Si no le brinda una explicación sencilla, con elementales relaciones de causa-efecto, sentido y finalidad, con agentes intencionales buenos y malos, y todo dentro de un marco coherente proporcionado por la unidad del yo en tiempo y espacio y su carácter trascendente, sencillamente no le comprenderá, e inventará su propia historia. Esto nos dice algo sobre la naturaleza humana.
Cuando no sabemos cuál es la ley subyacente a un fenómeno o conjunto de fenómenos interpretamos con las evidencias disponibles, conjugando datos con suposiciones (sobre este punto son interesantes los experimentos con pacientes de cerebro dividido de Michael Gazzaniga y la hipótesis de este último sobre el intérprete). Buscamos además respuestas, somos inquiridores natos, y especialmente nos interesan las referidas al sentido del todo y la coherencia de sus partes. Disponemos de algunos mecanismos innatos de interpretación de fenómenos, que toman forma en un lenguaje de la mente o mentalés, y que inevitablemente impregnan la lengua con la que nos comunicamos unos a otros significados. Estos mecanismos son adaptaciones, puesto que existen en función de una realidad exterior invariante (leyes de la física, de la química y de la biología interiorizadas). Son, como expone muy bien Steven Pinker en su última obra, la sustancia del pensamiento.
Así, tendemos a inventar nuestra propia historia, o a creer la que algún otro, con ascendiente sobre nosotros, nos proporcione, siempre y cuando esta encaje dentro de las categorías elementales de nuestro pensamiento.
A través de las sucesivas generaciones humanas en las que ha existido el lenguaje, muchos padres han tenido que comunicar a sus hijos la muerte de la madre. Podría haber existido una historia originaria, narrada por un padre o inventada por un hijo, aunque esto parece improbable. Sea como fuere la historia o el conjunto de historias inventadas no podían decir algo muy distinto de esto: la madre ya no estaba con ellos porque había tenido que marcharse a otro lugar. Dicho lugar tenía necesariamente que ser un lugar mucho mejor que nuestro precario y peligroso mundo, puesto que a la persona amada no podía imaginársela siquiera en un sitio inhóspito, y más tras todas las penalidades sufridas aquí. Debía asimismo haber sido llamada, la madre, por un poder superior, no cabiendo imaginar que su marcha hubiera sido voluntaria, dada la fortaleza de los lazos sentimentales que le ataban a su hijo en particular y a su familia en general. Tal poder superior gozaba de razones superiores, muy por encima del entendimiento humano.
A partir de un rudimento de explicación trascendente se iría creando una gran historia sobre nuestros orígenes, razón de ser y destino, en la cual nunca se perdería de vista el yo como agente intencional, centro de un universo y ser trascendente, ni el bien y el mal como los polos entre los que oscilaría el alma inmortal. La tradición oral, método de comunicación fiel de cortísimo alcance, convertiría una narración sencilla en una épica sublime. No otra cosa sucedió con los Cantos Homéricos. No alcanzaron su forma canónica hasta mucho después de empezar a ser cantados, y para entonces los seres humanos reales sobre los que se basaba se habían convertido en grandes héroes, dioses y semidioses. Hasta que la escritura no se impuso como sistema de comunicación de cultura intergeneracional, de forma notable en el Renacimiento con la máquina de Gutenberg, la tradición oral creó mitos a sus anchas. Hay que decir, además, que cuanto menos se conoce más se suplen los vacíos de conocimiento con la imaginación. Así, en los nodos humanos de la transmisión de cualquier información, los datos aportados por el intérprete y narrador transformaban por completo la historia. Un punto importante aquí es que cuanto mayor es la ausencia de conocimiento mayor es el juego de imaginación y a menos restricciones está este sujeto, puesto que se conocen mucho peor los límites de la realidad. Cualquier cosa parece posible, cualquier cosa es posible.
