Casi todos los humanos buscan la felicidad, y su escala de valores se fundamenta en considerar como «buenos» aquellos hechos que le acercan a la consecución de esa felicidad. En los tratados de ética se habla entonces de UTILITARISMO. Aplicando el utilitarismo a la política nace la obligación ética -para el político/gobernante- de conseguir el mayor gado de felicidad para el mayor número posible de personas.
La fórmula utilitarista «consigue el mayor grado de felicidad» parte de la suposición de que existe una escala de felicidad contínua y mesurable, que nos permite determinar el grado de felicidad alcanzado en un momento determinado. Ocurre que la realidad no es así. La felicidad es un sentimiento claramente subjetivo, de forma que personas diferentes perciben su felicidad de maneras diferentes. Una persona puede incluso cambiar en el transcurso de los años su percepción de felicidad.
La práctica nos muestra cómo casi todos los utilitaristas, en su afán por alcanzar el grado máximo de felicidad de todos, terminaron convirtiéndose en totalitarios irredentos. No es casualidad. Cuando alguien cree saber en qué consiste la felicidad de los otros, siente la imperiosa necesidad de compartir ese «conocimiento», incluso si para ello ha de recurrir a la imposición de su «percepción particular de la felicidad».
Desde el punto de vista individual, dedicarse a la búsqueda de la felicidad absoluta no se me antoja una sabia decisión. Quien en su vida privada ansía siempre un máximo de felicidad puede estar seguro de no alcanzar nunca su meta. Cuanto más grandes sean las espectativas personales que no se cumplen, mayor será el sentimiento de frustración. Un hombre en busca de la felicidad es, casi siempre, un hombre infeliz.
En este punto estoy de acuerdo con Popper cuando decía (parafraseo de memoria) «el principio de la feliciad máxima usado por los utilitaristas, y el principio kantiano de procurar la felicidad de los otros me parecen completamente falsos». Soy más crítico pero, cuando Popper nos propone aquí una nueva fórmula: reduce tus penas tanto como te sea posible.
Esta propuesta proteccionista de Popper, convirtiendo en meta ética la minimización del sufrimiento, resulta en la práctica tan irrealizable como la propuesta por los utilitaristas: el sufrimiento humano no es calculable. No existe una escala que permita al técnico social distribuir a las personas por su grado de sufrimiento. El sufrimiento es también subjetivo y no siempre es posible la ayuda externa cuando percibimos desde fuera una situación de infelicidad.
Construir una ética (educar en), un estado, una democracia basándonos en el principio por el cual las personas no pueden o no quieren ayudarse a sí mismas, personas que en cuanto surge una dificultad recurren al samaritano cercano en lugar de preguntarse qué podrían hacer ellos mismos, sólo genera seres dependientes, abandonados a la arbitrariedad de la burocracia social. Esto asegura los puestos de trabajo de los funcionarios, pero elimina con el tiempo la soberanía de las personas.
Una sociedad en la que los individuos no son responsables y soberanos sobre sí mismos, no puede generar un sistema democrático. Apenas será capaz de mantener un estado-iglesia bajo el que acogerse.
No, no parece que vaya a haber respuesta…
¿Mi comentario sobre derecho de propiedad y feudalismo no es lo suficientemente «científico»? nadie me ha contestado 🙁
Una libertad que no admite grises, y por tanto «explica todo», y que vivan los amigotes: en esto se resume todo por aquí. Luego hablar de falsabilidad o de cuántos miembros de la blogosfera te quieren o dejan de querer (¿?) es sólo distracción para mentes ya distraídas.
Y como diría Losantos… «venga otra de gambas».
El señor Lamas afirma que:
Tiene razón, lo que hay que hacer es buscar un concepto relativo de libertad, para que hasta Fidel Castro pueda dar su versión.
Yo he hablado de la libertad como concepto, no como moral. Y lo planteo como algo que sea coherente con su significado.
Tiene usted razón. Esperemos que algún día las ruedas pasen a ser cuadradas. Todo sea por destruir el concepto de atemporalidad.
Traducción para no iniciados en el lenguaje isidoresco: Como el dogmático Mises reconoció, dejó de ser dogmático para que yo pudiese usar su razonamiento en tanto que me daba la razón y, una vez lo hizo, volvió a escribir idioteces, regresando a su dogmatismo inicial. Ciertamente, Mises era muy cabezón a la hora de defender sus ideas… esto lo he hecho para reirme un rato de usted.
Eso es lo que le gustaría, tío plomo. Pues no. Puede hacer de la libertad una variable más compleja que la falsación de la teoría de las cuerdas, pero ha de ser falsable. Y si su variable no es falsable, no tiene nada.
«Aristotélico esfuerzo tendente a la esterilidad». ¿Qué coño es un esfuerzo aristotélico? A ver, tú no eres Cervantes, no eres Cela, no eres García Márquez, no eres Góngora, no eres Vargas Llosa… ¡¡Tú lo que eres es un aburridísimo plasta!!
Una de esas frases para la posteridad pero que aquí no pinta nada, supongo.
Eso, a Valín. Pero por favor, tengo un ritmo de ocho horas de sueño todas las noches: no haga otro post que me desvelen durante cuatro noches.
Es decir, tú eres un justiciero que, por alguna razón (tal vez alguien haya tocado a tu hija impropiamente o robado a tu abuela), necesita imponer la verdad y la iluminación en el liberalismo, no vaya a ser que algún negro, judío o moro de mierda vaya a contaminarlo. Podrás pensar que soy un cabronazo por (entre otras razones, ser amigo de anarquistas o fumador) poner un ejemplo tan malvado… pero es que ese tipo de razonamiento es el que tienen los racistas de verdad. Si no fuese el racismo, harían otra estupidez diferente bajo el mismo razonamiento. Y, además, como todos los racistas, estás equivocado. Porque todo justiciero ha de tener unas reglas objetivas que identifiquen al culpable del inocente pero el primero que ha negado esas reglas objetivas o, lo que es lo mismo, falsables, eres tú. Eres una caricatura ambulante.
Para mí lo de ser liberal es como para Boris Izaguirre ser gay o como para usted actuar como un perfecto idiota: Lo llevamos en el cuerpo y no necesitamos que nadie nos lo diga. No obstante, insisto, quiero verle ligar. Y, a ser posible, grabarlo en vídeo desde tres posiciones distintas para no perder detalles.
Lo mío es más bien la política internacional y recursos humanos. Y tengo una novia a la que no le gusta la política, así que pinchas en hueso. Pero tu caso no deja de ser curioso: Quitando a tus amigos de Siracursi, a todo el mundo le caes mal. Da igual que vayas a Red Progresista, a Red Popular, a Red Liberal, a blogs pro-Rajoy, Red Anti-ZP, a los blogs del PSOE y, si lo conocieras, a Blogalia. Todo el mundo piensa que eres un perfecto idiota. No sé si conoces esa iniciativa de Facebook de «Apuesto a que puedo encontrar a 1.000.000 de personas que piensan que Isidoro es un cretino integral»… Aquí hay una regla universal a tener en cuenta: Si todo el mundo te dice que te estás equivocando y prácticamente nadie te dice lo contrario, igual eres tú el que está equivocado.
Iracundo, lo único que has demostrado es por un lado desconocer absolutamente las posiciones que aquí defiende cada uno, que no son las mismas. Sin embargo metes a todos en el mismo saco.
