Hace tiempo especulaba con la posibilidad de que el desarrollo del lóbulo frontal de nuestro cerebro nos hubiera hecho caer en el tiempo. En algún momento de nuestra evolución como homínidos comenzamos a relacionarnos con el entorno y con nuestro congéneres teniendo presente la dimensión temporal, esto es: teniendo presente no sólo el presente sino, dentro de él, en forma de abstracciones recurrentes, también el pasado y el futuro. La conducta ya no estaría pues condicionada con igual intensidad por los genes, y las respuestas se ralentizarían en la medida en que las circunstancias lo permitiesen, al entrar en la ecuación de las mismas nuevos datos provenientes de la experiencia pasada y las expectativas futuras combinados lógicamente (con un orden que respondiera al orden observado en la naturaleza), que harían el procesamiento de información más lento.
El poder mirar atrás y adelante gracias a la capacidad de evocar imágenes mentales complejas en el primer caso y de crearlas en el segundo (en ese juego combinatorio llamado imaginación) nos dio grandes ventajas para sobrevivir tanto como individuos como en grupo. Estas nuevas capacidades hacían las relaciones sociales más estrechas y simultáneamente más fluidas. Robert Trivers, al postular su teoría del altruismo recíproco, apuntaba que para hacer y recibir favores de otro de forma tal que se pudiesen devolver los recibidos y percibir los que no nos son devueltos, era preciso un aparato cognitivo que se proyectase en el tiempo, recordando lo dado y recibido, así como cuando y de quién, para saber cómo habría de obrarse en posteriores ocasiones. El intercambio surgió, sin duda, como ya comenté una vez con nuestro amable comentarista JFM, con nosotros y con nuestra capacidad de proyectarnos en el tiempo. Desarrollamos unos créditos rudimentarios. No es casualidad que la palabra crédito se emplee tanto en economía para referirse a un instrumento financiero como en el lenguaje corriente para referirse al valor que atribuimos a una persona: goza de mucho crédito o de poco.
Así comenzamos a construir una sociedad compleja. Esta no surgió de ningún contrato social, de ningún pacto entre hombres racionales tras un largo período de lucha encarnizada y hobbesiana de todos contra todos, sino de una evolución gradual y acumulativa, en la que las instituciones fueron surgiendo poco a poco a partir de nuestra naturaleza y sus capacidades exclusivas de proyectar en el tiempo.
El intercambio de favores llevó al de bienes y servicios, y este, por ventaja comparativa ricardiana, a la división del trabajo. Así pudimos aprovechar de una forma cada vez más óptima los recursos del medio. Esto llevó a una mayor supervivencia diferencial respecto a otras especies, a un aumento de la población consiguiente, y esta última a una mayor impersonalización de las relaciones sociales. Esto último podía constituir un serio escollo en nuestra evolución a una mayor complejidad y eficacia biológica y económica en el medio. Hasta cierto punto eran precisos coordinadores. De entre los miembros de los grupos más experimentados, mejor preparados, en las cada vez más diversas áreas, surgieron los “jefes”. El liderazgo originario, que por ejemplo puede observarse entre los !Kung, era, en la escasez, poco más que un liderazgo natural, fruto directo del éxito en la caza o en otras tareas relevantes para la supervivencia del grupo. Con el crecimiento de la complejidad de las relaciones económicas y sociales surgió la política (de Polis, ciudad griega), fenómeno debido, en definitiva, a la necesidad de una coordinación social y un orden centralizado mínimos. La política operó con tradiciones y después con leyes (sin que las primeras se perdiesen, sino que eran el sustrato del que nacían las segundas). Se trataba, en última instancia, de poner orden al aparente y relativo caos que generaba la dispersión del grupo humano en diversos subgrupos enfrentados. La naturaleza seguía realizando su trabajo, y la gente miraba por su gente. En un grupo grande la tendencia al free riding, es decir, de barrer para casa, se agudizaba, al ser más impersonales las relaciones. Ya no se trataba sólo de que surgieran ladrones y timadores, sino también que muchos aprovechaban el calor del grupo para echarse la siesta.