Con el tiempo la religiosidad era un fenómeno cultural organizado e institucionalizado en religiones, que representaban a los pueblos que las profesaban, siendo una de sus más idiosincrásicas señas de identidad. Surgieron así primero los chamanes, institución unipersonal, y después las castas sacerdotales, en sociedades urbanas más complejas y masificadas y con mayor división del trabajo. Estos eran, cada uno en su nivel, los intérpretes profesionales de las verdades reveladas por los dioses.
Más evolucionadas las religiones, más evolucionadas la sociedad y el espíritu humanos, pudieron surgir religiones no trascendentes, o con una trascendencia muy limitada, como la budista, así como otras que agregaban tradiciones religiosas dispersas y reducían panteones a una deidad única y todopoderosa, como la judía.
En esta narración que les brindo, no otra cosa es, he hablado de la muerte de la madre. Podría haberlo hecho de la del padre. Salió de caza y jamás volvió. Pero he considerado que la figura de la madre, al ser fundamental para un niño en desarrollo, debía ser el centro de la historia.
Debo añadir que la vida es riesgo, o, como dice la frase popular, donde está el cuerpo está el peligro. Tanto más cuanto más nos remontemos en nuestra historia primero y en nuestra historia evolutiva después. El sustento hay que salir a buscarlo, no viene a nosotros.
Y yo lo que digo es que dicho deseo de búsqueda nace de nuestro instinto de supervivencia. Si todos los que hubieran realizado una empresa arriesgada tuvieran la absoluta certidumbre de que iban a morir en ella, mucho más de la mitad se habrían dado la vuelta.
La pirámide de Maslow suele ir en orden, pero no necesariamente. ¿Cuánta gente a lo largo de la historia ha puesto el primer escalón en peligro (o directamente no lo ha satisfecho) por escalones superiores? No son ni un caso, ni dos, sino que la historia está llena. ¿Por qué hay gente que escala una montaña por el hecho de hacerlo a pesar de saber que tiene posiblidades muy serias de morir (en el caso de determinados picos)? ¿Por qué hace miles de años hubo hombres que cruzaron los océanos para llegar a no-sé-sabe dónde, cuando no se sabía si había algo más allá? Puede que en algunos casos por necesidad, pero en otros por curiosidad, por reto, no existía ninguna necesidad fisiológica. ¿Por qué estamos empeñados en explorar la Luna, Marte, las estrellas cuando es algo que no nos aporta nada, ni satisface ninguna necesidad, ni probablemente lo hará nunca?
Hay decisiones que vienen marcadas por necesidades fisiológicas y otras que no, son simple deseo de búsqueda, de superación o por curiosidad. No todo viene marcado por el deseo de sobrevivir. Y en esa búsqueda es realmente donde ciencia, filosofía y religión tienen su origen, aunque luego hayan desarrollado un cuerpo más complejo y rico hasta llegar donde se sitúan hoy en día.
Y yo creo que esa curiosidad, ese deseo de comprender la lógica y el sentido a lo que le rodea, nace de la necesidad, de cómo estamos hechos. Y ningún escalón de la pirámide de Maslow se sube sin llevar incorporados los mecanismos que nos hicieron superar los más bajos. El deseo de sobrevivir, unido al deseo de conocer y al deseo de sobrevivirse, de superar la muerte, de trascenderse, que parten del mismo, están en la base de cualquier pirámide psicológica que nos inventemos. Sin esa base no podríamos subir a ningún cielo, ni con la imaginación ni sin ella. Será una Torre de Babel sobre arenas movedizas.
Bueno, veo que en algunas cosas sí estamos de acuerdo en el sentido de que preguntamos porque demandamos respuestas, aunque yo no sólo diría que porque las necesitamos (en la definición más estricta de la palabra) sino que también porque simplemente tenemos curiosidad.
Desde luego en una sociedad inmortal habría necesidades distintas, pero otras serían exactamente iguales, ya que el hombre no sólo busca satisfacer cuestiones fisiológicas, sino que tiene otras inquietudes (por ejemplo el resto de escalones de la pirámide de Maslow). Y ahí segurían surgiendo preguntas y en el primer ¿Por qué? que se plantease volverían a aparecer ciencia, filosofía y religión. Sí seguiría existiendo escasez o precariedad, pero simplemente no afectaría a la supervivencia.
