No deja de sorprenderme el hecho de que algunos coetáneos sigan, en pleno siglo XXI y tras la lectura de miles de páginas en sus libros, empeñados en equiparar la libertad -así como suena, entera, sin grises- con la anarquía. Alguno de ellos incluso considera la economía de mercado como un engendro que favorece sólo al capital (que dicen que es el «fuerte»). Obviamente se ven refrendados en las declaraciones -y actuaciones- de políticos, periodistas al servicio de la corrección política y «pensadores» de todo tipo, quienes, sin lugar a dudas, tienen gran interés en que no se pongan en tela de juicio estas percepciones.
Nos describen la sociedad «del más fuerte», y nos previenen contra ella. Es un mundo en el que impera la ley de la jungla, el mítico estado primigenio de Thomas Hobbes en el que todos son enemigos de todos. La anarquía genera un equilibrio, pero es el equilibrio del terror. Según Hobbes y Locke, el contrato social erradica este estado salvaje, primigenio, de terror anárquico, de libertinaje violento. Se funda un Estado al que se dota del monopolio de la violencia, de manera que pueda defendernos a cada uno de nosotros de los ataques de los otros. Las ventajas son claras, pues se termina con la espiral de violencia y se obtiene una plusvalía: la paz social.
Como resultado del Contrato Social – al menos según John Locke– nace el Estado Libre de Derecho. Uno de los derechos que protege ese Estado es el de la propiedad. E intrínsicamente unido a él, el derecho a cambiar o vender o comprar bienes. Para ello se utilizan los contratos. Cuando el Estado protege esos contratos, su cumplimiento, nace la economía de mercado.
Como la economía de mercado se basa en contratos voluntarios, se convierte en lo contrario de una sociedad del más fuerte: es el fin definitivo de la ley de la jungla. Por eso la mayoría de los liberales de todo tiempo y condición oponían (y oponen) libertad y anarquía: el orden liberal es la superación de la anarquía.
Lamentablemente, la libertad no es posible sin, al menos, una pizca de anarquía. No me refiero a los elementos imprevisibles que se pueden observar en toda sociedad -también en las llamadas democracias-. Cuando el Contrato Social -la Constitución, por ejemplo- debido a motivos de practicabilidad permite y fomenta la toma de decisiones mayoritarias en amplios campos de la vida social, la mayoría (poseedora de la razón, pues mayoritaria, y del poder) siempre tenderá a hacerse más grande a costa de las minorías. También los grupos de interés bien organizados son una amenaza para los derechos de propiedad de los otros. Nos encontramos ante el «nuevo dilema hobbesiano» (Buchanan y Tullock). Aparece una nueva lucha, un nuevo motivo generador de violencia: ya no luchan tribus entre ellas, sino todos contra todos (como al principio) por conseguir la mayor tajada posible del cuerno de la abundancia del Estado.
Estos elementos «anárquicos» se me antojan inevitables. Desde una óptica liberal-tradicional son necesariamente evitables. Pero, no puede ser deseable una pizca de anarquía?
La existencia del nuevo dilema hobbesiano nos muestra cómo el Estado monopolista de la violencia no cumple precisamente aquello a lo que está obligado según el Contrato Social. Justamente por ello debemos preguntarnos cómo podemos los ciudadanos controlar y obligar a quienes deciden en nuestro nombre para que cumplan su parte del contrato: garantizar los derechos y la libertad de cada uno. Qui custodiet ipsos custodes?
Los medios habituales son conocidos: la posibilidad de retirar la confianza al Gobierno cada cierto tiempo (democracia); la separación de poderes y la independencia del Judicial; la opción de emigrar a otro Estado donde se respeten mejor los derechos reclamados. La debilidad de las dos primeras soluciones es de todos conocida: la primera protege, en el mejor de los casos, a la mayoría de los ciudadanos frente al estado, pero nunca a las minorías. Si nos fijamos en los métodos de selección de los órganos de gobierno del Poder Judicial vemos como, lejos de la independencia deseada, son elegidos por las instancias políticas y puestos a merced de la mayoría, una vez más. La libertad de las minorías sólo puede asegurarse, pues, emigrando. Ya lo decían Montesquieu, Adam Smith, Immanuel Kant y, sobre todo, Lord Acton. Y no son necesarios, ni previsibles grandes movimientos migratorios. Basta con que exista la posibilidad de «escapar» de un Estado hacia otro en el que las condiciones de libertad sean mejores según los criterios del emigrante.
Este mecanismo protector de la libertad individual funciona sólo si existe verdadera competencia entre los diferentes estados. Todo gesto harmonizador de las políticas fiscales, legales, penales… dificulta el ejercicio de la emigración como herramienta del disidente. Peor es el caso si nos encontramos con la situación en la que los estados con mayor presión fiscal y legal son los que imponen a los otros estados sus «condiciones», evitando cualquier conato de competitividad. En estos casos (no les recuerda esto un «poco» a la Unión Europea»?), el individuo carece de opciones plurales entre las que elegir y pierde su libertad. Imagínenese un Gobierno mundial, que represente a un estado global. Nadie podría escapar de él.Terminaríamos para siempre subyugados a la voluntad de «la mayoría».
Si desarrollamos el argumento de Hobbes hasta sus últimas consecuencias, sólo un Estado Global podría acabar para siempre con la «anarquía». Mientras queden Estados independientes que monopolicen la violencia, se mantendrán las luchas entre ellos. Tratados internacionales sobre desarme militar y protección de los derechos de propiedad pueden suavizar los problemas, pero no erradicarlos. Organizaciones militares de defensa comunes ayudan a conseguir un cierto equilibrio mundial de poderes, pero siempre estaremos ante un equilibrio del miedo. Un equilibrio del terror (recuerdan?). Queda, por tanto, una pizca de «anarquía». Irremediablemente. Pues sin ella, no es posible la libertad.
