Me pregunta mi asterisco favorito qué partido me hace falta. Nada fácil la respuesta, pues no es un partido lo que quiero, son ideas y personas que quieran vivirlas. Considero que un “partido liberal” es un oxímoron en este sistema que nos ha tocado vivir. O es un partido, o es liberal. Ambos conceptos no caben en el marco de que disponemos.
Imagínese a una madre que, desde su espíritu “liberal”, no desea más que el desarrollo de las propias capacidades de su hijo. Nada más fácil que construir un ideal de ese “desarrollo autónomo” del niño en torno al que desarrollar un programa de educación. Si el niño, en lugar de querer ser un Mozart o un Picasso decide convertirse en televidente, no es difícil imaginar cómo esa madre, poco a poco, se irá convirtiendo en una pequeña dictadora con el fin de devolver a su hijo al camino de su “desarrollo autónomo”. Ignorar la realidad en nombre del concepto que de ella tenemos es el primer paso para transformar el concepto de “libertad” en un Baal dorado y hueco en cuyo nombre está justificada la búsqueda del “hombre nuevo”. Y lo que es peor, la educación de “hombres nuevos”.
Es tán fácil empezar una guerra en nombre la paz! Tán fácil someter un pueblo en nombre de la libertad! No es sorprendente que prácticamente todas las ideologías modernas se nutran del concepto de libertad, incluso aquellas que la niegan finalmente – ya saben, lo que no es discutible, no es objeto del pensamiento. No es sorprendente que los socialistas de hoy citen con naturalidad a John Stuart Mill, Voltaire o Ricardo.
Con qué derecho nos llamamos nosotros “liberales”, y quién no tiene derecho a hacerlo? Con el derecho que concede la misma palabra: liberal son aquellos que aman la libertad y la defienden. La propia y la del otro. Que bajo la etiqueta del “liberalismo” se esconde no pocas veces su contrario es tan cierto como irrelevante. Despejemos malentendidos:
- no maltratemos los conceptos disfrazándolos de palabras. Del mismo modo que soy “social” y no “socialitario”, soy “liberal” y no “libertario”.
- pensar en voz alta no es tomar partido. Aquí nos encontramos ante una de las consecuencias del condicionamiento político a que nos vemos sometidos desde la escuela, pues es imprescindible en una “democracia de masas”. La etiquetas son “medallas” colectivistas que nos han enseñado a apreciar para saber a quien votar. “Si nos uniésemos todos, los liberales seríamos más fuertes” es tan rotundamente falso como ” si nos uniésemos todos, los sociales seríamos más fuertes”. No es la forma, sino el contenido lo que importa! Alguien cree realmente que el mundo sería más social si nos abandonásemos alegremente a los designios de los aprendices de totalitarios que hoy se autodenominan “movimiento social”? Por qué sería mejor si lo hiciésemos en nombre de la etiqueta “liberal”?
- es un error creer que formar parte de una tradición de pensamiento significa tener que asumir literalmente todos los conceptos transmitidos y “heredados”. Los pensadores liberales, como cualquier otro ser humano, también se equivocan.
Me autodefino liberal desde mis preguntas de hoy: dónde disfruto de libertad individual, dónde está en peligro, en qué aspectos de mi vida la he perdido? Y cada uno tiene sus propias respuestas. Fulano encuentra interesante y hermosa una obra de arte expuesta por el ayuntamiento que representa el acto sexual. Mengano tiene otra opinión y sólo percibe repulsión ante el mismo objeto. Fulano es liberal si desde su percepción sólo surge un: es bueno que esta representación artística no se prohíba. En absoluto sería liberal esta otra postura: es bueno que no sean los gustos de cualquiera los que decidan sobre si esta obra se expone, mejor si lo hacen (hacemos) exclusivamente personas más y mejor cualificadas. Mengano puede actuar también de forma totalmente liberal: considero injusto que tenga que pagar por esta basura. Pero también puede caer en una postura totalmente antiliberal: esto hay que prohibirlo.
Cómo hacer de esto un partido político? Y, si imposible, en cuál de los existentes cabría?
Sí.
No necesariamente. De hecho, no.
Decididamente no.
