El progreso puede entenderse de muchas maneras. Tantas como motores del mismo nos atrevamos a sugerir. Sería el progreso una mejora sostenida de la sociedad en su conjunto, a lo largo del tiempo, de las generaciones, de forma tal que los herederos disfrutarían de sus dones en mayor medida que los legatarios, además de estar capacitados para gestionarlos con mayor prudencia. Una generación, tras ímprobos esfuerzos, trasladaría el testigo del progreso a la siguiente, que con él en mano correría más, sudando la camiseta para llegar al siguiente hito y así hasta la meta final: un mundo perfecto de paz, abundancia y bienestar.
La idea de progreso se ha asociado equívocamente a la capacidad de las personas para mejorar colectivamente la sociedad. De ahí nace el progresismo como doctrina política tal y como ahora se entiende y defiende. Las personas racionales, debidamente concienciadas, pueden cambiar, volverse más entregadas al común, trabajar unidas por el bien de todos, sea ese todo la humanidad, la biosfera o cualquier otro conjunto que tenga en el centro moral al hombre mismo.
“Yes, we can” declama Obama, ese gran actor. Y a diario nos bombardean con campañas para concienciarnos de lo mala que es la violencia de género, de lo bueno que es reciclar, de lo absurda que es la fe, etc etc, esperando acaso que la sociedad se transforme y todos a una cantemos melódicamente un mismo son, que no sería otro que el que el director de turno escribiera en nuestro pentagrama, antes de marcar el ritmo con su batuta.
Al margen de que los fines perseguidos sean mejores o peores, esta noción de progreso colectivista se apoya en la idea de que el hombre es perfectible, de que su naturaleza es racional y moldeable.
Uno de los fallos de estos planteamientos, en su vertiente de realización práctica, viene a través de lo que yo denominaría la trampa del altruismo. Estamos dotados por la naturaleza de un profundo sentido moral. Es algo que además nos podemos permitir, en lo alto de la cadena trófica, con un dominio completo del entorno ecológico. El círculo de altruismo (es decir, aquellos a los que podemos considerar dignos de nuestro favor y aprecio) aumenta conforme aumenta nuestro bienestar material y nuestra seguridad, pero originariamente es bastante reducido. En condiciones de gran escasez, de penuria, que, todo sea dicho, son las condiciones de la naturaleza virgen, se circunscribe (y nunca mejor dicho) a los que forman nuestro núcleo familiar. Pero los mecanismos psicológicos que nos hacen altruistas con el propio grupo, funcionan igualmente a niveles mayores: amistades, tribu, equipos de fútbol, país, agregados de países (Occidente, Europa) y así sucesivamente hasta abarcar la humanidad o incluso a todos los seres vivos. El círculo de altruismo se expande en la medida en que nos lo podemos permitir, porque el altruismo está en nuestra naturaleza evolucionada.
La trampa del altruismo llega cuando este mecanismo natural es pervertido para servir a los intereses de los tramposos. Surge la figura del Tartufo político, que, al igual que el personaje de Moliere, se pone el hábito sin ser monje, para pasar por santo. En medio de la confusión generada por los grandes números, este personaje siniestro apela a las emociones de sus potenciales votantes y a su sentido moral, a su tendencia natural al altruismo, por un lado, por otro a su instinto grupal, a su necesidad de formar parte de un grupo, y por otro a su egoísmo y a su tendencia también natural a soñar con mundos perfectos en los que toda necesidad quede cubierta. Y ese milagro lo logra proponiendo el absurdo supremo del progreso material y moral a través del trabajo colectivo desinteresado, es decir, proponiendo que cedamos nuestra voluntad y nuestra libertad, vía impuestos y obediencia ciega, al Estado, para que este las administre, y que esperemos de esta cesión los mayores bienes: la paz, la abundancia y el bienestar. Este triple reclamo a nuestra naturaleza cortocircuita incluso mentes por otro lado inteligentes. Asimismo, al hacer que las personas se sientan parte de un grupo de altruismo, se coloca ipso facto a quien no forma parte de él en una posición embarazosa. Si no estás con nosotros estás contra nosotros. Otra ley inexorable de nuestra naturaleza se pervierte para dar lugar a los peores resultados posibles: facciones y enfrentamientos. Habiendo evolucionado en un entorno de escasez en el que los grupos tribales competían por los recursos, nuestra mente tiende a distinguir nítidamente entre endogrupo y exogrupo, esto es, entre los nuestros y los otros. La demonización del adversario y el discurso categórico y maniqueo son inevitables donde no existe apenas el intercambio y los juegos son casi en su totalidad de suma cero.