No es necesario creer en la inmortalidad para querer enterrar a los muertos. El simple sentimiento de lástima basta, no es nada agradable dejar «tirado» a un familiar/amigo/conocido. Es una forma que tenemos nosotros mismos de autoconsolarnos dando dignidad a lo que queda de nuestro amigo/familiar/conocido. Ojo, no niego que un enterramiento paleolítico pueda tener sentido religioso (cosa que de hecho creo que lo tenía), pero creo que tiene la misma categoría que las venuses o determinadas pinturas rupestres. Es decir básicamente lo que creo es que la religión no surge ni de una superstición ni de una mentira piadosa, ni del hecho de morir, sino de un fenómeno mucho más amplio, y es el hecho de que el hombre quiere ver la lógica y sentido a tanto lo que le rodea como a sí mismo. Y es uno de los caminos que tiene para explorar (junto con la filosofía y la ciencia).
En una sociedad de seres inmortales, Pérez, no habría necesidad tal y como nosotros la experimentamos, dado que tales seres no experimentarían la precariedad, la escasez, los límites que son inherentes a nuestra condición. Creo que si especulamos con una sociedad de esa índole atribuyendo a sus miembros nuestras mismas apetencias o deseos estamos incurriendo en un grave error. Y vuelvo a lo que dije en el comentario anterior: preguntamos porque demandamos respuestas, y las demandamos porque, en última instancia, las necesitamos.
En tu enfoque areligioso de los enterramientos, así como en el que haces de dicha sociedad ideal de seres inmortales, percibo el toque de una racionalidad pura. Se proyecta en dichos seres «perfectos» y en nuestros imperfectos antepasados una razón que inquiere sin partir del cimiento de nuestra razón y motor que nos mueve a preguntar, que no es otro que la necesidad.
Si nuestros antepasados enterraron a sus muertos, si los querían tanto que no querrían verlos devorados por bestias, tal como tú sugieres, es porque creían en ellos como agentes dotados de intención, conscientes, dignos, como yoes que trascendían la pura materia. Y si les enterraban lo hacían con esa mentalidad trascendente, que, con casi total seguridad, vendría acompañada de creencias en otros mundos superiores.
Se han tocado varios temas, pero veo ciertos aspectos que no me terminan de cuadrar.
Un cadáver no puede moverse grandes distancias en el paleolítico por su peso, y la inexistencia de caminos o de la rueda, así que la alternativa de tirarlo a la sima de los huesos o a un desfiladero sólo sería viable en un muy bajo porcentaje de casos. Por ejemplo, vivo a menos de 200 m de un asentamiento neandertal, pero, al menos, en 10 km a la redonda no existe ningún desfiladero, barranco o similar. El enterramiento constituye la forma más simple en cualquier caso de «disponer» de un cadáver. Dejarlo a las bestias sería simple pero tendría dos inconvenientes: el emocional (no es precisamente agradable ver como un animal devora a un compañero), y la inseguridad (existiría un riesgo de que el cadáver atraiga a bestias al lugar donde vive la tribu). Por tanto no puede suponerse que empezase por motivos religiosos.
Y suponer que la religión surge de la superstición sigue sin cuadrarme, al igual que tampoco lo hace el hecho de que pueda salir de una «mentira piadosa». En todo caso la superstición puede explicar ciertos rituales de determinadas religiones, pero no la búsqueda de significados que subyace tras todo esto. No nos olvidemos que en todas las religiones subyace como pregunta común «¿Por qué?» (al igual que en la ciencia o en la filosofía) independientemente de su «corpus jurídico», rituales, moral o dogmas. El origen real se situaría en el momento en el que el primer hombre se hizo dicha pregunta y empezó a buscar respuestas (acertadas o equivocadas, ése sería otro tema). Y estas preguntas no sólo incluirían la vida y la muerte, sino el origen último de todo o de los simples hechos cotidianos. Por eso digo que en una sociedad inmortal también hubiese surgido porque también la gente se formularía ese «¿Por qué?», con lo que igualmente surgiría no sólo la religión, sino la filosofía o la ciencia.
