Losantos, el Rey y la palabra

"Sólo hay dos poderes en el mundo: la pluma y la espada."(Napoleón Bonaparte)

Dicho de otra manera: la palabra, como expresión de la voluntad y del deseo es un arma. En una sociedad en la que hemos renunciado de forma más o menos voluntaria al uso de armas para imponer nuestra voluntad, en la que ni siquiera tenemos derecho a usarlas para defender nuestra integridad -función esta que hemos delegado lamentablemente en el estado- la palabra es el único vehículo de poder de los desarmados. Las ideas, los sueños, nuestra voluntad ya sólo puede cristalizar en las palabras pronunciadas que preceden la acción o animan a ella. Por eso la defensa del derecho a la libre expresión va más allá del mero reconocimiento de su existencia: poder decir lo que uno piensa, defender que el contrario diga lo que crea conveniente, es asegurar el derecho a la defensa propia y a la capacidad de transcendencia. Nos reafirma hoy y nos permite cambiar el futuro. Muchas palabras juntas, pronunciadas al unísono, son muchas voluntades juntas decididas a defender aquello que creen defendible, decididas a actuar para ser dueñas también de su futuro. Muchas palabras enfrentadas abren nuevas vías de acción, de pensamiento que de otra forma permanecerían para siempre ignoradas. La palabra articula nuestra historia, representa nuestro hoy y genera nuestro mañana.

La mejor manera de matar un alma es quitándole la palabra. La mejor manera de esclavizar un pueblo es prohibiéndole la palabra.

 

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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10 comentarios

  1. El artículo me parece bien, pero no sé, creo que el peligro en la libertad de expresión en este país no viene por parte del Rey precisamente.

  2. ¿Las intenciones de quien?

    EL País, Zapatéreo, Blanco, más de un juez, colegas de la SER, … No me hagas preguntas retóricas cuyas respuestas conoces. El «estado de la prensa» (y ya me salgo del minimundo losantiano -a quien no oigo, por cierto, no puedo) apenas sí puede considerarse crítico, por no decir terminal.

    Volviendo a lo que escribí y dejando la disculpa que utilicé para ello, qué te parece el artículo? O prefieres hablar de El Jueves?
    Un saludo 🙂

  3. ¿Las intenciones de quien?, ¿a partir de un Confidencial y de un artículo de Elkaizer para atacar a Losantos?.

  4. Dónde escribo que haya ocurrido? Te cuento una ciencia ficción: Si Rouco hubiese escuchado el mensaje que Zapatero le envió por labios de Juan Carlos, tal vez hubiésemos asistido a un despido prematuro.

    Pero ese no es el caso. No basta con denunciar los hechos, hay que denunciar las intenciones. Y en este caso (como en el de Alcaraz), la cosa apesta a mordaza deseada.

  5. No lo sé. ¿Larga?

    PS.- Iba a hacer unos cuantos chistes médicos pero voy a dejar el más indigerible de todos. El Rey sirve para algo.

  6. (*), no olvides tampoco la historia del «Ave Fénix»
    Los carroñeros pretenderán sacar partido, y el resultado dependerá sólo de nuestra madurez. Soy optimista: quiero creer que aún no todo está perdido. Quiero creer que de la autodigestión a que nos estamos sometiendo no sólo quedarán las heces, sino una piel más lozana, más vitaminada, menos expuesta a los agentes externos. La belleza empieza por dentro, recuerda.

    Pero ya sabes: las digestiones pueden ser pesadas, largas, incluso dolorosas.

  7. Recordemos una antigua fábula persa: un día el poderoso león, rey de los animales, quedó gravemente herido por las flechas de un cazador y huyó en busca de reposo y abrigo, pero en aquel preciso momento de angustia tuvo que sufrir las coces de los asnos salvajes y los mordiscos de los chacales que poco antes estaban devorando los restos de los festines del monarca. Tal es la vida: cuando los grandes caen, entonces llega la hora de los más bajos.

    Bueno, pues aquí no es el «rey» sino el «reino» lo que está siendo devorado y mutilado y de lo único de lo que está seguros este «reinado» es de que sus élites, los González, Cebrianes, Botines, Entrecanales, Koplowittzs, Federicos o Borbones no se quedarán a padecer las consecuencias.

    O dicho de otra forma, cuando estoy enfermo no deseo que me consuele aquel que está sano; cuando triste no deseo el consuelo del alegre; cuando desterrado, no deseo buenas palabras del próspero; ni cuando esté a la muerte querría que me consolase el que no tenga sospecha de la vida, sino el pobre en mi pobreza, el triste en mi tristeza, el desterrado en mi destierro y el que tenga tan en peligro su vida como yo a mano la muerte.

    No hay nada tan saludable ni tan verdadero consejo como el del hombre que está lastimado cuando aconseja a otro tan lastimado como él. El Rey sólo mueve el culo moderador por González, Mr. X., y sus papelitos del Cesid.

    Por algo será

  8. Este es un borbon del siglo XIX, que se cree que puede llamar al obispo para que ponga en la puta calle a Losantos.

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