Hace muchas décadas que Bolivia ha dejado de interesar. De cuando en cuando ha aparecido en los titulares por refriegas que tumbaron gobiernos, por encontronazos entre grupos rivales que dejan un tendal de muertos, o por las payasadas de su último presidente, que jugando al indiecito bueno desmanteló lo poco que funcionaba de la democracia boliviana para implementar su proyecto tardocastrista con el aval de Hugo Chávez, que le ha dado recursos y apoyo, desde medios militares a cheques de los petrodólares venezolanos para repartir como herramienta política.
Así, entre el desinterés mundial y la indolencia de los vecinos, con algún aplauso del progresismo que siguió el asalto del MAS a las instituciones como si fuera una remake indígena de la Revolución de Octubre, desahuciada por todos los que de entrada observaron la incapacidad del último gobierno electo por el voto popular para manejar la inevitable confrontación de proyectos que desde hace al menos una década está latente en el país, Bolivia puede entrar en la etapa final de su existencia para iniciar un proceso de descomposición a la yugoeslava inédito en la historia americana.
En cinco días, menos de una semana, en Santa Cruz se va a votar un referéndum para aprobar un estatuto autonómico, a pesar que La Paz ha declarado ilegal tanto al texto del mismo como a la consulta. El Gobierno -sin escuchar críticas de ninguna especie- mantiene su proyecto de plebiscitar la nueva Constitución Política del Estado, aunque ésta tanto por su contenido como por la forma en que fue redactada ha sido desconocido por todas las regiones que impulsan la autonomía: Santa Cruz, Pando, Beni, Tarija y ahora también.
130 horas antes de que los cruceños en lo que se prevé una movilización masiva salgan a apoyar la autonomía, el gobierno (previsiblemente desde La Habana) ya anticipa fraude.
¿Qué puede pasar? Una posibilidad remota es que la estructura política del país sepa adaptarse, quizá encaminándose a una organización confederal. Otra es que implosione, y se atomice. O bien, que no haya grandes cambios y despacio, sin prisas ni pausas, siga deteriorándose y se encamine a un oscuro destino haitiano.