jeje cierto ^^
Tengo la sensación Rojirigo, que eso que dices es lo que da a entender Pérez, pero desarrollado. De lo que yo hablo es de lo que, en mi opinión, subyace a todo eso. Buscamos patrones para sobrevivir, somos el animal simbólico. Pero ante el gran problema, ante la gran certeza -como la llamaba un personaje del Bastardo Recalcitrante- buscamos respuestas con mucha mayor avidez, y damos las que tenemos a mano (de entre las evidencias de las que disponemos y nuestras inferencias más o menos lógicas). No otra cosa dije yo, no otra cosa has dicho tú.
Valorar la vida propia y la ajena y tratar de darle explicacion asi como a la muerte misma, como principio de la religiosidad me parece que tiene sentido, aunque me inclino un poco mas al animismo como resultado de las supersticiones, de alli a la abstraccion de lo desconocido usando figuras conocidas y familiares mas como primera causa de Religiosidad.
Recorde el experimiento de las palomas supersticiosas de Skiner,
en el cual cae al azar alimento para paloma, pero si la paloma habia hecho un movimiento como inclinar la cabeza en el momento que cae el alimento, cree que moviendo la cabeza aparecera nuevamente alimento y lo hace repetidamente, y como tarde o temprano cae mas alimento crea la supersticion de que si mueve la cabeza le caera alimento, reafirmandolo por repeticion ya que sucede por lo mismo de su creencia. Me parece primario las asociasiones de lo que sale de nuestro control a superticiones, de alli a abstraccion y simbologia con figuras y acciones familiares, como animales, personas, dandoles razones y sentimientos similares a los propios como varias culturas politeistas, asociando fenomenos naturales con dioses con formas animales o hominidas, y retroalimentandose con lo que se inventa nuestro cerebro otorgando la coherencia que necesitamos y de la que habla Steven Pinker. Con principios supersticiosos y dandole sentido a todo, de alli en adelante evolucion de pensamiento y supersticiones mas y mas evolucionadas relacionadas con filosofia y complejidad creciente, entre mas sabemos conocemos mas cosas que no sabemos y nuestra interpretacion supersticiosa de la realidad es mas elaborada, y cada vez mas acorde con la realidad.
Es cierto, pero para limpiar no haría falta enterrar (aunque enterrar sea bueno para ese fin). Podrían tirarse los cuerpos por un acantilado, a las bestias, o en la Sima de los Huesos. Y no veo ninguna razón emocional para enterrar que no sea la que he expuesto. La tierra debía de significar algo para aquellos hombres. Enterrar es ocultar de la vista, tanto de los hombres como de los depredadores. ¿Pero para qué quitar de la vista, y a un tiempo salvar, un cuerpo que ya no tiene vida, y, en un mundo no trascendente, ningún valor? Lo más económico es tirar el cuerpo para que den cuenta de él los carroñeros.
Los enterramientos estuvieron cargados de simbolismo desde el principio (ya el simple hecho de enterrar encierra un profundo significado, aunque solo podamos conjeturar cuál era entonces). La suntuosidad de la que hablas sería, como señalas, algo más cultural que otra cosa. Cuanto mejor se pudiera expresar el sentimiento a través del ritual y cuanto más desarrollada fuera la sociedad y más poderoso y querido el muerto, tanto más suntuoso sería el enterramiento. Pero el simbolismo nuclear, originario, que es del que yo hablo, estaba allí desde el principio.