También se fue dando, con cada vez mayor intensidad, y tanta más cuanto más crecía la sociedad y más dominado tenía el medio, la profesionalización del coordinador, del político, así como variadas formas de parasitismo a costa del grupo de todos los miembros, pero en particular de los coordinadores y sus allegados, que tenían acceso a mayor información y mayor poder. Cada vez surgían más mimetizadores: personas que declaraban realizar una tarea útil, con las vestiduras rituales, pero que no hacían nada (útil). Esa rémora nos ha acompañado desde entonces y, para nuestra desgracia, ha ido creciendo. Todo gran organismo tiene su carga de parásitos. El superorganismo que constituye la sociedad humana no podía dejar de tener los suyos.
Volvamos al principio y recapitulemos un poco, que es fácil perderse en esta sucesión que va de un lóbulo frontal desarrollado, hipertrofiado, a una sociedad compleja llena de free riders parasitarios. En economía se usan los términos corto, medio y largo plazo. Los seres humanos ponemos medios para lograr fines porque jugamos con los plazos. Todo lo que hemos construido se debe a la previsión, a nuestra proyección en el futuro, en el medio y en el largo plazo, y a nuestra capacidad de intercambiar, derivada de esta. En la medida en que somos capitalizadores, que creamos capital, que construimos e intercambiamos, somos prósperos, somos una buena adaptación al medio que optimiza los recursos que este proporciona, que este constituye. En la medida en que nos obcecamos en lo inmediato, en lo fácil, en el corto plazo, en gastar lo acumulado y no crear nada nuevo, somos una pésima adaptación al medio y despilfarramos los recursos que este proporciona, que este constituye. Uno de los grandes peligros de nuestro tiempo es el de que algunos lleguen a creer que podemos convertirnos en un gran rebaño debidamente tutelado. Como bien sabemos los animales gregarios forman grupos para hacer bulto frente a sus depredadores. No interaccionan unos con otros (y menos intercambian), simplemente se juntan. El grupo protege a cada individuo porque es menos probable que él sea la presa en medio de un gran número de potenciales presas. Muchos seres humanos creen que ellos también pueden protegerse en el grupo, como las ovejas. Otros serán los que tiren del carro, otros los que trabajen duro, otros los que afronten los riesgos y peligros de un mundo demasiado hostil y lleno de escasez para que queramos admitirlo. Nosotros daremos según nuestras capacidades (Marx dixit), o sea, dando sólo aquello que no nos cueste dar y que los demás valoren, y ganado un indebido crédito con ello. Se trata de diluir al máximo la Responsabilidad. Pero no somos ovejas, y los mayores depredadores están entre nosotros. Y de entre nosotros siempre surgirán por tanto los lobos adecuados para asumir gustosamente el papel de pastor. Prometerán el Edén, una gran pradera llena de verdes pastos, pero llevarán al rebaño de un erial a otro, chupando mientras tanto la sangre de todas y cada una de las ovejas y acomodándose en este vampirismo.
Podemos usar nuestro cerebro, aprovechar al máximo las potencialidades de las que lo dotó la selección natural, y comportarnos responsablemente, asumiendo nuestro destino. O podemos declinar toda responsabilidad y permitir que sean otros los que nos gobiernen. Esa es nuestra elección.
Gracias, je, por lo de la «brillante ironía». Y te invito a pasarte por «El libro de la almohada» donde hemos tenido una larga polémica sobre este tema que sería mosntruoso reproducir aquí.
Muy afectuosamente, Carlos.
Carlos, puedes expresar tus exabruptos irónicos cuanto quieras, y así entramos en una dinámica de lóbulos frontales generadora de reflexiones y contrarreflexiones o reflexiones reflejas y quizás, ¡de alguna idea extravagante y prometedora! ¡o nuevamente alguna brillante ironía!
