Decía Frederic Bastiat que el estado es una gran ficción en la que cada uno hace todo lo posible por vivir a costa de los demás. No me pregunten si la traducción desde el original de Bastiat debería reflejar más el carácter ficticio del estado o si lo realmente ficticio (ilusorio) es el deseo de vivir a costa de otros. Creo que las dos interpretaciones, así sin más, serían falsas. El Estado es una realidad, igual que el hecho de que gracias a él existen gentes que realmente viven a costa de los demás: los políticos, los burócratas y los receptores netos de ayudas estatales. No se olviden que la fuerza que realmente hizo posible las escuelas estatales y la educación aparentemente gratis y para todos fué el deseo de los empresarios y las clases medias de disponer de un sistema educativo y de formación laboral a costa de … los bolsillos de otros. En nombre del «interés general».
Si contemplamos la afirmación de Bastiat desde un punto de vista más interactivo, histórico-dinámico, sí vemos más claro lo que quería decir con «ficción» o «ilusión»: ¿existen realmente receptores netos de impuestos? ?Y pagadores netos? El pagador neto, consciente del robo vía impuestos, intentará por todos los medios posibles hacerse con el suficiente poder político (un lobby, un partido) que le permita recuperar parte de su dinero. ¿Y el receptor neto? ¿Acaso los pobres, asistidos socialmente, no pagan IVA?.
El conductor piensa que con sus impuestos se pagan las líneas del AVE y el déficit de RENFE. El usuario de trenes piensa que con sus impuestos se construyen autopistas que él no usa. El visitante de la Ópera piensa que con su dinero se paga a la policía que vigila los encuentros de fútbol, mientras el hincha futbolero piensa que con su dinero se subvencionan grupitos culturales de dudosa utilidad pública. El conservador no cree que con su dinero se deban subvencionar actividades que van en contra de la familia, el crítico de los valores tradicionales pone el grito en el cielo cuando ve cómo los matrimonios con hijos son mantenidos en situación de ventaja, consolidando una institución obsoleta. Las familias de clase media consideran un derroche malgastar su dinero en la escolarización de extranjeros incorregibles e ineducables (bárbaros, vaya). Los contribuyentes extranjeros piensan que con su dinero se financian las pensiones de los nacionales que día sí y día también les recuerdan que son ciudadanos de segunda.
Lo peor de todo esto es que, aún siendo conscientes de todas estas ridículas redistribuciones, aún siendo conscientes de lo absurdo de tales situaciones, no somos capaces de adoptar una decidida postura frente a ellas, frente al estatismo. La lucha entorno a quién debe pagar lo de quién, quién debe vivir a costa de quién, ha dejado profundas heridas: una consciencia colectiva de repudio al intervencionismo es ya imposible. Sólo queda el deseo de ganar tanta influencia como sea posible para asegurarse los propios privilegios.
Verdrossenheit: hartazgo.
Me acuerdo de una reflexión que me hice hace tiempo.
Si no fueran tan aburridos los temarios de oposición seguro que ya estaría cómodamente arrellanado en algún sillón de Ministerio.
Terminaba mi artículo con la palabra «hartazgo'». No es casual. Y es lo que me temo: el hartazgo nunca ha sido simiente de rebeliones. Y los contravalores… Germánico, no me seas tan «subjetivo»! 😛 Qué mejor bartola que la bien pagada? Éste, y no otro, es el «conceto» base de todo estado moderno. Y cómo llegar a tener una bartola pagada? AAAmigo, eso es cosa de tener… amigos, amiguetes… No se trata de ser lo que uno vale, se trata de valer para llegar a ser «superstrella o político demagogo». Pero… y qué me dices de una oposición a uno de esos puestos vitalicios tan molones? 😉
Contravalores, vaya
Cuando digo «los valores que ellos emplean» me refiero a los valores en los que ellos creen, que tienen mucho que ver con la desvalorización del trabajo y de la proyección en el futuro.
Yo, si no fuera por el cheque del IJM, no tendría ni pa’ pipas, con esta inflación que más parece una inflamación del cuerpo social.
Como seres humanos buscamos nuestro interés, que duda cabe. Somos egoístas, de diversas maneras, pero así es. Lo primero uno mismo y su familia, después amigos, gente admirada, aficionados de tu misma hinchada, votantes del partido al que votas o personas que comparten ideas contigo….etc etc. Como dice Memetic Warrior el círculo de solidaridad se amplía con la bonanza económica. Tós somos güenos. Cuando la necesidad apremia se encierra uno en un círculo cada vez más chiquito, al tiempo que se aprieta el cinturón.
Cuando la sociedad es tan compleja e impersonal como la nuestra esa ficción estatal, ese monstruo artificial, se desarrolla fácilmente. Si hay prosperidad el parasitismo del Leviatán asume el papel redistribuidor, y aparte de lo que se queda, da a los que tengan suficiente arrojo, número, fuerza, organización, etc para constituirse en lobby.
Llega el momento en que el número de parásitos es mayor del que puede mantener la riqueza generada por los que trabajan. En parte esto es así por que se desincentiva el trabajo y se fomenta la molicie. Llega incluso a suceder algo cómico, verdaderamente paradójico: los valores que pretenden que imperen los parásitos son los que ellos emplean. Esto hace que la sociedad entre en decadencia, porque todo el mundo quiere ser superestrella o político demagogo, subvencionado o con sinecura.
Muy Bueno…..
Qué te voy a decir yo!!!