Una sociedad de seres inmortales no es precisamente el lugar en el que nos ha tocado vivir, ni el grupo del que nos ha tocado formar parte. Como seres vivos que somos, producto de una larga evolución que nos dio forma física y mental, tenemos un instinto de supervivencia (del que más arriba habló Jonsy) que nos mueve tanto a evitar los peligros como a buscar las oportunidades. Nuestro deseo de conocer, nuestra ávida curiosidad, es el mecanismo cognitivo que nos mueve a sondear el entorno en busca de oportunidades permanentemente. Este nos hace formularnos las preguntas fundamentales, y dentro de estas, la más importante es qué hago aquí, de dónde vengo y qué puedo proyectar en el futuro, a qué debo dedicarme. ¿Quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos? Pero en el otro lado de nuestro afán de supervivencia, en lo que atañe a evitar los peligros y las situaciones potencialmente peligrosas, tanto para nosotros como para los miembros de nuestro clan, con los que compartimos muchos genes, hay algo que nos impulsa tanto a preguntar como a quedarnos con las respuestas más confortantes, que sirvan para reforzar los lazos grupales, la sensación de seguridad y de continuidad, el sentido del yo…etc. Ante el limite que representa la muerte propia y de los seres de los que emocionalmente dependemos más, surgen preguntas y respuestas que fácilmente pueden transformarse en una religión. No veo que otra cosa podría hacer surgir la religión, francamente.
Sigo sin ver el razonamiento. Si las pinturas rupestres o las Venus se pueden corresponder con otra cosa, los enterramientos también, no tienen por qué responder a un motivo religioso, sino a cuestiones sanitarias, emocionales o económicas (un enterramiento es mucho más fácil de realizar que una pira funeraria, por ejemplo). Los primeros enterramientos más suntuosos son posteriores y, como sucede hoy en día, tampoco tienen que estar necesariamente ligados a fenómenos religiosos, sino a señalar el status de un miembro dentro del grupo por parte de la persona que ocupa su lugar.
Sigo sin ver el motivo por el que el motivo de la religión se encontraría en la consciencia de la muerte, sino más bien en la búsqueda de los porqués. En una sociedad de seres inmortales no veo el motivo por el que no se formularían las mismas preguntas.
Pérez,
La relación entre pinturas rupestres o las esculturas de las primeras Venus y religión no está clara del todo. Yo supongo que sí la tendrían, que formarían parte, como representaciones, de rituales diversos. Ahora, no podemos deducir, a partir de estas evidencias materiales y simbólicas, si en las creencias que acompañaban a dichos rituales habría o no otras vidas. Los enterramientos, de los que hablo en otro post, sí invitan a creer en creencias en algún tipo de más allá. Aún así, y perdona que me pierda cada vez más en las brumas del pasado, el origen de la religión podría estar mucho antes, siendo estas expresiones artísticas, además, parte de un conjunto de expresiones de la cultura y la religión del que ha quedado poco reflejo arqueológico.
Ateniéndonos a nuestra naturaleza no se me ocurre otra explicación para el origen de las religiones que la consciencia de la muerte, o, como dice Juano, de forma más amplia, de nuestras limitaciones, mezclada con el deseo de dar una explicación plausible y emocionalmente satisfactoria de las circunstancias y hechos de la vida en la sociedad humana y en la naturaleza, y con el poder comunicador que otorgaba el lenguaje simbólico.
Tampoco veo que en este caso el consuelo de los niños sea el motivo de aparición de las religiones, ya que, por los restos encontrados, estaban más relacionadas con la consecución de alimento (pinturas paleolíticas) y la fecundidad (las venus paleolíticas).
Pérez, creo que partimos de una confusión, y es que yo hablo del origen de la religión, algo que sucedió mucho antes del Pentateuco y de cualquier texto escrito. De todo eso que expones algunas cosas las conocía, otras no, y es muy interesante.
De las religiones no trascendentes si hablo, como algo que surge con posterioridad, tras una evolución cultural y acaso espiritual. En cuanto a lo otro que dices, aunque no soy experto en religiones primitivas, no creo que sea la norma.
