La hipocresía pedante: Zapatero escribe a Gamoneda

Devuelvan, por favor, a las neuronas activas el recuerdo de todo lo vivido, declarado y firmado por Jose Luis Rodríguez Zapatero en los últimos tres años. Lo tienen? Bien, ahora lean:

JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO

Carta abierta a Antonio Gamoneda

Éste es un tren de campesinos viejos y de mineros jóvenes. Aquí hay algo desconocido. Si supiésemos qué, algunos de [nosotros sentiríamos vergüenza, y otros esperanza].

He dicho, Poeta, que Ferrocarril de Matallana es el mejor poema que he leído. Elijo, lo que, en este caso, es tan difícil como escribirte, en poco menos de dos folios, todo lo que quiero compartir contigo y con toda la ciudadanía leonesa en esta hora de inmensa alegría en la que, ya para siempre en la historia de los grandes acontecimientos culturales, eres Premio Cervantes, nuestro Premio Cervantes. Me gustaría que nuestros paisanos sintieran que estaban allí, acompañándote el día 23 de abril, en Alcalá de Henares, la casa familiar del inmortal autor del Quijote, oyéndote hablar de la pobreza como raíz, como entraña de la Poesía. La Pobreza tiene mucho que ver con el Amor y con la Solidaridad, así nos lo han enseñado filósofos y poetas; así, querido Antonio Gamoneda, nos lo ha enseñado a sentir, con convencimiento, nuestra tierra.

Retomo estos versos de Ferrocarril de Matallana y me dirijo a ti desde mi condición de presidente del Gobierno de España, agradeciéndote la coherencia moral, la valentía, y afianzando el cariño y la admiración que te tengo.

Es cierto que «en este tren» de la vida conviven campesinos viejos, mineros jóvenes, personas que arriesgan su presente por un futuro de incertidumbre pero que, en tal sueño, ven una breve luz (¿tu «última flor ante el abismo»?); también están los hombres y las mujeres que, incluso, ignoran que tienen derecho a esa luz. Lo decías en el discurso del Premio Cervantes: la penuria tiene múltiples caras; por eso es tan necesaria la Poesía, para mostrar que la esperanza emanada de la posibilidad humana de imaginar y actuar, alumbra allí donde la miseria, en todas sus facetas, quiere imponerse como único destino.

La Poesía es un faro porque su cuerpo está constituido de la materia del sueño de la esperanza. Y ese sueño, déjame que me valga de tus afortunadas palabras, es tan «increíble» como «cierto».

Siempre dices, con la carga de profundidad simbólica y humana que te caracteriza, que aprendiste a leer en el único libro que había en tu casa, el libro cuyo autor, tu padre, era también Antonio Gamoneda. Lectura desde la orfandad, Antonio, que acabó siendo una cruenta experiencia social más allá de ti, en la que saberte un hombre huérfano de esperanza en tu ciudad, en tu país, en tu universo, hizo que despertaras –ésas son las lecciones impagables de los padres y de los maestros– al convencimiento de que la injusticia sólo trae dolor innecesario, tristezas y humillación.

Aprender a leer guiado por el mapa que trazan las palabras poéticas es estar aceptando un punto de vista en la existencia que exige tanta responsabilidad como empeño. Yo aprendí de ti, Maestro Gamoneda, que con el tren se aleja algo que es cierto aunque no puede ser pensado; es algo mío y no me pertenece. Está dentro y fuera de mi corazón: se llama Justicia, se llama Solidaridad. Se llama Verdad que, para hallarse, debe comenzar porque la mentira, que aleja a los seres humanos de la libertad y los hace temerosos, sea descrita.

Creo que el mejor modo de darte las gracias por tanta sabiduría como has ido dejando en tus libros, como has de seguir dejando mucho tiempo, es leerte, es invitar a que te lean. Ahora que, además, se da la circunstancia entrañable de que el poeta Antonio Gamoneda es ya, para el mundo, Premio Cervantes desde León: León universal, como nuestro Poeta.

Algún psicólogo en la sala? Algún lingüista? Creo que esta «carta» (que seguramente ha quedado tan «rococó» por la acción de algún artista amigo) da para un análisis bastante bueno de lo que se esconde tras las circunvalaciones (las cerebrales) de nuestro querido presidente: Zapatero es simplemte un esclavo acrítico de su utopía. Irredimible.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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8 comentarios

  1. Luis,
    casi casi llegas al nivel del excelso. Pero no, a ti te he entendido. 😛

  2. Esa primera frase, Chesco, querido amigo, compañero de exilio, entrará en, por qué no decirlo, los anales de la, a veces, tan manipulada historia de la literatura universal.
    😀

  3. Luis, eres cruel. Los del exilio vamos olvidando leer la lengua española, y tú nos traes aquí tan ecelso texto con frases sublimes como:
    «Elijo, lo que, en este caso, es tan difícil como escribirte, en poco menos de dos folios, todo lo que quiero compartir contigo y con toda la ciudadanía leonesa en esta hora de inmensa alegría en la que, ya para siempre en la historia de los grandes acontecimientos culturales, eres Premio Cervantes, nuestro Premio Cervantes».

    ¿A este tio no le han enseñado a escribir?.
    ¿Que significa eso?, no entiendo nada.

