A los progresistas les encanta presumir de que van en la vanguardia de todos los grandes cambios de la sociedad. De hecho no dudan demasiado al proclamarse ellos esa vanguardia. La idea de Progreso, tal como ellos la entienden, esto es, aplicada a la política, conlleva la de cambio dirigido y la existencia de fuerzas de progreso que promueven dicho cambio y otras que se les oponen. Desde esa óptica no es difícil incurrir en un maniqueísmo de salón que confiere categoría de «buenos» a los partidarios del Progreso y de «malos» a los que, por uno u otro motivo, no lo son, que pasarían a integrar el conceptualmente manejable grupo de los «reaccionarios».
El hecho es que los políticos en general y los políticos progresistas en particular han ido a la zaga de los grandes cambios, más que liderándolos. El tiro de gracia del Comunismo llegó con la revolución informática de los ordenadores personales, en los 80, y ahora pretenden poner puertas al campo limitando el ingente tráfico que han generado internet y el resto de tecnologías de la información.
Si, Juano, supongo que lo que pase con el «viejo periodismo» es lo de menos. Aunque luego, andado el tiempo, atribuirán cualquier asalto a la libertad a su desaparición por culpa de fuerzas de la reacción ultraliberal (nótese la contradicción en los términos) y tan campantes, oye.
Cuando las vías terrestres de comunicación eran estrechas y pavimentadas con piedras, la herramienta para adoctrinar al pueblo era la religión. De ahí que hasta que no surgieron los medios de comunicación masivos el vínculo religión-estado fuera duro de romper.
Con las enseñanzas de Goebbels y el enorme potencial de la radio, cine y televisión, fue cuestión de tiempo que los gobiernos y los lobbys comenzaran a concentrar y controlar herramientas tan poderosas.
El problema ahora es que ha surgido un nuevo canal masivo que no saben como controlar para su propio interés. Y acostumbrados como estaban a la fácil manipulación de los canales controlados es lógico que les esté entrando el pánico.
El mantener los medios tradicionales vía impuestos a efectos de comunicación tendrá poco impacto. Será un sector más que se asegura vivir del cuento a costa de los demás.
Lo grave será cuando empiecen a darle vueltas a cómo controlar lo incontrolable. Supongo que veremos enormes cargas fiscales o impedimentos a cualquier nueva tecnología que reduzca la capacidad de control. Aparecerán nuevas plazas de funcionarios para vigilarnos en nuestros ordenadores apoyados por leyes invasivas. Algún iluminado verá la solución en cobrar un euro por cada email enviado y cinco por post publicado (odio dar ideas plausibles)… Y no faltarán los que vuelvan a la religión como herramienta para cincelar nuestras conciencias y sometimientos…
Va a ser hasta divertido ver a los estatistas devanándose los sesos para no perder las riendas de la corrección política. Lo que luego podrá ser digno de encomio o de llanto será la reacción del pueblo ante un asalto más a su libertad y riqueza…
Algunos se refieren a los personajes y otros hablan de procesos subyacentes. Todos tienen su influencia, naturalmente. Pero si se apunta al comunismo como un sistema productivo inviable, al apuntar se hace a la nuca del comunismo, y se da el tiro de gracia con la revolución informática, que, sencillamente, no podía ser dirigida centralizadamente.
Si, lo he sacado de algún documento. Espere que recuerde…..
Esa afirmación acerca del «tiro de gracia del comunismo» ¿la tiene Ud. documentada o se le acaba de ocurrir?
Disculpe el tono, Sr. Bloguero, pero uno pensaba que el comunismo había caído, en primer lugar, por la propia inviabilidad del sistema productivo (es un decir) socialista y, en segundo lugar, por la curiosa conjunción planetaria Reagan-Thatcher-Wojtyla.