Un empresario del sector turístico bastante elocuente era ayer entrevistado en los noticiarios de Intereconomía Televisión. Decía este Señor, con cuyo nombre no me quedé, cosas muy sensatas mezcladas con grandes palabras sobre la necesidad de grandes hombres. La actual crisis económica, según su parecer, nos ha de llevar a una cultura del esfuerzo. Hemos vivido ya demasiado tiempo en la ficción de la opulencia y ha llegado el momento de dar el callo. La palabra china para crisis, puntualizaba, significa también oportunidad. Nos encontramos ante una gran oportunidad, visto de esta manera, o a la manera de Einstein.
Yo siempre he creído que para la economía de una sociedad funcionan las mismas recetas que para la del individuo o una economía doméstica, que ya apuntaran hace unos pocos siglos Smith y Franklin: frugalidad y laboriosidad. Esto significa, ni más ni menos, que hay que practicar esa cultura del esfuerzo combinada con una cultura del ahorro, entendiendo este último como un ahorro canalizado a la inversión productiva. Es la única forma de que el esfuerzo no sea vano, que se traduzca en futuro, siendo medios puestos para fines, generador de verdadero progreso, esto es, progreso material, que del espiritual ya habrá tiempo, cuando el tiempo, que es oro, fluya de la fuente de la opulencia generada con el antedicho esfuerzo.
La Decadencia moral, política y económica de las sociedades sigue los mismos predecibles y rutinarios caminos de la decadencia moral de los individuos. De hecho hay una estrecha relación entre la moral pública y las tendencias económicas. Digo tendencias porque en el cenit de la opulencia existe un recurrente espejismo, mucho peor que la humilde ilusión monetaria de la microeconomía, que es el de que la riqueza se crea sola, y es, en ese espejismo, en el que las tendencias libertinas pueden suplantar a las liberales, y las económicas consistir en una destrucción de capital, de futuro, a través de la dejadez, del «corto plazo» – «carpe diem», que gasta tanto lo que puede como lo que no debe. Parece como si fuera inevitable, dada la naturaleza humana (que consiste en realidad en un conjunto limitado de naturalezas, cada una de ellas con un margen de variación en el tiempo y según las circunstancias), dormirse una y otra vez en los laureles económicos de la riqueza creada con el esfuerzo de otros. Surgen toda clase de parásitos, mejor o peor disfrazados, desde artistas a consultores, pasando por funcionarios públicos con dudosas atribuciones y amigos de un amigo que pasaba por ahí, a la hora de las cañitas y su buen rollo falso.
Aquí, país turístico, que somos muy dados a esos colegueos de bar, de calle, de salida al sol del verano, debe saber ya nuestro empresario turístico, como lo sabía Montesquieu, que veía una relación entre clima y política (a ver que pasa con el Cambio Climático), la moral es laxa, relajada. Nos divertimos mucho pero no sólo a costa del trabajo propio. Lo hacemos fundamentalmente a costa del ajeno, y la cosa, en su extremo, consiste en una sociedad de señoritos y servidores, aunque se parta del ideal de que todos somos iguales, ahí, sentados en la terracita con el sol en el cogote y una cerveza bien fresquita encima de la mesa. Las charlas de café derivan hacia las charlas de caña y tapas. La intelectualidad se abotarga y la gente se vuelve rijosa y soñadora. Que bello es vivir, la vida en colores, coño, que bueno es todo el mundo, cuantas cosas tenemos en común, que grandes cosas podemos hacer juntos. ¡Pero de trabajar ni hablar, eh??!! Que trabajen ellos. ¿Quiénes? No sé, ellos.
El entrevistado intereconómico se puso también un poco soñador, pero en otro estilo más sobrio, pero más ambicioso: hacen falta líderes con visión de futuro (sólo le faltó decir visionarios), con un gran carisma….menos tecnócratas, más líderes políticos. La solución al dilema moral pasa por la política. Pasamos del micro –esfuerzo a las macro – ideas, del individuo anónimo que va a la montaña al Gran Protagonista político que mueve montañas.
No es que yo sea especialmente partidario de los tecnócratas, pero creo que frente a los grandes líderes hace falta que existan miles de millones de chinitos trabajando como chinitos, ya puestos a afirmar que en chino la palabra para Crisis también significa oportunidad. Chinitos que no deben de ser tecnócratas, sino personas corrientes y molientes con un horizonte limitado pero bien conocido por ellos, que se desenvuelvan en un entorno relativamente libre de trabas para crear sus propias oportunidades. Individuos que, como dijera Smith, crean el bien común, la riqueza común, a partir de su egoísmo que busca su propia rentabilidad, y no las grandes cosas, ni salvar al mundo o anticipar el futuro. Menos grandezas superlativas, más trabajo cotidiano.
