What historians will definitely wonder about in future centuries is how deeply flawed logic, obscured by shrewd and unrelenting propaganda, actually enabled a coalition of powerful special interests to convince nearly everyone in the world that CO2 from human industry was a dangerous, planet-destroying toxin. It will be remembered as the greatest mass delusion in the history of the world – that CO2, the life of plants, was considered for a time to be a deadly poison. – Ed Ring (editor de EcoWorld)
Traducción: Lo que los historiadores se preguntarán definitivamente sorprendidos en los siglos venideros es cómo la profundamente dañada razón, obscurecida por una propaganda astuta e implacable, permitió que se formase una coalición de intereses particulares de tal alcance, que fué capaz de convencer a casi el mundo de que el CO2 producido por industria humana era una toxina peligrosa capaz de destruir el planeta. Será recordado como la falacia ilusoria más grande de la historia del mundo: el CO2, la vida de plantas, era considerado en aquella época un veneno mortal.
Ellos, en el futuro, se reirán de nosotros. A nosotros, hoy, nos toca sufrir nuestra ignorancia. No dejen de leer el artículo completo que Lindzen publicó el pasado día 30 de Octubre.
Pues mira, yo no soy historiador y no me sorprende 😉
Tampoco será tan sorprendente para un buen historiador. A lo largo de la historia de la humanidad los poderosos y dominantes han manejado todo tipo de supercherías con el fin de desplumar a la gente.
No hay que olvidar nunca que en alguna medida las realidades que no roean y con quien nos tratamos reciben su último acabado de nosotros mismos y eso que les prestamos a las cosas es lo que las dota de especial interés, atractivo o incluso identificarse con ellas o reconocerse en ellas. Así ocurre para todo hijo de vecino, exceptuando deprimidos, reprimidos y, en general, comprimidos. Y a los artistas y los poetas lo que inspira no es el viajecito a Gredos o a Italia sino aquello que aciertan a prestar, de inconsciente y simbólico a todas esas ruinas y pedruscos.
La pasión por las cosas dimana de lo que se les “presta” y cuando se cierra el grifo de la liquidez, la realidad se vuelve monótona y gris y aparece como alejada y ajena -es la vivencia del lobo estepario famoso-; ahora bien, cuando se “presta” demasiado a los procesos y a las cosas, y se presta sin las debidas garantías, su realidad deviene en unos casos persecutoria, obsesionante, y en otros, maníacamente manejable e idealizada.
Lo cual, que ni tanto ni tan calvo: es necesario mantener una proporción y unos criterios adecuados que permitan a la realidad -en adelante “La Realidad”- mantener sus perfiles objetivos, y a uno -en adelante “Uno”-, cargarla electrostáticamente de una cierta emocionalización y significación subjetiva. Entonces es cuando uno “se maneja bien”, se siente henchido y se mueve a velas desplegadas entre las cosas que en principio le eran ajenas pero no llegarán a “enajenarle”.
Esto explica las antipatías y hasta el demonio de los celos, pero también las admiraciones y mitificaciones de líderes o de figuras publicas, de actores, cantantes, humoristas, futbolistas, escritores promovidos desde los grupos de presión, ideólogos, pedantes, símbolos sesuarrls como Efrén, de status como Peyró, de cualidades deportivas como Nadal o de éxito como un servidor. Y explica lo contrario: la automarginación ante los demás, el sentirse despreciado, ridículo, el palpar a cada paso, en lugares públicos y entre gente desconocida, que uno es rechazado y juzgado sin misericordia, así como las agresiones potenciales, el sentirse perseguido… o la contaminación, bacteriana y de la otra. Aquí quería llegar.
Yo recuerdo de mi infancia unas nevadas que aislaban el pueblo y temblaba el Misterio y entonces se veían sin mayor transcendencia y nadie se ponía mal por ello. En la actualidad, con tanto lavado de cerebro ecológico y solidario, esa misma nevada, el puerto cerrado, se dramatiza y todo el mundo dice que ya lo avisaron los mayas y que eso de ahí no es el primo Ebodio, sino Mel Gibson. Y sufren un trastorno de ansiedad al verlo porque no le están viendo a “él” sino a eso otro, la repercusión subjetiva de unas simplificaciones grotescas.
¿Desde cuando el odio a la civilización occidental ha sido ciencia?
Claro que se equivoca, sin dejar de ser ciencia. Precisamente por que es producto de un contexto histórico y social determinado, y fluye de acuerdo a los paradigmas que la enmarcan. El geocentrismo aristotélico y ptolemaico era no sólo científico en su época, sino elegante y exigentemente científico. Hasta que llega el momento en que el paradigma no puede soportar la presión que inyecta un nuevo flujo de evidencias, y estalla. En ello estamos, parece.
Pero la ciencia nunca se equivoca.
¿Acaso la tierra no era plana y estaba sostenida por cuatro tortugas gigantes?
¿Acaso el sol no giraba alrededor de la tierra?
Cierto, Alberto. Lo cambio ya mismo. Gracias!
Completamente de acuerdo, y magnífico artículo de Lindzen, pero la cita no es de él, sino de el editor que prologa el artículo, un tal Ed Ring.
Sublime.
Y lo mejor es que lo dice un científico absolutamente ajeno, como todo el mundo sabe, a los intereses de la industria petrolífera, de la industria automovilística, etc.
Que así pesa mucho más, claro.