… es algo fundamental para el buen funcionamiento de los procesos digestivos. La salivación y la motilidad estomacal aumentan o disminuyen en función de cómo de apetitosas sean las informaciones almacenadas en las correspondientes neuronas y la similitud de aquello que vemos y olemos con lo allí almacenado. Es lo que yo llamo memoria gastronómica. Ahora que lo de recuperar la memoria está de moda y que nada mejor hay para ello que recurrir a los abuelos, me doy cuenta de lo importante que es la memoria histórica en el apartado gastronómico.
Si me preguntan, les diría que hay 4 platos que jamás olvidaré. La imposibilidad de disfrutar tres de ellos provoca no pocas veces una frustración sin límites, más teniendo en cuenta que son muchas las ocasiones en las que me presentan platos que, por similitud, excitan sobremanera mis centros de memoria gastronómica, con el consiguiente aumento motil y salivar, para terminar todo en un desapasionado «estaba bueno, si», que no es cuestión de ser descortés con la cocina.
– los xurelos con cachelos de mi abuela la gallega
– las patatas viudas de mi abuela la leonesa
– los calamares en su tinta de mi madre
– las lentejas con chorizo y huevo de mi tía
Ahí les dejo la carta imposible de mi memoria. Si alguno de ustedes tiene gana, puede dejarnos aquí la suya. Que aproveche.