El número de quienes, en público o en privado, se adornan con un «yo también soy liberal» es bastante mayor que el de votantes del Partido Popular. En el fondo a todo el mundo le gusta decirse «liberal». Pero ante la elección entre más libertad o más seguridad, asistimos a masivas deserciones, justamente entre los «también-liberales». A la hora de tomar decisiones en las urnas, la liberalidad deja de ser criterio de voto, para convertirse en mera pantalla tras la que esconder lo que realmente cuenta: se vota al partido que promete el trozo más grande del pastel estatal, la mejor parcela de poder. El liberalismo se convierte repentinamente en un hipoteca política si de delimitar los verdaderos costes de la responsabilidad individual se trata. Llamamientos a la responsabilidad individual, eliminación ordenada de la sobrerregulación y el padrinazgo estatal, erradicación del abuso impositivo, son ideas que difícilmente armonizan con la creciente demanda de desarrollo y consolidación del llamado «estado de bienestar». En realidad, es imposible ser al mismo tiempo liberal y popular. Y ése es uno de los principales problemas del PP.
Cierto es que un partido de vocación «nacional» debe, plegándose a las reglas de la democracia y las leyes del consenso, hacer concesiones programáticas en aquellos temas considerados «populares». Podemos incluso afirmar que ningún partido «nacional» puede permitirse el lujo de prescindir absolutamente de un cierto grado de populismo. Todos sabemos que hay diferentes formas de populismo, y que buena parte de la batalla política entre partidos se dirime justamente mediante el intento de demostrar que el propio populismo es el mejor camino para dar solución a los problemas de todos, al tiempo que se descalifica el populismo de los de en frente como puro polemismo y/o chantaje electoral.
Demasiado simple se me antoja, pero, la diferenciación entre populismo de izquierdas (cuya meta es más justicia social mediante la redistribución) y el populismo de derechas (cuya meta es más nación, más democracia y menos inmigración). También existe el populismo de «centro» (cuya meta es una «tercera vía» y la cooperación del estado intervencionista con una economía parcialmente intervenida). Y también existe el populismo verde (cuya meta es salvar la naturaleza y el clima del colapso inminente).
En los tiempos en que la amenaza de regímenes totalitarios socialistas o fascistas era real, sabíamos donde estaban los enemigos de los liberales. Desde 1989, en Europa, ya no es tan fácil trazar las fronteras. Son, por ejemplo, los verdes anti-globalización un movimiento de izquierdas, de derechas o una mezcla de ambos? Son los euroescépticos liberales, antiliberales o hay liberales y antiliberales euroescépticos?
El liberalismo es -y siempre será- la corriente que se enfrenta al estatismo que cree poder mejorar la humanidad desde sus órganos de poder centrales. Los liberales más estrictos están convencidos de que el hombre libre y responsable es capaz de resolver por sí mismo sus problemas, y que la intervención estatal en los asuntos privados sólamente es aceptable cuando se ha demostrado que es necesaria y no de forma preventiva. En España siempre han existido mentes liberales. Pero han caído demasiado tarde en la cuenta de que el estado de prevención y «servicio público» que se perfiló en los últimos años del siglo pasado ya no es «su estado», si no un monstruo apenas financiable a medio plazo, ávido de subyugar todas las voluntades. Un estado en el que el populismo paternalista y jipi de la izquierda patria ha encontrado el terreno perfectamente abonado para instalar sus politicas de comuna, buenismo y miope despilfarro. Un país en el que el esfuerzo y el mérito personal, lejos de verse premiados con el éxito, reciben a diario bofetadas insultantes desde las incompetentes tribunas ministeriales. Un país en el que la seguridad no se consigue mediante la defensa, sino mediante la claudicación y la negociación con los criminales.
Ya no basta con hacer un llamamiento reclamando «menos estado». No basta con tender la mano y poder así sentarse a la mesa de «los demócratas». No basta con pactar Consejos del Poder Judicial o estatutos de autonomía. No basta con amagar un paso al «centro» (el centro de qué???) Se necesita urgentemente un partido que proponga un «estado diferente». Un estado que nos devuelva un marco legal y administrativo en el que la sociedad civil pueda desarrollarse de forma autónoma y responsable.
No, el Partido Popular no es un partido liberal. Y ser liberal no es, para nada, popular.
Nora lo que dices es totalmente aceptable incluso desde el punto de vista liberal…..salvo…cuando dice que es necesario el estado es necesario para que los ciudadanos desarrollen una vida normal…..elproblema es saber lo que consideras normal…..o lo que por ejemplo los socialistas consideran normal…..ellos consideran normal que la mujer sea igual a los hombres… cosa evidentemente lógica y entonces ellos deciden la discriminación pasitiva….una aberración desde la igual dad de la ley, ellos consideran que la clase trabajadora debe prosperar, cosa evidentemente lógica, y entonces proponen la intervención a la economía, en los contratos laborales y en el salario mínimo y el resultao es mas paro, ellos proponen que todo ciudadano debe pensar y actuar fuera de módulos religiosos, cosa evidentemente totalitaria….por eso el estado no tiene porque pretender que mi vida y la tuya sea normal , eso lo pretendes tu y yo respecto de nuestros hijos y de nuestros padres….porque si un estado pretende regular la vida social para que esta sea «normal» de estas regalando la hiena totalitaria….por eso justamente Gomes dice queel estado debe estar para solucionar cosas que en cada momente nosotros no hemos podido o sabido solucionar ….y una vez realizada esta tarea, volver a sus madrigueras…y eso porque? por lo que tu dices…nadie puede prever como va actuar cada individuo, solo un estado subsidiario de nuestra actividad es un estado que sabe interpretar la libertad de los ciudadanos…..
