Turquía: entre secularización e islamización

Los acontecimientos a los que asistimos estas semanas en Turquía se me antojan un gigantesco experimento social cuyos resultados no sólo serán de gran importancia para Europa, si no para todo el oriente próximo y medio. Aparentemente, la actual crisis entorno a las elecciones presidenciales se articula como una discusión pública entre los secularistas y los islamistas. Sin embargo, un vistazo más profundo nos muestra que hay algo más.

En realidad observamos ante todo un gesto de madurez del pueblo turco: “no queremos ni golpistas ni islamistas”, gritaban el otro día en Izmir los allí concentrados. Los turcos han abandonado el clásico conflicto entre el secularismo impuesto de forma rígida por la fuerza militar y la impostura islamista-religiosa dando un salto de calidad hacia posiciones claramente democráticas, alejadas de uno y otro extremo. Por supuesto que no podemos descartar una recaída en posiciones golpistas-militaristas o una súbita preponderancia del islamismo radical. Sería desastroso para el país, pero no lo veo como probable.

Lo que está ocurriendo en Turquía es el resultado de la inercia imparable de la democratización. La aceleración con la que este proceso de democratización ha avanzado en los últimos años supone una enorme presión para ambos grupos sociales. Ante tal avalancha de cambios democratizantes no es de extrañar que resurjan las nostalgias de los militaristas o crezca la inclinación religosa en un resurgir del islamismo. Pero es la propia dinámica de la democracia, sus armas (el derecho a la libre expresión y la manifestación) las que sirven de válvula de escape reguladora de la presión social al tiempo que ayudan al pueblo turco en la articulación de su voluntad: a gritos, por la democracia.

Para los militares basta la imagen de la esposa del Presidente con pañuelo en la cabeza para amenazar de forma implícita con un golpe de estado. El hecho de que los tres ministerios más importantes del país esté ocupado por islamistas es también motivo de preocupación en las filas de los ciudadanos más orientados a Europa y la democracia.

A los líderes islamistas (moderados) les preocupa a su vez comprobar cómo, a pesar de sus medidas tibiamente occidentalizadoras, no consiguen ganar la confianza de una gran parte de la población. En su reaccionismo pierden influencia entre los islamistas más radicales, quienes no comprenden la moderación de sus líderes y se radicalizan aún más.

Las capas civiles seculares, definitivamente orientadas hacia valores occidentales, quieren defender su manera de vivir frente a el intento, cada vez más claro, de control por parte de las autoridades religiosas. Y la inmensa mayoría de ellos no desean protegerse contra tales peligros mediante la intervención autoritaria de los militares. Los militares temen por su posición privilegiada. Y los políticos europeos se muestran titubeantes.

Un buen ejemplo de lo que no deben hacer los políticos occidetales a la hora de elegir a sus “amigos” lo tenemos en Argelia. Recuerden cómo a principios de los noventa la victoria electoral del movimiento islamista supuso un golpe de estado y una guerra civil. Aunque no creo que ese escenario fuese posible hoy en Turquía, la experiencia debería permanecer en la memoria de, por ejemplo, el señor Solana antes y durante cualquier declaración que tenga que ver con la situación política del país otomano. Ha de haber una fórmula por la que los sentimientos religiosos legítimos de los islamistas se vean protegidos en el Estado turco, y esa fórmula no puede dar pié a los secularizados (o los cristianos) para aumentar sus miedos, tanto, que puedan decidir tomar en su mano la protección de sus derechos con o sin ayuda de los m ilitares. La fórmula es la del estado democrático laico. La religión ha de quedar en casa, en el ámbito de lo privado, garantizada por el respeto de la ley hacia el individuo y la defensa de sus derechos individuales. No hay otra salida.

