Al fin y al cabo, lo que realmente importa es tener un "buen clima". No se extrañen si dentro de nada el éxito o fracaso de un viaje diplomático se mida en toneladas de CO2 ahorrado. Zapatero y Moratinos, a lo que parece, son alumnos destacados de la nueva diplomacia por el "buen clima": no se mueven y dejan que lo hagan otros (los "malos", claro). Pero no era eso de lo que iba a escribir esta mañana. Les quería hablar del "buen clima" en el sentido meteorológico de la palabra. Sobre ese clima que sobrecalentamos los humanos en nuestro afán por hacer uso de la energía. Que no es otra cosa que nuestro afán por no morir mañana.
Priorizar la reducción de la emisión de CO2 no me parece una buena idea. Todo indica que, en ausencia de ideas en general, la gente se aferra a cualquier idea y la da por buena. Es uno de los males de nuestro tiempo: faltan buenas ideas. Los políticos, evidentemente, no estarán de acuerdo conmigo. Miren los programas electorales y verán que están llenos de "buenas ideas". Visto de ese modo, parecería que lo tienen todo bajo control, incluso los peores escenarios de futuro, lo cual hace que el ciudadano medio se estire en su sofá en la convicción de que sus votados lo están haciendo muy bien y, lo que es más importante, nos protegen de los males del mañana. Pero mientras nos ocupamos de prevenir los desastres de pasado mañana mueren miles de niños hoy en.. miremos India. De SIDA, por ejemplo – en ningún otro rincón del mundo hay tantas infecciones como en el subcontinente indú-. De malaria, de enfermedades producidas por las aguas no potables que se ven obligados a beber. O por desnutrición.
Hace tres años, el estadístico danés Björn Lomborg invitó a 40 economistas de talla mundial a una conferencia. Les propuso una tarea: con un capital teórico de 50 mil millones de dólares y un análisis de costes y beneficios debería realizar una lista priorizada de los problemas más urgentes en el mundo. En el top 4 de la lista encontramos SIDA, desnutrición, barreras comerciales y malaria. Entre el top 10 estarían también la falta de instalaciones sanitarias y la escasez de agua potable. Pueden leerlo todo en su libro: How to Spend $50 Billion to Make the World a Better Place.
Curiosamente, el Protocolo de Kioto para la protección del clima ocupa el penúltimo puesto puesto de una lista de 17 prioridades. El programa anti-SIDA propuesto por los expertos costaría apenas 20 mil millones de dólares. Kioto pasa una factura de unos 450 mil millones. Pero dado que el dinero sólo se puede gastar una vez y que la prioridad absoluta de nuestros políticos parecen ser los problemas de pasado mañana, a los pobres de hoy les toca aguantarse… y morir. Además, una explosión de salud y productividad en la India sería malísima para el clima.
No se olviden de esta nota cuando vayan a votar.
Nota: más vale tarde que nunca. Ahora recuerdo donde había leído yo una cosa similar y muy buena de Xavier Sala-i-Martín. En Juventudes Liberales
No seré yo quien te lleve la contraria enn este tema, Eigen. Ahora bien, si nos van a obligar a pagar impuestos (ya lo hacen) prefiero que sean menos y estén mejor empleados.
Es cierto que es más importante, pero igualmente no es tarea de los políticos. Los gobiernos no deben redistribuir. La muerte natural de miles de personas no es un problema ético -somos individualistas, ¿no?-; la redistribución, en tanto atenta contra el derecho a la propiedad privada, sí es inmoral.
Hay que respetar la valoración de quien piense: ni pobres, ni clima.
Al fin y al cabo, la preocupación por los niños pobres más que por uno mismo es uno de esos abusos de la compasión, como la preocupación por la igualdad de las mujeres, los inmigrantes, los negros, los viejos, los parados y los sin-techo… incluso por mantener alimentados a terroristas. La compasión es una pasión y el abuso de las pasiones es vicio.
Puede preocuparse por ellos todo lo que quiera, pero sin meter la mano en el bolsillo de los demás. Y, con todo, estaría siendo vicioso si el fin último de su solidaridad no es Vd. mismo.
«¿Cómo se ayudaría a los pobres en una sociedad libre?», preguntaron en una ocasión a N. Branden. A lo que respondió:
-«Si usted quiere ayudarlos, nadie se lo va a prohibir.» (Citado por A. Rand.)