Pues sí Juano, tienes razón en que los derechos se compran, en su mayor parte, con la asunción de obligaciones. Tu análisis me parece muy acertado y enlaza con el de Bastiat, formulado en términos de costes y beneficios. De hecho es interesante la relación entre la termodinámica y la economía, sobre la que he pensado en alguna ocasión. Creo que voy a reeditarlo. Nuevamente me dáis que pensar, tengo que desatar un par de nudos que se han formado dentro de mi cabeza. Gracias.
Germánico, tanto el despilfarro como el ahorro con características humanas que, si bien es cierto que no suelen coincidir en una misma persona, ambas existen por igual y tan positivo puede ser el ser largo en el gasto como excesivo en el ahorro. Pero lo fundamental de ello es que no sólo no contradice lo que he dicho sino que lo constata puesto que la subjetividad en cuanto a lo que es excesivo o corto en uno o en otro caso es el resultado de la satisfacción individual que cada uno tiene de su tendencia a maximizar el beneficio. Si la irresponsabilidad individual lleva a hacer un análisis de los costes inadecuado el resultado es nefasto… pero para eso está la evolución en el momento en el que la libertad individual tiene como una de sus características la asunción de responsabilidades. Si el Estado interfiere en dicho mecanismo de la responsabilidad individual minorando los efectos negativos, la percepción del riesgo se distorsiona agravando las consecuencias individuales que se convierten en sociales en el momento que afecte a más y más personas.
¿Nos lleva eso a in “Carpe diem” generalizado y destructivo? Vaya, predicar en el desierto nos gusta a mas de uno. La cuestión es cómo lograr que el ciudadano acepte su responsabilidad… algo que puede ir en contra de la satisfacción individual, la satisfacción subjetiva de la maximización de beneficios, a corto plazo. La preferencia temporal que se suele imponer en la mayoría, desgraciadamente, es la de menor corto plazo. Para lograr que la búsqueda de beneficio alargue sus plazos, por ejemplo ahorrar para la vejez, se demuestra como negativa la acción del Estado. Eso, Juano, nos lleva a un problema, si sabemos cual es la solución … ¿cómo la implementamos? ¿Con la imposición? El problema es la contradicción intrínseca al ideario liberal y, sobre todo, a la idea del desconocimiento fundamental del cómo se puede hacer para que logremos unos beneficios que, a lo sumo, sólo sería una forma más de la “pretensión del conocimiento””
Sólo la libertad, evidentemente, nos puede llevar a evolucionar a mejores sociedades. En la medida que seamos capaces de hacer comprender lo nefasto, por inmoral, de determinadas acciones del Estado.
La tendencia natural del ser humano es similar a la del agua: tomar el camino más fácil. Es una ley universal, todo tiene tendencia a adquirir un estadio de orden o energía inferior. Por sí mismo no es algo malo. Es este afán el que nos ha motivado para realizar el enorme progreso tecnológico del que disfrutamos –una minoría, cierto es-. Pero al mismo tiempo es esta querencia la que nos hace dura la virtud y fácil el vicio.
Lo que nos hace a los seres humanos especiales y únicos es nuestra capacidad de obrar en contra de esta tendencia. Al igual que la, llamémosla, entropía social conlleva caminos hacia lo positivo y autopistas hacia lo negativo, la actuación en contra de la misma conlleva autopistas hacia lo positivo y caminos hacia lo negativo. Por lo tanto se hace necesario buscar un sistema que atenúe en la medida de lo posible esta tendencia natural y exprima su vertiente positiva.
La sociedad ha de permitir la entropía social mediante los derechos. Han de ser estos los que estimulen al individuo a sentirse cómodo como parte del colectivo e incentiven su desarrollo personal.
Ahora bien, es fundamental que se reparta el esfuerzo de las cuestas arriba que haya de afrontar la comunidad mediante las obligaciones. Hasta el punto en que nadie debe tener acceso a sus derechos sin cumplir antes con su deber. Esta intransigencia, más que por motivos éticos -que los hay-, debe partir del que si no damos un aliciente positivo a este trabajo muy pocos estoicos serán los que encontremos para realizarlo.