Y por otro has demostrado ser un lector selectivo. Coges lo que apoya tu idea preconcebida e ignoras todo lo que se opone a ella.
Con esos mimbres, no tiene sentido esforzarse en dialogar contigo, es imposible. No escuchas, sólo lanzas soflamas preestablecidas ignorando todo lo que no conviene a tu posición.
Uno de los grandes problemas de la política actual es la vacuidad total de términos fundamentales como libertad, democracia, soberanía… Cada uno lo entiende a su manera y pretende la unión de fuerzas en torno a palabras importantes, pero vacías. Sin llenar de contenido los términos, el diálogo es de una futilidad absoluta. Es como si dos partes negocian cantidades para poner un precio y uno piensa en euros mientras el otro lo hace en yenes. Es ridículo.
Dese una vueltita por el blog, vea las disparidad de criterios, vea los diálogos que se establecen en los foros, use más la lógica que la bilis y entonces hablemos. De seguir en la línea que lleva ningún sentido tiene responderle. Para hablar con una pared tengo por aquí alguna más aparente e inspiradora…
Repito: establecer un concepto absoluto de libertad, algo así como buscar que es «en sí misma» la libertad es practicar dogmatismo. Mentar en tal punto a la falsabilidad es un cuento chino y una contradicción desde el momento mismo en que se defiende nada menos que un modelo de moral en que la «libertad», entendida como no agresión, es el único límite (vamos: que la presunta libertad «lo explica todo»). Intentar alcanzar un concepto intemporal de libertad, que es lo que requiere la moral y ética de gente como Luis I. Gómez para empezar a tener algún sentido, es imposible. Y el empeño en tal sentido, como el dogmático Mises mismo reconoció, es un esfuerzo que desemboca las más de las veces en el totalitarismo. Cualquier definición de la libertad tiende a ser trivial o tiende a ser un capricho. En base a esto debe aceptarse que la libertad es una variable compleja y punto. Pretender que algo existe sólo cuando tiene una definición exacta es un aristotélico esfuerzo tendente a la esterilidad. Juegos de lenguaje que precisamente no tienen nada de ciencia y sí mucho de mistificación o pura especulación.
«¿El materialismo histórico/dialéctico? Eso, por ejemplo, lo rebatió un tal Ludwig von Mises. »
Mises rebate un credo dogmático con otro (juicios sintéticos a priori…), cosa que cualquiera puede hacer: «Estás equivocado porque no partes de mis premisas autoevidentes». Obviamente tiene detalles buenos pero no se trata la suya, por su método, de la crítica definitiva al comunismo ni mucho menos. Es mucho más contundente contra el marxismo Popper, por ejemplo, que Mises. En definitiva: cualquier secta ideológica puede, echándole horas, hacer su sistema completamente irrebatible conforme a una serie de premisas. Lógica no es igual que ciencia. Por eso el marxismo no es científico ni tampoco lo es el anarcocapitalismo en cualquiera de sus variantes.
«¿Dogmático de qué? El que va repartiendo los carnés de liberal es usted.»
Del mismo modo en que todo sistema ha de saber identificar a sus enemigos el liberalismo no debe ser ajeno a sus oponentes y amenazas. De lo contrario se anularía. a sí mismo. Ese relativismo extremo ahce absurda cualquier discusión en tanto «todo valdría». Hay ciertos discursos que por más que se etiqueten de liberales no lo son. No es dogmatismo, es supervivencia. Si un nazi define su doctrina como liberal o un anarquista hace lo propio no es de recibo aceptar su mera declaración de voluntad. Y tal aceptación es lo que de su cháchara del «no repartas carnets de liberal» se deduce inevitablemente. No en vano tal frasecita sobre el dichoso carnet es tal vez la más repetida, a modo de defensa, por notorios ultraderechistas de Redliberal y otros lugares. Y es que si bien es imposible determinar qué es la libertad es bien sencillo observar quienes son antiliberales.
«De acuerdo. Hacemos una cosa: yo dejo de llamarme liberal y a cambio yo te veo ligar con ese lenguaje tan tuyo que tienes. ¿Vale?»
No, no. Insisto en que deje usted de llamarse liberal (total da igual, ¿no?) y se tome un tiempo para replantearse qué diantres defiende usted porque sus comentarios, francamente, rozan el frikismo. Y es que me temo que lo suyo es más bien defender a sus amigotes para, precisamente, poder irse con algunos de cañas y tener así, quién sabe, oportunidad de ligar aparentando, tal vez, ser una suerte de revolucionario social. ¿Nos vamos aclarando? Se le ve transparente.
El señor Lamas strikes again:
Disculpe. Los locos eran Russell y, especialmente, Wittgenstein… Alguien que aplicó un concepto de justicia tremendamente restrictivo (tanto como el mío) fue el socialdemócrata John Rawls (anarquista, sin lugar a dudas). Yo sólo soy un humilde imitador.
Es una cuestión conceptual, una de las muchas que tiene la libertad. Simplemente los conceptos de «algo» y lo que no es ese algo, sin términos medios. Sólo así se puede encontrar una definición correcta de un concepto y puede conseguir el criterio de falsabilidad. Sin esto, cualquier cosa que haga es divagar. Me temo que no es baladí. Cualquier cosa que entre en un término medio dificulta su falsabilidad hasta el punto de llegar a hacerla imposible.
¿El materialismo histórico/dialéctico? Eso, por ejemplo, lo rebatió un tal Ludwig von Mises.
¿Dogmático de qué? El que va repartiendo los carnés de liberal es usted. Yo lo único que he planteado es que el concepto de libertad puede ser entendido como un concepto absoluto, y creo que lo he hecho de una manera sencilla; no me he puesto a hablar del logaritmo neperiano de los pepinillos elevado al cubo de mi ego.
Con el debido respeto, creo que tienes un problema. Por tu manera de escribir, tiendes a la pedantería con esa pose de solemnidad que, para tu desgracia y, especialmente, la de los demás, careces. Además, quieres quedar técnico, pero con eso lo único que consigues es ser más aburrido que un libro de Hayek dedicado a la reproducción de las bacterias. Pretendes escribir como si fuese la manera de decir las cosas en lugar de lo que se dice lo que diese la razón. La verdad, me preocuparías mucho más si tuvieses algo de decir pero, como no es el caso, tengo la convicción de que el orden del Universo sigue sin alterar su curso. De verdad, verte en un mitin tiene que ser más aburrido que estar mirando una pared blanca durante seis meses.
De acuerdo. Hacemos una cosa: yo dejo de llamarme liberal y a cambio yo te veo ligar con ese lenguaje tan tuyo que tienes. ¿Vale?
Encantador, y tan «educado» como siempre.
Sí, yo también considero excelentes personas a quienes se van de cañas conmigo (virtualmente o no) pero no caigo en el error de considerar que son mejores que alguien que discrepa conmigo por el hecho de ser mis amigotes o, en caso de serlo, mis aduladores.
Habla usted de agacharse mas tal acción se me antoja ciertamente complicada para alguien que tiempo ha que se arrastra. Que se arrastra por entre las babas de la autosatisfacción, el autoengaño y el sectarismo. Una persona que ya no es capaz de ver que en su dogmatismo el debate es mero charloteo y ocasional sesión de acaricias en lomos propios y ajenos. Una persona que defiende nada menos que una libertad dogmática en nombre del liberalismo (contradictio…) y que acepta encantado como mejores argumentaciones las que son una copia de la suya. Lo cual es ciertamente increíble dada la endeblez de sus especulaciones. Mistificaciones que se enorgullecen de su esterilidad, su falta de realismo y su radicalidad. En definitiva: que su desprecio de mis razones no puede ser más impresentable.