PD: la foto es de las llamadas Georgia Guidestones, en las que se describe una pesadilla sin anarquía:
MAINTAIN HUMANITY UNDER 500,000,000 IN PERPETUAL BALANCE WITH NATURE GUIDE REPRODUCTION WISELY — IMPROVING FITNESS AND DIVERSITY UNITE HUMANITY WITH A LIVING NEW LANGUAGE RULE PASSION — FAITH — TRADITION AND ALL THINGS WITH TEMPERED REASON PROTECT PEOPLE AND NATIONS WITH FAIR LAWS AND JUST COURTS LET ALL NATIONS RULE INTERNALLY RESOLVING EXTERNAL DISPUTES IN A WORLD COURT AVOID PETTY LAWS AND USELESS OFFICIALS BALANCE PERSONAL RIGHTS WITH SOCIAL DUTIES. PRIZE TRUTH — BEAUTY — LOVE — SEEKING HARMONY WITH THE INFINITE BE NOT A CANCER ON THE EARTH — LEAVE ROOM FOR NATURE — LEAVE ROOM FOR NATURE
Este post está dedicado a María Blanco. Porque me apetece.
Estoy confundido ¿Aqué se refieren exactamente cuando dicen «Anarquía»? No me entra dentro de los conceptos que conozco de leer a Bakunín o Malatesta. No soy intelectual aunque me guste la lectura, quizás no haya llegado a comprender el artículo y algunos comentarios. Sobretodo me confunde el término Anarcocapitalismo, puedo llegar a asegurar que el capital, la propiedad privada y el Anarquismo son incompatibles. ¡Por suerte! ¡Viva el ANARQUISMO!
Alguien que supone que la libertad es equiparable a un fenómeno físico en beneficio de su argumentación no merece el menor respeto intelectual. Porque son socialistas, sin ir más lejos, quienes primero consideran a la sociedad como un organismo o mecanismo del que todos somos parte o engranaje. Es ridículo.
Como ridículo es pretender hacernos tragar que un iusnaturalista puede coherentemente establecer gradaciones entre esto o aquello en base a criterios de utilidad. Y no le anda a la zaga el pretender que todas las iniciativas políticas aspiran a la felicidad de los individuos. Todo ello de una grosura e ignorancia tan evidentes que, como ya he dicho, sólo merece el desprecio.
Asimismo insistir en que existe unidad de ética a nivel universal y que esta además deriva de un concepto atemporal y absoluto de libertad… es ya cosa propia o bien de un fanático o de un niño. Lamentable.
Los insultos personales son obviamente despreciables pero además son de lo más desatinado. Porque yo no envidio a quien arrastra su criterio en beneficio del sumarse al chiringuito de cenas y cañas del anarquista Instituto Juan de Mariana. Y lo hago con la autoridad de haber rechazado múltiples propuestas y aproximaciones de dicha organización (propuestas que, curiosamente, arreciaron cuanto más abiertamente criticaba al anarcocapitalismo en mi blog). La actitud de tantos que como Luis I. Gómez han terminado contribuyendo al ruido de fondo ancap en Redliberal y alrededores es completamente penosa. La intención de sus ambigüedades, de sus apologías y de sus disculpas y coberturas es tan evidente que no merece mayor explicación. Porque aquí tenemos a un señor que dedica muchos artículos a meterse contra el Islam mientras que no tiene el problema de considerar indiferente algo como el «canibalismo voluntario». Por supuesto habrá quien no quiera ver lo elocuente de estos hechos pero eso es porque está ocupado en lamer botas ajenas.
No existe un concepto atemporal de libertad pero de lo que no cabe duda es de que todos los necios son esclavos.
Sé que está claro, pero por si acaso a alguno le cuesta -que sé que sí-, donde pone en mi comentario anterior «la estupidez con conoce límites» debe poner «la estupidez NO conoce límites»…
Iracundo, definitivamente eres un zoquete.
Una cosa es la definición de algo. Y otra cosa totalmente distinta es el uso que se hace de ese algo definido.
Una silla es una silla. Y no deja de ser una silla si la uso como escalera para alcanzar un libro en una estantería o si la uso para romperle la crisma a alguien que me amenaza. El objeto no se define por el uso, sino por su naturaleza. Así pues siempre hablaremos de silla, no de escalera o de arma contundente según el contexto. Es una silla.
Pues lo mismo ocurre con la libertad. La libertad es lo que es y punto. Luego está el uso que hace de ella el individuo ya sea según su criterio o el que le impongan. En relación al contexto, en este caso al modelo social, el individuo cede más o menos de su libertad para someterse más o menos al colectivo según su interés, parecer, o imposición en uno u otro sentido. De esta manera se puede afirmar que alguien sometido a un régimen comunista disfruta de menos libertad que alguien que está en una sociedad socialdemócrata. A su vez, éste último tendrá menos capacidad de decisión, osea, de disfrute de su libertad, que si viviera en un régimen liberal. Y nadie hay más libre que el que voluntariamente vive en soledad alejado de todo grupo. ¡Hasta está claro que es más libre el soltero que el casado! Por lo tanto, la libertad es un concepto absoluto que no admite grises. Otra cosa es el grado de libertad que ofrece cada sistema alternativo.
Te pongo otro ejemplo a ver si lo coges, que sé que te cuesta: la corriente eléctrica es corriente eléctrica. Luego podrá ser alterna o continua, de más o menos voltaje, de más o menos intensidad. Pero es corriente eléctrica siempre, sin grises.
Así que deja ya de una vez de confundir definición con uso de lo definido, que no hace sino confirmar lo cortito que eres.
Veo que sigue costándote ver la diferencia entre tener puntos comunes y ser la misma cosa. Entiendo que tienes tus limitaciones, pero vamos a hacer un intento para que veas que no tiene nada que ver lo primero con lo segundo más allá de que lo inteligente es que los diferentes busquen las igualdades para poder constituirse en sociedad.
Para empezar, la idea primigenia de todo planteamiento político y/o social es la búsqueda de la felicidad de los individuos (salvo que tú me indiques lo contrario, que de repente conoces algún ideal político que tenga como máxima putear a todo el que pille por delante). Así que como todos parten del mismo punto inicial, según tú todos son lo mismo y todos son o comunistas, o anarcocapitalistas, o lo que quieras poner. Así pues, tu argumento patina soberanamente desde el punto de partida, zoquete.
