En una de las tiras cómicas del genial Quino, Mafalda le cuenta a su amigo Manolito cuanto le ha gustado algo que vio en un escaparate.
Mientras Mafalda enumera virtudes estéticas, Manolito no para de preguntar: «¿Y cuánto cuesta?» Mafalda finalmente se marcha enfadada diciendo «¡Y que sé yo lo que cuesta, pero es de lindo!».
En la última viñeta, se ve a un Manolito pensativo interrogándose: «¿Como puede decir que algo es lindo si no sabe cuánto cuesta?
Aunque la intención del autor evidentemente sea hacer chanza del materialista Manolito, debo decir que me identifico plenamente con tal punto de vista.
Todo esto viene a cuento de un artículo periodístico reciente que me remitió Germánico en el que se cuentan las maravillas de un nuevo tipo de turbogenerador en fase de instalación en aguas británicas, diseñado para generar electricidad a partir de energía mareomotriz.
Aparte de los habituales datos en estos reportajes comparando la potencia del ingenio con el consumo de n hogares mezclando sin criterio potencias y energías (de modo que no resulte entendible ni por el experto ni por el profano) se destaca como posible inconveniente de este sistema su peligro potencial para la fauna marina.
Pero en todo el artículo, no se nombra ni de pasada la cuestión fundamental de toda instalación generadora de energía y que puede resultar mucho más inconveniente que los posibles daños a focas, ballenas, delfines y demás. Nos unimos a Manolito pues para preguntar ¿Y cuánto cuesta?
Técnicamente hay infinidad de formas de aprovechar la energía presente en el entorno sea ésta poco, mucho o nada renovable. Ése no es el problema. El problema (o la virtud) es hacerlo de modo que los costes sean asumibles.
Y cualquier información respecto a energía que obvie el asunto económico podrá ser muy linda, pero resultará inútil.
Pues efectivamente, jonsy, todo hace suponer que las lindas turbinitas del artículo no resulten nada baratas. Pero como bien señalas (y se dice explícitamente al final del artículo) cualquier cosa con tal de no explotar adecuadamente la energía nuclear.
En los caso de la energía ecológica, el «cuánto cuesta» no es una cuestión baladí, pero en el caso de la energia mareomotriz es un caso sangrante:
– El agua salada tiene la mala costumbre de ser corrosiva, lo que disminuye la vida útil y dispara los costes de mantenimiento
– El mantenimiento es «un infierno»: no hay nada como arreglar una turbina en plena tempestad 🙂
– La conducción de la energía a tierra es toda una aventura
– No se ha estimado todavía el impacto ambiental
– El rendimiento de que habla el artículo es poco menos que irrisorio
– La inversión inicial es brutal -¿he oído (más) subvenciones?-
– Se trata de tecnologías poco probadas en entornos de producción
En fin, un vistazo a google nos da una ligera idea del estado del arte…
http://luigidanycompany.iespana.es/energia_mareomotriz_y_geotermica.htm
Y todo por no querer apostar por las nucleares.
Germánico, no sé si ya te comenté en alguna ocasión que hace algún tiempo asistí a la presentación del informe de Greenpeace titulado «Renovables 2.050» en el que supuestamente iban a demostrar la viabilidad de conseguir un abastecimiento energético totalmente renovable para tal fecha. Tras una presentación realmente linda con muchos planos y gráficas de vivos colores los responsables ecologetas (asistidos por «reputados» profesores universitarios) concluían (como no podía ser de otro modo) en la viabilidad del suministro energético renovable, incluso cubriendo significativos aumentos del consumo respecto al actual.
En el turno de preguntas se me adelantó un «Manolito» que, en efecto, lanzó el odioso «¿Y eso cuanto costaría?», ante lo cual los ponentes pusieron mala cara y comentaron que ese detalle lo tratarían en futuras revisiones del estudio, pero que de momento no se había contemplado.
Vamos, que era una p.m. de estudio.
En cuanto a lo de cuánto cuesta tal turbina ¿Y yo que sé? Ese dato no puede conocerse pues condicionaría la prima y con todas esas tecnologías novedosas y sin proveedores comerciales (como ahora está sucediendo en España con la termosolar) ocurre algo parecido a lo de los futbolistas argentinos. Una cosa es lo que valen y otra lo que cuestan.
Gracias Luis.
La rentabilidad de cualquiera de estos proyectos queda definida casi absolutamente por la decisión/capricho/convoluto del legislador de turno. En España, en el último Real Decreto (junio 2007) regulador de la remuneración de las renovables, entre las especialidades que mejoraban su tratamiento estaba precisamente la eólica con base el mar territorial. La escasez de molinillos en las costas hace pensar que la prima resulta insuficiente frente a, por ejemplo, la exagerídisima subvención a las placas solares que han crecido como hongos en cualquier parcelita.
Esa es la gran pregunta para todas las cosas que la política toca con sus demagógicas manos, siempre dispuestas a gastar el dinero de los humildes contribuyentes en faraónicos proyectos para más gloria del líder o el supremo órgano colegiado. Cuando llega un Manolito -ya crecido- y formula la dichosa pregunta, los idealistas le interpelan violentamente, le tachan de contrario al bien a la belleza y a la verdad, de prosaico, de materialista, de simplista, de…..etc etc, pero es que el coste no es sólamente un factor más a tener en cuenta, sino, en ocasiones, la clave de todo, lo más importante, ese dato sin el cual todo es aire y despilfarro.
Oye Ijon, perdona mi torpeza pero…..¿cuánto cuesta?.
Bienvenido, Ijon!
No se si sabes que Shell formaba parte de un consorcio para el desarrollo de una gigantsca planta eólica delante de la desembocadura del Támesis. Se han retirado: no es rentable ni subvencionado. Luego claro, serán ellos los malos. La noticia, en alemán, aquí.