Según Jasvinder Sanghera, que fue repudiada por su familia por rechazar un matrimonio forzado y quien inició Karma Nirvana, la persona más joven que ha llamado tenía 13 años. «Tenemos que dejar de pensar que los matrimonios forzados y la violencia basada en el honor sólo afectan a unas pocas personas,» dice. «Estos números son sólo la punta del iceberg.»
Aunque los hombres también pueden ser víctimas de matrimonios forzados, el 89% de los que llaman pidiendo ayuda son mujeres. Casi el 80% dijeron que el abuso que era la causa de su llamada era «matrimonio forzoso», mientras que el 70% también dijo que temían llegar a ser víctimas de violencia por honor. Cuando se les preguntaba quién era el responsable de la violencia cometida contra ellos, sólo 13% dijo que eran sus maridos, mientras que el 71% consideraban culpable a su familia inmediata.
Más, en Spanish Pundit.
Y puestos a rememorar, el gran hombre (18 pp, lo bueno, hacia al final). Un saludo.
Pozi, añadamos alguna paleozoica «reflesión»:
«Mayor poder relativo que el de la actual Europa lo tenía la clásica del Imperio Romano. Roma controlaba prácticamente todo el mundo civilizado durante las primeras centurias de la era cristiana. Su desarrollo económico y cultural era impresionante. El orgullo y optimismo de sus ciudadanos estaba justificado, y crecía. Pero, sin embargo, entre otras razones, a causa de esa misma satisfacción de la población se iban generando factores de relajación, tendencias al puro disfrute, bajadas de la natalidad, rechazo de los esfuerzos primero ofensivos y después incluso defensivos, desprecio del mantenimiento de la unidad, aceptación del traslado de los centros de poder, en gran medida, a zonas más periféricas como Constantinopla y Germania…
Así las cosas Roma precisó nuevas gentes y nueva sangre para servir en sus ejércitos y para realizar los trabajos que sus ciudadanos iban rechazando; para ello, se abrieron las fronteras a los bárbaros: Y dentro del Imperio, muchos hombres eminentes y no pocos formadores de opinión, para propiciar la inmigración “bárbara”, utilizaron argumentos de línea similar a los que desde hace años escuchamos para las olas presentes. Los políticos veían así solucionados muchos de sus acuciantes problemas del momento y los terratenientes contaron con los brazos que precisaban – y a bajo coste – para sus producciones. No faltaban voces que hablaban de peligro de infiltración y que recordaban las historias de las peleas romanas contra pueblos bárbaros que pretendían invadir el Imperio o reconquistar territorios romanizados; voces que eran acalladas por los bienpensantes, que destacaban la clara superioridad de la máquina defensiva de Roma y los porcentajes bajos de inmigración bárbara respecto a los pueblos romanizados.
Y llegó un momento en que la historia se repitió. Los bárbaros externos volvieron a lanzarse a la invasión del Imperio Romano. No se piense que eran gigantescas oleadas de guerreros. La España romana cae por la invasión de una cifra calculada en doscientos mil bárbaros sobre una península que contaba con unos diez millones de habitantes. Es decidir, que una minoría del 2% fue capaz no solamente de tomar el poder político y militar sino, además, pasar a ser la propietaria de las dos terceras partes de la tierra cultivada de la Hispania Romana; la clave estuvo en que se trataba de una minoría decidida y coherente,, que uso la fuerza en puntos estratégicos y lo simultaneo contando con algunos pactos con fuerzas o personalidades locales, infectadas por el virus de la duda, más el lógico apoyo de los bárbaros que previamente habían entrado en Hispania vía inmigración pacífica, quienes de repente veían la oportunidad de cambiar su estatus económico y social de servidores por el de nuevos dueños, a costa de sus antiguos patronos hispanorromanos. Y el cambio llegó a ser consagrado a través de una “ley de hospitalidad” [alianza de civilizaciones], que aprobó el nuevo poder visigodo, por la cual los diez millones de hispanorromanos se quedaban solo con un tercio de las tierras de labor y reconocían que los otros dos tercios eran para unos pocos cientos de miles de bárbaros, entre invasores y antiguos inmigrantes.»
Y otra más para Nora.
aquí no pasa ná… Creo personalmente que la gran mayoría de las personas no son conscientes del peligro ni del examen que tú has hecho, que es muy acertado. Así que ¿para qué preocuparse? Es más algunos incluso lo apoyan como «su cultura«.
La institución del matrimonio, dada la fundamental función que tiene cimentando cualquier sistema social, es regulada y protegida en cualquier cultura (bueno, casi, menos en el occidente relativista…). Pero la naturaleza de la institución varía en función de los valores de la sociedad a la que cimenta, por su cultura, religión, etc…
En nuestra cultura la naturaleza se fue depurando hasta quedar como la institucionalización -por norma- del amor entre dos personas de distinto sexo con el fin de que dieran entrada a nuevos ciudadanos libres en un entorno acogedor. Mas en otras culturas nos encontramos que la naturaleza del matrimonio tiene una fuerte carga patrimonial, así como un mayor sometimiento y utilitarismo sobre los nuevos ciudadanos que ha de traer la unión (no son nuevos ciudadanos libres, sino más soldados, más terroristas suicidas, más mano de obra barata, más carne fresca para vender, etc, etc…).
Cuando en el seno de nuestra sociedad consentimos matrimonios de naturaleza distinta y contraria a la de nuestro modelo, lo que estamos haciendo es permitir que crezca una sociedad independiente e invasora que, mientras más crezca, más socavará y herirá a nuestro modelo. Cosas del relativismo, tratamos de igual manera cosas distintas, protegiendo así la instauración y crecimiento del enemigo en casa. Y luego vendrán los lamentos y las preguntas de cómo hemos llegado hasta aquí…
La multuculturalidad es fantástica en la cocina y en las artes. Pero nefasta en lo social…
El Imperio Romano cayó, entre varios factores, principalmente por la caída en picado de la pirámide poblacional y por el exceso regulatorio. Lo primero dio pie a que el ejército se plagara de bárbaros que no defendían en absoluto los valores que hicieron grande al imperio. Y lo segundo destruyó el tejido empresarial que sustentaba las ciudades, por lo que se desestructuró totalmente la armonía social. Con el caos de lo segundo y los vigilantes de lo primero, la caída fue apoteósica.
Increíblemente, estamos repitiendo los mismos errores punto por punto: estamos abriendo las puertas al invasor al tiempo que el exceso regulatorio acabará por asfixiar el modelo que nos hizo grandes. Y aquí no pasa ná…