Pero vamos más allá. Nos criticas y nos metes a todos los que aquí nos encontramos en el mismo saco porque partimos de las mismas premisas. A ver:
¿Qué tiene de malo partir de la base de que la sociedad tiene que servir al individuo y no al revés?¿Que tiene de malo partir de la base de que el estado ha de tener el mínimo tamaño posible que le permita realizar su función para salvaguardar así su razón de ser y la máxima libertad individual?¿Qué tiene de malo partir de la base de que cada uno tiene derecho a manejar su vida y que no pueda ser un burócrata el que te programe?
Estamos hablando de principios objetivamente establecidos para buscar el mejor equilibrio entre individuo y sociedad. Ideas sencillas, simples y fácilmente defendibles con la lógica más aplastante.
Ahora bien, partiendo de las mismas premisas, como verás si usas la cabeza para algo más que ponerte la gorra, cada uno aquí llega a distintas conclusiones. Discutimos y razonamos sobre dónde está la linde entre lo individual y lo colectivo. Y es tan amplia y abierta la discusión, que alguno puede, partiendo de los mismos principios, llegar a defender una postura socialdemócrata.
Porque además de las premisas comunes, cada uno tiene sus vivencias, su moral, su manera de interpretar las cosas, su confianza en los demás y hasta su fe. Así que una vez más se demuestra empíricamente que tu acción de agrupar y descalificar en base al establecimiento de premisas comunes es una soberana gilipollez digna de cualquier representante de la estulticia más simplona.
Y para completar tu autoretrato, ya lo afinas con tus críticas en base a según quién va con quién, que si las copas, que si la amistad, que si los grupitos. Además de zoquete eres envidioso. Vida pobre debe ser la tuya…, envidiando lo que no puedes alcanzar por tu falta de capacidad intelectual y social. Reconozco que debe de ser duro.
No hagas ningún esfuerzo en juntar letras en algo que pueda parecer una respuesta. Para mi ya eres el pegote que pasaré en los comentarios. No hay aliciente en defender perogrulladas y rebatir sinsentidos, una y otra vez para sólo comprobar que la estupidez con conoce límites… Y sí, zoquete, eres tan patético que casi das ganas de llorar.
Lo único positivo de las intervenciones de este iluminado es que demuestra, Luis, que ante semejantes especímenes es mucho más sólido mi modelo que el tuyo 😉
«La verdad es que lo del señor de la ira, te pones a analizarlo con cuatro amigos, dos copas y unos pinchitos y da más juego que un Madrid Barcelona.»
De eso va todo esto, señor Juano: te tomarse unas copas con la gente del Instituto Juan de Mariana.
La pretensión de que carezco de la capacidad de comprender o escribir es tan ostensiblemente falsaria que a penas merece sino lástima. Como tan falsario, o torpe, es acusarme de reduccionista y de «homogeneizar lo heteorgéneo» cuando aquí se le lamen las espaldas a quien afirma cosas como que «la libertad no admite grises» o considera «totalitario» un Estado que imponga leyes imperativas de cualquier clase (siempre, suponemos, que tales órdenes excedan del ámbito del pueblo o «municipio»…). En cualquier caso debe hacerse notar que esta clase de críticas, que cínicamente traen a colación presuntos fallos ortográficos y similares, son hábito conocido de cierta clase de interlocutores generalmente reconocibles por sus altos niveles de caspa. El adjetivo que les hace justicia es el evidente.
«Equiparas a todo el que sostenga que la libertad es un bien objetivo y definido con los anarcocapitalistas. Que viene a ser lo mismo que equiparar a todo el que sostenga que los impuestos son necesarios para sostener un estado con los comunistas.»
Bueno, yo pensaba que aquí estábamos hablando de ideas y sus implicaciones, no de juegos florales. Porque nadie que asuma con ánimo de ser coherente que la libertad es algo objetivo (atemporal) puede luego ser otra cosa que alguna suerte de anarquista. Porque si la libertad, como algo definido, se articula como un derecho absoluto («no admite grises») entonces no hay cabida para gobierno de clase alguna. La cosa está clara. Por supuesto el anarquista en cuestión puede ser cualquier clase de loco y declararse de cualquier ideología pero lo que subyace es exactamente lo mismo que manifiestan los ancaps o los mutualistas.
El «giro» de acusarme de equiparar a comunistas y demócratas con el argumento de que defender una libertad como «algo que no admite grises» es asumir el anarquismo es ya hilarante. Por una sencilla razón: porque el argumento en sí mismo lleva implícito que la libertad admite grises y por tanto un comunista no es lo mismo que un demócrata liberal o un socialdemócrata. De nuevo, pasar luego a acusarme de «exagerado» parece una burla teniendo en cuenta en defensa de qué postura se está hablando: que es la del señor Luis I. Gómez, el amigote.
«Y ya el remate de la frase es de traca, indicas que no nos enfrentamos a un problema sobre la aplicación de la lógica, sino que nos enfrentamos a un problema radical. ¿Qué quieres decir con eso?»
Radical, esto es: de raíz. El problema del anarcocapitalismo o el comunismo no es que diga esto o lo otro en cuanto a este u otro asunto. El problema es que parte de colosales especulaciones y por tanto todo su sistema es pura mistificación. En el caso del anarcocapitalismo se da la circunstancia, además, de que por ser mayoritariamente defendido en base a un presunto Derecho Natural la discusión por motivos prácticos o utilitarios está algo así como prohibida. Por ello atender a las prescripciones de ancaps y similares es aún menos interesante que el atender a las del comunista medio.
«Para luego rematar con otra solemne tontería, que es lo mismo tener afinidad que defender. Tontería porque sea cual sea tu planteamiento alguna afinidad se podrá establecer con cualquier otra ideología, por mínima que sea.»