Independizar por ello los derechos de las obligaciones, la naturaleza perezosa de la virtud del trabajo, conducirá a la falta de congruencia en el gobierno y a terribles desequilibrios sociales. Tan mal irá la empresa que vigila los ingresos descuidando los gastos como la que haga lo contrario.
Como ya he indicado en alguna ocasión, el socialismo vive de potenciar esa entropía con el fin de anular al individuo y comprarlo con promesas irrealizables. Mientras que el liberalismo exige al individuo la asunción de todas las responsabilidades posibles.
Una manera científica que no deja de ser curiosa para ver esta gran diferencia, es ver el nivel de participación social de los individuos en cada sistema: mientras en un entorno socialista no hay alicientes para asociarse y actuar en el colectivo porque todo emana de papá estado, en un entorno liberal es imprescindible el participar de la actividad común. Tanto para que se note nuestro granito de arena e intereses en el resultado final, como para tener fuerza ante los distintos movimientos que afloran en un entorno libre -muchos de los cuales no tienen por qué ser ni positivos ni incluso legales-. Es cierto que el individuo está más desprotegido en un entorno liberal, pero la solución está en sus manos siempre que quiera y la solución será eficaz. Mientras que en el entorno protegido el individuo tendrá mayor sensación de seguridad, seguridad por la que pagará un precio que tornará el sistema en insostenible.
En fin, espero no haberme enrollado más de la cuenta y haber dado que pensar un poco 🙂
Por supuesto, Germánico: el lóbulo frontal y todo lo demás de nuestra forma y contenido ACTUAN y han aparecido porque había un mundo lleno de cosas que las invitaba a aparecer, porque había formas previas que ya estaban allí, actuando y se heredaron, etc. Lo que señalo es que todo eso (la tendencia al parasitismo, o si se prefiere y creo que es mejor, a la COMODIDAD, incluida) es algo que hay que aceptar como propio y también como imperfecto. Claro que a muchos les va incluso pregonar en el desierto (a mí, por ejemplo), pero de la actividad pregonera favorece situaciones que la idealización sobre sí misma (o la justificación de su papel mesiánico, por pequeño que sea) promueve «sin querer». Creo que esto ha llevado a muchas situaciones socio-históricas «inevitables» y creo (con mi lóbulo frontal sin duda en actividad) que tal vez (tal vez) partir de esa «conciencia» permita precisamente una incidencia más lúcida. ¿Para qué? Tal vez para ayudar a levantar «otro invento», tal vez porque no haya forma de hacer «callar» al lóbulo frontal, ni a la lengua, ni a frenar el apetito por adaptar el mundo a nuestras necesidades (que a veces aparecen muy mediatizadas pero que al final son básicas, y que empujan inevitablemente al ejercicio del DOMINIO -por eso decimos, y dices, sin querer: «deberíamos» en lugar de «tendemos aunque no lo instemos», lo que en definitiva es… «instar»). Espero haberme explicado un poco más. Y aclaro: es como lo veo, lo que no significa sino que «un mísero depositario más de un lóbulo frontal más produjo una hipótesis para ver por dónde va él mismo en este mundo, y para, precisamente, no ir hacia el carpe diem suicida» (del que NO PUEDO sino HUIR por más cantos de sirena que desde allí provengan).
Sea esto dado por amor al arte y por imperativo lobulofrontal.
Gracias.
(y debo reconocer que me ssatisface enormemente poder expresar mis exabruptos irónicos y hasta sarcásticos; discúlpalos, esconden sólo buenas intenciones.)
Juano, eso que dices me da que pensar. Las primeras ciudades eran auténticas fortaleza (las Murallas de Jericó y tal).
Bastiat, de hecho creo que el hombre es el animal despilfarrador por excelencia, quizás porque al poder permitirse jugar con el tiempo, se concede a si mismo demasiadas licencias, y en ocasiones se cree dios. El ideal para muchos es poder vivir a costa de todos los demás y delegar la violencia que deba ejercerse para mantener sus privilegios en el todopoderoso Estado. Esta, eso sí, se aplicará solamente como último recurso cuando no funcione el engaño de que se les remunera justamente por servicios útiles. Hay dos alternativas, el intercambio voluntario y el engaño/coacción.
