Un ritual tal como el enterramiento, en la prehistoria, me hace pensar en dos cosas. Una, en la necesidad que tendrían los primeros enterradores de quitar de en medio una fuente de infecciones y malos olores. Otro en que para estos quitar de la vista el cadáver de sus seres queridos precisamente metiéndolos bajo tierra debía significar algo muy profundo. Querían perderlos de vista de este mundo, perder de vista su descomposición física, y mantener en su mente la imagen viva de ellos. Quizás considerasen, quienes enterrasen, que la entrada al más allá estaba precisamente en la tierra.
Parece que los Neandertales enterraban ya a sus muertos. Sin embargo su capacidad simbólica y para el lenguaje es puesta en entredicho por su aparato fonador, aparentemente no adecuado para el habla. Como sugería antes la religión pudo surgir con el lenguaje. Para algunos autores los Neandertales sí disponían del mismo. Steven Mithen, por ejemplo, da a entender, apoyándose en muchas pruebas, que tenían un protolenguaje de gran musicalidad. Sólo podemos hacer conjeturas sobre lo que sentían los Neandertales al enterrar a sus parientes, en qué creían y cual era su capacidad de manejar símbolos y comunicarse. Sí sabemos que la gran explosión del pensamiento simbólico, repleta de manifestaciones en herramientas, esculturas y pinturas, se dio con nosotros, hace solamente unas pocas decenas de miles de años. Muy probablemente cuando un Homo Sapiens enterrase o quemase a sus muertos lo haría creyendo que la tierra o el fuego serían, de alguna manera, la puerta al más allá. Ya de paso, y como resultado quizás ni previsto ni pensado, purificaría el ambiente.