Leone amaba las ambigüedades en su cine. Y no lo hacía por snobismo. Sus personajes derraman una moralidad difusa, adaptada a la complejidad de las situaciones que viven. Casi, casi, como todo aquél que, manteniéndose coherente con lo que cree, abandona la liga de lo políticamente correcto para ser protagonista de sus propias circunstancias.
No conozco mucha gente así, pero Carlos J. Muñoz es uno de ellos. Y tiene blog: El bueno, el feo y el malo.