 

PS: Gracias a Albert Esplugas por los enlaces que me pasó ayer. Les recomiendo su lectura. Los links aquí.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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6 comentarios

  1. ISLAMISMO Y JUDAÍSMO SON AFLUENTES DE LA LETRINA TEÍSTA QUE IMPONE POR LA FUERZA LO QUE NO ACEPTA LA RAZÓN NI EL SENTIDO COMÚN. Y para derrotarlos solo es necesario actualizar el cristianismo de tal modo que se pueda vivir y practicar, no en y desde lo religioso y lo sagrado, sino en y desde el humanismo secular, la pluralidad y el sincretismo. Enmarcándolo en la doctrina y la teoría de la trascendencia humana, conceptualizada por la sabiduría védica, instruida por Buda e ilustrada por Cristo; la cual concuerda con los planteamientos de la filosofía clásica y moderna, y las respuestas y aplicaciones que la ciencia ha dado a los planteamientos trascendentales: (psicología, psicoterapia, logoterápia, desarrollo humano, etc.). Sincretismo religioso expresado por Raimon Panikkar fruto de sus frecuentes viajes a la India: «Me marché cristiano, me descubrí hindú y regresé budista, sin haber dejado de ser cristiano». http://www.scribd.com/doc/42618497/Imperativos-Que-Justifican-y-Exigen-Urgentemente-Un-Nuevo-Enfoque-Del-Cristianismo

  2. Pues aunque no vaya de otomanos el asunto, échenle señores un vistazo a esta noticia… Creo que de ahora en adelante se quemaran banderas canadienses por doquier, se pondrán bombas en los gimnasios de Tae Kwondo de todo el mundo y qué sé yo…

    Saludos cordiales

  3. Lode Turquía es buena medida un problema de éxodo rural, de desplazamiento demográfico de las élites urbanas. Si Mustafá Kemal viviese hoy, ¿qué pensaríamos de él? ¿Qué pensarán de Erdogan mañana?

  4. H. pero el post no iba de Turquía? Qué retrato tan maravilloso (por realista y estremecedor) de la España de hoy nos dejas en tus últimos párrafos! Gracias una vez más.

  5. Melquíades Álvarez dijo que más valía ser liberal que demócrata y Thomas Jefferson, que puestos a tener que elegir, la prensa libre era más importante que unas elecciones. Lo cierto es que se tiende a sobrevalorar el hecho de la elección más o menos limpia, y pocos se detienen a analizar las leyes electorales y la situación de partida, o sea, quién tiene el poder cuando se convocan las constituyentes y mientras se redacta la norma fundamental, olvidando otras condiciones igualmente necesarias para la democracia, por ejemplo:

    Separación efectiva de poderes, lo cual, solamente se da por completo en los EEUU; imperio de la ley, o sea,una ley – legítima – predomina sobre quienes la aplican, y no se debe perder el control del orden público -instrumentos de excepción hay en todas las democracias- so pena de deslegitimarse; libertad real de prensa y de empresa, ya que si solamente hay los periódicos de un amiguete, malo; garantías judiciales, controles y contrapesos para los actos de funcionarios en puestos sensibles…

    Sin todo eso, unido a un origen socialmente legitimado por amplio consenso y un marco de reglas de juego claro e inviolable, un régimen no puede alegremente ser calificado de democracia por electivo que sea y simpática que a uno le resulte la vicepresidenta.

    La Izquierda, si así les conviene, pero también la Derecha pseudoimperial o los teóricos de la rendición preventiva se erigen en expendeduría de patentes de democracia que generosamente conceden a regímenes que de todas las condiciones necesarias apenas cumplen una: convocan elecciones cada cierto tiempo, incluso pintorescos referendos de afirmación del sátrapa/sultán/sersuperior.

    En qué condiciones se celebre la campaña, qué garantías de futuro tengan los opositores, quién pueda concurrir – ya se ve que una Nerea Alzola lo tendrá dificilillo en su tierra – cómo se haga el recuento (el voto con maquinitas en países tercermundistas es un toque de modernidad más bien sospechoso), no importan en absoluto porque basta con ser de izquierdas o antioccidental y anticristiano y llamar a elecciones cada tanto.

    Luego si la ley discrimina a las mujeres o a los ateos, si vía presupuesto se destruye a la oposición, si el control de la economía es tan arbitrario que a dedazo, franquista modo, se puede convertir en millonario al parcial y si es lícito arruinar al plutócrata díscolo, a etnias malditas o a comarcas enteras; todo eso son minucias.

    Por supuesto el historial o los pronunciamentos antidemocráticos o la sumisión de la judicatura son totalmente permisibles por ver de allanar el camino al paraíso.

    Y un recuerdo para Izmir, la «infiel Esmirna»; no hay que olividar de dónde y cómo sale ese secularismo turco tan elogiado.

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