El Senado norteamericano aprobó finalmente un «Plan de Rescate Financiero» ligeramente modificado, con 74 votos a favor y 25 en contra. Mañana la propuesta volverá a ser sometida al Congreso.
Las mejoras suponen:
– Reducción de impuestos a la clase media
– Reducción de impuestos energéticos
– Seguro para las cuentas de ahorro hasta 250.000 US-$
El caramelo apenas puede disimular el amargor que supone saber cómo un Estado pretende utilizar 500.000 millones de euros de los contribuyentes para subsanar los excesos de la industria financiera. Es una medida claramente antiliberal y que acarreará seguramente consecuencias bien distintas de las pretendidas.
No soy economista, no entiendo de macro y micro-economías, pero siempre he creído que no se puede pagar con el dinero de todos los desaciertos de unos cuantos. Si el sistema financiero bajo el padrinazgo del Estado (que nadie crea que asistíamos a un sistema liberal, je) no ha funcionado, ha llegado el momento de permitir su destrucción y que surja uno nuevo, verdaderamente liberal y sin la intervención estatal.
Espero que mañana los congresistas se mantengan en sus trece y rechacen esta nueva propuesta también.
Les recomiendo:
– De la demagogia antiliberal al análisis sesgado de la situación
– Respuesta a algunas objeciones (y anteriores)
– Dos lecciones amargas para los españoles
– El Papel que Jugó Clinton en Esta Crisis Financiera, por Charles M. Philbrook
Negarse al cambio es otra opción -que algunos confunden con el bien y erigen ideal social o práctico-, siempre única autorizada y respetable para dógmáticos de Villaarriba o Villaabajo.
Siempre se puede optar por la renuncia a la libertad de cambio y de mejoras, clarro que las consecuencias sociales, prácticas, acusarán eventualmente el desacierto, pero de momento todo podría seguir igual y hasta notarse un apaciguamiento de la cosa publica…
Después habría que apechugar con la tensión creciente del odio y resentimiento entre las clases sociales, la insolidaridad de todos sin todos y, característicamente, el descenso y el ahogamiento de la creatividad en todos los órdenes.
Incluso podría producirse un repentino frenesí mercantil o productivo, sin creatividad, o confundirse ésta con una sospechosa volatilidad (**)(de las instituciones de crédito y distribución y aún de producción de bienes y riqueza, como ahora empieza a suceder.
Todo ello es índice de anquilosamiento intencionado en una determinada forma de organización social y de trabajo que empieza a ir contracorriente de la marcha de vida de la historia.
(*) «¿Y ahora qué tenemos qué cambiar para que todo siga igual?» «Lo que diga el Gobierno».
(**) Ya sabemos, muchas gracias, que la “volatilidad”, en Bolsa, no se interpreta como el número de avioncitos que vuelan; un valor es más volátil cuanto mayores y más frecuentes son sus subidas y bajadas de cotización, y por lo tanto ideal para especular, por lo que para el inversor modesto bastaría con no comprar valores con ese calificativo. Pero es que la volatilidad abarca toda la bolsa, constituyendo la fuente más abundante de ganancias que se pueda imaginar, base de la especulación institucional . No se comprende como no se han establecido reglas de control de la rentabilidad y fiscalización de los que la provocan y que sacan partido de ella, pues sin estar en conocimiento cierto del sentido de las variaciones al alza y la baja las pérdidas son seguras para el iluso inversor modesto que, incluso, lo hace a través de las instituciones financieras.
Efectivamente, hay dos reducciones de impuestos, pero no aparecen las reducciones de gastos correspondientes. De todos modos, el contribuyente igualmente va a tener que pagar los 500.000 millones de euros. Esas modificaciones no cambian practicamente nada.
Tal como está redactado el artículo, en contra de lo que esperaba, no me parece tan mal lo aprobado por el senado: Los dos primeros puntos son reducción de impuestos, lo cual por norma es para congratularse. Y el tercer punto, no es que se vaya a salvar el cuello de unos capitalistas díscolos, se va a responder por un mercado intervenido, controlado y garantizado por el estado. Si es intervenido para lo bueno, que lo sea para lo malo no me parece tan criticable.
Lo que sería fantástico que de todo esto surgiera una entidad financiera que trabajara con el patrón oro y coeficientes de caja pactados individualmente con cada cliente… Si yo tuviera unos miles de millones lo haría con los ojos cerrados… 🙂
Bueno, aquí teoricamente hablamos del mal menor… si el coste (social (paro desintegración etc), económico, etc…) de la no intervención es mayor al coste de la intervención 500.000 mill dolares, es moralmente ético invertir¿? aunque los culpables salgan beneficiados…
Realmente creo que todos estamos de acuerdo en lo de el que la hace la paga pero ahora tenemos ante nosotros varios dilemas:
¿Nos hemos beneficiado todos de es boom o han sido solo los ricos?
¿Hasta que punto los gobiernos que conocían seguro lo que estaba pasando lo permitian?
¿No son los gobiernos responsables por omisión?
¿No son los gobiernos representantes de todos nosotros?
¿Luego, somos responsables solidarios?
Debe ser rechazado, pero si al final se aprueba, el Gobierno americano debería vender los activos intervenidos a la mayor celeridad posible.