Ya he dicho que la negación de que el anarcocapitalismo parta de bases arbitrarias y ver en toda la construcción algo irrebatible equivale a asumir como propia, de un modo u otro, dicha ideología. Luego el que al personal le de por inaugurar una nueva secta dentro del anarquismo es tan irrelevante como irremediable. A unos les da por hablar, como los socialistas utópicos de hace dos siglos, de comunas o municipios idílicos, a otros por el mercado negro apoderándose de todo, otros como si la sociedad anarcocapitalista fuese a venir con Cristo… En fin: evangélicas chorradas. Y por supuesto que es posible coincidir con ideologías de toda clase. Lo que pasa es que aquí se coincide nada menos que en los axiomas de partida y no en el chocolate del loro.
«Ya la última frase se me hace casi insondable. ¿A qué cosas te refieres?»
Pues muy sencillo: ya está bien de tanto lamebotas que por estas latitudes de la blogosfera se dedica todo el tiempo a presentarse como un liberal moderado mientras hace apología de la práctica totalidad de las ocurrencias ancaps. El señor Luis I. Gómez, en su escalada por hacerse amigote del IJDM y toda la pesca, comenzó haciendo artículos en descargo de la defensa de la impunidad del «canibalismo voluntario» hecha por María Blanco en su blog. Una señorita esta, por cierto, que en su momento empezó en la blogosfera haciendo lo mismo que Luis I. Gómez: defendiendo todo lo que decían los ancaps pero afirmando que ella no lo era. La farsa en el caso de la señorita Blanco duró, de forma elocuente, bien poco. Don Luis, que no es un caso idéntico por supuesto, viene haciendo cada vez más artículos de la ralea del aquí comentado. La palabra anarquía se comienza a usar como aliño de toda ensalada y algún día puede que asistamos al paso formal de este señor a ser ancap confeso. Yo, que rechazo por lo general todo lo hipócrita y ceremonioso, no voy a esperar a tal acontecimiento para desvelar las implicaciones de determinadas opiniones e ideas. Ya está bien, en suma, de todos esos «ancaps que no son ancaps» que se dedican a contribuir a ese ruido de fondo que ha llevado a muchos chavales impresionables y similares a considerar que «es liberal aquello que está más cerca de la anarquía». Eso es una mentira, y a la luz de las posiciones que defiende tradicionalmente el liberalismo una suerte de traición o ataque sobre dicha ideología.
En cuanto a lo de «liberal razonable» me refiero al modo en que gente como Luis y otros se nos presentan adoptando maneras y ceremonias de afectada educación cuando en realidad transmiten ideas peligrosas, incendiarias y totalitarias. Intentan parecer liberales y razonables cuando, claro, no son ni lo uno ni lo otro: son ácratas con una creencia ciega en que el mundo puede sostenerse en base a dos enunciados autoevidentes que se sacó alguien de la chistera. Mistificadores.
«Lo dicho Iracundo, poniendo “bla, bla, bla, no, bla, bla, bla, no” harás menos esfuerzo y te entenderemos igual.»
No, creo que quien de forma tan pueril, y torpe, ha intentado dejar por absurdo uno de mis comentarios es quien debería desistir de articular respuesta o discurso alguno. No en vano ya dijo Baudelaire que no hay nada más ridículo que un vapuleo fallido. Y yo añado a ello que pocas cosas hay más inevitables que en una discusión un necio intente vapulear a otro se diga lo que se diga. De hecho: de eso va todo ese lamentable intento de linchamiento dialéctico del «no das razones», «no entiendes», «estás chalado» y similares.
Ahora retírese a llorar.
La verdad es que lo del señor de la ira, te pones a analizarlo con cuatro amigos, dos copas y unos pinchitos y da más juego que un Madrid Barcelona. No hay por donde cogerlo. Sabemos que le caemos mal por que hay insultos. E intuimos su desacuerdo por el tono. Pero frase por frase no tiene ni pies ni cabeza lo que expone. Para empezar, ¿qué es lo que expone aparte de la ira que a duras penas destilan sus letras mal juntadas?¿Qué es lo que critica?¿Cual es el argumento, la lógica? Con la ira se le amontonan las palabras y en su frenesí entiendo que lo que dice poco tiene que ver con lo que quiere decir. Gramaticalmente es un esperpento…
Iracundo, mi niño, procura ser un poco menos gutural, respira hondo y a ver si haces un esfuerzo. Porque aquí criticas cosas que no son, homogeinizas lo heterogéneo, usas doble vara de medir y sobre todo, no se te entiende nada. Procura empezar exponiendo tu planteamiento y luego señala las diferencias. Y cuando quieras usar una palabra rimbombante, repásala antes en el diccionario mi rey.
Te lo digo por tu bien, hazme caso. Si no tus comentarios van pasar a ser un pegote que todos se saltan sin mirar y la gente va a terminar confirmando que eres lo que pareces: un tonto solemne.
Para demostrarte lo que quiero decir, voy a destripar uno de tus párrafos al azar:
«El problema del anarcocapitalismo, o de quien dice que “la libertad no admite grises”, no es un problema de lo lógico que sea en esto o aquello: es un problema radical. Hasta que algunos no decidan ver esto, que es evidente, se tendrán buenas razones para pensar que esos algunos mantienen una afinidad con esa ideología o desean mantenerla. Pero esas cosas, antes que presentársenos como liberales razonables, deberían decirse.»
La primera frase es apoteósica. Equiparas a todo el que sostenga que la libertad es un bien objetivo y definido con los anarcocapitalistas. Que viene a ser lo mismo que equiparar a todo el que sostenga que los impuestos son necesarios para sostener un estado con los comunistas. A ver qué tiene que ver una cosa con otra, vendría bien que lo razonaras, porque mucho hay que exagerar y alejarse de la lógica para llegar a tales igualdades. Y ya el remate de la frase es de traca, indicas que no nos enfrentamos a un problema sobre la aplicación de la lógica, sino que nos enfrentamos a un problema radical. ¿Qué quieres decir con eso? Cuando se indica que un problema es radical, entiendo que se hace mención a la gravedad del mismo, pero nada dice el calificativo de su naturaleza. Así pues, empiezas indicando que la naturaleza del problema no es la lógica, sino que es…. ¡Nada! ¡No dices nada! Sólo que es un problema grave. Es como decir: esto no es un problema matemático, es un problema peliagudo. Cuando lo que alguien con dos dedos de frente diría: esto no es un problema de conceptos, sino de desarrollo. ¿Eres capaz de ver la diferencia? Así pues, en la primera frase mezclas cosas que nada tienen que ver y sueltas una tontería que no tiene ningún significado lógico, comprensible ni descifrable.
