Esta noción clara y distinta de un yo, agente y paciente, verbalizada y transformada en transformadora cultura, nos ha llevado a considerar, durante mucho tiempo, que éramos, en ese sentido fundamental, únicos. Únicos seres dotados de consciencia, capaces de manejar herramientas y símbolos o de comunicar de forma fluida su manejo, únicos dotados de nobles sentimientos y moral, de altruismo y de creatividad. Separábamos la naturaleza en dos reinos: el de lo instintivo y el de lo racional. El hombre era el animal racional, el resto de los seres solamente un manojo de instintos. El hombre elevaba catedrales, y el resto de los seres seguían los ciegos dictados de impulsos preprogramados.
Bien pensado, no había otra razón para pensar así que la fe irracional en la razón. La tentación y la expulsión de ese Edén idílico, en el que moraban las almas de los descendientes de Adán y Eva, vino tras probar el fruto prohibido del árbol de la vida. Se comprobó que habíamos evolucionado a partir de organismos considerados inferiores, no aparecido de repente. Se comprobó que estábamos hechos de la misma sustancia que los otros seres. Se comprobó que nuestra mente surgía a partir de la actividad del cerebro, y que este cerebro había evolucionado también, como el resto del cuerpo del que forma parte indisociable.
El hombre no es sólo un animal racional. Es primero un animal cultural y, en cierto sentido, un animal fabulador y charlatán, dada nuestra habilidad para trenzar relatos verosímiles y tantas veces mentiras. Nuestra racionalidad es sólo un fino barniz por sobre la mente instintiva, natural, evolucionada; un fino barniz hecho principalmente de lenguaje y el subyacente pensamiento secuencial, que integra la dimensión temporal y los escenarios hipotéticos. Y un barniz cuyas raíces están bien arraigadas al sustrato.
Algunos han pretendido salvar a la mente humana de la quema naturalista. La llama que les inflama, no obstante, es encendida por esa misma naturaleza que niegan, la cual desea perpetuarse, en su instinto de conservación, como ya intuyera hace mucho el filósofo Spinoza. Y esa misma llama es la que alumbra las religiones.
Dicho afán perpetuador y conservador trasciende al individuo, aspirándose a mantener un orden social equilibrado y justo a través de una moral sancionada por lo eterno. Y se teme, con mayor o menor razón, que la ausencia de un referente trascendente y la esperanza y el temor asociados a él, conduzcan al caos y a la anarquía, a la arbitrariedad y a al todos contra todos hobbesiano.
La versión más reciente de ese racionalismo antropocéntrico, que pretende preservar la mente humana en su torre de marfil, ha sido defendida no por la religión, entendida a la manera tradicional, sino por esa versión secular y atea que no se reconoce como tal que es el socialismo, la cual sitúa el Paraíso en un futuro sin clases en el que todos seremos iguales, hacia el que progresaremos moralmente o llegaremos por revolución.
Las diversas sectas socialistas parten en sus concepciones de la maleabilidad de la mente humana desde fuera, desde el entorno social. La mente sería, según el socialista, algo así como una tabla rasa sobre la que la sociedad, entendida como un todo, escribiría su mensaje.
Frente a esta visión simplista de nuestras facultades se han elevado cada vez más voces desde la psicología, la lingüística, la antropología o la biología evolucionista.
Uno de los hitos principales en el camino hacia una mayor aceptación de nuestra mente como una caja de herramientas evolutiva, fue la publicación de un artículo sobre el lenguaje, escrito por dos psicólogos del MIT, Steven Pinker y Paul Bloom. En dicho artículo se exponían las razones por las que cabía imaginar que el lenguaje humano había evolucionado por selección natural, en lugar de surgir abruptamente o como subproducto de alguna otra facultad. Tanto Pinker como Bloom estudiaban el desarrollo del lenguaje en los niños, en los que se podía apreciar cómo afloraba este de forma casi espontánea, con una muy reducida exposición al habla de sus adultos.
Con posterioridad Paul Bloom, ahora en Yale, ha fijado su atención en una de nuestras predisposiciones innatas más significativas, el dualismo, que divide el mundo en seres y objetos, separando en su límite al ser de la materia, con el alma. Esto le ha llevado casi indefectiblemente al análisis de fenómenos complejos como el simbolismo, el arte, la moralidad y la religión.
El Profesor Bloom ha tenido la amabilidad de responder unas preguntas formuladas por Aníbal (2,3,5) y por mi (1,4,6). José Miguel revisó el correcto inglés de las mismas. Marzo tradujo las respuestas de Bloom al castellano.
