Así titula Spiegel su última edición impresa dedicada al fenómeno del creciente maniqueísmo entre los ultra-religiosos y los ultra-ateístas. Rezuma artículos interesantes y algunas curiosidades.
Destaco en primer lugar la feroz crítica que Sam Harris, el autor del libro «The End of Faith. Religion, Terror, and the Future of Reason«, dedica a los creacionistas. Perfectamente resumible en una magnífica frase:
«Nach einem guten Jahrhundert wissenschaftlicher Erkenntnis über das Alter des Lebens und das noch höhere Alter unserer Nachbarn glaubt mehr als die Hälfte unserer Nachbarn, dass der gesamte Kosmos vor 6000 Jahren geschaffen worden sei – also tausend Jahre nachdem die Sumerer den Klebstoff erfunden hatten»
Traducción: «Tras un siglo de recopilación de datos científicos sobre la antigüedad de la vida y la aún mayor antigüedad de nuestros vecinos [en el universo], resulta que más de la mitad de nuestros paisanos cree que el cosmos fué creado hace 6000 años – o sea, mil años después de que los sumerios hubiesen inventado el pegamento»
Efectivamente, los creacionistas están bastante «desorientados» en su fe. Pero no son los únicos. Llevo años buscando una razón que me permita creer en la «Inmaculada Concepción del Hijo de Dios» sin conseguirlo. Cada vez que me pongo a ello termino dejándolo por imposible e innecesario. Creer que Jesús fué concebido por un «Espíritu Santo» es exactamente igual que creer que hace 5000 años los dinosaurios compartían los campos de Soria con nuestros antepasados. No por absurdo – que también-, pero sí por innecesario. No me cabe la menor duda que son muchos los que piensan que lo primero no es demostrable (por tanto no es negable y objeto de fe) y lo segundo es negable (por haberse demostrado lo contrario) y objeto de la razón.
Me estoy convirtiendo en un ateísta feroz? No, ni mucho menos. Y es precisamente el uso de mi razón el que me lo impide. No nos engañemos, nuestro cerebro no dista demasiado – evolutivamente hablando – del de un perro. Caer en la arrogancia de CREER que somos capaces de comprender y aprehender todo lo que nos rodea es un pecado de fe. El infinito existe y la parte de él que podemos realizar con nuestras neuronas tiende dramáticamente a cero. Esa incapacidad biológica de comprensíon y la consciencia que de ella tenemos fundamentan para mí la existencia de lo transcendente. Lo inexplicable. Lo que no alcanzamos a realizar en forma de reacciones químicas. Llámenlo Dios, si lo prefieren.
De acuardo con tus reflexiones Luis cuando dices: «Esa incapacidad biológica de comprensíon y la consciencia que de ella tenemos fundamentan para mí la existencia de lo transcendente. Lo inexplicable».
Para los que teniendo una formación basada en el pensamiento científico y a la par somos creyentes, tus palabras definen muy bien nuestra posición ante el infinito.
Siempre he tenido claro que el pensamiento científico no está para demostrar si Dios existe o no, está para refutar las doctrinas que avalan su creencia, que es distinto. Si Dios existe, existía desde antes que los primigenios hombres inventaran las religiones; y seguirá existiendo, después de que los hombres dejen de inventarlas o hayan desaparecido como especie. Yo soy no-creyente en las doctrinas que los hombres han inventado para creer en Dios, que no es lo mismo.
Nuestra espiritualidad como esencia diferenciadora de lo humano, es la que nos permite crear nuestra ética y con ella dar sentido a nuestra existencia; es la que nos permite buscar una respuesta coherente a nuestro principio y final como individuos, especie y universo. Son creencias, sólo creencias; pero si bien sin ellas no seríamos humanos, cuando intentamos convertirlas en constructos teóricos de “verdad”, esclavizan nuestra espiritualidad… y se convierten en legitimadoras de la esclavitud de los demás.
Y ante ello, hay que estar atentos y críticos ¿o no es suficiente prueba los rios de sangre que en nombre de los dioses ha corrido ya?
Un cordial saludo Luis
Pablo el herrero
Crispal, el día que deje de buscar empezaré a morir. Y, de momento, no tengo ganas. Prefiero que la muerte me sorprenda… buscando 🙂
Tengo para mí, estimado Luis I., que para entender a Dios el cerebro y la razón no sirven para nada. Hay cosas como el amor que sólo se entienden con el corazón. Supongo que a los racionalistas esto les repugna, pero quizás en Occidente hemos rechazado otras formas de conocimiento distintas a la razón.
Por cierto, el que busca encuentra. 😉
«Esa incapacidad biológica de comprensión y la consciencia que de ella tenemos fundamentan para mí la existencia de lo transcendente. Lo inexplicable» En esa frase creo que se encuentra el pensamiento de una persona cercana a la idea de Dios. Enhorabuena por su artículo.
Tal vez sea la voluntad de quien escribe mezclar dos absurdos innecesarios en uno? (Fíjese en el uso de comillas y cambio de tipografía)
Saludos cordiales.
Se llama Misterio de la Encarnación y es parte fundamental de la fe cristiana. Es un misterio de fe distinto del de la Inmaculada Concepción –dogama católico– que significa que la madre de Jesús, María, estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción. No me extraña que no lo entienda, porque ni siquiera el concepto está claro. Para hablar de ciertos asuntos conviene informarse antes. ¿Qué tal leer algo de teología católica clásica? Más que nada para no meter la pata. Saludos