Schrödinger se preguntaba ¿qué es la vida?, en ese momento en que tantas vidas se sacrificaban voluntaria o involuntariamente en los altares del totalitarismo, es farsa pseudoreligiosa y relativista. Ya asentados los fundamentos matemáticos que explicaban, mal que bien, el sorprendente comportamiento de la materia, quedaba por explicar, desde la física, la materia viva; labor que el físico confesaba difícil, pero no imposible. Al final del camino solo había física y química, se decía y nos decía, y solamente había que recorrerlo.
Schrödinger apostó por la termodinámica de los procesos biológicos. La termodinámica es la rama de la física que Einstein calificó de Teoría perfecta. Uno de los más excelsos representantes de tan perfecta teoría, Boltzmann, cuyas ideas sedujeron a Schrödinger hasta el punto de orientar su interés a la física, se suicidó, se quitó la vida, por su afán de perfección no colmado.
Descartes no debió decir Pienso luego existo sino Siento luego existo. Pues la vida es la vida sintiente. Desde el animismo tendemos a atribuir sentimientos a los seres y vida a los fenómenos. A todo lo que sucede, a todo lo que es, le ponemos una etiqueta sentimental. Todo lo más nos es indiferente, si no nos afecta. Mi hijo saluda a los gatos. ¿Hacen los gatos algo parecido? ¿No es precisa la empatía, no lo es que se mire al «otro» para identificar el propio «yo»? ¿no surgió el YO de la identificación del OTRO? ¿Qué somos acaso sin el otro? ¿qué es el otro sin nosotros? Lo que es claro es que ese otro que permite el surgimiento del ego ha de ser un otro muy cercano, casi uno mismo. Parte de la familia, de la tribu, del género humano. Depredadores y presas siempre han existido como “otros” perfectamente diferenciables, pero no como “otros” que permitiesen hacerse a la idea del yo. La comunicación, no la caza, la lucha y la huída, es la base del ser sintiente que supera el puro automatismo. Los vertebrados superiores, mamíferos y aves, se aproximan a la conciencia, se aproximan a la vida, sienten, gozan y padecen…se comunican. Para Eibl Eibesfeldt la cosa parte de la relación madre-hijo, de la crianza.
Mis reflexiones sobre el dolor me llevaron a la consciencia. ¿Siente el insecto cuando le piso? Las hormigas, tan sociales, lo son de forma bien distinta a nosotros. El sueño, la utopía comunista, se cumplen con ellas porque se comportan como autómatas, sin individualidad. No sienten como lo hacemos nosotros, no sufren igual, no son individuos. ¿Qué sienten cuando las piso? Mueren sin dudarlo por la comunidad como lo hacen las células somáticas en la apoptosis o muerte inducida. ¿No es preciso para experimentar dolor disponer de un sistema nervioso central complejo con sistema límbico, conectado al mundo por receptores específicos? Solo hay que pensar en cómo, siendo nuestro cuerpo un conjunto ordenado de billones de células, solamente sentimos algunas de ellas. ¿Qué extraña cualidad poseen las células nerviosas? No hay que caer en el reduccionismo: el dolor, al igual que la conciencia, son propiedades emergentes, esto es, que no pueden ser explicadas por el conjunto de relaciones de nivel inferior de las que nacen. Yo no siento a los cientos de miles de células, de unidades de vida, que cada día mueren, y en tantos casos se suicidan, para mantenerme íntegro y funcional. Una red de células integradas, en mi cerebro, dan origen a mi mente. La red de células no es siempre la misma. Los distintos estados de conciencia, que se suceden de continuo creando sensación de continuidad, son distintas disposiciones de la red, con distintos integrantes. La conciencia es un proceso dinámico. Como señalan Edelman y Tononi en El Universo de la Conciencia hay grupos funcionales de neuronas seleccionados para cada instante en distinto grado. La conciencia no es un fantasma en la máquina. No hay un YO que mira y siente a través del sistema nervioso. Lo que hay es una activación de distintas partes del sistema nervioso en paralelo que, conectadas en una red difusa, con circuitos de reentrada, es decir, bidireccionales, dan origen a la conciencia, al sentir, a los variables qualia unificados en el YO.