A veces ser tachado de indigente por quien desde su torre de cristal se dedica a escupir a los cielos y decir que llueve no es sólo halagador sino inevitable.
Agradezco que reitere su pueril argumento de que soy una suerte de dictadorzuelo autoritario poniéndose de nuevo en evidencia su maniqueísmo de patio de colegio. Pero créame que si de mi dependiese usted no estaría en la cárcel sino merced al incumplimiento de la ley. Una ley justa por estar creada por un legislativo conformado por los representantes de los ciudadanos y moderada por unos jueces independientes. En tal sistema nadie se tomaría la justicia por su mano ni vería fiada toda su defensa al «equilibrio» entre bandas de ladrones o la benevolencia de déspotas locales: por muy bucólicas y maravillosas que sean sus comunas…
Una pena que este hombre haya nacido en esta época. Habría hecho carrera en la Inquisición o en las cruzadas de mala manera… Pero en democracia y en el diálogo cabal se ve que no está en su medio.
Permítame que no conteste nada; el lumbago, que no me deja agacharme tanto.
Únicamente decir que la calidad humana e intelectual de Juano o Manolo es inmensamente superior a su indigencia argumentativa. Vivir con un millón de Juanos y/o Manolos se me antoja difícil (después de todo, como buen «ácrata» -por usar una terminología que usted pueda entender- , estaría siempre protestando por algo), vivir con un millón de Isidoros se me antoja imposible: hace tiempo que estaría en la cárcel.
Uffff, el lumbago ….
Señor Luis, señor Luis… ¿cómo tiene tanto morro? ¿Ahora «el resto es…» quería decir «soberanía»? No, no. Usted ha dicho que la única forma de soberanía es la propiedad privada y lo demás es «delegación a terceros». Por lo tanto su acusación era infundada: usted dijo lo que dijo. Esta concepción de la soberanía sumado a su creencia en la bondad inherente al hombre, su rechazo de las normas establecidas por mayoría (más allá, al parecer, de la aldea o el municipio: ¿?¿?¿?), su acusación al utilitarismo de ser totalitario, su bizarra afirmación de que la libertad no conoce grises (cuando, como se ha dicho, la libertad es precisamente algo grisáceo)… hacen todas juntas que usted sea calificable como un pintoresco ácrata. Un iluminado. No hay vuelta de hoja.
Y Millón… jugando a científico loco es ya la monda. Ahora resulta que la libertad es una cuestión científica. Y apunto por cierto que lo lógico y lo científico no son sinónimos. Porque el marxismo y otras teorías estrafalarias erradísimas fueron pulidas por teóricos hasta el punto de ser «lógicas» y, bajo la aceptación de sus premisas, irrebatibles. El marxismo pretendía ser científico, los ancaps también lo pretenden con lo suyo. Y Millón aquí tocando la pandereta dogmática, alborozado como un energúmeno, gritando que su charanga es nada menos que ciencia.
Deja de llamarte liberal por un tiempo y aprende algo, orate.
El señor Lamas afirma que:
Se llama ciencia. «1 y 0» es igual que «sí y no», o «p y ¬p»… esas cosas tan feas. No es que sea un «arrebato de dogmatismo» (oye, tío, deja la pedantería para otro sitio). Es ciencia. Sí y no. Punto pelota, así de dogmática es la ciencia. Puede llamarlo como le dé la gana, poner toda su infumable retórica a trabajar como en China y encima creer que le ha tocado la lotería. No va a cambiar nada.
Era una cómica contradicción, so-idiota. ¿Ves? Por eso a mí este tipo de debates me resultan estériles y ridículos. Espere, creo que ya me sé el final… «Vota a…» ¿en qué partido militaba?
Si tanto te aburres, ya sabes.
No señor, yo no he dicho eso. He dicho esto otro:
Lo que permite perfectamente la lectura de un principio de soberanía compartida. Pero como aqui lo que interesa es tener tribuna, aún a costa de citar a medias y mal, tergiversar y descalificar, pues nada.
Usted se lo come, usted se lo bebe.
No sigo comentando más, que sería la repetición de lo que acabo de hacer ahora: usted saca algo de contexto, lo eleva a máxima única y lo empaquta en su «enfrente».
Sí quiero decir que la dialéctica a menudo aquí seguida (ya sabe: tesis, antítesis, síntesis, esa cosa tan antigua) nos ha servido a muchos a evolucionar en nuestras ideas.
Tesis: el estado es la repera
Antítesis: el estado es lo peor
Síntesis: dotémonos de un estado a nuestro servicio en las condiciones que sean óptimas para los individuos, nunca para el aparato.
Es lógico que usted no lo entienda. No lee. Nunca.
Luis i. Gómez:
«La unica soberanía que existe para mí es la que yo ejerzo sobre mi propiedad.» Luis I. Gómez dijo en el segundo comentario de este hilo. Así que menos desafíos pueriles que tiene usted más recorrido que un taxi con la fraseología anarquista y no está precisamente hablando con alguien distraído.
Además lo remacha diciendo ahora aquí «Y la libertad no admite grises, caballero. Nunca, y menos los que usted quiera poner a la mía o yo a la suya.» Con lo cual se niega cualquier sistema político basado en la mayoría y, por tanto, la democracia operativa. Las alternativas a esa democracia que se rechaza, se monten las películas que se monten algunos, son, como reitero dijo Jefferson, el despotismo militar y similares. Postura irresponsable, como poco.
«Y del estado solo espero protección servil y evaluable a la vida, la propiedad y los contratos… para algo se le paga.»
No, caballero. Usted espera del Estado el que se anule a sí mismo mediante el reconocimiento de la secesión ilimitada y un amaño de democracia directa que nacería invalidado no sólo por la naturaleza volátil de tal clase de democracia sino por la secesión ilimitada del individuo antes apuntada.
En suma, don Luis, que toda esta papillita que ha ido usted machacando como una suerte de «anarquismo a la leonesa» no pasa de la broma. Una utopía que cierra ojos y oídos a la verdadera naturaleza humana a la que aparentemente ha de llegarse por mera devoción al concepto de libertad negativa por usted acuñado y no porque tenga alguna utilidad. Y es que ya sabemos que eso de mirar la utilidad… es cosa de socialistas. ¡Madre mía!
«Una cosa es la libertad como concepto, que sólo admite dos respuestas (1 y 0, sí o no) y otra que si te preguntan sobre el nivel de Estado preferible, te pregunten que uno local. Porque verá, con el Estado pasa lo mismo que con la libertad, que como concepto sólo acepta unos y ceros.»
Bueno, esta disertación sobre código binario es precisamente, además de una solemne pamplina a mayor gloria de lo indefendible, un arrebato de dogmatismo. Porque se presupone que existe una definición, una descripción satisfactoria, de lo que es la libertad en todo momento. La libertad si se convierte en una idea fija (al modo platónico) deja de ser libertad y pasa a ser la ebria inspiración de alguien. No existe tal concepto de libertad sino una cambiante noción de la misma que varía conforme la sociedad lo hace. La búsqueda de una definición exacta de la libertad es, como Mises reconoció, inútil y peligrosa: de sesgo totalitario. La forma de resolver tal cuestión por parte de gente como Luis I. Gómez y otros de su palo es la de proclamar como evidente que la libertad es un derecho a la impunidad o a la secesión del individuo: el libre albedrío de toda la vida, vamos. Y tal «resolución» unida al optimismo antropológico que el propio Luis I. Gómez aquí mismo ha esbozado en otras ocasiones nos da el diagnóstico de lo que aquí se practica: utopía anarcoindividualista. El eterno retorno a Siracusa.