En la segunda frase dices que la gente debería ver algo que tú has sido incapaz de indicar, pero que calificas de evidente. Glorioso. Y a continuación hablas de buenas razones que no enumeras, ni explicas ni razonas. Vacío sobre vacío. Para luego rematar con otra solemne tontería, que es lo mismo tener afinidad que defender. Tontería porque sea cual sea tu planteamiento alguna afinidad se podrá establecer con cualquier otra ideología, por mínima que sea. Por lo que tú mismo te estás metiendo en el grupo que criticas. NO es lo mismo tener puntos en común que tener el mismo modelo. Con tu lógica, todo el que defienda que haya elecciones cuatro años es un demócrata y ya está, no hay más diferencias. ¿Eres capaz de ver lo ridículo de tal afirmación? Y eso sin entrar en la perogrullada de que el que defiende un modelo querrá el mantenimiento de este si ya existe, o la implantación si no…
Ya la última frase se me hace casi insondable. ¿A qué cosas te refieres? No has indicado ni una sola en todo el párrafo. ¿Y cual es tu intención?¿que cuando alguien que se defina como «liberal razonable» te explique toda su filosofía para que tú le pongas un cuño en la definición?¿Conoces a alguien que se presente como «liberal irracional»?¿Qué es razonable para ti?¿lo que tú digas? ¿Eres capaz de ver lo vacua y tonta que es la frase?
Lo dicho Iracundo, poniendo «bla, bla, bla, no, bla, bla, bla, no» harás menos esfuerzo y te entenderemos igual. Con la ventaja para ti de que no tendremos evidencias claras de cuan tonto rimbombante puedes llegar a ser…
Sí, evidentemente. Tú lo dices.
En finsss, se acerca el fin de semana… y parece que no hará frío.
No… Luis… no está clarísimo…. Yo en cuanto me empieza a juntar palabras reconozco que me empiezan a dar vuelas mis dos neuronas. Se me lían… y que no llego. Ya…Ya lo sé… estoy un poco limitadito.
Pero lo que ya no comprendo es algunos de los epítetos que me refiere, cosa normal en el eso de lanzar epítetos, descalificaciones, insultos, y demás lindezas de alguien que pretende demostrar que ha pasado por la universidad pero que demuestra son sus actos que la Universidad no ha pasado por él.
Y es que lo mismo es cuestión de sentarlo en un diván y preguntarle… ¿es ud. Isidoro Lamas Insúa? Lo mismo no. Vaya Ud. a saber. Porque como ha elegido como mote “el Señor de la Ira” en cuanto coge un teclado de ordenador malignamente conectado a la Red se transforma cual Mr. Hide y se dedica a lanzar improperios a todo aquel que no le da la razón o disiente mínimamente en algo.
Por que dime tu a mi, Luis, ¿no será mejor el asumir que dentro del mundo mundial hay opiniones para todos los gustos y que siempre será mejor el debatir con el afán de tratar, al menos de tratar, de encontrar puntos de consenso sobre el tema en cuestión, que en vez de dedicarse a tergiversar frases, fisquear párrafos mutilados al gusto y ganarse en vez de el respeto del oponente el hartazgo? Vamos, digo yo.
Pues no. Pero en fin, te honra, como muchas otras cosas, el que en tu casa pueda entrar el que quiera. El que obtenga el aprecio y la estima de los demás que por aquí pasan ya es una cuestión de cá uno. Y Allá él.
Pues yo si he entendido algo, mira:
Según Iracundo, esto es un prejuicio:
Porque lo dices tú.
Pero esto otro:
no es prejuicio, porque lo dice él.
está clarísimo, no?
Ven… ahora que se extiende…. es que no le entiendo….
A ver, es que es sencillo señor Bastiat. Usted es básicamente como una gramola en cuanto a un tema y básicamente está siempre equivocado. Parece una suerte de decorador de blogs ancaps: siempre aparece usted con el mismo comentario que siempre, claro, no le responden. Eso no excluye que usted reitere su entusiasmo por el anarcocapitalismo con ese típico discurso que en Siracusa 2.0 hemos ya calificado varias veces como el del «no me lo merezco».
Como ha quedado demostrado en una larga sucesión de artículos y comentarios hay a algunas personas para las que algo «lógico» es por sí mismo válido si está de acuerdo a sus prejuicios. Para mí, en la medida de lo posible, tendrá valor aquello que es lógico en base a las evidencias tangibles. Dichas evidencias en cuanto a la naturaleza humana son elocuentes: el ser humano, pese a sus comportamientos altruístas, esencialmente político por cuanto tiende al dominio. En la naturaleza humana no hay mayor concepto de anarquía que ese: la tendencia a tomar el control e imponerse.
A partir de lo anterior se deduce que el anarcocapitalismo es un credo para-religioso como cualquiera de las sectas socialistas a las que tanto y tan brutalmente se critica en lugares como este sin caer en dicha similitud (por puro voluntarismo). Y es que las bases son las mismas: una arbitraria concepción del ser humano y una serie de dogmas derivados de lo anterior. Una infinita escolástica, y esto es lo que aquí se trata de ignorar tomando por deficientes mentales o malvados a tantos y tantos socialistas de toda clase, puede volver «lógica», invulnerable a la «crítica interna, a cualquier ideología. El anarcocapitalismo está en ese proceso.