    ¿Será la manía de los españoles de escribir una frase subordinada tras otra hasta perder el sentido de todo?.

    En mocedad escuché que: «por encima del ente contingente, como prueba de todo acto y potencia, existe un ser superior, que es pura actualidad».
    Yo que dudé durante años sobre el significado del acertijo.Consulté al oráculo de Delfos,observé a las ocas sagradas, recurrí al Oh Kalikatrés sapientísimo! y nada.
    Pero ahora lo he encontrado. Se nos ha encarnado como presidente del gobierno.

    ¿Quien dijo que el exilio era malo?

    Un saludo

  4. Estoy aún llorando. Qué ternura, qué emoción, tenemos un presidente que tiene a su señora prendada, los dos se pasaran los domingos por la tarde sin el síndrome, leyendose el uno al otro sus poemas. » Te quiero con finura y no me fijo en tu figura, sólo en tu cerebro que me colma de ternura» Cosas como esto deben circular entre sus conversaciones trascendentales sobre el futuro de la humanidad sin la alianza de civilizaciones. A las doce del mediodía cantarán el Angelus, pero con acento árabe y poemas del corán. Decididamente quiero que me adopten.¡ Larga vida a nuestro procer y señora..!

  5. Estimado Harturo, siempre me ha causado consternación observar con cuánta facilidad los humanos pretendemos despojarnos de nuestra condición de tales apenas nos colgamos un adjetivo en la solapa de la chaqueta.

    Presidente, poeta, doctor, secretario, Don… cualquier pretexto es bueno para emprender esa huída absurda de nosotros mismos a la que parece estemos condenados. Hay quienes, en un ejercicio consecuente de contínua revisión de sí mismos, consiguen aferrarse a lo que son, a su humanidad. Otros, los más, se pierden en sus adjetivos, hartos de su propia mediocridad, o de su incapacidad para obtener más de su vidas, o simplemente ávidos por dar rienda suelta a los deseos nacidos de la envidia.

  6. » La Poesía es un faro porque su cuerpo está constituido de la materia del sueño de la esperanza. »

    Esto es de Rodríguez, fijo.

  7. Lo reaccionario sería una actitud emocional, sin mordiente pragmático, parecida a la extranjería.

    Para hallarse en el extranjero no sólo puede uno desplazarse en el espacio; puede también esperar unos añitos: la materialidad del suelo y del mobiliario urbano sigue siendo la misma, pero la trama cultural del mundo ha dejado de serlo, ya es otra en la que hemos dejado de intervenir activamente, y este otro mundo, hecho por y para otros, por otras generaciones educativas, tal vez, u otras etnias, otros “pedrojotas”, otros buscavidas de la política, que ya no nos son familiares, es verdaderamente el extranjero.

    Algunos abominarán de lo nuevo, lo verán “preñado”, cual reportera arribista, de riesgos y catástrofes, es el final, la gloria del olivo, “everything burns”, todo se desquicia …salvo ellos, qué alivio; se sienten a sí mismo infalibles, los más sensatos, los más éticos; añoran los valores de “los suyos”, sin preguntar a “los suyos” qué piensan de tales valores, porque les parecen más auténticos y sólidos y defienden formas de vida quizá inservibles como más sanas: el reaccionarismo sería un vivir a espaldas de la realidad, el penúltimo recurso del débil y, tal vez, maltratado.

    Puede parecer sorprendente que personas todavía jóvenes o muy jóvenes, inmersas todavía en la problemática actual del presente, sientan acerca de éste como los marginados por la vejez y se decanten fanáticamente hacia el pasado e incluso piensen que la solución de todos los problemas está en que las cosas “sigan” (?) inmutables, o lleguen a pensar seriamente en aplicar la violencia para inmovilizar la dinámica de los procesos en un pasado absoluto… pero sólo demuestra su flotación sobre las realidades efectivas, una piscina en la cual sólo meten los piececitos, y la emocionalización del conocimiento, que ve o “viste” a las cosas y a los que no son de su cuerda, ya como asesinos de película de terror, persecutorios, ya como muñecas de sex shop, inofensivos y narcisistamente placenteros…

    Para no pocos gobernar es violentar los ritmos de la vida o resolver los problemas de forma fantaseada, atentando contra la vida a base de ideología. Un mal universal de la política, que no depende de los contenidos de las ideologías (aunque hay ideologías tan defectuosas que lo consagran, pero da igual aferrarse a la “socialdemocracia a la sueca”, como si en Suecia hubiese “socialdemocracia a la sueca”, al “liberalismo” a la americana, los “tigres” asiáticos, el “comunismo” chino, la “revolusión” cubana, la segunda «república», el “estado” de las autonomías o las paranoias de Hasan al Baná, Sayed Qotb, etc.), no, viene de más hondo.

    No es que los valores y las instituciones del pasado fuesen inalterablemente más seguros, benéficos y estables, y por ello sean añorados, es que la añoranza los embellece y estabiliza en el recuerdo, acosada y urgida como se hlla para encontrar algo fijo y seguro, ahora que está pasando por la experiencia del «universal sabor a cenizas» del cuarentón, la caducidad universal, sentida en propia carne, y cómo.

    ¿Tiene algo que ver con Rodríguez? Lo dudo mucho. Él sólo hace su trabajo.

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