«Pero luego llegó usted y afirmó que eso del localismo “cateto” no es más que una excusa para encubrir más actuaciones estatales.»
El anarquismo cantonalista/municipalista (cateto) de Luis I.Gómez es efectivamente un absurdo utópico que obvia la evidente realidad histórica de que un poder cercano es peor que uno lejano. Cabe el contrafactual, sí, pero el que haya tantos datos y evidencias del peligro de los poderes localistas nos debería disuadir de que semejante feudalismo paleto o vuelta al modelo de ciudades-Estado sea remedio mágico de algo. Y es aquí donde nos ponemos utilitaristas, porque si ese modelo cantonalista o como quiera ser llamado no asegura un mayor progreso y bienestar… el reclamarlo es puro arrebato esteticista.
Conforme a lo anterior la «receta municipalista» de Luis I. Gómez, siendo ácrata en sus postulados, nos llevaría al modelo feudal tal y como el resto de propuestas ancaps. Y el feudalismo es un atraso respecto al Estado. Claro que siempre uno puede tener una cara de cemento y ponerse a decir que en «municipalandia» o en «ancapía» todos serían felices y super-equilibrados y no habría problemas. Entonces queda el tener fe o no tenerla. Lo que pasa es que yo soy un irredento incrédulo.
«¿Es Luis una persona con sus dudas y usted se aprovecha de ello para cobrar un protagonismo a base de aburrimiento y falacias “ad hominem”?»
¿Todo lo que viene antes de «falacias «ad hominem»» es una cómica contradicción o es usted simplemente estúpido?
«¿O es un pérfido anarquista que encubre sus dudas de cómo llegar hasta ahí y que, por lo tanto, se le puede considerar un gradualista de la misma manera que a usted?»
¿Qué dudas? ¿Qué dudas, Millón? ¡Pero si este señor afirma categóricamente que la libertad no admite grises y que no cabe más soberanía que la ejercida sobre la propiedad privada! Decir cosas semejantes no es manifestar inquietud y ansias por aprender, es hacer alborozada apología del anarquismo en su forma del «lo tomas o lo dejas». O aceptas el concepto de libertad no grisácea de don Luis o eres un estatólatra. O blanco o negro. ¡Menudo debate! ¡Menudas dudas! No, hombre, no. Tal clase de «debate» es la que se hace en el Congreso de los Diputados español: todo lo que se «debate» ya está acordado, zanjado, en la sede de cada partido político. Un bonito ejercicio teatral.
Juano: empiezo a tener la sospecha de que usted no tiene gran cosa que decir mucho más allá de alabar las propiedades del buen vino y la concordia entre amigotes. Francamente. Porque parece refractario a la más leve dosis de realidad o argumento.
«Este no es un blog dogmático, de lo contrario no habría espacio para el diálogo.»
Claro, entonces todos los blogs (ya sean comunistas, nazis, socialdemócratas, religiosos, radicales, maoístas…) no son «dogmáticos» porque tienen un foro o espacio para los comentarios. Menuda estupidez.
«Y una cosa es estipular un escenario “ideal” según un planteamiento determinado para suscitar el diálogo y llegar a conclusiones tanto teóricas como prácticas y otra cosa es estipular un escenario ideal como meta irrenunciable a alcanzar. Lo primero, que es lo que aquí ocurre, lo encuentro útil y necesario. Lo segundo sería lo que aquí alguno critica y no es.»
¿Y no es? No será porque usted no quiere. Porque aquí un señor está diciendo día sí día también que la libertad es un concepto inamovible (que no admite grises) y que la única soberanía existente es la que tengo yo sobre mi tostadora o mi piso. Sobre semejantes bases no cabe más debate que sobre el chocolate del loro: lo demás está todo bien decidido. O eres estatólatra o eres anarcoqué.
«Esta técnica de debate se da en todos los campos y siempre da resultados positivos. Como por ejemplo, cuando cualquier empresa sueña con el monopolio, pero sabiéndolo inalcanzable toma medidas que le permitan aumentar y afianzar su cuota de mercado. Lo que sería ridículo es entrar en un mercado buscando desde el primer momento la situación monopolística.»
Falso, porque cuando uno aspira a la anarquía considera ilegítima la política y por lo tanto su eventual reformismo es un motivo de perpetua disensión en el seno de su movimiento ideológico (totalitario). Desde ese momento ese «movimiento» ideológico es completamente estéril y el debate de sus irrealizables ideas es prácticamente cosa de lunáticos.
«Y en el liberalismo hace mucha falta esta dinámica para empezar a tener una zona común donde todos podamos unirnos sin partirnos la cara (que es como solemos acabar al poco de empezar).»
Esto es: el liberalismo según usted necesita asumir como propios los debates anarquistas para nada menos que conformar una gran entente liberal. Ah, bueno. Si la cosa es «hacer patria» para eso nos apuntamos al PP y al «hay que echar a ZP» y nos vamos todos de cañas. Si la zona común del liberalismo ha de ser el dogma de la no agresión vamos habiados.
«Cierto que los ancaps no los considero liberales y que el sistema que propugnan es, entre otras muchas cosas, inviable. Pero no creo que este blog esté en esa órbita ni de lejos.»
Está tan en la órbita que acude a los ágapes ancaps del IJDM y que la histopria de su aproximación a dicha entidad es la historia de la escalada de sus comentarios anarquistas. Repito: sostener que la soberanía única posible es la que uno tiene sobre sus propiedades es algo así como escribirse en la frente «mamá quiero ser anarquista».
«La crítica que se hace aquí es como si en un foro religioso yo expusiera el escenario ideal de que todo el mundo fuera católico y me acusaran de teocrático, islamófobo, antijudío… Y no.»
Muy atinado y gracioso esto porque efectivamente lo que propone Luis I. Gómez es otro culto sectario. Algo que «o lo tomas o lo dejas». Cieno, en definitiva, para mentes cuadradas hambrientas de «certezas».
Este no es un blog dogmático, de lo contrario no habría espacio para el diálogo. Y una cosa es estipular un escenario «ideal» según un planteamiento determinado para suscitar el diálogo y llegar a conclusiones tanto teóricas como prácticas y otra cosa es estipular un escenario ideal como meta irrenunciable a alcanzar. Lo primero, que es lo que aquí ocurre, lo encuentro útil y necesario. Lo segundo sería lo que aquí alguno critica y no es.
Esta técnica de debate se da en todos los campos y siempre da resultados positivos. Como por ejemplo, cuando cualquier empresa sueña con el monopolio, pero sabiéndolo inalcanzable toma medidas que le permitan aumentar y afianzar su cuota de mercado. Lo que sería ridículo es entrar en un mercado buscando desde el primer momento la situación monopolística.
A mi personalmente esta manera de debatir me gusta y me enriquece. Aquí he aprendido a ver cosas que no son planteables, cosas que son básicas y no me había fijado en ellas. Al partir del escenario idealizado para llegar al pragmático surgen con naturalidad todas las diferencias y no nos paramos a refutar un punto en concreto. Sin este tipo de ejercicios, la constitución de un ideario, un plan o una propuesta política, serían endebles por falta de contrastes. Y en el liberalismo hace mucha falta esta dinámica para empezar a tener una zona común donde todos podamos unirnos sin partirnos la cara (que es como solemos acabar al poco de empezar).