Hay que hacer de la necesidad virtud, de la crisis oportunidad, porque estamos necesitados de esa virtud que transforma crisis en oportunidades. Y que se quiten de en medio los tecnócratas y los políticos, que no hacen más que entorpecer su desenvolvimiento.
Amén
Es tarde, se ha hecho tarde para todo, estoy muy cansado, y me voy a permitir hacer una única concesión a la grada: no es posible dirigirse al mundo con un mínimo de intención de ser tomado en serio por los de otra mentalidad distinta, dando por sentada la exigencia de unas convicciones y de unas prácticas totalmente privativas de una institución o de un grupo minoritario.
Esto, además de disminuir la credibilidad del hablante, viene a indicar que es imposible ser justo sin la práctica activa y plena de una religión.
Si la entidad humana no está esencialmente pervertida -está más bien «desnuda» de una cosmovisión abarcativa de lo humano-, cosa que no recuerdo haber oído en catequesis, tiene que ser posible una honradez o justicia desnuda de “ayuditas” sobrenaturales…
PD.- Ahora bien, las cosas son como son.
O no…
Ya me he vuelto a quedar solo. Se ha pasado del «haced el bien, que Dios es Dios», al haced el bien que la naturaleza humana es la naturaleza humana. Joder con la naturaleza humana.
Y no por miedo, hay que hacerlo por amor, de lo contrario seguimos edificando ruinas. Venga, podéis ir en paz.
Y dado que algunos no van a entender, aclaro que no culpo a nadie de no creer esto o aquello, simplemente les responsabilizo por su beligerancia anticristiana, por haber contribuido a arrancar la fe al pueblo. Ahora predicad el utilitarismo si queréis, pero comprad una pistola.
Eso sí, Gérmanico. Hemos vivido una abundancia que nunca se repetirá. Ahora corremos el peligro de incurrir en los errores contrarios, si sucumbimos al darwinismo filosóficopedante según el cual el hombre es «libre» si se le desnuda de toda «fábula» antropológica y se le considera sólo en cuanto utilidad económica y política. A esto se apuntarán derechas e izquierdas porque a la hora de comer o ser comido no hay lorem ipsum que valga.
Son muchas las serpientes del árbol del Edén que tratan de vendernos su manzana envenenada.
Es un gran misterio cómo el vicio gana tantas veces la partida a la virtud. A mi se me ocurre, yendo a otros orígenes menos bíblicos que los de la serpiente y la manzana, que nuestros cerebros están moldeados por la selección natural para unos entornos en que las exigencias eran mucho mayores y los horizontes considerablemente más limitados.
Ya que estamos, a mí que me explican qué tienen de liberal (o de conservador o de progresista o de científicos) fines como estos:
Hay muchas maneras de dar por saco.
– Seducir a otros para que hagan, piensen o deseen lo que no les conviene.
– Pervertir criterios, personales o generales, difundir ideas o inculcarlas a sabiendas de que son indebidamente perturbadoras de la conciencia de los demás, para que se avengan a nuestros propósitos.
– Desorientar existencialmente a alguien, quitándole sus convicciones o recomendándole modos de vida o de acción menos productivos en cualquier sentido a aquellos que le motivan.
– Crear de condiciones objetivas que desmotiven o paralicen procesos producitvos…
Algo de rencor o envidia habrá, sin duda, porque no es cuestión de cociente intelectual ni de escrúpulos metodológicos. Ha de haber en juego, para que algunos se angosten den tal modo su capacidad de concebir otros modos de ser, otras posibilidades o probabilidades no reproducibles en un departamento de fisiología humana, factores emocionales, soponcos tempranamente padecidos y otras variables internas o introyectadas que condicionen y hagan proclive al escepticismo o al positivismo cerrado, ideologizado y agresivo, pues la visión «natural» aunque no ingenua de las cosas insinúa lo contrario. Hay gente que busca algo en los curas, no lo encuentra y decide que la culpa es de Dios.
Convertir a los otros u otras u lo que sean, por ejemplo, en un medio de satisfacción de las propias tendencias sexuales
como proyecto existencial cualquiera ve que es bastante soso
Precisamente, E, ayer hablaba con un amigo, alto ejecutivo comercial de una multinacional, sobre los directivos puteros. Él conoce a muchos, por su trabajo, y, hombre de costumbres austeras, como yo, los encuentra lamentables. No puede considerar otro cuerpo humano como un receptáculo de eyaculaciones, como un objeto al servicio de un placer efímero, y todas esas fiestas despilfarradoras le desagradan (igual que le desagrada que la empresa, por defecto, coja siempre los hoteles más caros, la clase bussines, etc, para sus viajes).