D. Luis I. Gómez:
Pues me lo está diciendo todo: hay que ver el contenido de las leyes, porque depende de cual sea, estaré conforme con esa ley o no. Entonces admite como necesaria una legislación y por ende una estructura organizativa donde se sustenta (a eso se le llama estado). Luego su problema no es que exista, o no, una legislación y un estado. Su problema es que esa legislación y ese estado no es como usted quiere que sea. ¡Hombre! ¡Bienvendido al club! Ese problemilla lo tenemos todos. Todos en este país nos creemos que sabemos de fútbol. El problema de que un partido político represente en mayor o menor medida los pareceres de uno, lo tienen los liberales, los de derechas, los verdes, los conservadores, los de izquierdas, los socialistas, los nacionalistas, los medio pensionistas… Todos, absolutamente todos los votantes de este país, independientemente del signo que sean. Todos escogemos entre lo que hay, aunque no se amolda al 100% a lo que pensamos. A todos, absolutamente a todos los vecinos de este país nos fastidia cumplir leyes con las que no estamos de acuerdo (pero que en una democracia representan, mal que bien, la opinión mayoritaria). ¿En eso reside ser liberal? Entonces todos los españoles somos liberales.
Manuel, te explicas perfectamente 🙂 Quién le pone el cascabel al gato?
Pensador aficionado, muy interesante tu reflexión. Efectivamente, el límite de la libertad individual lo pone la interacción de los individuos, y para coordinarla está la ley. Aceptar esos dos principios te hace liberal? No. Ahí comienza la verdadera batalla: qué leyes son realmente necesarias, o lo que es lo mismo, qué derechos se han de proteger, qué compromisos son legislables? Hay obligaciones legislables? Pensemos que es muy distinto lo que no debo hacer de lo que debo hacer. Y luego está el cómo he de hacerlo. Dónde la línea que marca las fronteras entre lo ético (de todos) y lo moral( particular)?
Ejemplo: una ley del aborto… debe proteger al feto o a la madre? A ambos? en qué medida? Hasta qué punto es una regulación del aborto liberal si se presenta sólo como un logro de la mujer?
Otro, la adopción… es un derecho de los adoptadores o un derecho de los adoptados?
Otro, la pena de muerte. Puede una sociedad eliminar a uno de sus miembros? es defensa propia? propia de quién?
si yo hoy tuviese estos -y otros- temas claros como el agua de manantial, qué me hace estar seguro de no estar equivocado? Mi convencimiento? Mi fe? La ciencia? …
… el partido? la asociación? la historia?
Cada vez tengo más claro de que los partidos no son más que corporaciones de poder compitiendo en el mercado de la política. Quienes lo han entendido más rápido han sabido conquistar “el mercado”, no por la calidad de sus productos, sino la atracción de su “marca”. La mayoría de las ideologías son “marcas políticas”: reductos de una idea o un ideal que murió con su autor, retorcido, estilizado y maquillado hasta convertirse en sólo un símbolo. Como una camiseta del Ché.
Luis, creo que somos pequeños empresarios especulando si es posible cambiar las leyes de la competencia, cuando a lo mejor podríamos aprovechar mejor nuestro tiempo discutiendo cómo formar nuestra propia “confederación de autónomos”.
No sé si m’esplico 😉
Uno no entiende la utopía liberal. Pero esencialmente porque uno no entiende mucho las utopías. Me sorprende que generalmente se use el concepto de utopía asociado a las tradicionales izquierdas, a la progresía, y además en un tonillo condescendiente, achacándoles falta de realismo, cuando no de coherencia, pero que no se use ese mismo soniquete para referirse a la utopía liberal. Qué me aspen si lo entiendo. No veo la diferencia en creer que una sociedad alcanza la plenitud viviendo en una comuna o dejando campar al individuo a sus anchas. ¿No es esencialmente igual de improbable una cosa que la otra?
Cuando un conjunto de personas confluye para lo que sea, confluyen sus intereses y sus pasiones, surgiendo entonces los problemas, pues siempre hay alguien que se siente perjudicado, o siempre hay alguien tentado a sacar mayor tajada. Y ese alguien, ni va fastidiarse, ni va a dejar de sacar tajada, sólo porque sea muy solidario eso de estar todos compartiendo miserias, o sólo porque sea inmoral eso de violentar la libertad del individuo. Ambos planteamientos son pues, en sus extremos, utopías igual de irrealizables. Ambas utopías parten de un hombre que no existe, y que no sé si existirá alguna vez, por eso ambas se estrellan. Los seres humanos tenemos problemas de compatibilidad entre el software (ideologías) y el hardware (hombres), qué se le va a hacer.
