Uno es libre en la medida en la que dispone de opciones de entre las cuales elegir. Mayores y mejores opciones, profundizando en cantidad y calidad. Tenemos tantos más grados de libertad cuanto mayores y mejores son las opciones disponibles. Algunos confunden la libertad personal con la social, entendiendo que la última es aquella que a ellos en particular les conduce a la primera. Aumentan sus opciones, si bien lo hacen a costa de reducir las opciones de los demás. Sobre estos se engañan. Se cuentan mentiras complacientes a si mismos para calmar sus conciencias. Las causas de la pauperización de los otros no son los privilegios propios, sino cualesquiera otras. A partir de correlaciones existentes con algún otro fenómeno que se de simultáneamente y con parecida dirección y velocidad, establecen causalidades. Ni por un momento contemplan la variable fundamental en la ecuación: ellos mismos y sus privilegios. En fin, hablamos de socialistas.
Una sociedad liberal, esto es, una sociedad en la que cada individuo es un agente que persigue activa y abiertamente su interés sin disfrazar sus asociaciones con otros individuos de causas colectivas ni pretender prebenda alguna que no se corresponda con los resultados objetivos de su actividad, genera prosperidad y diversidad. En ella todos las personas son más libres, en promedio. También existen ricos, aquellos que por azar, habilidad o arte han logrado obtener beneficio. Pero no lo son a costa de los demás, sino contribuyendo a la riqueza de los demás, con sus atractivas ofertas.
Si se reducen las opciones que presenta una sociedad liberal a través de algún monopolio impuesto, siempre política-través, somos menos libres. Tanto más se reducen nuestro grados de libertad cuanto más interviene el Estado. En el límite tenemos al Estado Soberano Absoluto, al Estado Totalitario, que posee cuerpos y almas.
La lucha contra el poder, sea este el que sea, es un deber cívico. Al poder casi podría decirse que hay que llevarle la contraria por sistema. Sólo mientras los otros nos sirven a cambio de nuestra servidumbre hay justo intercambio y justa contraprestación. Cuando alguien decide, por el elevado motivo X o Y (elevados porque quedan fuera del alcance de la competencia y del intercambio entre iguales) que merece un porcentaje, la suerte está echada. El monopolio extiende sus tentáculos. El Estado opresor comienza su camino ascendente a la soberanía absoluta sobre cuerpos y almas.
No pretendía dar una definición. Señalaba eso sí una característica esencial de dicha sociedad liberal que podría formar parte de una definición amplia.
No sé en qué se basa para decir que sobra el repaso por las causas colectivas. Quizás debí referirme expresamente al colectivismo para que me entendiera, o hablar sobre las mayorías que apisonan a las minorías «en nombre de todos».
Si vamos a lo profundo, la libertad es poder elegir, sin duda. Pero poder elegir no es lo mismo para un individuo aislado que para un grupo humano amplio.
Usted debería observar mejor el zoo humano, y probablemente también a los monos, los chimpancés, los bonobos, los gorilas, los orangutanes y demás primates para saber algo sobre sí mismo y, en general, sobre todas las cosas, en particular las relativas a la vida en grupos sociales, y gastar un poco menos de pedantería y de presunción de sabiduría.
Neuras las suyas.
Besitos, sin acritud.
«Una sociedad liberal, esto es, una sociedad en la que cada individuo es un agente que persigue activa y abiertamente su interés sin disfrazar sus asociaciones con otros individuos de causas colectivas ni pretender prebenda alguna que no se corresponda con los resultados objetivos de su actividad, genera prosperidad y diversidad» ????? No sé de donde ha podido sacar tal definición y sobra ese repaso por las «causas colectivas». Si le parece, en un tradición liberal contrastada el organizarme de forma colectiva para lo que me de la gana es algo más que un derecho, es algo natural.
En general su artículo adolece de la simplificación de reducir la libertad a tener la posibilidad de elegir. Debería pasarse por el Zoo y ver como eligen los monos entre la fruta la que más le gusta. En fin, un poco menos de palabras tan importantes usadas para gestionar neuras.
Ya no es solo que deleguemos la responsabilidad, Pedro, es que lo hacemos en manos de perfectos irresponsables.
Por eso es una contradicción, el que la gente piense que el estado, debe solucionar los problemas de todos sus ciudadanos, dejándonos arrastrar por una sociedad sin metas, en vez de tratar de lograrlo nosotros mismos.
Saludos.