Lo que ocurre es que los cimientos de barro o «de aire» acaban con el más bello de los edificios. Cuando uno se cerciora de que una construcción ideológica parte de especulaciones o premisas inasumibles la solución no está en levantar la vista hacia el edificio o mostrar nada menos que admiración por «su lógica». Eso, a mi juicio, ya entra en el campo de la incoherencia o del más triste amiguismo. Y es que las posturas aquí de loa del anarquismo y sus aledaños como una ideología propia de personas inteligentísimas o de una agudeza especial es insostenible y, a la luz de sus más que posible objetivos, francamente lamentable. Ya está bien de tratar al que disiente como alguien incapaz de ofrecer argumentos o como un malvado.
El problema del anarcocapitalismo, o de quien dice que «la libertad no admite grises», no es un problema de lo lógico que sea en esto o aquello: es un problema radical. Hasta que algunos no decidan ver esto, que es evidente, se tendrán buenas razones para pensar que esos algunos mantienen una afinidad con esa ideología o desean mantenerla. Pero esas cosas, antes que presentársenos como liberales razonables, deberían decirse.
Aunque he de reconocer que los linchamientos a manos de ácratas son encantadores.
Por fin le comprendo…..
Si es que lo breve, sobre todo si es malo, mejor que sea breve….
Neurona haciendo eco STOP Neurona haciendo eco STOP No argumentan quienes no piensan PUNTO
Lametazo STOP Lametazo STOP No argumentan quienes no piensan como yo STOP Fin de las ideas STOP.
Ya veo que, al menos dos, sí me entendieron.
Creo que es de perogrullo que si no hay ni un ámbito que quede sin regular y controlar la libertad es imposible en ninguna medida. El problema es que en la medida que la sociedad se impone al individuo la parcela de anarquía disminuye y con ella, obviamente, la libertad. Y ambos extremos son nefastos. La anarquía no es válida como modelo social, pero ha de tener su espacio. Y la sociedad totalitaria es un modelo que anula al individuo, por lo que deja de servir a éste, perdiendo su función inicial y correcta. Aunque no deja de ser preciso un modelo en el que la sociedad sea fuerte y regule y controle ciertas parcelas.
Antaño me fijaba sólo en la formación de los estados como fincas en las que una clase dominante imponía sus normas para defender sus propios intereses. Por ello llegué a pensar que el modelo estaba superado. Pero por los motivos que expones entendí que en la medida que hay modelos sociales alternativos, es necesaria la delimitación territorial. Y que tal variedad es buena tanto para el individuo como para los colectivos.
Para acabar dos cosillas: Cuando dialogas con un tonto los demás pueden llegar a dudar de cual de los dos merece el calificativo porque no dejas de hablar de tonterías. Y al que le interese tengo una estatua en el pasillo con quien la diatriba intelectual es mucho más elegante que según con quién: no dice tonterías ni habla de lo que no tiene ni flores. Y jamás te falta al respeto. 😉
Saludos múltiples y variados 🙂
¡Qué decepción…¡
A ver: “Sin Viernes no tiene sentido ser libre o esclavo”
Sin Viernes sólo puedes ser libre. Salvo que te sientas dominado por algún mono o alguna cabra…
Y esta sí que es buena: “¿O es que que el hombre aislado es un hombre más libre que uno que paga sus impuestos?”
Como no lees lo que se dice si no que lo interpretas como te interesa lo que he dicho yo es que “La libertad, como algo íntimamente ligado a la acción del individuo, a la acción individual, es difícil no ya de valorar en qué medida cada uno se considera suficientemente libre”, es decir, que yo puedo sentirme mucho mas libre antes de que llegara Viernes y tu parece que te encuentras en tu salsa cada vez que se acerca mayo. Bien, eres libre de sentirte libre de la manera que quieras.
ainsss.
«La seguridad a diferencia de la libertad sí es un hecho social.»
Sin Viernes no tiene sentido ser libre o ser esclavo. ¿O es que que el hombre aislado es un hombre más libre que uno que paga sus impuestos?
«La capacidad de coacción mediante la ley que surge del común, abanderando el hecho social, quien buceando en las intimidades de la forma de ser del hombre extrae tanto del miedo, seguridad, como del deseo de igualdad, el jugo necesario para formular estructuras que satisfagan lo que en el fondo es fruto de nuestros mas bajos instintos.»
¿Se trata de una conspiración o algo así? ¿Alguien tiene el número del agente Mulder?
«acabará llevándonos a un punto en el cual la satisfacción del común de los mortales se encuentre lo suficientemente realizada como para que dejemos de evolucionar.»
Suena demasiado a: «Él nos restaurará nuestra naturaleza original y nos curará, bendiciéndonos y haciéndonos felices». Adivine quien lo dijo, también «defendía la libertad» y le gustaban los circunloquios.
Estooo…. Luis.. Bien…. Va…
Quizás lo mas interesante que yo encuentro en tu artículo es la constatación de dos cosas: Dentro del ser humano existe el deseo de libertad, pero dentro del ser humano existe el deseo de seguridad. La libertad, como algo íntimamente ligado a la acción del individuo, a la acción individual, es difícil no ya de valorar en qué medida cada uno se considera suficientemente libre, sino incluso de establecer estándares en la forma de protegerla. Pero por otro lado está la seguridad. La seguridad a diferencia de la libertad sí es un hecho social. La seguridad pública frente a la violencia, el robo, es una parte de la seguridad y con respecto a ella se establecen formas de reparación ante la agresión para así satisfacer en alguna medida al agredido e intentar disuadir mediante éste método de acciones similares en el futuro por el agresor u otros individuos. Está la seguridad jurídica que consiste en el cocimiento de las leyes por parte de todos, en esencia leyes iguales para todos, dónde la defensa de la propiedad desde el unto de vista mercantil se fundamente en la garantía de la resolución de contratos conforme “a derecho” de tal manera que un contrato no bien resuelto sea considerado como delito. Y por último está la más peliaguda de las seguridades, la seguridad en el futuro. La seguridad en el bienestar, en el progreso y en que no se van a padecer hechos indeseables en la medida de los posible. Incluso, el establecimiento de salvaguarda, seguros, que permitan sobrellevar los males acaecidos con el menor esfuerzo posible.
