mejores. Esta receta conservadora de enajenación y superprotectorado es compartida por los conservadores de izquierdas y de derechas, aunque varíen los temas: para los conservadores de derechas será necesario volver a recuperar los valores de la familia tradicional (por ejemplo), para los conservadores de izquierdas se trata de perpetuar y mejorar los «logros sociales» (por ejemplo).

Defino nuestra sociedad como la «sociedad del consumo pasivo». Las personas, en una sociedad estatalizada, no tienen ni la posiblidad de generar por ellas mismas las bases de su «realización personal», ni deben enfrentarse a las consecuencias de sus acciones. Al final, pierden la voluntad de hacerlo. No estamos ante un problema de «individualización». Lo que realmente caracteriza nuestra sociedad es la asunción por parte del Estasdo de los riesgos (es decir, de la responsabilidad). Liberados de «la vida en serio» y sus consecuencias, la individualidad apenas es más que consumo pasivo, conformidad generalizada.

Estructura social de la sociedad estatalizada. La sociedad responde a los intereses de los individuos: su seguridad material, pero la absolutización de esa meta agrede la esfera privada de los individuos y sus otros intereses. En lugar de una estructura represiva aparece un red de instancias burocráticas respondiendo al deseo de reducir riesgos mediante una mejor organización. La diferencia entre formas legales privadas y públicas de estas instancias desaparece.  Se genera una red burocrática incontrolable por la política (por lo tanto por los votantes) o por el mercado. Como las personas, gracias a la red de instancias burocráticas «sociales» no necesitan responder individualmente de sus actos, aparecen contínuamente nuevas y más numerosas «víctimas»: parados de larga duración, receptores vitalicios de asistencia social, … La red del estado se fortalece para atender a los nuevos necesitados.

Estructura psicológica de la sociedad estatalizada.  Como a las personas todo se les presenta «precocinado» y «válido para todos», es imposible que lo que se les oferta atienda exactamente a sus necesidades particulares (y sólamente éstas permiten, mediante la acción individual, una verdadera satisfacción) Siempre queda algo atrás, algo que no es exactamente como nos gustaría que fuese. Algo que no podemos conseguir. Pero ya no existe un enemigo represivo ante el que rebelarse. Somos una democracia social y de derecho …. ante quién rebelarse?  La consecuencia es la resignación o, en casos aislados, la violencia.

A modo de resumen, desde un punto liberal podemos hacer la siguiente crítica social:

  1. Cuando la red social estatal asume la responsabilidad de los errores particulares, el individuo carece de toda posibilidad estructural-social para recuperar su responsabilidad. Desde el punto de vista psicológico carece de toda motivación para hacerlo.
  2. Cuando la solución a los problemas vitales particulares ya no es la propia acción, nos dedicamos en exclusiva  a «solucionar» las necesidades menos vitales: diversión y entretenimento.
  3. Cuando la red social estatal cubre las necesidades de los otros, desaparece la solidaridad. Dado que los individuos productivos pagan esa red social mediante cargas impositivas enormes (bajo amenaza de uso de violencia si no pagan), la motivación a la generosidad disminuye … o desaparece.
  4. Cuando la responsabilidad última está en manos de la red social, el individuo no puede ser dueño único de sus actos. El abandono de la responsabilidad favorece la aparición de violencia.
  5. Mayor presión laboral, mayor paro. Los costes de la red social estatal acarrean sobre todo un aumento del coste salarial. Los exorbitantes costes laborales fuerzan al empleador a buscar trabajadores de alto nivel, que justifiquen el pago de las altas tasas impuestas por el estado. Los otros individuos caen en el desempleo, lo que aumenta el coste de la red social y, por consiguiente, los laborales.

Cualquier solución debe alejarse del debate tradicional derecha-izquierda, de las posturas neo-conservadoras, neo-liberales o romántico-socialistas. La solución debería tener como meta la devolución al individuo de sus fronteras privadas, de su capacidad para tomar decisiones vitales y, por consiguiente, recuperar la responsabilidad perdida.

Yo no tengo la solución, tal vez usted. Intento aproximarme a una desde posturas muy libertarias, no porque crea que el libertarismo sea la panacea que necesitamos. Creo que es más fácil llegar a soluciones válidas (acercarme a lo que usted necesita) para los individuos desde posturas libertarias que desde posturas que de entrada presuponen que el estado y su red de emergencia son buenos. Ya vemos que no lo son.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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8 comentarios

  1. Y este otro de José García Domínguez: «al pobre ingenuo [Wilders], creyendo que Holanda aún tenía algo que ver con Holanda, se le ocurrió comparar el Corán con el Mein Kampf. En fin, el caso resta sub iudice. Todavía no se sabe con certeza, entonces, si habrá de penar en la cárcel su osadía, ni tampoco si lo desposeerán del escaño».
    Desconozco al tal Wilders, pero llevarlo a juicio por comparar el Corán con el Mein Kampf… An art exhibit that critics say features Jesus receiving oral sex from a man is under fire in Loveland, CO (via Barcepundit). No hay que traducir la expresión «under fire» literalmente: «However, that’s probably not going to happen».