Así pues, aprovechemos el foro que Luis nos brinda, agradezcamos su esfuerzo y debatamos sobre lo que nos va proponiendo. Pero si empezamos a eludir el debate y a descalificar a todo aquel que no está en nuestro rango de liberalismo, a ningún sitio vamos a llegar. Cierto que los ancaps no los considero liberales y que el sistema que propugnan es, entre otras muchas cosas, inviable. Pero no creo que este blog esté en esa órbita ni de lejos. De hecho el autor suele proponer sistemas alternativos de gobierno, no la supresión de éste. Y, si bien no le he conocido nunca, apuesto a que su pensamiento evoluciona con el blog. No creo que tenga los mismos planteamientos que cuando empezó. Si bien sigue defendiendo la misma idea esencial…
La crítica que se hace aquí es como si en un foro religioso yo expusiera el escenario ideal de que todo el mundo fuera católico y me acusaran de teocrático, islamófobo, antijudío… Y no.
Veo, señor Lamas, que su capacidad de retorcer el lenguaje sigue siendo similar a lo que se retuerce un chicle en la boca de un marine. Verá: Una cosa es la libertad como concepto, que sólo admite dos respuestas (1 y 0, sí o no) y otra que si te preguntan sobre el nivel de Estado preferible, te pregunten que uno local. Porque verá, con el Estado pasa lo mismo que con la libertad, que como concepto sólo acepta unos y ceros. Y ahí, Luis ha marcado 1. Luego le preguntarás acerca de su tamaño, sus funciones y limitaciones…. pero la primera respuesta ha sido un 1. De modo que, si nos ponemos maximalistas (cosa que a usted le encanta a la hora de aplicar a los demás), resulta que Luis es un estatólatra. De modo que no tiene sentido llamarle ácrata o anarquista.
¿Que después hay que dejarse de batallitas intelectuales y hay que vivir? Claro. Y Luis comentó su idea. Pero luego llegó usted y afirmó que eso del localismo «cateto» no es más que una excusa para encubrir más actuaciones estatales.
¿En qué quedamos? ¿Es Luis una persona con sus dudas y usted se aprovecha de ello para cobrar un protagonismo a base de aburrimiento y falacias «ad hominem»? ¿O es un pérfido anarquista que encubre sus dudas de cómo llegar hasta ahí y que, por lo tanto, se le puede considerar un gradualista de la misma manera que a usted? Pues sí, esas preguntas tan idoitas son las que usted pretende responder. Y lo peor es que no conseguirá nada, independientemente de la respuesta.
Si supiese que iba a servir de algo le replicaría, señor Isidoro. Tantas son las imprecisiones y burdas generalizaciones que hace de lo que escribo. Por ejemplo, cíteme dónde proclamo yo que la única soberanía es “la propiedad privada”.
Este blog está lleno de propuestas federalistas, municipalistas, individualistas … si usted lo llama anarquismo, es su problema. No el mío.
Y la libertad no admite grises, caballero. Nunca, y menos los que usted quiera poner a la mía o yo a la suya. Los grises, los tonos, siempre han de partir de la responsabilidad individual de cada uno. Se lo repito: respeto a la vida, la propiedad y los contratos entre iguales. Y del estado solo espero protección servil y evaluable a la vida, la propiedad y los contratos… para algo se le paga.
Yo no me quejo de que usted me llame anarquista, joven, me quejo de que, empecinado en su discurso, apenas entiende el de otros, no se esfuerza por entenderlos y encima construye (inventa) motivos para dar rienda suelta a su impertinente iracundia. Burdamente las más de las veces.
¿Cuál es el problema Millón? Porque alguien que dice que «la libertad no admite grises» es un ácrata. Después puede decirnos que el no es un ácrata sino un reformador social con la vista puesta en un sistema de democracia directa en comunas municipales. ¿Qué quiere que le diga? El orden no altera el producto. Ponerse etiquetas diferentes o definir el caos como orden y el orden por caos sólo ha de engañar al que quiere ser engañado o es un necio sin remedio.
Por contra decir que alguien como yo (que tengo un blog con un sinnúmero de artículos para consultar al respecto) es una suerte de estatólatra o, incluso (según los batiburrillos), un estalinista eso ya es de chiste. Yo he dicho por activa y por pasiva que soy partidario de reformas políticas en profundidad tanto en España como en el concierto internacional. Hacerme una crítica consistente en tacharme de conformista es, en consecuencia, insultante. Cosa distinta es llamar ácrata a quien proclama que la única sobernía es «la propiedad privada» o que el derecho de secesión es atribuíble al individuo y es ilimitado. Eso, Millón, se llama anarquismo. Y que un anarquista se queje de que así le denomine sólo me produce la carcajada.
Afirma Isidoro:
De acuerdo. Si le hemos dicho algo a Isidoro y después resulta que sigue con lo mismo, lo consideraremos una insultante deshonestidad.
Afirma dos párrafos después Isidoro:
En dos párrafos.
Parafraseo a Popper, no lo digo yo 🙂 … a ver si encuentro la cita exacta. Gracias por la puntualización, Orlando.
La cita es de Logik der forschung y ésta:
en la página 362.
En este punto estoy de acuerdo con Popper cuando decía (parafraseo de memoria) “el principio de la felicidad máxima usado por los utilitaristas, y el principio kantiano de procurar la felicidad de los otros me parecen completamente falsos”. Soy más crítico pero, cuando Popper nos propone aquí una nueva fórmula: reduce tus penas tanto como te sea posible.
La ética de Kant es deontológica (el importante es lo que haces, y no es importante el resultado — para los otros — de lo que haces); la ética utilitarista es teleológica (los fines justifican los medios utilizados). Kant nunca ha defendido “la procura de la felicidad de los otros”, pero si la felicidad personal utilizando una “ética del deber” — un deber personal que no depende de los otros y existe independientemente de los otros. Según Kant, lo bien que haces a los otros es un detalle; el importante es el deber de actuar de forma positiva.
Creo que ya he dicho, varias veces, que yo estoy por la reforma del actual sistema. Incurrir de nuevo en la crítica de que yo soy partidario de un inmovilismo lo consideraré desde este momento como una evidencia de insultante deshonestidad.
Lo de que el anarquismo es el horizonte «inalcanzable» hacia el que hemos de mirar es un engaño. Del mismo modo en que resulta un engaño considerar que nuestros derechos son naturales. Ambas cosas son innecesarias para defender la libertad y un gobierno más justo. El dogmatismo que de tales concepciones se desprende es íntimamente antiliberal porque nos lleva a cuestiones sobre «edades doradas», determinismos variopintos y utopías libertarias que ya fueron ideadas por los socialistas utópicos. Tal vez sea necesario decir a todos aquellos para los que «la libertad no contiene grises» que la libertad no fue creada para el hombre y el hombre para servir a aquella sino que el hombre creó su libertad y lo sigue haciendo día a día.