Si para las dos primeras seguridades de las que he hablado está claro que defiende la individualidad y la libertad, la tercera se hace mas complicada de explicar desde la óptica del individualismo, y sobre todo desde una parte del individualismo, fundamental, como es la responsabilidad individual. Uno puede gracias a su libertad actuar conforme considere oportuno, pero en virtud de la responsabilidad será él el que asuma tanto los beneficios de sus actos como los perjuicios de los mismos. Eso, la responsabilidad individual y la asunción de los perjuicios ocasionados a uno mismo y a quienes afecten esos actos es la acción social y que, por tanto más aleja al concepto de seguridad del individualismo.
Uno, para mitigar los efectos de su irresponsabilidad está dispuesto a perder parte de su libertad, y de sus propiedades, incluso, a cambio de que se le garantice, de alguna manera, ya sabemos que en gran medida no y, sobre todo, de manera bastante poco satisfactoria, que nuestros actos tendrán mitigados sus efectos en caso de procurar algún mal. Y para ello, se acentúa el concepto de lo social pasando los individuos a ser corresponsales de la acción irresponsable de los demás para lo cual todos contribuimos, en principio, pero todos sabemos que en realidad no, al sostenimiento de una estructura creada por y para el “beneficio social” aunque en realidad sabemos que no.
Es pues la masa el lobo para el individuo. La capacidad de coacción mediante la ley que surge del común, abanderando el hecho social, quien buceando en las intimidades de la forma de ser del hombre extrae tanto del miedo, seguridad, como del deseo de igualdad, el jugo necesario para formular estructuras que satisfagan lo que en el fondo es fruto de nuestros mas bajos instintos. El lobo no es el estado, es la masa de la cual no se pueden extraer criterios individuales sino sólo el ruido de fondo de todo aquello que nos hace humanos, desde lo mas positivo hasta lo mas negativo. Eso sí, hay quienes se han especializado en destilar de lo negativo razones suficientes como para acabar con el individuo puesto que el individuo, el que destaca de la masa, puede hacer correr el riesgo de ensalzar las miserias comunes a la mayoría, y la mayoría no está dispuesta a permitirlo salvo que satisfagan el propio ego a través de otro argumento tan humano como el sentimiento de pertenencia al grupo.
¿Es posible mitigar el efecto negativo frente a la libertad y a la propiedad de esa forma de seguridad? Ciertamente sólo hay una manera, logrando que la mayoría de las personas hagan suya la idea de que los individuos deben asumir por si la responsabilidad de sus actos y que no es moralmente aceptable que se haga corresponsales a los demás de ello. Ello, evidentemente, no implica que nadie se ocupe de los demás, pero al contrario que la corresponsabilidad obligatoria, inmoral, a través del Estado, la ayuda mutua y voluntaria se convierte en un criterio moral de gran valor. Sólo si logramos hacer ver esa realidad se puede reducir la presión sobre la libertad. Pero no dudes que la anarquía existe y existirá siempre. Las estructuras que limitan la libertad se verán siempre como perniciosas por la cantidad suficiente de individuos como para transformarlas e incluso eliminarlas y no deja de formar parte de la energía que modifica tanto las costumbres como la moral, sin saber, eso sí, si ese devenir, con sus gotas de anarquía o con sus gotas de reacción, acabará llevándonos a un punto en el cual la satisfacción del común de los mortales se encuentre lo suficientemente realizada como para que dejemos de evolucionar.
Y no sé si eso sería bueno.
Alguien debería hacer una especie de catecismo libertario en que se definiese con luz y taquígrafos en qué consisten los «argumentos». Lo digo por la tendencia de todos estos ancaps y similares que al no asumir sus erróneas premisas de partida (así como no asumir sus trampas y maquillajes, claro) le llaman «renunciar a argumentar». Es que es de risa, oigan.
La imperfección de los actuales ordenamientos civilizados salta a la vista (gracias, entre otras cosas, a la existencia de democracia: que permite someter a crítica y debate al ordenamiento) pero es que Luis I. Gómez hace unos saltos de lo particular a lo global que dejan temblando las escalas. Porque de la denuncia de la corrupción no tiene por qué seguir una apología del anarquismo (y negar este paso lógico es precisamente lo que este individuo calificaría de «no dar argumentos») por ser lo primero plenamente compatible con la defensa de la democracia burguesa o como queramos llamarla. El Estado no puede ser colocado en una vasija en la que no se mueva sino que debe aceptarse el hecho de que sus equilibrios son inestables y que si es cierto que el Estado tiende trágicamente a sobrepasarse en sus funciones no es menos cierto que hay una tendencia no menos clara a que se modere: ya sea por los países vecinos, el concierto internacional en general, la sociedad civil, las necesidades demagógicas del disidente político, la necesidad de financiación del Estado…
Lo cierto es que en los países occidentales, y algunos orientales, no existe ninguna angustiada necesidad de reducir al mínimo al Estado y en ciertos casos es discutible que tal cosa fuese de algún modo positiva. Cualquiera que piense en la libertad de los demás debería atender al movimiento que por doquier se observa: que no es hacia un menor, oinsignificante, Estado sino a un Estado mejor. En eso debería centrarse el filántropo, en tanto lo fuese. ¿Lo demás en qué puede terminar? ¿En inconsecuentes tesis incendiarias contra el Estado y la sociedad toda? ¿En terrorismo? ¿En qué? Y lo digo porque una cosa es enfrentarse a la mayoría (algo muchas veces bastante más que higiénico y loable) y otra es decir que el hombre ha sido hecho para la libertad que uno, y otros cinco, ha decidido que es «autoevidente». Es un hecho: cuando se deja de lado el elemental criterio de la utilidad se acaba luchando a Dragones y Mazmorras en mundos paralelos.