Carlos, dejemos la disección de estos problemas a la humanidad en su conjunto y al tiempo. Yo ahora tengo más preguntas que respuestas. No creo, en cualquier caso, que la tendencia sea necesariamente al parasitismo generalizado, aunque pueda serlo hasta que llegue el colapso, ni tampoco que la solución pase por imponer “educaciones para la ciudadanía”. Si digo que es nuestra elección, la de todos, es porque así es. Mi poder de influencia es más bien bajo, por no decir nulo, y no insto a nadie a nada. Pero la selección natural nos ha dotado de un lóbulo frontal y unas capacidades de organización y planificación que residen en él que deberían ser empleados en construir un futuro, en lugar de en un carpe diem suicida.
Créeme, JFM, que no hablo de eso. De hecho, no es un pensamiento teórico adaptado a la práctica. Son más bien casos palpables que uno se encuentra en la práctica diaria. Hablo de paripés medioambientales con multiplicación de funcionarios, certificaciones ISO de calidad que no añaden ninguna calidad al producto pero entretienen al personal y cosas así.
Hablo (por ejemplo) de que en los años 70 se construyeron en España centrales de fuel oil, para cuyo proyecto se precisaron x horashombre. Casi todas estas horas eran de ingenieros que realizaban sesudos cálculos «a mano». Hoy todos esos cálculos están automatizados y el proyecto de una central similar (las actuales son de ciclo combinado, pero el trabajo real no es muy diferente) lleva un número de horas similar. Como los cálculos de ingeniería precisan muchas menos horas, hay mucha gente alrededor del proyecto dedicando horas a tareas que se hacen pasar por imprescindibles, pero que no lo son (los paripés que comentaba arriba).
En procesos automatizados de fabricación, hay casos similares.
Ijon
Cometes mas o menos el mismo error que Marx, que implicitamente suponia que el volumen de necesidades es fijo por lo que tdo aumento de productividad reduce el volumen de negocios (en $$$) de los productores.
Coge tu llave USB y mirala detenidamente: el volumen total de lo que estaba almacenado en soporte informatico en todo el mundo, cintas magneticas incluidas, alla por 1955 cabria en ella. Y por ello, a nadie se le habria ocurrido almacenar imagenes o musica en soporte informatico. Solo los datos mas vitales de las pocas organizaciones lo bastante ricas para costearse un ordenador. Y solo en esas pocas organizaciones los beneficios excedian el costo del ordenador. Si bjas el precio de un producto no solo lo pones al alcance de una clientela mas extensa, sino que aumentas el numero de actividades para las que es rantable utilizar el producto.
Me siento «obigado» (por mi idiosincrasia, claro) a señalar que pones sobre el tapeta los problemas, pero no acabas de diseccionarlos. Para tomar un solo punto y no extenderme (sobre el tema he opinado mucho muchas veces) te pregunto: si la tendencia manifiesta es el «parasitismo» generalizado… ¿cómo se puede seguir pidiendole «al cerebro» (¿la inteleigencia, la razón, la reflexión…? ¿de quiénes, de todos, de los sabios…?) una reacción correctora (¿la educación forzosa rouseauniana, la «revolución»… «jacobina», «platónica»…?); cómo se puede pedir (otra) «elección», «nuestra elección»? Lo que se pregunta Ijon «vuelve» a quedar sin respuesta. ¿Por qué? Esto también hay que responderlo, y quizás al hacerlo se haga más luz para entender por qué los «sabios» o los «reflexivos» no llegan al quid del problema y lo siguen rumiando sin acabar de tragárselo nunca, y de ahí para entender por qué «la gente» sigue, a pesar de los pesares (y de la revolución informática) sosteniendo la sociedad con la que se ha encontrado al nacer y en la que sin cuestionarla va hasta donde pueda adpatándola a sus intereses… Un proceso que viene de lejos, claro, y que ya estaba presente en nuestros antepasados simios. Al respecto, esto me servirá para acabar aquí: ¿no habeis visto acaso mil y un documentales de manadas de simios en donde el mono alfa permanece impávido dejando que lo desparaciten… sus antiparasitarios (o sea, le limpien «sus fosas cépticas»)?