El dolor, el intenso dolor, pero no un dolor físico, sino psíquico, sentimental, llevan al suicidio. Camus, gran existencial, dijo que el suicidio era la cosa más seria, Edward O. Wilson aprovechó para replicar a esto, desde la primera línea, en su monumental obra Sociobiología. La comenzó y la culminó haciendo referencia a ello. Hay cosas más serias, más importantes, como la crianza de los hijos….origen de la verdadera comunicación que hace nacer el YO. Nuestros instintos pueden llevarnos al suicidio, pero no sé por que extraños caminos pueden llevar al autosacrificio en nombre de la incompletitud de una teoría, no sé cómo los instintos de Boltzmann le llevaron a quitarse la vida.
Uno aspira al trabajo bien hecho, a la perfección, tanto más cuanto más implicado se haya emocionalmente con él. Ningún contable se suicidaría por un descuadre en una cuenta –salvo que supusiese su quiebra económica y su desprestigio social. Para Boltzmann su teoría lo era todo porque había puesto todo el peso de su apuesta biológica en ella, todo el peso de su Vida. Quizá la verdadera incompletitud no era teórica, sino sentimental. Así que quizá la causa de su suicidio fue también en gran parte la falta de aceptación de las ideas de Boltzmann entre otros científicos, como señalan las biografías.
Ya desde las bacterias hay impulsos. Muchas de ellas disponen de flagelos con los que se propulsan hacia ambientes con más luz, con más calor, con más nutrientes. Pero no imagino cómo podría sentir una bacteria.
Lo que siente tiene fines. Sin sentir no habría finalidad, solo acción-reacción. Sin sentir no habría vida. Hasta las más pequeñas células, como vemos, parecen perseguir un fin, por muy limitado que este sea. Nosotros tenemos miles, cambiantes e incluso contradictorios. Se confirma lo de que el hombre tiene más y no menos instintos que el resto de animales. ¿Que es pues el instinto sino un impulso «motivado» por el sentir? ¿Es la vida, acaso –pluralidad de instintos?
Seguro que algunos se suicidarían ante esta perspectiva,….por amor a la vida, por un amor ambiguo, cargado de rechazo, al instinto plural, necesariamente contradictorio, generador de incompletitudes.
Muchas gracias Germánico
Hola Dhavar,
Hay un libro que se titula Sistemas Emergentes, de un gran divulgador: Steven B. Johnson.
No abusas de mi paciencia, en todo caso pones de manifiesto mi ignorancia. Yo también sé poquísimo de ciencia (y, en general, de casi todo). El cuerpo humano ha sido y sigue siendo muy estudiado, anatómica y fisiológicamente (su estructura y función, vaya), por eso de salvar vidas. Seguramente haya bastantes estudios médicos sobre los procesos que se dan durante y tras la muerte. Debe de ser un tema interesante (más bien fascinante, aunque sólo apto para estómagos y espíritus resistentes, si se quiere, digamos….profundizar en él). Seguramente un médico forense conozca (y disponga de) una extensa bibliografía sobre el particular. Yo lo más lejos que he llegado es a leer un libro de un tal Nuland titulado «Como morimos», pero no recuerdo que hablase demasiado de los procesos orgánicos.
Gracias a ti. Un saludo.
Gran post.
Me ha interesado mucho la noción de «propiedades emergentes». (me ha fascinado, más bien). ¿Me podrías recomendar algún texto sobre el tema? (No sé nada del asunto).
Y, abusando de tu paciencia, qué es exactamente lo que pasa en un cuerpo cuando muere? Qué cambios físicos, químicos , etc, definen el hecho? Hay estudios al respecto? Si es así, me encantaría que pudieras recomendarme uno.
Disculpa tantas peticiones. Se deben a que sé poquísimo de ciencia.
Gracias
Un saludo
Estoy totalmente de acuerdo contigo, Lino, en que hay que encontrar un equilibrio entre ciencia, razón y fe.
Pablo, en efecto la pérdida de un hijo es uno de las cosas que más dolor pueden producir, y esto en parte lo explica la sociobiología. Pero como bien dices no lo termina de explicar. ¿Por qué tanto dolor, que no conduce, aparentemente, a nada, al menos a nada bueno en términos de supervivencia, llevando incluso en los casos de mayor desesperación al suicidio? Sobre eso vengo reflexionando hace tiempo, le busco una explicación naturalista (sin éxito, de momento).
Enhorabuena Germánico, un artículo excelente.
Si, es cierto, que una de las principales variables diferenciadoras de lo que en la especie humana entendemos por “vida” es el “sentimiento”; y que a diferencia de lo que ocurre en otras “vidas” más primarias en las cuales sólo existe “sensación”, es lo que en gran medida posibilita en los seres humanos tanto sus deseos de existencia como de suicidio. Al respecto de esto último, tu frase lo sintetiza muy bien cuando dices: “El dolor, el intenso dolor, pero no un dolor físico, sino psíquico, sentimental, llevan al suicidio”.