Cualquiera que lea el artículo, por cierto, podrá ver que el autor defiende la curiosa teoría de que la globalización política (una verdadera necesidad de libertad para pueblos hoy por hoy anclados en el salvajismo y la tiranía tribal) es una amenaza para la libertad. Los acuerdos legales entre Estados, cualesquiera que sean sus contenidos, son «malos» según la mencionada teoría. Obvia no sólo que los pactos se puedan romper o reformar sino el mero hecho de que puedan tener un contenido intachable. ¡Supongo que eso es «argumentar»!
De risa.
Ya sé -y por ello no esperaba otra cosa- que usted de ironías no entiende mucho. No importa. Se lo digo en claro: la libertad es imposible sin la anarquía y la anarquía no es lo que postulaba Hobbes, quien se refería a salvajes. Lo entiende ahora? Espero, aunque le parecerá más horrible todavía.
La propiedad no es la única fporma posible de ejercer la soberanía. No pone eso en nigún sitio del anterior artículo. Es sólo su deformación particular, el afán de generalizar un partricular, lo que le lleva a confusión y le impide la comprensión de lo que lee.
El maquillaje… ya digo que de ironías no anda fino, pero es sólo una medio verdad. Estoy seguro de que ha entendido perfectamente la parte central del artículo, pero es más fácil intentar desvirtuarla mediante diretes que mediante argumentos de los que se carece. Si denuncio que el poder judicial, por ejemplo, está subyugado al poder político, negando la separación de poderes -lo que es innegable en España, por ejemplo- usted nos habla de no se sabe bien qué «ordenamientos jurídicos civilizados» (sic) etéreos y del gusto de «todos». Al mismo tiempo, incapaz de apartarse del espejo en que se mira, proyecta su vocación apostólica sobre quien apenas tiene intención de ordenar las propias ideas (véase la apostilla «… personas como el señor Luis I. Gómez afirman aspirar a liberar«)
Evidentemente no hubo acto de firma del «Contrato Social». Eso tampoco lo dice en ningún sitio. Hago del relato temporal un uso pedagígico igual que usted lo intenta con la descalificación gratuita.
Con lo que vuelve al vicio de extrapolar lo particular a su personal forma de entender lo que usted cree que yo acepto como general. El lector habrá entendido (usted no, ya lo veo) lo que he escrito: «Todo gesto harmonizador de las políticas fiscales, legales, penales… dificulta el ejercicio de la emigración como herramienta del disidente. Peor es el caso si nos encontramos con la situación en la que los estados con mayor presión fiscal y legal son los que imponen a los otros estados sus “condiciones”, evitando cualquier conato de competitividad»
Encantado de haberle proporcionado de nuevo un lugar en el que, por fin, alguien le lee.
A los otros lectores para que no se asombren: es mi primer y último comentario en este hilo a las imprecaciones y generalizaciones de Iracundo. Él seguirá a lo suyo, contándoles lo malo que soy y lo horrible que somos los que él dice que somos anarquistas. Yo no tengo nada más que responderle. Espero que disfruten el artículo, que les dé algo sobre lo que pensar y que planteen un debate animado sobre lo que realmente interesa: si la mayoría decide tirarse al río en todo el mundo, se tira usted también?
Saludos.
La libertad no admite grises pero sí «una pizca de anarquía» (¿?¿?).
Veamos: es que la defensa de la propiedad como única soberanía posible y la consiguiente negación del principio político del acuerdo por mayoría, llamada aquí «defensa de la libertad», es precisamente la anarquía. No es una «pizca», es una versión.
Todo el aparatoso vocabulario que se ponga al servicio de la defensa de la tesis anti-política no podrá maquillar su anarquismo. Un maquillaje que es preciso en tanto, como tantos anarquistas reconocen melancólicamente, la gente en general tiene un justificado pavor a la anarquía pero tiene buena opinión, claro, de la autonomía de la voluntad. Esta autonomía, por otra parte, se halla defendida en multitud de ordenamientos jurídicos civilizados de una forma que satisface a la gente. Esa gente a la que personas como el señor Luis I. Gómez afirman aspirar a liberar.
El contrato social no fue un momento concreto ni tuvo «orden del día». Fue el, por entonces, satisfactorio equilibrio entre el «nosotros y el ellos» que dio pie a las sociedades donde el debate versaría sobre el nosotros y el yo. Hablamos, claro, de política y no de adhesiones espontáneas a credos salvíficos que la política vendría a contradecir. La libertad se mueve con la sociedad, no es un monumento varado.
Es cierto que se puede emigrar de los malos sistemas (¿Para cuándo irán Valín, Esplugas, Luis I. Gómez, Rallo, Stewie y toda la panda a Somalia?) pero es completamente reduccionista decir que por consiguiente cualquier acuerdo entre países conlleva una pérdida de libertad. Es algo que tiende a la falsedad en tanto, como no, es un criterio que no distingue entre los aliados de Atenas y los de Esparta. Las condiciones y los objetivos importan y ciertamente cualquier acuerdo político que tienda a aunar los esfuerzos políticos de los países libres en cuanto a economía y defensa es positivo. De hecho es muy posible que sólo semejantes alianzas pueden mantener a raya a los países que no son civilizados o cuyos objetivos son contrarios a la libertad.
La visión contraria a la colaboración internacional (en esencia la hegemonía norteamericana) de Luis I. Gómez es la consecuencia directa de su defensa de lo que ya he calificado de «anarquismo paleto»: una suerte de anarcocapitalismo que reconociese la posibilidad de ciudades-Estado. Es la mentalidad, concretamente, de los lacedemonios: el contrario de Atenas. Un antihumanitarismo disfrazado de defensa de la libertad. Y es que según el oligárquico Tucídides «todos quienes amaban la libertad tenían sus esperanzas puestas en Esparta». A tan poca cosa se reduce tanta apasionada defensa de «la libertad»: a una dogmática defensa de la diferencia como salvaguardia de la libertad del individuo; prefiriéndose el autismo de lo voluntario al impulso de lo real y la aceptación honesta de las raíces de toda libertad. Unas raíces que están en esos intereses que exceden el pueblo, la comarca y el país: unos intereses globales.