El fallo es que las religiones no transcendentes son las primeras en muchos casos. Si miramos el judaísmo el todo el Pentateuco no aparece la resurrección ni la vida futura ni una sóla vez. De hecho empieza posteriormente a mencionarse el concepto seol (o sheol) en Salmos, Job o Macabeos, pero es un destino sombra del mundo actual que se puede considerar como un infierno donde van justos e injustos y que es sombra del actual. De hecho ni siquiera algo aceptado por todos los judíos. En la religiones griegas y romana, el Hades no era universalmente aceptado, se contemplaba en muchos casos como una existencia peor y en otros casos sujeta a un fin tras el cual venía la muerte absoluta. Por tanto no se puede hablar de transcendencia absoluta. El mismo budismo no reconoce explícitamente la existencia de un alma eterna. En la misma mitología nórdica se preveía que la práctica totalidad de dioses y hombre perecerían en una batalla final contra las fuerzas del caos.
Y en las religiones trascendentes tampoco sería válido el concepto ya que para muchas el alma tiene más probabilidades de acabar en un lugar de castigo que en un lugar de recompensa.
Por eso digo que explicar la religión por dicha causa lo veo muy débil. Máxime para explicarlo en religiones «reveladas» donde no se parte de una filosofía, sino de una serie de personas a las que se les ha «revelado» la verdad.
Algunos, Rojirigo, verdaderos reduccionistas, se empeñan en quitar trascendencia a lo trascendente, con una finalidad política ateísta, consciente o no. El fenómeno religioso es digno de estudio desde la evolución, la neurociencia, la antropología, la psicología….y nos enseña bastante sobre la naturaleza humana. Aunque sólo fuera por eso merecería un respeto (no voy a decir veneración).
Juano, las 16 horas han mantenido tus neuronas muy activas, muy vivas, ya sabes que el uso hace la función, así que tu mente funciona muy bien -dentro de las humanas limitaciones- tras esas 16 horas. Es claro que se ha producido una evolución en el fenómeno religioso que ha dejado al hombre cada vez más sólo frente a Dios (en el caso del Islam para subyugarle, en el del Cristianismo para darle libertad y conciencia).
Gracias a vosotros.
Es innegable la relación muerte-religión. Pero creo que es sin más es una visión incompleta. La relación general creo que sería limitación humana-religión, siendo la muerte la mayor de las limitaciones. Creo que es el contraste entre la perfección que nos rodea contra nuestras limitaciones la que nos hace conscientes de nuestra pequeñez y de la grandiosidad que abarca el conjunto total del que formamos parte.
Por eso las religiones más primitivas son más reguladoras para con el individuo y desarrollan más los temas de la limitaciones: el chamán que vuela saliendo de su cuerpo, los ángeles, las premoniciones (limitación temporal), etc…
Sin embargo el mero hecho de ser capaces de ver nuestros límites y captar la perfección que hay tras la creación engrandece al individuo, le permite superarse e ir en pos de esa esencia pura. De ahí que las religiones más avanzadas sean más liberales, menos gregarias y alcancen una complejidad y profundidad místicas en las que nada ni nadie se interpone entre la persona y Dios. Las limitaciones pasan a segundo plano -no irrelevante- y toma mucho más peso las capacidades.
Esa es la gran diferencia entre Islam y Cristianismo. Mientras el primero considera al individuo incapaz y hay que regularle en todo lo posible, en el segundo lo que cuenta sobre todo es la conciencia de cada uno y cómo explote los talentos que ha recibido.
En fin, dada la hora y el embotamiento que traigo tras una jornada de dieciséis horas espero haberme explicado, por lo menos, regular 😉
Gracias por ayudarnos a exprimir las neuronas Germánico.