En suma, Juano, no se puede estar de acuerdo en la argumentación contractualista que plantea el ácrata Luis I. Gómez por el mero hecho de que la secesión sin fin es ostensiblemente inoperante, además de inédita en la historia. La «voluntariedad» no puede ser la base de la ética o la moral. Centralo todo en si algo es «voluntario» o no elude el hecho de que el concepto de voluntad es discutible (hay millones de páginas de doctrina jurídica al respecto) y que además la voluntad de algunos individuos no raras veces ha llevado al peligro y daño de otros muchos. Creo sinceramente que tal empeño en el tema de la voluntariedad y su aplicación a todo problema responde a un reduccionismo que aspira a explicarlo todo: una ambición que sólo una persona algo despistada podria considerar remotamente liberal.
El «liberalismo» que viene mascando Luis I. Gómez de un tiempo a esta parte, junto a los ancaps, es una revisión antiizquierdista del marxismo. Contiene todos los tics, determinismos y toda la colección de acusaciones y lugares comunes y las pretensiones científicas del marxismo. Lo único es que donde Luis y sus amigos dicen «estatitsta» el marxista dice «capitalista» y donde el ancap dice «funcionario» el marxista idría «burgués». Lo que pasa es que pese a la existencia de esta demagogia exaltada común que «todo lo explica», que obviamente es muy atractiva para la gente impresionable, el fin de estos anarquistas (Marx era formalmente anarquista) no es ningún objetivo humanitarista o de igualdad universal. Por esta razón el anarcocapitalismo y todas sus sectas restarán siempre en la más estricta marginalidad académica y social: quedando sin margen para que nosotros, aliviados ciudadanos, no veamos al señor Luis, Valín, Rallo, Esplugas y toda la panda convertidos en los bolcheviques en que devendrían.
En definitiva, Juano, para mi los ancaps no están «en mi bando». Están precisamente en el lado contrario: en el bando de la sociedad cerrada, el bando totalitario. Compartir puntualmente alguna idea con el ancap de turno no me dice nada porque tal eventualidad podría producirse con un nacionalsocialista o un comunista. Lo que yo tengo claro es que una persona para la que «vale todo» con tal de que sea «voluntario» (esclavitud, trata de niños, venta de órganos, prostitución infantil, canibalismo…) es para mi ideológicamente indeseable. Son, como decía T.H Lawrence sobre los pacifistas, personas «con la fuerza moral de un piojo».
Y todo lo anterior no son matices. Es algo fundamental.
«También le he indicado la imposibilidad de llevar a la práctica algunas de sus ideas, a lo cual ha respondido alguna vez -corrígeme si me equivoco Luis- que es consciente de ello, pero que las emplea como guías. Inalcanzables, pero que mientras más nos acerquemos a ellas, más cerca estaremos de la perfección…»
Jojojo… ¿eso le ha dicho?. «Más cerca estaremos de la perfección», qué platónicos estafadores, hace falta ser un iluminado de órdago para decir esas cosas. Por cierto, de la confusión entre derecho de propiedad y soberanía nacen cosas como el feudalismo. Pero supongo que, en aras de «la perfección», toda experiencia histórica y empírica que pueda poner coto al experimento mental, debe ser rechazada por… por… a ver… ¿porque es juzgar desde una «optica estatista»?
Bah, si sois igualitos que los marxistas ¿es qué no lo veis?
No te equivocas en nada, Juano. Discrepar y aprender en las discrepancias es una de las reglas de este blog.
Ni el urilitarismo ni el estado de bienestar han sido capaces de lograr sus objetivos sin provocar un crecimiento irracional del aparato estatal. Y éste siempre ha ido acompañado de la pérdida de calidad de las democracias. No podemos encontrar (creo) soluciones desde posturas conniventes con el status quo. Hemos de intentart acercarnos a ellas desde la utopía, desde la radicalidad intelectual. En otras palabras: cómo voy a limitar la acción de algo que acepto, entiendo, comprendo, incluso amo? No es más fácil limitar la acción de algo que considero me perjudica? Y si sabemos que el estado en no pocas ocasiones y no pocos contextos nos perjudica…. incido en esos aspectos para explicar la que yo creo inevitable necesidad de cambiar el sistema.
No he abogado yo nunca contra la existencia del estado. E incluso en el comentario de este artículo he dicho que tiene que ser tan fuerte que debe poder imponerse incluso a la mayoría en cuestiones clave, porque, insisto, el gobierno de la mayoría no es democracia.
Aquí lo que se discute y en lo que, entiendo, estamos todos de acuerdo, es en la necesidad de limitar la función del estado. Porque dado el panorama actual, ante la falta de definición, el aparato burocrático crece sin medida invadiendo parcelas que no le corresponden y limitando cada vez más la libertad individual en pos de un modelo de felicidad arbitrario y definido por los que viven del erario público.
Mi argumentación no es utópica ni teórica, de hecho propongo una alternativa fácil, barata y viable para eliminar excesos de regulación: la herramienta de los seguros para daños a terceros. Y no es nada novedoso, existe en varios países para diversos campos.
Tampoco estoy en contra de los impuestos. Estoy en contra del sistema fiscal actual. ¿Por qué no un tipo único? Se ha demostrado fácil, útil y aumenta la recaudación. Amén de incrementar la libertad de acción en todos los campos.
Iracundo, no entiendo bien tus intervenciones. ¿Es que no se puede criticar el modelo actual?¿No es lícito proponer medidas que lo mejoren? Creo que has entrado más buscando bulla que diálogo. Si de algo puede hacer gala este blog es de la independencia y disparidad de criterios de todos los que en él participamos de una u otra manera. Cierto que hay un nexo común que nos hace reunirnos aquí, pero entrar con esas formas blandiendo las diferencias y desacreditando no veo que tenga utilidad alguna más allá de un desahogo personal.
Soy el primero que discrepa con el autor de este blog en temas relevantes. También le he indicado la imposibilidad de llevar a la práctica algunas de sus ideas, a lo cual ha respondido alguna vez -corrígeme si me equivoco Luis- que es consciente de ello, pero que las emplea como guías. Inalcanzables, pero que mientras más nos acerquemos a ellas, más cerca estaremos de la perfección…
Lo más curioso es que has elegido para esta entrada a degüello un artículo en el que difícilmente se puede discrepar. El último párrafo es atinado en cada letra: ¿qué validez tiene un contrato en el que una de las partes no tiene libertad plena para someterse o no a él?
Luego en los matices discreparemos con toda seguridad. Pero si entre los liberales tenemos estos amigos, los socialistas de todos los partidos pueden dormir tranquilos…
Saludos Lino!
Evidentemente es más fácil para un estado pequeño garantizar la liberetad de todos sus administrados. Además, no lo olvidemos, la labor de control democrático a que debe de estar sometido es, en un grupo pequeño, mucho más efectiva y directa, incluso puede ser continuada.
Los límites los pone el principio de respeto a la vida, la propiedad y los contratos de y entre los individuos. Una comunidad se dota de leyes para proteger esos derechos. Lo demás es -lo explicas muy bien en el caso de las esclavas sexuales- irrelevante: no se condena a nadie por la poligamia, se le condena por sustraer a una o varias de sus mujeres de la libertad de elegir irse. Para ser «políticamente correcto», lo mismo cabe decir de la poliandria.
Cuando comenté, medio escandalizado, que me parecía una barbaridad no perseguir legalmente a los negacionistas del holocausto aprendí -en buena parte gracias a lo que allí se me comentó- que el verdadero objeto de la ley no puede ser prohibir la manifestación en voz alta de una idea equivocada. El verdadero objeto de la ley ha de ser protegernos de un holocausto en nuestras carnes.