¡Fuera del todo con el idealismo idiosincrático; viva la «revolución» antiidealista! (esto para acabar de verdad y con un poco de humor capcioso).
Un abrazo.
Dentro de la naturaleza una de las fuerzas con mayor presencia dentro del comportamiento, iba a decir animal, pero toda naturaleza, la vegetal igualmente, tiende a maximizar los beneficios y a minimizar los esfuerzos o los costes. Es decir, la relación coste beneficio está presente en toda la naturaleza.
La diferenciación evolutiva ha dado lugar a diferentes respuestas frente a diferentes situaciones siendo el resultado de la maximización de los beneficios, una veces por ser éstos enormes, pese al enorme gasto para conseguirlos, otras minimizando los costes para sacar provecho del mínimo resquicio productivo. Lo que nos hace ciertamente diferentes a los humanos es la capacidad de observar el tiempo, dando lugar a análisis causa efecto y a la comprensión de la asimilación de plazos para la consecución de los beneficios.
La acumulación de capital y la división del trabajo es el resultado de la suma del proceso natural y del meramente humano. El capital es el resultado del aprendizaje del hecho que esforzándose en la consecución de dichos bienes trae como resultado mayores beneficios. La división del trabajo es el resultado de aprender que cuando uno se decida a hacer lo que mejor sabe obtiene beneficios no sólo por su maestría sino porque le produce beneficios a los demás al poder libertar a su vez tiempo y esfuerzos en lo que les es mas productivo e intercambiar los bienes entre unos y otros explica, pues, el beneficios mutuo.
Pero la maximización de los beneficios no es sólo consecuencia positiva, como calidad de la acción, yo me esfuerzo y tu te esfuerzas y en el intercambio del resultado de nuestros esfuerzos ambos nos beneficiamos, sino que en el momento en el uno se puede aprovechar del esfuerzo de otro para obtener a su vez beneficios con el mínimo coste estamos igualmente usando esos mismos principios antes citados. El robo, el uso del poder y la asociación para llevarlo a cabo tiene pues un atractivo tan importante o mas que el proceso productivo.
Por tanto, no es de extrañar que en el momento en el que se nos prometan beneficios a mínimo costo haya mucha gente que en vez de realizar el esfuerzo de analizar la veracidad o viabilidad de las propuestas, prefieran dejarse llevar por la promesa del beneficio sin atenerse al coste. Todo es coste y beneficio, una relación que buscamos que nos sea, a cada uno de nosotros, siempre beneficiosa.
Las relaciones en si más beneficiosas son aquellas que surgen sin la coacción. En el momento en el que se legitima la coacción como forma de obtener el grupo beneficios sin atender al individuo, de forma que no se atiende a los costes individuales ni se mantiene individualizada la relación coste beneficio, estamos entrando de lleno en la desaparición de la justicia pues sólo puede ser justicia, ciertamente, que cada cual obtenga según su capacidad para satisfacer sus necesidades, independientemente de cuales sean sus necesidades y sus capacidades.
Es decir, en la naturaleza humana está la búsqueda del beneficio, en cualquier caso, la cuestión está en encontrar la forma de conseguir que la sociedad en la que desarrollemos nuestra actividad sea lo mas justa posible.
Germánico, toda sociedad se constituye principal y fundamentalmente para la guerra. Hasta las asociaciones de madres solteras con alergia primaveral surgen para una forma de guerra… La libertad se desarrolla en ese escenario creciendo en la medida en que la sociedad tiene éxito en el control de ese daño permanente. La libertad no ha sido nunca freno para el conflicto bélico, sino resultado de la carencia de estos…
El barco flota porque se mantiene el agua fuera, no al revés.
Ijon, eso que dices suena muy muy interesante. Estoy expectante con tu desarrollo de la idea.
