Sin duda existen razones de peso para suspender este año el rally Lisboa-Dakar. Apenas hace unos días fallecían cuatro ciudadanos franceses en Mauritania a manos de terroristas de Al Qaeda y la organización del evento deportivo tenía previstas nada menos que ocho etapas en ese país norteafricano. Tras intensas conversaciones con las autoridades francesas, la organización del rally decidió, dado que los más de tres mil agentes de seguridad que pensaban situar a lo largo del recorrido mauritano no ofrecían garantías de seguridad, suspender este año la prueba. Nunca antes se había suspendido la carrera del desierto. La medida parece, desde el punto de vista de la organización, comprensible. Sin embargo no podemos cerrar los ojos a lo evidente: los terroristas de Al Qaeda han conseguido una victoria cargada de valor simbólico.
No necesitamos adentrarnos en el mundo islamista para comprender cómo nuestras vidas van perdiendo poco a poco espacios de disfrute y desarrollo bajo la amenaza terrorista. La suspensión del Lisboa-Dakar se une a una larga serie de gestos similares entre los que cabe destacar la suspensión de los fuegos artificiales de Fin de Año en Bruselas y la eliminación del programa de la Ópera de Berlín del Idiomeneo de Mozart. Mozart, quien ha sufrido todo tipo de alteraciones en su libreto y puestas en escena, ve ahora cómo también los islamistas se unen a la larga lista de «arreglistas», en este caso como censores. Europa ya es hace tiempo víctima de su propio miedo. Cuándo han visto por última vez una caricatura que pudiese, de lejos, animar una sonrisa sobre algún aspecto del islám? … Exacto.
Permítanme que me una a Herfried Münkler y les recomiende grandes dosis de «calma heróica» frente al terrorismo. Es una actitud, una forma de tomar consciencia de la imposibilidad de vivir una vida 100% segura en estos tiempos de terrorismo, al tiempo que nos negamos a renunciar por miedo a todas esas pequeñas y grandes cosas – los eventos deportivos, la alegría del Año Nuevo, la cultura, forman parte de ello – que constituyen nuestra cotidianeidad de hombres libres. El rally a Dakar siempre fué peligroso y de ello dan fé los 56 deportistas fallecidos durante esa prueba desde 1978. No existe ninguna razón que justifique aceptar de forma automática el peligro de accidente y vivir con él al tiempo que nos negamos a hacer lo mismo con el peligro terrorista.
La reconquista hispánica llevó siglos -lo pasaron realmente muy mal- y si hubiesen querido despacharla en 30 años seguro, seguro que no estaríamos aquí. Así les fue luego en la Hispania Transfretana… Quien dice la tal reconquista dice la sociedad sin clases de los marxianos, la sociedaz sin identidazes de los liberalpowersofts o incluso la alianza civilizacional de los hipogonadales. Menos lobos, o sea. Empecemos reconociendo la propia debilidaz -que tenemos la Cañada Real hecha unos zorros- y así, cuanto más fuertes, tanto más débiles.
No reconocerlo, además, sería impropio de prodigiosos estrategas como Solana, Trini o Curro. El reconocimiento de la debilidaz, disminuiría la distancia y el doblez, la ambigüedad y la inconsecuencia de los fantoches que nos desgobiernan. Si a ellos no les importa, pues eso.
Lo que intento decir es que quien pretenda derrumbar los baluartes del exterior habrá de levantar alta previamente la fortaleza del interior, pues nadie da lo que no tiene.
Debemos ir más allá de la valentía -porque se es valiente sólo en determinadas situaciones- así como de la audacia, esa interesante capacidad para tomar puntualmente decisiones atrevidas en las que la persona que planea y proyecta se arriesga, confiando en la fuerza de lo bien pensado, avanzando en el terreno de lo no comprobado todavía por la experiencia.
Más allá pero no más acá, pues valentía y audacia siguen siendo infinitamente mejores que sus contrarios, cobardía temeridad, presunción, osadía, frivolidaz, insolencia.
El ideal sería “apurar la frenada”, lo cual conlleva un cierto nivel de riesgo que no puede rayar nunca en la temeridad irresponsable o ignorante ni en la pusilanimidad agobiada que por todo se aterra o atemoriza.
Hay que ser un poco amante del riesgo, pero no del peligro por el peligro; renovarse y, como águilas un tanto miopes, levantar el vuelo en las frescas mañanas -fuera de sí la cavilación y el torpor existencial- hacia la acción madrugadora, militante, sin detenerse en lo superfluo; encontrar el ambiente purificado, sentirse vacunado contra la angustia, sin descorazonarse ante las adversidades; ser un ave rara nadando sobre un océano tan vasto como cochambroso; cultivar el sentido de la iniciativa, la energía, la sana confianza en las propias fuerzas y técnicas; unirse a los audaces de todos los países.
En una civilización muy enferma, adormecida por la decadencia y anonadada por el desmadejamiento nihilista, cansada de su propio cansancio, yo también estoy un poco cansado. Hay días que a uno le gustaría que le gustase la Pasión según San Mateo. Buenas noches.
No sólo el miedo no nos hace mas libres, Luis, es que nos hace menos libres. Toda renuncia a hacer lo que consideremos oportuno por miedo es un freno a nuestra libertad.
Pero es que o empezamos a ser conscientes de que la amenaza terrorista, sus exitos mediáticos sobre todo, viven de limitar nuestra libertad y que terrorista puede ser cualquiera, por motivaciones cualesquiera, con reivindicaciones cualesquiera y por ello hemos de entender que hemos de mantener a la sociedad, no más segura en lo físico, que en el fondo hay que actuar sólo contra los delitos cometidos y evitar en lo posible los que se sepan inmediatos, sino mas libre y fuerte en sus instituciones.
El ceder ante el terror sólo amplifica su efecto y aumenta la represión.
De hecho, hay ocasiones en las que creo que el Terrorismo les viene muy bien a los gobiernos y a los que manejan el poder para controlar a la población al modo Algoriano.
Muy buen post.
Me ha gustado, me alegra leer haya gente que piensa así.
Un saludo.