Está claro: el problema liberal con el Estado es controlar que su alcance no sea excesivo. No es problema liberal que el Estado en cuestión sea fuerte o débil puesto que un Estado débil muchas veces conduce a la calamidad pública. Pregunten por África.
Hola
Bueno, este artículo si lo he entendido, 😀
Creo que la cuestión es que cada persona pueda buscar su propio grado de felicidad, es decir, tenga la libertad de poder hacerlo, sin molestar a nadie y sin que nadie le moleste (ni siquiera un gobernante). Pienso que en eso consiste precisamente la democracia (entre otras cosas, claro)
Es decir, si alguien necesita para su felicidad tener 25 concubinas a su servicio, recluidas en un recinto y privadas de su libertad para conseguir su propia felicidad, no es democracia, por lo tanto, que se lo haga mirar y que encuentre otro tipo de felicidad. La cuestión es, de forma parecida a lo que se dice para la libertad, que la felicidad de uno acaba donde empieza la del otro.
Dicho esto, un gobernante no puede establecer cual es la felicidad «estatal», o mejor dicho, no debe, ya que está claro que lo hacen, da igual si es dictadura o pseudocracia, como lo español. La correcta función del estado en este sentido, es garantizar que cada uno pueda escoger su camino, en la medida de lo posible. Por lo tanto, la discusión no es si el estado ha de ser grande o pequeño, sino las funciones que desempeña.
La idea de «soberanía individual», dejando aparte disquisiciones etimológicas, me parece correcta y compatible con un estado liberal y democrático. El problema es que el camino que una persona escoja para lograr su felicidad ha de estar limitado o acotado, además de vigilado, para no impedir a los demás que hagan lo mismo. Es aquí donde ha de intervenir el estado, no para imponer la idea comentada de «felicidad general» o nacional, como ocurre en los nacionalismos.
Naturalmente, las personas podrán agruparse, elegir los símbolos comunes y características culturales que deseen, siempre y cuando no priven a los que no desean hacerlo, de su propio camino a la felicidad.
saludos cordiales
Es usted un insolente difamador.
¿Cuál es el argumento a rebatir? Pues que el Estado es ilegítimo por definición y que la propiedad es el único límite ético y moral. Semejante «argumento» es el que aquí se expone, cual papilla, en todo momento. Y en todo momento sigue siendo igual de fantasioso, utópico y totalitario. No es una dervirtuación de las palabras de nadie: porque ya se ha dicho por el autor de este blog «la libertad no admite grises». Si eso es argumentar…
Y el comentario de Juano es exactamente lo mismo: abundar en los defectos del modelos ocialdemócrata para extenderlos inmediatamente a cualquier forma de estado no basada en los criterios utópicos del pensamiento libertario. No hay nada malo en soñar, sí sí, pero soñar sueñan todos los totalitarios. La gracia de los anarcoqués es que su utopía, como diría Manel Gonzalvo, ni siquiera puede ser llevada a una mínima práctica.
Es especialmente deshonesto, o idiota, sugerir que yo defiendo precisamente la negación del papel del individuo en la política. Niego, más bien, que exista un derecho a la impunidad o a la secesión ilimitada. Eso no es operativo y conduce a un caos que, como dijo Jefferson, conduce al despotismo militar o alguna de sus formas. El principio de que las normas se deciden por mayorías es insoslayable. Repito: insolayable.
Por otro lado caer en teorizaciones sobre el derecho de resistencia es muy fácil pero darle soluciones que casen con la realidad es imposible. Una Constitución no puede aceptar un eventual derecho a la resistencia porque sería como aceptar una cláusula de «razón de estado» que, como decía un constitucionalista chileno «es una de esas cláusulas que demuestran que el estado no tiene la razón». En ese sentido la Constitución política ha de ser neutra: no puede dotar a algunos de los poderes que instituye del poder para suprimir la constitución arbitrariamente ni a ningún ciudadano para desobedecerla.
Luego, claro, está el entrar en fantasías románticas sobre eso de «echarse al monte» y «luchar contra el sistema». Pero siendo serios y viviendo en un país civilizado creo que mejor ahorrarse los chistes. Porque pese a que los por aquí presentes hablan de que el estado oprime más por ser más fuerte o más grande (lo que llevaría a considerar un estado nada menos que «limitado» a estados minúsculos o emprobrecidos, fuesen lo corruptos que fuesen) no han tomado aún la decisión de coger las maletas e irse a Somalia a disfrutar de «la libertad». Si el gobierno se tornase despótico tampoco cogerían las armas ni nada parecido. Todo cháchara.
Amén. Y lo redondeas:
Ya está; todo dicho, clarito. Gracias Juano.
En que lo que se propone no «casa» con lo que el crítico «cree». Y entonces es más fácil desvirtuar y descalificar que argumentar, porque… cómo se argumenta una fe? Con fe… pues eso. Punto nulo. Unos callan (sabiduría), otros imparten boinas (activismo atávico).
Todo lo colectivo nace de la suma de individualidades. Por lo tanto, si acuñamos términos que pertenecen a lo colectivo ignorando las individualidades se tergiversará la naturaleza del sistema y el ciudadano pasará a ser siervo del colectivo, en lugar de ser el colectivo el que sirva al ciudadano.
Así pues, la soberanía comienza en el individuo. Éste, libremente, se someterá o no a las normas del colectivo. De no someterse, podrá, o bien emigrar a otro colectivo más afín con sus ideales, o bien podrá lícitamente luchar para cambiar las reglas de la sociedad en la que vive. Negando la soberanía del individuo o su derecho a participar en la conformación de la normativa de la sociedad, se da paso a un estado totalitario sin ningún matiz.
Pero al mismo tiempo también es lícito que la sociedad se defienda de aquellos individuos que, haciendo un uso lícito de su soberanía, pretendan minar principios claves y definitorios de dicha sociedad. Y ahí la mayoría puede llegar a ser algo incluso secundario. Si por ejemplo un colectivo se constituye y forma en torno a unos principios entre los que están la propiedad privada y la democracia, aún siendo minoría los que defiendan esos valores definitorios y esenciales, tendrán todo el derecho del mundo a emplear los medios coercitivos de que les dota el imperio de la ley para defenderse de una corriente que busque imponer, por poner un caso, el comunismo y el gobierno del partido.
Incluso podemos llegar más lejos. De darse un movimiento mayoritario antidemocrático que logre imponerse y cambiar las reglas del juego, inmediatamente queda legitimado el uso de la fuerza para imponer el modelo social que cada individuo considere mejor. Porque cuando la democracia pasa a ser el gobierno de la mayoría sin más, deja de ser democracia. Y sin democracia, el escenario pasa a ser el de la ley del más fuerte. Con esto no estoy diciendo que fuera de un modelo democrático sea lícito meter balas en la frente de cualquier adversario…
Viendo la evolución de las democracias actuales, entiendo y comparto el punto de vista del artículo. Vemos como cada vez más el estado asume responsabilidades que deberían corresponder sólo y exclusivamente al individuo. En este país el estado te dice qué y cómo tienes que estudiar y formarte. Pretende incluso conformar tu conciencia. Se ocupa de que tengas un ingreso cuando te quedes sin trabajo o cuando te jubiles. Te elije el médico, las medicinas, el hospital al que puedes ir o no. Te dice lo que puedes comer, fumar, beber o no. Según le de a un alcalde que no ha superado ni los estudios básicos tu propiedad vale 100 veces más ó 100 veces menos. Te cobran impuestos e imponen normativas en base a unas teorías que no tienen ninguna base científica. Y así podemos seguir enumerando invasiones del estado que cercenan nuestra libertad por horas.