En inglés:
1. What is the substance of common sense?
I think about «common sense» as how we naturally see the world. Not when we reflect on the world as scientists or philosophers, but in our everyday lives. Much of my research is about common sense, and in particular about how we make sense of the physical world of objects and the social world of people. Much of this is shaped by culture, but I would argue that a lot of it is hard-wired, evolved through natural selection. I study this in different ways, including experiments with babies and young children.
2. Are we hardwired with core (cognitive) categories which sort it out the world into different kinds of realities and therefore are we dualists by nature seeing material things apart from minds?
Yes. I would make two claims along these lines. First, that we have evolved a series of distinct systems for making sense of the world, one that is dedicated to understanding physical objects and events, and another that is dedicated to understanding other minds. And second, these systems are distinct; they do not easily mesh. Because of this, we see objects and minds as fundamentally separate.
This is true on a cognitive level, but it is also true at an emotional, gut, level. People usually don’t feel like physical things. In fact, many of us feel that we can leave our bodies, and believe that we will do so upon death.
3. What role do emotions play in our moral psychology?
Most psychologists these days hold a view that is very close to that of the 18th-century philosopher David Hume, who believed that reason, and particularly moral reason, is «the slave of the passions.» This consensus is grounded in findings from social psychology and social neuroscience suggesting that our judgments of good and evil are powerfully influenced by emotional reactions such as empathy and disgust. And it meshes nicely with recent findings that a rudimentary moral sense is universal and early-emerging, showing up even in babies.
And so I agree that emotions play a large role in moral psychology. At the same time, though, I strongly disagree with those who argue that moral judgment is entirely emotional, and that reason plays no role at all.
For one thing, emotions often rely on reason. Emotions such as sympathy or righteous anger are often very smart, drawing upon a deep understanding of the world. For another, a purely emotion-based theory fails to explain one of the most interesting and significant aspects of human nature: the existence of moral progress. In order to explain new moral insights–such that slavery is evil–humans had to exercise their capacity for moral reasoning.
4. What is religiosity? What is religion?
There are several definitions, all reasonable enough. Religion is a complicated phenomenon and people focus on different aspects of it. Some are interested in religions as certain types of social and cultural units. Others are interested in the spiritual or transcendent nature of religion. Most of my own research focuses on the sorts of beliefs associated with religion, including a belief in an immaterial soul, life after death, and the supernatural creation of humans and other animals. Surely any social system that embodies such beliefs deserves to be seen as a religion.
5. In evolutionary terms: what is the purpose of literary fiction or the construction of fictional narratives as expressed in modern times in the form of theater, movies, novels?…
I don’t think fiction has a purpose or function, at least not from an evolutionary point of view. I am very skeptical about the claim that people who enjoyed stories reproduced more than those who didn’t.
A simpler explanation is that it’s a lucky accident. Our experiences are somewhat insensitive to the difference between what’s real and what’s imagined — you can shudder if you think about something unpleasant, or be aroused by a sexual fantasy. Stories exploit this, by presenting enjoyable simulations of interesting or pleasurable real-world experiences. In this regard, a story is like a sweet desert, invented to tickle pleasure centers that have evolved for other purposes.
6. What are you now working on?
For the last three or so years, I’ve been working on a book «How Pleasure Works», which is going to be published in June. I’m very excited about this. The book presents a large body of research, some of it from my own lab, supporting the view that pleasure is deep. Even the most seemingly simple pleasures, such as food and sex, are profoundly affected by our beliefs about the essences of things and people. I’m continuing this research, and also developing several projects having to do with the developmental origins of moral reasoning.
En castellano:
1. ¿Cuál es la sustancia del sentido común?
Concibo el «sentido común» como la manera en que vemos naturalmente el mundo. No cuando reflexionamos sobre el mundo como científicos o filósofos, sino en la vida diaria. Gran parte de mis investigaciones trata del sentido común, y en particular de cómo damos sentido al mundo físico de los objetos y al mundo social de las personas. A gran parte de esto da forma la cultura, pero yo argüiría que mucho está en el «cableado», que es resultado de la evolución mediante la selección natural. Estudio esto de distintas maneras, que incluyen experimentos con bebés y niños pequeños.
2. ¿Estamos «cableados» con categorías cognitivas básicas que ordenan el mundo en distintas clases de realidades y somos, por tanto, dualistas por naturaleza que ven las cosas materiales separadas de las mentes?
