Fin de partida

Samuel Beckett se dirigió a quienes se disponían a interpretar los cuatro papeles de su lúgubre obra teatral Fin de Partida, poco antes de su estreno: «Debemos arrancar tantas carcajadas como sea posible con esta cosa atroz»

En Fin de Partida el mundo, tal y como el hombre lo entiende, se ha acabado. El ciego y paralítico Hamm y su sirviente Clov conviven de mala gana entre cuatro paredes, aferrados el uno al otro y a las rutinas insulsas que con hilo invisible les unen. Los padres de Hamm, troceados dentro de sendos cubos de basura, son testigos impotentes de los rituales sin sentido de Hamm y Clov.

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Germanico
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No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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