Así, resulta que el progreso basado en la perfectibilidad humana es imposible, puesto que el ser humano es incapaz de superar las barreras que le impone su naturaleza. No puede ser altruista sin antes haber satisfecho a los suyos y a si mismo, sin antes haber sido egoísta. Sólo se puede lograr progreso material –y el concominante moral a través de la ampliación del círculo de altruismo- basándose, precisamente, en los tan denostados egoísmo e individualismo. Estas poderosas fuerzas naturales, canalizadas a través del intercambio y contenidas por la obligatoriedad del cumplimiento de los contratos, son el motor de todo progreso. Lo otro son peligrosas pajas mentales que conducen indefectiblemente a una mayor escasez y a una mayor y más dura competencia por los recursos –y a la decadencia moral.
Rojirigo, dices:
Se diosifica al grupo, normalmente con voz encarnada en algun lider que ha llegado a trascender de su naturaleza humana para volverse la voz de “la verdad”,
A ser posible un líder que haya vivido en Babia toda su vida, desconectado de las realidades cotidianas, del precio del café, perdido siempre en las nubes de la política y los escarceos y trapicheos políticos, algún ZP.
Nadie niega la complejidad de lo real, E, en particular de lo real que experimentamos íntimamente, nosotros mismos y nuestras diversas y contradictorias inclinaciones. De todas formas hay que intentar mirar debajo del mantel, ver las leyes subyacentes, que generalmente son más sencillas (aunque el desarrollo vuelva locas incluso a las mentes más agudas).
Juano, dices:
Si añadimos la soberbia a la confusión nos encontramos realizando cambios supuestamente innovadores cuando en realidad ya han sido realizados y rechazados por otros en el pasado
Lo que Hayek llamaba La Fatal Arrogancia.
Hay que profundizar las definiciones y su significado operativo, no hay duda.
Se suele confundir cambio con progreso, cuando progreso es mejorar, no meramente cambiar. Si añadimos la soberbia a la confusión nos encontramos realizando cambios supuestamente innovadores cuando en realidad ya han sido realizados y rechazados por otros en el pasado (el que ignora la historia está condenado a repetirla…).
Pero todo esto no se debe a un mecanismo mental, sino a una maniobra política, a la prostitución del lenguaje. Progreso forma parte de ese club de palabras vaciadas de contenido para utilizar la carcasa a interés del orador, como democracia, libertad, nación, pueblo…
Deberíamos simplificar estos análisis empezando por llamar a las cosas por su nombre. De lo contrario contribuimos a la empanada mental que suponen los diálogos que coinciden en términos y discrepan en ideas. Empanada que permite a unos cuantos espabilados seguir vendiendo como progreso modelos y sistemas que jamás han supuesto ninguna mejora, sino más bien todo lo contrario…
Podríamos empezar rechazando la clasificación política de progresistas y conservadores. Es una burda trampa en la que se cae fácilmente por fuerza de costumbre ya. Y es de chiste cuando en un entorno tan «progre» como el que nos rodea a los liberales se nos instala en el campo de los conservadores y reaccionarios…
Lo mismo ocurre en el mundo sajón, donde los «liberals», los defensores de la libertad son las izquierdas, esas que propugnan el crecimiento del estado y la limitación de la libertad individual…
Deberíamos progresar un poco y ser nosotros los que definamos nuestro discurso en fondo y forma. Debemos evitar seguir las formas que nos imponen los adversarios. 🙂
Errata:
«…Las situaciones son para “las cosas” y las situaciones…»
donde el segundo «situaciones» iba a poner «actuaciones». La impaciencia….