Jeje, me gustó lo de ¡Socialismo y entropía! Lo has clavado, Juano.
Germánico, tengo una idea un poco compleja que me gustaría desarrollar con tiempo, pero que en parte enlaza con el desorbitado crecimiento de parásitos que sufre nuestra sociedad y que certeramente apuntas más arriba.
La cuestión es como el brutal aumento de productividad derivado de la revolución informática no ha desembocado en el reparto del escaso trabajo humano realmente necesario, sino en la invención de un montón de actividades parasitarias (pseudotrabajos inventados) que viven de repartirse los beneficios generados por los pocos que realmente producen.
La vida es lucha, Juano. La guerra no es más que la consecuencia de llevar esa lucha a gran escala, cuando faltan los frenos que pone -¡la libertad!
JFM, ya no el camarada cagón, sino todos demandamos que nuestras defecaciones se procesen de tal manera que no muramos ahogados en su hedor y atacados por la peste negra. Yo a veces pienso, cuando veo a algún intelectual desligado de la realidad que sueña utopías, que siempre serán necesarios trabajadores manuales que se ensucien las manos y suden la gota gorda. ¿Cómo ibamos a ser todos intelectuales viviendo en el limbo? ¿y quién limpiaría las fosas sépticas?
Primero una pequeńa anecdota:
En tiempos de Stalin un grupo de prisioneros politicos habia sido encargado de limpiar la fosa septica de la datcha de un personaje importante y uno de ellos, probablemente trotskista, salió con aquello de que cuando llegase el comunismo (el estado ese al que la URSS aspiraba oficialmente) y que el estado hubiese desaparecido ya no habria GULAG y que todo el trabajo seria voluntario, algo que se haria por gusto puesto que todos recibirian segun sus necesidades. En eso el oficial de artilleria que mandaba la escolta, repondió «Eso no se producirá nunca y por dos razones. La primera porque nadie se va a levantar diciendose: Hoy lo que me apetece es tirarme el dia limpiando fosas septicas. (1) La segunda porque personajes como Nikolai Alejandrovitch, el alto cargo al que le estaban vaciando la fosa septica, haran todo lo posible para que eso no ocurra nunca ya que tendrian que limpiar su propia m.. Y asi es por lo que eso del comunismo y de a cada cual segun sus necesidades no ocurrira jamas» Y esto confirma lo que se sabia desde Napoleon, que ademas de ser mejores en matematicas, los oficiales de artilleria son mas inteligentes que los demas oficiales y que la mayor parte de los civiles.
(1) Si puedes obtener todo lo que quieras limpies o no limpies que posibilidad hay de recompensarte por hacerlo? Y si no es posible recompensar y si tampoco existe el trabajo forzado entonces logicamente bajo el comunismo tal comodescrito por Lenin la red de alcantarillado no funciona y las fosas septicas estan desbordadas.
El hombre social es como el agua, tiende a coger el camino más fácil. De esa tendencia entrópica vive el socialismo y es por eso que es un sistema destructivo, jamás constructivo. Sólo los sistemas que potencian una escala de valores contrarios a esa tendencia crean riqueza y progreso.
La única herramienta poderosa que obliga a tal conducta es el libre comercio, pues obliga a obtener rentabilidad de las inversiones y difunde el conocimiento por doquier. Toda traba y regulación que limita esta acción impide la optimización del uso de los recursos y empobrece tanto al colectivo como a los individuos.
Hablamos de la única herramienta, necesaria, mas no suficiente como muchos proponen. De considerarse suficiente se estaría olvidando el perenne estado bélico al que se enfrenta toda sociedad, se estaría olvidando buscar la continuidad temporal del colectivo, se estaría olvidando, a fin de cuentas, la estabilidad que precisa un grupo para constituirse en sociedad. Es preciso el establecimiento de una moral esencial que amalgame individuos e intereses. De lo contrario con el tiempo el poder acabará cayendo en manos de los violentos, internos o externos, destruyendo así todo progreso realizado en libertad.