Mercado libre! No a la intervención del Estado para salvarlo. Que se salven ellos solos. Mercado libre! Esto es capitalismo salvaje para los pobres y socialismo para los ricos, que siempre se quedan con lo mejor. Mercado libre!
Pequenya provocacion:
O sea, cuando las burbujas immobiliarias explotan y un posible colapso de mercado por culpa del de unos puede fastidiar la economia de todos.
Cuando las acciones de una persona pueden afectar a la de al lado, hasta que punto se debe dar libertad de accion a esa persona y quien decide esa libertad de accion?
Creo que eso no es cierto, sobre todo por algo que aclara Germánico:
Significa que para decir «soy liberal» tienes que decir además qué clase de liberalismo propugnas o consideras más oportuno.
En mi caso, creo que hay cosas más importantes que la definición del liberalismo. La libertad como tal, tampoco es algo único de los liberales (sí, ya sé, me van a llover chuzos de punta por esto…). Y defenderla como un absoluto a veces llega a la paradoja de que se defiende la Sharia como ejemplo de «norma que rige voluntariamente» porque, hombre, lo más que hay son «unas pocas presiones sociales» que no pueden compararse con la libertad individual. Planteamiento que me parece muy respetable pero que no comparto en absoluto. Sé que con esto me estoy metiendo en un lío, pero como ya he dicho varias veces, las ideologías sean las que sean (incluído el liberalismo) a veces no consideran la realidad o simplemente no consideran ciertos aspectos de ella porque pueden contradecir el planteamiento general. Ser partidario de una ideología a veces (no digo siempre) a algunos les hace olvidar qué valores están defendiendo desde un principio.
Francamente, a la vista de lo que he leído, visto y escrito en los últimos años, yo no sé exactamente en qué ideología encajo. Sólo tengo claro lo que no quiero: totalitarismo, abusos de Derechos Humanos, consideración legal de unos como superiores a los demás por su exclusiva pertenencia a un grupo, la consideración filosófica del individuo como un mero instrumento político (no como animal político) o como un mero instrumento económico sin otras dimensiones en su vida, el racismo (venga de donde venga), el terrorismo y sus causas (que no son la pobreza, si no que son de carácter ideológico y/o financiero… de los que obtienen beneficios con él), la tergiversación periodística -ocultación de datos o «comentarios» u «opinión» donde sólo debería haber hechos objetivos-, etc. además de, por supuesto, el Estado, no como algo necesario para que los ciudadanos desarrollen su vida de forma natural y normal, si no como un Leviatán que tiende a devorar todo lo que tiene alrededor.
No creo que nunca me identifique con ninguna tendencia política concreta. NI siquiera cuando he dicho que era conservadora, estaba de acuerdo al 100% con sus planteamientos (ni en un 80% en algunos casos…). En parte, porque insisto, para mí, ninguna ideología puede predecir o explicar el comportamiento humano o social: siempre hay cuestiones que se les escapan.
En cuanto al PP, después de ver cómo se han deshecho de María San Gil porque discrepaba de la nueva «tendencia chupi-guay mega centrista», no defiende los principios que decía defender y por tanto, tampoco creo que pueda comulgar con ellos… ni siquiera porque ZP esté en frente… 🙁
Uno de los mayores problemas del liberalismo es semántico. Conviene saber a qué se refieren exactamente quienes se proclaman liberales cuando dicen liberalismo.
En nuestro país existe lo que se podría denominar liberalismo Gallardoniano, que es la versión de derechas del talante zapateril: diálogo y más diálogo, transacciones y más transacciones políticas, claudicación, llegado el caso. Eso no es que no tenga nada que ver con el liberalismo tal y como se defiende en Desde el Exilio o en Red Liberal, es que es su opuesto.
Así nos encontramos con que se denomina liberalismo a una cosa y a su contraria. Ya se sabe que la izquierda politica gusta de transformar el sentido de las palabras y hacerlas significar lo que les conviene, que generalmente suele ser lo contrario de lo que verdadera y cabalmente significan o debieran significar. La reinterpretación de las palabras es una parte esencial en el juego de la revolución política y social.
No importa mucho en cualquier caso el disfraz que se pongan los liberticidas -de acuerdo con nuestra noción ajustada a los hechos de libertad política y social- al final son o tecnócratas pijos o populistas cutres.
También hay un tercer sentido que se le puede dar al término libertad: libertad política es libertad de voto, es poder votar, es que exista democracia. Los «totalitarios» de la democracia (perdónese la expresión, pero se ajusta a una realidad perfectamente identificable y definible) quieren que prevalezca la democracia sobre la verdadera libertad, sobre cualquier buena razón o tradición: lo que vota la plebe es ley y es espíritu de la ley, aunque voten delegar responsabilidades y ser siervos.
Totalmente de acuerdo en ésta afirmación: «Se necesita urgentemente un partido que proponga un “estado diferente”. Un estado que nos devuelva un marco legal y administrativo en el que la sociedad civil pueda desarrollarse de forma autónoma y responsable.»
Y así, a vuela pluma se me ha ocurrido que quizá para empezar a construir un estado de verdad diferente, más efectivo y menos sobredimensionado no estaría mal que empezáramos a suprimir ese entramado autonómico que sólo contribuye a subvencionar nacionalismos y crear necesidades de gasto donde antes no las había.
Quizá sería un buen comienzo para hacer un estado mas reducido y, en resumen, y aunque sea una contradicción, «un estado más liberal».