Tan interesante como siempre, tus reflexiones Germanico, me dejas muchas cosas en que pensar…
Gracias ^^, es como si le dieras coherencia e integridad a ciertas ideas que siempre me han divagado cerca y tengo cierta afinidad.
jeje muchas gracias, ademas la mesura de lo trascendental siempre sera digna de estudio asi nunca llegemos a comprenderla…
¡Tanto trabajo, Pablo, que dudo que algún día lo culminemos! (y menos con éxito)
Gracias por tus palabras Germánico. De acuerdo estoy también contigo en cuanto a tu concepto biológico de la maternidad se refiere, lo que critico del dogma feminista, es que la desdtrucción de la paternidad conlleva la posterior destrucción de la maternidad, cosa que las feministas niegan. Se bastan solas. Y es que eso de creerse diosas de la vida, les lleva a sacralizar sus ideas… en este caso de la forma más hembrista posible.
…y dado que estábamos hablando de religiones e ideas religiosizadas, me pareció conveniente ironizar una crítica al repecto del feminismo apoyándome en las últimas palabras de tu texto. Pues si hay algo que tengo claro, es no aceptar por principio idea alguna que se sacralice. Somos así de raritos los que nos hemos educado en el pensamiento científico.
Recibe un cordial saludo Germanico… nos queda mucha tarea por delante en lo que a desenmascarar a los antiguos brujos y modernas brujas se refiere.
Pablo el herrero
¿Cuál de las cosas que me ha dicho?
Germánico lo que te ha dicho Pérez es cierto (y mis posts de Debate21 se han ido a tomar por…).
Hola Jonsy,
El instinto de supervivencia se expresa en todos estos instintos que comento. Es la raíz desde la que brotan todos los tallos sentimentales que se elevan al cielo, a cualquier cielo, como asíntotas. El niño necesita una madre que cuide de él, así como una razón emocionalmente significativa por la que no lo hará, en lo sucesivo. Nuestro discurso, de cara a la galería o interno dentro de nuestro cráneo, es una herramienta al servicio de nuestros imperativos biológicos. Es una forma de manipulación y de dotación de sentido. La verdad es, ante todo, algo pragmático, y lo pragmático algo biológico, con independencia de que la verdad esté ahí fuera.
Aunque interesante, creo más sencilla una explicación mucho más biológica para la «trascendencia» de muchas religiones: El propio instinto de supervivencia.
Todos los seres vivos nos enfrentamos a la inevitabilidad de la muerte. Todos luchamos contra ella: descendencia, tanto biológica como «material» («Que vuestra huella quede en la tierra», que decía Baden Powel, fundador del Movimiento Scout). La trascendencia, la vida del «más allá» puede ser perfectamente concebida como un medio más de que dispone el hombre para evitar la muerte. Algunos incluso delegan su instinto de supervivencia individual a la supervivencia como grupo (Estado, socialismo, y demás hierbas).
El caso es sobrevivir. Como sea. El padre que le cuenta la historia del viaje a su madre no está sino enseñándole que la muerte no es el final, que él también puede sobrevivir.
Con independencia de si Dios existe o no, lo cierto es que seguimos siendo animales. Y ningún animal quiere que su paso por la vida quede sin continuidad
Tocas varios temas, Pablo, en mi opinión enlazándolos muy bien y tratándolos con bastante acierto: religión/ciencia, religiones que fomentan o admiten en su seno la libertad frente a las que no lo hacen, choque de civilizaciones, feminismo….
La muerte de la madre fue en nuestro pasado, es hoy y será siempre mucho más significativa para un niño en desarrollo que la del padre. Es un hecho biológico y nuestra mente ha evolucionado con ese vínculo mamífero.
Germánico, enhorabuena por tu magnifico texto. Sí, es cierto, la religión existirá mientras exista la muerte, es hija de ella. Ella nos explica lo que no nos puede explicar la ciencia. Pero para los que somos creyentes, si bien sabemos que la religión no puede ser hija de la ciencia, si ponemos como condición para respetarla, que su discurso respete el pensamiento científico… y por tanto, un escrupuloso respeto a la libertad de pensamiento del individuo, pues sin dicha libertad de pensamiento, no sólo es imposible la ciencia, es imposible el respeto por la persona.