Yo le decía que para las personas que tienen un horizonte vital tan considerablemente limitado a sus tres o cuatro vicios y a un trabajo, era muy difícil abandonar el abismo de sus miserias. Nietzsche decía, en uno de sus brillantes aforismos- que sólo podía sustituirse un vicio por otro. Pero para Nietzsche las virtudes mismas nacían de un vicio transfigurado. Yo creo que uno tiene que tener un horizonte vital amplio, múltiples responsabilidades e intereses, y así resulta más fácil no depender de dos o tres cosas. Tener alternativas es la alternativa. La libertad, para un alcohólico, es beber de su botella. Así que para el alcohólico la libertad es su mayor esclavitud.
Dejar el deber por el placer, y el deber que redunda en el propio futuro o en las necesidades de los demás, pues desde luego parece destructivo, al menos para los otros (cuando menos es «irracional«..). (Convertir a los otros u otras u lo que sean, por ejemplo, en un medio de satisfacción de las propias tendencias sexuales puede ser perturbador. Hay quien no puede dejar que pase por su vida persona alguna sin tratar de seducirla; eso es una etapa de la vida que se pasa en la juventud… o quizá más tarde si tuviste una juventud frustrada desde el punto de vista social, pero como proyecto existencial cualquiera ve que es bastante soso, lo ve hasta el interesado).
No digo que el placer no sea placentero, ni que sea malo; digo, siguiendo con las perogrulladas, que indudablemente agrada pero que, además, se adhiere a la voluntad, polariza la atención en torno a sí y termina endureciendo a uno para sentir las necesidades ajenas, actuando así contra la objetividad debida. Ése es su mayor riesgo.
Está bien correrla de joven, igual que tampoco se critica excesivamente la inusitada beatería de ciertos vejestorios, pero si una persona se da al vacagordismo sin tasa, corre riesgo cierto de estrechar su campo de intereses, desarrollando conductas recesivas en el campo interacción social, y, en definitiva, riesgo de acabar enclaustrado en su subjetividad: exiliada del mundo real, y arrojada al planetoide de las fantasías. Y eso, vivir de fantasías, es incompatible con la objetividad, que es el fundamento «del bien».
Ser uno mismo, en el sentido de no limitar la prepotencia ni el capricho, libertaz entendida como rechazo de toda pauta común, a más de inviable, es personalmente nocivo e impide, además, la confianza mutua, la convivencia social y la producción y la gestión efectiva de los asuntos comunes.
La mayoría de las irregularidades, negligencias y desaciertos en la economía, la sanidad, los transportes…son consecuencia de una especie de regresión inmadura de nuevos ricos, justificada por la desmodulación lúdica de las conductas. Hemos venido viviendo en una sociedad consumista de gente a medio hacer, por no decir deshecha y de ahí convertida muchas veces en desechos: incongruentes, blandos, incapaces de atención a algo que no sea su ombligo y, sobre todo, excesivamente pasivos y egocéntricos, prisioneras de su propia burbuja fantástica y narcisista; todo ello fomentado por la ingestión de sustancias que provocan el reblandecimiento de la personalidad, la flotación mental (semi)permanente y la relajación de los esquemas lógicos, eso ya de por vida.
La vida NO era eso y ser liberal, para quienes lo sean, no es incompatible con denunciar planes de vida manifiestamente absurdos.. Todavía seguiremos padeciendo las consecuencias un tiempecito, pero dado que la sociedad española está cambiando ya de ciclo cultural, habrá que serenarse un poquitín: “dry sorrow dries our blood”, como escribió Fulano.
ZP es peor soñando despierto que soñando dormido. ¡¡¡Casi mejor que estuviera siempre de siesta!!!
Ains!!! Qué gran verdad!!!
Lástima de no encontrar ahora un artículo de hace tiempo (bueno, lo mismo era un ensayo…) que decía básicamente que las pequeñas virtudes son las que se trasladan luego a los grandes actuaciones sociales. Es decir, unas personas que no son caritativas no podrán formar una sociedad solidaria… Aquí se mete la industriosidad o lo esforzado de las personas y sale por el otro lado una sociedad próspera…
Pero díselo tú a nuestros grandes líderes!!!