En ese sentido el concepto de Crisis de Kant, si bien no demuestra la causas del suicidio, al menos si son una explicación desde la lógica de la razón, muy bien expuesta por cierto por ti cuando dices: “que viene a ser algo así como un desarreglo espiritual grave, una profunda depresión, ocasionados por la incapacidad de la mente, siendo brillante e inquisitiva, para dar respuesta a las cuestiones últimas. La crisis de Kant hace que la mente se vuelva contra si misma, anudándose en una congoja irreprimible…”, pudiéndole todo ello provocar el suicidio.
El tema del suicidio me ha subyugado siempre, como me subyuga todo aquello que tiene que ver con los límites del existir humano. Por ejemplo, ¿por qué un padre que rebosa de vitalidad cuando ve nacer a su hijo, sin embargo desea suicidarse cuando éste muere o se lo arrebatan en vida para siempre?
Para comprender dichos sentimientos, estoy más de acuerdo contigo cuando afirmas: “Lo que siente tiene fines. Sin sentir no habría finalidad, solo acción-reacción”; que por ejemplo con la teoría de Edward O. Wilson. Este autor, si nos basamos en su concepto de la “conducta altruista”, si bien en este caso podríamos afirmar que el padre en su deseo de “pervivencia” filogenética (a través de la existencia de su hijo), la llegada de ese hijo es altamente motivadora para su “deseo de vivir”; sin embargo, no explica suficientemente como emerge el deseo de muerte, cuando produciéndose la desaparición de ese hijo, la misma puede ser causa del suicidio del padre.
Estoy de acuerdo contigo, el suicidio tiene difícil explicación desde el binomio acción-reacción (muerte o desaparición del hijo-suicidio del padre), pues es más fácil explicarlo desde la lógica que mentas al respecto de que “el sentimiento tiene fines”. En otras palabras, si la vida del hijo da sentido a la vida del padre, muerto o desaparecido aquel, puede no llegar a tener interés para el padre la continuidad de su propia existencia.
Digo esto, porque si bien estoy de acuerdo con Edelman y Tononi cuando afirman que la conciencia es un proceso dinámico (y lo es porque el ser humano tiene fines); también es verdad que ese dinamismo está alimentado por procesos neuronales cargados de información con la que el sujeto se identifica, es decir, “siente”. Cierto que la representación simbólica que se genera a través de esa información, si bien no es representacional desde el punto de vista gráfico, al estilo que lo creían los primeros autores de la psicología cognitiva; sin embargo si parece que la conciencia es representacional desde el punto de vista conceptual.
En otras palabras, si para un padre, la existencia de un hijo otorga “sentido” a su vida, la desaparición de ese hijo (si no hay otros hijos o la posibilidad de haberlos), dicha realidad como información neuronal, al producirle un “sin-sentido” a su vida, puede provocarle el suicidio. Autores como Aaron T. Beck, o Brian F. Shaw, dos clásicos ya en terapias cognitivas de la depresión, han explicado por ejemplo esos procesos en los casos de suicidio de padres separados, cuando dichos hijos han sido raptados para siempre por sus madres en los procesos de divorcio.
Termino más o menos con tus mismas palabras, Germánico: seguro que no pocos seguirán suicidándose… como consecuencia de alguien haberles destruido la alegría de vivir… al quitarles aquello, que dándoles sentido a sus vidas, les otorgaba complitud.
Recibe un cordial saludo
Pablo el herrero
Dicen los antropologos que lo que verdaderamente caracteriza a unos seres de otros es la consciencia de su propia muerte.
Cuando el ser humano fue consciente de este hecho, todo el universo su alrededor adquirió un significado distinto, y a partir de ese momento su existencia sobre la tierra también.
Para la mayoría de personas, esa permanente insatisfacción por falta de conocimiento, se vio compensada gracias a la religión, no necesariamente las teistas. El consumismo, o para otros, la existencia de un estado que le protegiera hasta llegado el día, son distintas versiones.
Creo que hay que lograr un equilibrio entre ciencia, razón y fe. No son incompatibles. Son necesarias. Es más, la naturaleza es pura contradicción. Precisamente los estudio de Einstein y Schoringer ente otros, comprobaron que la luz y otros fenomenos naturales, presentan aspectos distintos, complementarios (dualidad onda-particula). El Ying y el Yang de los orientales.
Saludos