    • Estimado EOF, el problema no es si eres muslumán o extraterrestere. El problema es si atentas contra la vida, la libertad y la propiedad de las otras personas. En ese caso, eres un criminal, vengas de donde vengas, creas en lo que creas.
      Que una mujer se siente limitada en su libertad por estar obligada bajo amenaza de violencia (por el imán, el marido, la madre…) a llevar un velo? Lo denuncia y se persigue a los delincuentes. Pero no por ser musulmanes, ni por leer el Corán, no. Por atentar contra la libre voluntad de la denunciante. Cuando el estado asume el papel de «vector social», que es lo que denuncio en este post, se corre el riego de pretender incluir o excluir grupos de los beneficios del aparato olvidando que son los individuos los que toman (o deben tomar) las decisiones.

      No es solución eliminar de un grupo social a una parte del mismo por el hecho de que todos llevan un pañuelo rojo en la frente. La solución pasa por devolvernos a cada uno de nosotros la responsabilidad de acción, activa y pasiva: si me agreden (lleven pañuelo rojo o no) me defiendo ante los agresores: fulano y citano, pero no ante todos los que llevan pañuelo rojo, que no me han hecho nada (no he visto nunca a mengano y reburdiano, no me han hecho nada; puede que, incluso, sean gente maja)

      Nos han convertido en borregos desmotivados (describo cómo y porqué), falta un enemigo … no sea que nos pongamos a mirar a las personas de forma particular y se derrumben las teorías del aparato….

  2. O este artículo de Clifford D. May: «Molly Norris apenas ha llamado la atención de líderes políticos, periodistas de la élite o famosos. Tampoco han hecho nada aquellos que dicen representar a la comunidad islámica de Estados Unidos. Ni tampoco he visto que Human Rights Watch haya hecho nada. En cuanto a la ACLU, en realidad está defendiendo a al-Awlaki. En la ONU, los países de mayoría musulmana están presionando para que, según el derecho internacional, se prohíba criticar al islam».

  3. Tomado de Bruce Bawer, Mientras Europa duerme, 2007, p. 76.
    «En abril de 2005, un colega mío descubrió de mala manera la realidad europea de las agresiones a homosexuales. Chris Crain, director de The Washington Blade, uno de los principales periódicos gays estadounidenses, caminaba de la mano de su novio por el cento de Amsterdam cuando un joven marroquí le escupió en la cara. Crain se detuvo y le preguntó por qué lo había hecho. El hombre, que estaba con un amigo, masculló: ‘Putos maricones’. De pronto, escribió Crain, ‘no se sabe cómo, de dos pasaron a ser siete, y cinco la emprendieron conmigo. (…) Dondequiera que me volviera, recibía un puñetazo en la cara, y cuando me derribaron y empezaron a patearme, fue como si el tiempo se hubiera detenido’. Afortunadamente, cuando el novio de Crain acudió en su ayuda, los hombres huyeron. Aunque docenas de personas presenciaron la agresión -cuyo parte fue una nariz rota y contusiones severas- ‘ninguna de éstas movió un dedo o ni siquiera gritó’.
    (…)
    Cuanto más tiempo vivía en Europa, más obvio me resultaba que la respuesta estaba en el multiculturalismo a prueba de bombas que gobernaba la mente del establishment político, mediático y académico».

  4.   La gente vive engañada en un mundo irreal.
     El mercado se ha desfigurado tanto que en realidad no se sabe cuál es el precio de  las cosas.
     El miedo preside la actuación de la gente en muchos aspectos de la vida.
     La sanidad tiene que estar en manos del Estado porque sino no podré pagar un seguro privado.
     La educación tiene que estar en manos del Estado, aunque sea lamentable, porque así dejo a los niños en la escuela y me olvido de ellos.
     La jubilación, la energía, medios de comunicación, urbanismo.
     ¿Cuánto vale un piso o una casa? ¿Cuanto vale un Kwh? ¿Cuanto vale un programa de televisión?¿Cuánto vale un Kg. de carne?

    En fin que os voy a contar. El jueves tengo tutoría con la profe de sociales de mi hijo mayor. Lo primero que les dijo en la primera clase del curso fue que la energía nuclear era peligrosa…

  5. Luis… ¿cómo que no tienes la solución? La solución, aunque pese a quien pese está en reducir el tamaño del Estado hasta lo que es el origen del mismo: la defensa de los derechos individuales…. Y nada más.
    Y es que por mucho que queramos decir otra cosa, cuando una sociedad se basa en un concepto tan anacrónico en cuanto lo tratas de hacer realidad como es la “Justicia Social” te das cuenta que se fundamenta en generar mucha mas injusticia que la que se pretende lograr puesto que para ello hay que privar al que justamente obtiene ganancias, mejoras, beneficios por su buen hacer para dárselo a aquel que no hace lo suficiente para lograr mejorar en la vida.
     
    Tamaña catástrofe moral no puede servir mas que para la degeneración de la sociedad.

    • Bastiat sí, está claro. Lo que ya no está tan claro es cómo desmontar el templete. Pero ahí tambien hay propuestas … baste mirar mucho de lo que nos propone MILL en sus posts y tendríamos vías de trabajo.

      Jorge, es que no cabe otra.

  6. Muy buen análisis, especialmente la conclusión:

    «La solución debería tener como meta la devolución al individuo de sus fronteras privadas, de su capacidad para tomar decisiones vitales y, por consiguiente, recuperar la responsabilidad perdida».

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