En tal entorno, ¿qué libertad tiene el individuo?¿qué valor tiene la soberanía individual para conformar una democracia real? Cuando se nos pretende regular cada aspecto de nuestra vida desde que nacemos hasta que morimos, ¿qué margen queda para que el ciudadano sea dueño de su vida?
Si quiero hacerme un barco tengo que someterme a tal cantidad de regulaciones que es prácticamente imposible. Si me lo compro tengo que someterme a cursos de formación que duran años. Las cargas impositivas son ridículamente enormes. Mientras veo que en estados más liberales lo único que se exige es un seguro que cubra mi posible imprudencia, pero allá yo con lo que haga con mis cosas e intereses.
Y quien dice barco, dice empresa, coche, casa, o lo que sea.
Cuando viví en el tercer mundo, a pesar de todas las carencias que se sufren, engancha el grado de libertad que hay por el poco peso de los estados. Allí un hombre con una llave inglesa, un soplete y algo de conocimientos es un fontanero. Aquí, antes de poder tocar la primera tubería tienes que rellenar mil papeles, pagar impuestos con un dinero que aún no has generado, ponerte un casco, gafas, guantes, calzado y ropa reglamentarios, tener un local para la sede social, un número de identificación fiscal, libro de facturas, de reclamaciones, de firmas, contabilidad, liquidación de impuestos… Todo eso para poder cambiar un grifo y cobrar por ello. Si alguien no ve lo ridículo que llega a ser el nivel de regulación que estamos alcanzando es que sinceramente tiene un problema. Eso sí, con tanto reglamento y garantía, si contratas a un profesional que es un desastre, el estado no responde por nada, con tu pan te lo comas. Igualito que en el tercer mundo. En ambos casos puedes recurrir a tribunales y que sea lo que los jueces quieran…
La socialdemocracia imperante es empobrecedora, insostenible y, en la medida en que se desarrolla y crece, antidemocrática. ¿Dónde está el problema en denunciarlo y abogar por un sistema alternativo que nos permita ser más ricos, más demócratas y más libres?
Lo dicho. Confunde soberanía con derecho de propiedad cuando desde siempre el concepto de soberanía es un concepto político y, por esto, colectivo. Que la soberanía la compartan todos y cada uno de los ciudadanos no implica que todos estos tengan un derecho a secesionarse del resto. Y es que, como dijo Thomas Jefferson: «la más importante de las enseñanzas y sin embargo la última que se aprende a fondo, es que la voluntad de la sociedad enunciada por mayoría de un solo voto es tan sagrada como si fuera unánime. Si se desprecia esta ley no queda sino la de la fuerza, que conduce necesariamente al despotismo militar».
«Todo Estado “fuerte” como el que usted defiende es, per sé, intervencionista»
Debe aclararse al lector que en «intervencionista» se incluye el que exista un Código Penal, las señales de tráfico y la policía o ejército más modestos. No se refiere, concretamente, el señor Gómez a la seguridad social obligatoria, las ruinosas manipulaciones de la moneda, la inflación legislativa, la corrupción judicial, los gulags, el KGB o de campos de exterminio. No, todo es lo mismo. «La libertad no admite grises», dijo este adolescente con canas.
«…ha de serlo para sobrevivir a los enboinados como yo, que se autoproclaman soberanos. Y desde ese mismo momento es totalitario.»
Atención: un Estado es totalitario desde el momento en que no reconoce la inmunidad legal del señor Gómez y sus compañeros de cañas. Nadie había caído en eso. ¿Quién nos iba a decir que los muchachos que lucharon en Normandía en 1944 defendían al más taimado totalitarismo? ¿Quién nos iba a decir que en Filadelfia allá por las postrimerías del siglo XVIII un grupo de totalitarios se reunieron para tiranizar a sus conciudadanos?
Y genial ese toque demagógico, típico en los enemigos de la democracia de toda época, de señalar malas o dudosas leyes para negar el concepto mismo de ley. ¡Pero si de eso trata la democracia! De que las leyes puedan cambiar. En España esto no lo tenemos, claro, pero eso no significa que la solución sea la anarquía o el cantonalismo. En España ya sabemos como acaba eso: en una cómica bacanal de sangre y estupidez.
Es que es todo tan, tan, patético y pueril que uno no puede menos que reírse. Tanta cháchara exaltada y vacía en la que todo se confunde en beneficio del grito propio.
La gran diferencia entre usted y yo, estimado reparteboinas, está en que yo me conformo con reclamar que se me deje en paz con mis ideas y usted pretende que las suyas son las verdaderas.
La unica soberanía que existe para mí es la que yo ejerzo sobre mi propiedad. El resto es delegación en terceros, voluntaria a ser posible, para aumentar la protección de lo que es mío. Son las gentes como usted en el poder las que me niegan la posibilidad de la delgación, prefiriendo, por mi bien el secuestro y la usurpación de la misma.
Todo Estado «fuerte» como el que usted defiende es, per sé, intervencionista, ha de serlo para sobrevivir a los enboinados como yo, que se autoproclaman soberanos. Y desde ese mismo momento es totalitario.
El «imperio de la ley» … la que prohíbe la prostitución a las mujeres y hombres adultos? la que prohíbe morir sin permiso de la autoridad? la que fomenta la discriminación de quien tiene mérito y al mismo tiempo pene? … creo que lo que más le gusta de esa expresión no es la palabra «ley», es la palabra «imperio».
La soberanía no se circunscribe a «uno mismo» sino que es una expresión política y por tanto referida a la sociedad (los asuntos comunes, más concretamente). Es vieja tesis rothbardiana que un Estado asistencial lleva al ser humano a su destrucción. Eso es más falso aún que la tesis según la cual el estado asistencial lleva al estado totalitario. Porque ese estado asistencial siempre ha existido de un modo u otro y de un modo u otro los individuos han dejado sus asuntos en manos de la tribu o la comunidad: renunciando a sus prioridades más evidentes o inmediatas en pro de otros objetivos. ¡Como si la arbitrariedad en lo público fuese cosa de hace unos pocos siglos! ¡Pero si la arbitrariedad «era el sistema»!
La capacidad de tener control sobre los objetivos sociales, por cierto, es precisamente la soberanía.
Cuando Popper la da la vuelta al calcetín del utilitarismo está obviamente especulando con las palabras y nada más. Se les busquen las pegas que se le busquen al utilitarismo y sus difusas escalas es evidente, como en tantas otras cosas, que se puede llegar a acuerdos acerca de qué felicidad o progreso es «normal». La gente sobre la que impera la ley es la misma sea ésta basada en una ficción iusnaturalista o en una aceptación de que las leyes se fijan para asegurar la felicidad y progreso de la inmensa mayoría. Basta ya, por tanto, de esa falsa elección entre ficción y tiranía.
Por otra parte acusar al utilitarista de contener el germen del totalitarismo es de risa cuando quien escribe tal cosa precisamente afirma tener la fórmula mágica de la sociedad (cosa que un utilitarista no necesariamente defiende o afirma sino que es partidario de llegar a acuerdos, convenciones). Es totalitario afirmar: «la solución es que la gente se de cuenta de que el Estado no debe existir» o «la solución es que la clase proletaria se de cuenta de que el Estado burgués no debe existir». El utilitarismo no entra, necesariamente, en esos arrozales.
Menos arrogancia apostólica.