Una religión, como constructo sociológico (perfectamente expresada por ti la evolución antropológica del concepto religión), es defendible cuando éticamente respeta la libertad de pensamiento y no se opone en sus dogmas al pensamiento científico. La ciencia y el pensamiento científico no están para demostrar si Dios existe o no (eso refiere al ámbito de las creencias individuales), sino para refutar las teorías a partir de las cuales dichas religiones concluyen la existencia de Dios, que es distinto.
Hoy por hoy, la única religión que respeta en el individuo su libre pensar y deja la puerta abierta a los avances de la ciencia, es la judeocristiana (es hija y coetánea del devenir de la cultura grecorromana). Sería conveniente no olvidarlo cuando de defender nuestra civilización se trata; pues está siendo gravemente amenazada por otras civilizaciones que tienen como base a religiones que legitiman la persecución a la libertad del pensamiento individual y por tanto, a todo avance de la ciencia que ponga en entredicho sus dogmas religiosos. Me refiero en concreto al islam (pues las llamadas religiones pseudoesotéricas occidentales no representan peligro alguno para nuestra civilización).
Ya sabes, para el islam el corán es recitable, en tanto que para los judeocristianos, la Biblia, la Torá, los Evangelios, son interpretables. El corán define a su dios, en tanto que la Biblia, es un relato histórico del devenir de nuestra civilización, a partir del cual vamos conformando evolutivamente nuestra idea de Dios. Es decir, Dios no esta hecho (como afirma el islam), lo hacemos nosotros (desde nuestra libertad de pensamiento) con nuestro devenir. En otras palabras, lo que para un islámico es la seguridad (alá), para un judeocristiano es la duda (Yahvé). Es decir, par un islámico su dios decide por él, en tanto que para un judeocristiano, él decide ante Dios.
En dos palabras, islam – judeocristianismo, esclavitud versus libertad. ¿Qué importa la muerte Germánico, si “el más allá” lo escribimos nosotros… del mismo modo que a través de ciencia estamos desde nuestra libertad escribiendo “el más acá”?
¡A por cierto!, ha sido muy güay, tu última aclaración sobre la muerte de la madre. Ya sabes, te puede leer alguna que otra ideologa de las ciencias del género y tacharte de machista. Ellas están acostumbradas a matar al padre (es el principal objetivo de su religión feminista, por aquello de que paternidad y patriarcado da igual que da lo mismo)… pero eso de matar a la madre, incluso simbólicamente, podría (vía dogma feminista), ser definido tu texto como una forma de maltrato (que maltrato, ¡asesinato!) a la media humanidad femenina. ¿Te figuras tu texto escrito por una feminista pidiendo perdón al final del mismo por haber puesto de ejemplo la muerte del padre?
Repito germánico, hermoso texto, te animo a que sigas escribiendo sobre ello, pues tenemos en el presente siglo XXI dos grandes desafíos intelectuales: no permitir que desde fuera occidente sea vencido por el totalitario islam, y dentro de occidente, vencer a las ideologías religiosizadas, esas que se sienten sentadas sobre «la verdad» (léase marxismos y feminismos del género).
Animo en tu lucha
Pablo el herrero
Aunque de ser la norma habría que preguntarse cómo pudo surgir en nuestra mente un más allá desolador, si este era la concepción originaria o una derivación, cómo podría haber surgido una religiosidad así, fundada, cabe suponer, principalmente en el miedo, y a qué función servía en la sociedad y para los individuos.
Hola Pérez,
De las religiones no trascendentes si hablo, como algo que surge con posterioridad, tras una evolución cultural y acaso espiritual. En cuanto a lo otro que dices, aunque no soy experto en religiones primitivas, no creo que sea la norma.
Demasiado pillado por los pelos. No explicaría el porqué de religiones donde no existe otra vida. Es más, en la mayoría de religiones primitivas donde se reconoce la existencia de otra vida, ésta no sólo no es mejor, sino que a veces es incluso peor.