Por consiguiente se hace necesario un mecanismo que encauce a las personas. Luego toda la discusión se centra en cómo debe de ser ese mecanismo, pero negar la conveniencia de que exista el mecanismo mismo parece demasiado irreal. Ergo la cuestión es ¿qué mecanismo representaría mejor la ideología liberal?… ¿Una dictadura? Me parece que no… ¿Una estructura asamblearia? Demasiado ineficiente, demasiado lío, no creo que funcionara, pero se podría intentar… ¿Una democracia parlamentaria estructurada en partidos políticos?… Parece ser que a fin y a la postre, las democracias occidentales, organizadas en partidos políticos, herederas de la revolución francesa, son las que mejor han respetado los derechos individuales. De hecho, los códigos civiles son un canto a la defensa de los derechos individuales, claro, siempre teniendo en cuenta que un derecho individual puede lesionar el de otros, por eso se hace necesario limitar, o mejor, puntualizar, los derechos de los unos cuando entran en confrontación con los de los otros. Pues esa confrontación, como he argüido al principio es inevitable. Esa confrontación sitúa al individuo frente a los otros (sociedad), otros, que no olvidemos, también son individuos, también tienen derechos. Los derechos de esos otros, cuando coinciden, sumados como colectivo se denomina interés general. Y parece ser que es aquí, en este ya bastante reducido campo (no olvidemos que partíamos de un individuo que campaba a sus anchas), es donde se desarrolla la problemática liberal.
Escogido un mecanismo como el de las democracias parlamentarias actuales que se estructuran en partidos políticos. Visto que es inevitable una legislación que garantice tanto el derecho de un individuo, como el de otro, o como el de varios sumados como un colectivo. Habrá que decidir qué partido representa mejor la ideología liberal.
¿Qué partido minimiza la postración del individuo frente al interés general? Pues vamos a ver. Todos los partidos actuales siguen un día tras otro rellenando los boletines estatales, autonómicos y provinciales, con páginas y páginas de reglamentación, que en esencia lo único que hace es limitar los derechos del individuo frente a otro u otros. Luego la respuesta más inmediata es que ninguno sirve. Luego sólo les queda a los liberales dos alternativas: o se van a una isla desierta, o aceptan a uno de los partidos existentes, o futuros, como mal menor.
Como no parece buena opción lo de irse a una isla desierta… ¿Qué partido se podría aceptar como mal menor? Pues admitiendo, como hemos admitido, que todos reglamentan a troche y moche, traicionada ya la utopía liberal de independencia individual, lo más sensato parece ser que uno se quede con el partido que mejor represente sus ideas. Es decir, el partido que escriba en el boletín de turno la reglamentación que mejor le parezca, porque está claro que reglamentar, todos los partidos van a reglamentar. Visto así, un liberal puede pertenecer a cualquier partido, con tal de que a él individualmente le satisfaga más como reglamenta, y siempre entendido esto como un mal menor.
Es decir. Un liberal observa los partidos que hay. Ve como han gobernado. Qué leyes han creado. Cómo han aplicado la legislación existente, que forzosamente limita y/o defiende los derechos de unos individuos frente a otros. Y valorando todo esto, escoge el partido que mejor cuadra con sus convicciones.
¡Pardiez! Un liberal hace exactamente lo que hace todo hijo de vecino. Pues vaya. Qué desilusión…
Wallenstein, digo que soy pero al final soy lo que digo, …tampoco, lo que hago.
(*) no lo entendí como una trampa semántica, pero me pedías una serpuesta y te la he dado… tus reflesiones de anoche, las traigo? Yo me quedé con esto:
Es cierto que el que olvida cae siempre en mismo agujero. Pero el que no salta, no avanza. Habrá que ver cómo superar el vacío.
Jose Luis, habrá más, seguro 🙂
Ahh, la libertad, acaso existe otra palabra más utilizada, para bien y para mal? Saludos Luis.
PD. Me he enganchao a tu blog ( y a los live blogging de estos días)
quede claro —-que no—- pretendía… etc.
me caigo de sueño.
Bueno, muchas gracias por la respuesta, D. Luis, y quede claro pretendía tender ninguna trampita semántica: eso se lo dejo a los listos.
En el live blogging de anoche dejé un par de “reflesiones” que, analizadas, pueden o no iluminar la suya. Gracias de nuevo y hasta la próxima.
Hola a todos:
Muy buen articulo. Uno de los problemas del Liberalismo es precisamente esa vulgarizacion y ese secuestro del termino por parte de algunos, de tal manera que acaba perdiendo sentido el termino.
Un abrazo.