Sí. Yo haría dos afirmaciones en ese sentido. Primera, que hemos desarrollado por evolución una serie de sistemas distintos para extraer sentido del mundo, uno dedicado a entender objetos y eventos físicos y otro dedicado a entender a otras mentes. Y segunda, que estos sistemas son distintos; no encajan con facilidad. A causa de esto, vemos fundamentalmente separados a objetos y mentes.
Esto es cierto en el nivel cognitivo, pero también lo es en el nivel emocional, en las tripas. Las personas no se sienten como cosas físicas. De hecho muchos de nosotros sienten que podemos dejar nuestros cuerpos, y creen que eso haremos al morir.
3. ¿Que papel representan las emociones en muestra psicología moral?
Hoy la mayoría de los psicólogos sostiene una opinión muy próxima a la del filósofo del siglo XVIII David Hume, quien creía que la razón, y particularmente la razón moral, es «la esclava de las pasiones». Este consenso se funda en hallazgos de la psicología social y la neurociencia social que sugieren que reacciones emocionales como la empatía y la repugnancia influyen fuertemente en nuestros juicios sobre lo bueno y lo malo. Y encaja bien con los recientes hallazgos de que un rudimentario sentido moral es universal y surge precozmente, manifestándose incluso en bebés.
Así que estoy de acuerdo en que las emociones representan un gran papel en la psicología moral. Al mismo tiempo, sin embargo, estoy en total desacuerdo con quienes arguyen que el juicio moral es completamente emocional y que la razón no tiene ningún papel en absoluto.
En primer lugar, las emociones a menudo dependen de la razón. Emociones como la simpatía o la justa ira son a menudo muy inteligentes y se basan en una profunda comprensión del mundo. Además, una teoría basada puramente en la emoción no puede explicar uno de los aspectos más interesantes y significativos de la naturaleza humana: la existencia del progreso moral. Para explicar nuevas intuiciones morales —como que la esclavitud es mala— los seres humanos tuvieron que ejercitar su capacidad de razonamiento moral.
4. ¿Qué es la religiosidad? ¿Qué es la religión?
Hay varias definiciones, todas bastante razonables. La religión es un fenómeno complicado, y diferentes personas se fijan en aspectos diferentes. A algunas les interesan las religiones como cierta clase de unidades sociales y culturales. A otras les interesa la naturaleza espiritual o trascendente de la religión. La mayor parte de mis investigaciones se centran en las clases de creencias asociadas a la religión, inluidas la creencia en un alma inmaterial, en una vida tras la muerte y en la creación sobrenatural de los seres humanos y otros animales. Seguramente que todo sistema social que incorpore tales creencias merece ser considerado una religión.
5. En términos evolutivos, ¿cuál es el propósito de la ficción literaria, o de la construcción de relatos de ficción expresados en los tiempos modernos en forma de teatro, películas, novelas…?
No creo que la ficción tenga un propósito o función, al menos no desde un punto de vista evolutivo. Soy muy escéptico respecto a la afirmación de que las personas que disfrutaban con relatos se reprodujeron más que las que no.
Una explicación más sencilla es que se trata de un afortunado accidente. Nuestras experiencias son algo insensibles a la diferencia entre lo real y lo imaginado; puede uno estremecerse si piensa en algo desagradable, o excitarse con una fantasía sexual. Los relatos aprovechan esto presentando agradables simulaciones de experiencias reales interesantes o placenteras. En este aspecto un relato es como un postre dulce, inventado para cosquillear centros del placer que han evolucionado para otros propósitos.
6. ¿En qué trabaja ahora?
Durante los últimos tres años o así he estado trabajando en un libro, «Cómo funciona el placer», que se va a publicar en junio. Estoy muy ilusionado con él. El libro presenta un amplio corpus de investigaciones, algunas de mi propio laboratorio, que apoyan la opinión de que el placer es profundo. Aun a los placeres aparentemente más simples, como la comida y el sexo, les afectan profundamente nuestras creencias sobre las esencias de las cosas y de la gente. Sigo desarrollando estas investigaciones, y también desarrollando varios proyectos acerca de los orígenes del razonamiento moral en el desarrollo.
Os echaba de menos….
Nooooo, odiadores, no es cierto que no hayáis leído nada de lo escrito en los últimos 30 años en «el campo» (multidisciplinar por otro lado) que aborda nuestra naturaleza. Pero de lo que no cabe duda es de que no lo habéis entendido. Natural-mente.