Lo real, tal y como se vivencia, no consiste simplemente en conocer o en manipular (es decir, en saber como se manejan los instrumentos y los recursos para obtener fines utilitarios, siquiera para obtener placer), sino que es algo mas complejo.
Estar en la realidad , atenerse a lo real, sin delirar ni evadirse, no es simplemente nutrirse, defenderse de la intemperie y procurar pillar cacho (como si el hombre en vez de ser para la muerte fuese un “ser para el sábado por la noche”, como si otros modos de realidad, lo cultural, lo personal y lo complejo, no importaran); ni siquiera añadiendo que en todo esto se tiende a “conocer”, obtener “placer” o “afirmarse”(etológicamente).
El artificio divulgativo al uso, en contraste con el enorme cuidado de la erudición bibliográfica y de fuentes, produce la impresión de un aquelarre, de un enorme esfuerzo en medio de ninguna parte venerando la cabra …la gallina, mas bien, y a veces , el escote (Punset solía –tan humano como Anson,- enjabonar modelos…)
Las “teorías unificadas” de lo real humano que se divulgan a mi no me terminan de valer porque no parecen capaces de abarcar la complejidad de niveles de estructuras que descubro no ya en la especie, en mi mismo. Y no por ser mas unidimensionales o monistas van a ser rigurosas o científicas.
Se diría obedecieran un ansia de “completitud” o de reducir lo múltiple a lo uno, … un afán simplista, tal vez arcaico, en medio de pretensiones desaforadas de progreso.
Este palabro, progreso, ha sido la cifra o el anagrama de la mala fe (de una sociedad profundamente conservadora) en el afán de estabilizar estructuras socioeconómicas tan confortables como disparatadas (e injustas). El mundo va bien, el nuevo siglo americano aguarda, etc.
Las cosas nunca salen as de “rectilíneamente”, pues se vive humanamente, “en espiral”.
Vivir o existir “a lo humano” es hallarse simultáneamente reclamado, o solicitado por intereses, urgencias y metas de muy diversa naturaleza y que exigen diferentes ritmos de realización: comprender, elegir, negar, destruir, adaptar, renunciar, valorar, someter, esforzar, transigir… y todo según la estructura y los componentes mas o menos problemáticos de la situación.
Las situaciones son para “las cosas” y las situaciones como el contexto para las palabras y los enunciados, y así como no puede usarse las mismas palabras siempre en el mismo sentido, tampoco los comportamientos pueden desarrollarse siempre de la misma manera y con las mismos protocolos.
En todo ello intervendrán una multitud de filtros, de enfoques, de conveniencias y de tipos de “realidad” (de “las cosas”, de lo biológico, de los valores, de lo afectivo, de lo “vital”, de lo personal…) y, dentro de cada uno, subtipos y subclases; así una cosa sin mucho valor artístico o gemológico puede tener mucho valor simbólico o afectivo como recuerdo de familia (no se cuantas veces se recuperaron las cuatro alhajas de mi abuela, tras empeñarse) o regalo de un ser querido (esos anillos de boda que perdidos se encargan exactamente iguales en la misma tienda de hace cuarenta años..).
E, sin duda progresamos adecuadamente hacia una democracia avanzada laica y plural.
Suspiro, en efecto la gente actúa interesadamente. Esa es la lógica profunda, Pero persiguiendo el propio interés torcidamente y los propios delirios hay muuuuuuucha gente. No me digas que eso nadie lo defiende porque me entra la risa floja. A ZP la gente no le vota porque sepa administrar los medios para lograr los fines (sean estos los que sean).
