El otro día Iñaki Gabilondo nos sorprendía al reconocer que Aznar tenía razón en su planteamiento de lucha contra el terrorismo. Su reacción, concomitante al fallo del Tribunal de Estrasburgo, podría explicarse de muchas maneras, según el encuadre que se le diera. Pero a mí me interesa desvelar y entender la ideología y la psicología subyacentes a su paradójica afirmación. Tenemos por un lado, mirándolo desde la óptica psicológica retorcida pero inmediata, su tartufería de sacerdote resentido, esa falsa humildad nacida de un violento orgullo, que explicaría en parte que admitiera haber estado en un error (sintiendo que tiene, pese a todo, en el fondo y en lo fundamental, la razón).
Germanico
No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.