Los Budas de Bamiyán, las Torres Gemelas. Marzo y Septiembre de 2001. Dos símbolos, de la quietud y de la inquietud, de la espiritualidad y del materialismo, del arte y del negocio, de lo ancestral y de lo moderno. Dos pares. Dos gigantes. Dos culturas. Dos enemigos del totalitarismo islámico, el de los Talibanes y Ben Laden, el de la Yihad afgana que destruye dentro y fuera de las fronteras de Afganistán.
El Budismo es el plácido lago de San Manuel Bueno Mártir, el Capitalismo el impetuoso río de Heráclito. Ambos insufribles para un histerismo que cree ser el camino a la paz definitiva. Ambos agua, estancada o en movimiento, que podría apagar el fuego que consume por dentro a los fanáticos.
Los Budas permanecían en una quietud imperturbable. Las torres gemelas estaban llenas de inquieta vida en movimiento. Con los primeros avisaron con anticipación, con las segundas atacaron por sorpresa. En cada caso el mejor modo de hacer daño.
Los Talibanes tenían fiebre ludita con los televisores o las radios, pero no con las metralletas ni con los tanques. No querían que nadie grabase la caída de los Budas. En cambio Ben Laden quiso que todo el mundo asistiese en directo al colapso de las Torres.
Un periodista de Al Yazira grabó la explosión que destruyó las enormes figuras. Decía que lo hizo arriesgando su vida, dado el odio Talibán a las cámaras. Sin embargo poco tiempo después Al Qaida sacaba un calendario con fotos de las explosiones y los consiguientes derrumbes. La esquizofrenia islamista yihadista se mostraba en todo su esplendor. Se trataba de otra maniobra de publicidad, y parte de ella consistía en decir que no se quería publicitar por principios espirituales.
El periodista de Al Yazira lamentaba el ataque contra las magnas reliquias, pero a un tiempo se regocijaba de poder grabarlo. Afirmaba que los Talibanes habían sido presionados internacionalmente, y que de esa forma se hacían oir. Al mundo no le importaba lo que pasaba en Afganistán, solamente se preocupaban por unas vetustas estatuas. Claro que los Talibanes no eran muchachos cándidos y bondadosos precisamente, y la pobreza y atraso de su pueblo no cabía atribuirlo a una indiferencia mundial, ni cósmica.
Ahora hay un arqueólogo de por allí buscando un tercer buda, de mucho mayor tamaño, que por lo visto está enterrado en el Valle. Decía este arqueólogo que durante muchos años se había estado expoliando el patrimonio cultural de Afganistán, claramente aludiendo al colonialismo y a Occidente. Al final, entre sollozos, soltaba: «por mucho que lloremos nadie nos devolverá a los Budas». ¡Vaya, amigo!….tras tanto expolio y al final los que destruyen el patrimonio artístico de Afganistán son los autóctonos.
Afganistán fue el lugar en el que los dos grandes totalitarismos se pasaron el testigo. Los soviéticos hicieron allí su última tentativa imperialista. Los musulmanes crearon la yihad, que luego sería global, y Ben Laden elaboró la base de datos que luego sería Al Qaida (Base de datos en árabe).
Con el cambio de siglo y milenio en nuestro calendario comenzó la ofensiva definitiva del Islam contra Occidente.
Ahora representa una seria amenaza para la libertad en el mundo. Pues si la montaña no va a Mahoma parece ser que Mahoma si irá a la montaña…..a destruirla. No sabe hacer otra cosa.