Mi querido Benny Preiser escribe hoy en el Wall Street Journal su resumen sobre lo ocurrido en la última semana en Polonia y Bruselas (las negritas en la reseña son mías):
The reasons for the changing political atmosphere in Europe are manifold. First, the global economic crisis has demoted green policies nearer to the bottom of the political agenda. Saving the economy and creating jobs take priority now.
Second, disillusionment with the failed Kyoto Protocol has turned utopian thinking into sobriety. After all, most of the Kyoto signatories failed to reduce their CO2 emissions during the last 10 years. There are also growing doubts about the long-term viability of the EU’s Emissions Trading Scheme. The price of carbon credits has collapsed as a result of the financial crisis. The drop in demand and the recession are likely to depress carbon prices for years to come. As a result, the effectiveness of the extremely volatile scheme is increasingly questioned.
Third, a number of countries have experienced a political backlash over their renewable energy schemes. Tens of billions of euros of taxpayers’ money have been pumped into projects that depend on endless government handouts. Each of the 35,000 solar jobs in Germany, for instance, is subsidized to the tune of €130,000. According to estimates by the Rhine-Westphalia Institute for Economic Research, green subsidies will cost German electricity consumers nearly €27 billion in the next two years.
Instead of yielding to the siren calls of climate alarmists, European governments would be well advised to focus their attention on developing pragmatic policies capable of safeguarding their industries, labor forces and environment at the same time.
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La negación sistemática de contenidos de experiencia que no encajan en los modelos y puntos de vista o de valoración adoptados llega a parecerse mucho más a una pataleta que a un proceder metódico de investigación, y entonces la ciencia revierte en su antitesis, y en lugar de esclarecimieto se convierte en psicotización la de la científica mollera, que se cierra a la realidad en beneficio de su sistema, cosa que está muy bien en el aula de exámenes de la ETSIA pero se consideraría una estructura o actitud esquizofrénica en un box de urgencias del Clínico. Y a lo mejor es por eso, en parte, que nuestro mundo occidental versión Minver, cientifista y reduccionista, se halla psicotizado, porque tal actitud se ha hecho extensiva a “todo” (y después a todo).
Construir un “ojeto” y olvidando su génesis artificial, creerlo la realidad misma y todavía más, creerse en el deber de negar la realidad de todo aquello que se dé sin haber sido artificialmente construido en forma de modelo lógico y medicional, no es un comportamiento muy adaptativo que digamos (por no decir cuerdo o cuanto menos razonable) pues hay que suponer por principio que tiene que haber mas dimensiones de lo real no recogidas en el modelo – todavía más cuando éste es reduccionista – que las que se han dejado registrar y manipular lógicamente para su inclusión. Es una bonita forma de engañarse a sí mismo el “investigador” (que, cuando aparece un cisne negro joanvalls-iano lo descalifica como azar o quizá afán de notoriedad y lucro: los intelectuales están para modificar las expectativas de los agentes, que somos todos, y no para enfadarse con los agentes).
Tal vez, si la historia de esos “occidentales” se prolonga lo suficiente, nuestra cosmovisión positivista y “científica”les haga entonces el mismo efecto que ahora a algunos los “mitos” del amo del calabozo liberal, señor Gozalbo, pues por ser constructos subjetivos, de unos órganos sensoriales más o menos amplificados por la tecnología, por fuerza han de dejar fuera de sí enormes porciones de lo que sea que haya fuera. Y todo esto sonará a provocación o a blasfemia en algunos ambientes del momento actual, por cierto fuertemente emocionalizados en su fría defensa de una realidad exclusivamente lógica, económica y pasteurizada, pero las blasfemias animadas de ayer y hoy vienen siendo los dogmas de mañana, desde que el mundo es mundo y para todo “n”. Yo prefiero ser blasfemo a ser beato y hallarme, como cualquier beato, aferrado a lo que las vigencias sociales del momento tienen de menos vital y evolutivo. Un abrazo.
Parece que le están echando leña al fuego desesperadamente.
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/hielo/Artico/alcanza/segundo/nivel/elpepusoc/20081216elpepusoc_7/Tes