Por otro lado no digo que los enfrentamienos humanos sean una perversión de una naturaleza pacífica. No -perviertas mis palabras. Hablo de una ley inexorable de nuestra naturaleza: clasificar en propios y ajenos, y en como esta es reforzada en su vertiente más negativa -no la de la colaboración, sino la de la contraposición.
Muy interesante reflexion ^^, me deja pensando en muchas cosas que aun no tengo la mas minima idea que podria decir.
Criticarse a si mismo reconociendo nuestras limitaciones, es mil veces mas dificil de lo que parece incluyendo nuestras limitaciones como grupo y la ponderacion de verdades relativas y productos de las relaciones endogrupos y exogrupos. A muchos se les olvida que criticar es pensar, analizar y creen que criticar es alinearse a alguna demonización con todas sus consecuencias
Lo mas chistoso es cuando se demoniza al mismo ser humano como individuo por su «egosimo natural» y se diosifica al grupo, normalmente con voz encarnada en algun lider que ha llegado a trascender de su naturaleza humana para volverse la voz de «la verdad», son las consecuencias de pedir a gritos haciendo gala de mente «critica, liberal y progesista», la supresion de los derechos propios, la degradacion del individuo, y la misma violacion de derechos ajenos para continuar con la masturbacion intelectual y la sensacion de bienestar aparente. Somos seres sociales con indiscutible altruismo como producto de nuestra evolucion y tambien somos individuos con nuestro natural egoismo, siempre se repite la famosa frase todos los extremos son nocivos, pero parece que de tanto repetirse casi nadie realmente la piensa. Me encanta la frase de «conocete a ti mismo», claro el contexto y la intencion de esta era negar la identidad para ceder nuestra indivualidad a un lider trascendente iluminado por los dioses, pero conocerse a si mismo es reconocer almenos en parte, ciertas capacidades y limitaciones e identificar la indivualidad, el egoismo, la colectividad, y el altruismo como partes necesarias y vitales de un mismo sistema.
Personalmente soy idealista, y me gusta tener Fe. No en Utopias, Paraisos o Perfecciónes, pero si en algo mejorcito a los grados de arrogancia, menosprecio, violencia, estupidez y barbarie que vivimos. Y me gusta creer que de todo lo que ha pasado en nuestra historia como humanidad hemos aprendido a minimizar nuestra repeticion de errores asi sea en teoria, y podemos mejorar. La perversión siempre estara cerca a cualquier posicion por mas bonita o correcta que parezca , pero no es tan facil de ver en algunas ocasiones aunque en otras sea muy facil y miremos para otro lado. Se que soy humano y tengo prejuicios, no veo ciertas cosas que otros si pueden, me puedo inclinar a cierto alineamiento perverso sin notarlo, y realmente tengo miedo de no escuchar, violar libertades ajenas y propias, pero aun con miedo no creo que deba quedarme estatico y nunca dejar de criticar realmente incluyendome a mi mismo, esperando dirigirme y que nos dirijamos a algo mejor, progresando.
«Y ese milagro lo logra proponiendo el absurdo supremo del progreso material y moral a través del trabajo colectivo desinteresado, es decir, proponiendo que cedamos nuestra voluntad y nuestra libertad, vía impuestos y obediencia ciega, al Estado, para que este las administre, y que esperemos de esta cesión los mayores bienes: la paz, la abundancia y el bienestar»
Nadie trabaja ni paga impuestos «desinteresadamente». Nadie propone eso: se trabaja para tener dinero, se pagan impuestos para tener servicios que cada uno por separado no podría disfrutar. Estás criticando algo que nadie defiende. Esa es la lógica: interesada.
«Otra ley inexorable de nuestra naturaleza se pervierte para dar lugar a los peores resultados posibles: facciones y enfrentamientos.»
Es de risa. Ahora resulta que los enfrentamientos entre humanos son «una perversión». No hay nada más natural que el enfrentamiento entre humanos.
El progreso es la percepción objetiva de cómo sean los hombres y los asuntos. Ya me dirás tú si «progresamos adecuadamente». Un saludo, Javier.