Lo acabo de leer en el diario ABC. El PNV vuelve a desempolvar el Plan Ibarretxe animado, sin duda, por la coyuntura favorable a toda tesis centrífuga.
«Propugnamos una política abierta de cooperación que vaya conformando Euskal Herria como una eurorregión vasca, desde el Adour al Ebro y desde las Encartaciones hasta Zuberoa, que desarrolle un tejido urbano con calidad de vida y un sistema de transporte que unirá el tejido urbano Donostia- Vitoria- Bilbao- Pamplona- Baiona, gracias a la Y Vasca. Este es nuestro modelo de autogobierno para los próximos años: capacidad de decisión, compromiso en el pacto y corresponsabilidad, participación en todos los niveles de decisión y apertura al exterior».
Desde el punto de vista de relaciones con España, reivindican «un acuerdo político que defina un modelo de convivencia, y un marco de relaciones con el Estado sobre la base de una bilateralidad efectiva, garantías y condiciones de lealtad. El pacto y la no-imposición es el procedimiento por el que se constituyen las reglas de juego en las sociedades avanzadas»
Estoy completamente de acuerdo con el primer párrafo. Quiero decir, que me parecen absolutamente legítimas esas reivindicaciones. No hay nada que discutir. y si esa es la voluntad de los vascos, así sea.
Ocurre que apenas nadie repara en que ni la vía constitucional ni la de la federación permitirían un marco sociopolítico como el planteado. Me explico. La Constitución debería ser transformada en su esencia, lo cual supone el parabien de todos los españoles y no sólo de los vascos. Sigo sin oir una sola palabra desde el PNV en ese sentido: siempre se habla de la voluntad de los vascos (justo) y nunca de la de los españoles. Parecemos un ejército de ocupación y nada se aleja más de la realidad. La coyuntura favorable que mento al inicio se ha conseguido a base de hartazgo tras bombas, tiros y desprecios a la libertad de la mayoría. Zapatero la ha consolidado con su mediocridad ética y moral, añadiendo una pizca de querencia idólatra por el poder. Simplemente esta circunstancia desacreditaría de por si cualquier intento soberanista unilateral.
Una federación cristaliza desde el principio de igualdad de partida. Luego, cada estado federado se desarrolla en función de sus posibilidades. Es exclusivo de los estados federados decidir si articulan o no herramientas de compensación o solidarias entre ellos. Los estados federados, por lo general, disponen de un denominador común en tres aspectos fundamentales: defensa, justicia y diplomacia. Tampoco veo en la propuesta del PNV claridad en este sentido. Es más, un sistema de justicia propio (cada estado federado lo tendría) que no reconoce una instancia última federal, capaz de arbitrar en aquellos puntos que se decidiese, no es un sistema que favorezca la convivencia, como ellos defienden.
Por último, no puedo dejar de reseñar que el afán por conseguir un estado euskaldún dentro (sí, de alguna manera dentro) de una estructutra estatal «española» sólo obedece a los intereses del PNV y no a los del estado español (reciprocidad que sería muy bienvenida de un futuro socio) El Tratado de la Unión Europea, por ejemplo, lo suscribe el Reino de España, y ese será un hueso legal difícil de roer por los letrados euskaldunes.
Señores del PNV, de Batasuna, sean honrados una vez en su vida. Propongan un referéndum de independencia (contarán con mi apoyo), abandonen las estructuras del estado Español (todas), creen su propio estado allí donde les dejen los votos (y solo donde les dejen los votos: si los navarros dicen que no, es que no), renuncien a los beneficios que se desprenden de la pertenencia o asociación con el Reino de españa (pertenencia a la UE, por ejemplo) y luego negocien lo que tengan que negociar.
Pues sigo discrepando. La realización de la democracia carece de sentido cuando trasciende al ámbito nacional-geográfico. Si esa «nueva constitución» otorgara tales libertades, me vería en la obligación de reivindicar el perímetro de mi casa como país independiente.
Cualquier política concebible por el ser humano ha de residir siempre en un marco común. Actualmente, para ti y para mi, ese marco es España. Proponer una democracia en la que la independencia y la dependencia se conviertan en armas del individuo, cae en la enorme contradicción de la negación del planeta Tierra como hogar a compartir. La división de la división de la división de la división es el camino opuesto al que los humanos han intentado acercarse durante toda su historia «hábil», es decir, la unión de la unión de la unión de la unión.
Es claro para mi, como ingeniero automático, que todo sistema debe componerse de marcos comunes dentro de marcos comunes, es decir, al estilo de una muñeca rusa; y no de granos de arena, todos ellos dentro de un mismo marco común. Esa segunda opción atacaría con violencia todos los principios de la eficiencia. La información estaría dispersa y se perdería casi inmediatamente al ser transferida (véase África). Sólo los marcos comunes pueden lograr formar un resumen de la información que otorgan los subsistemas que contienen; a su vez, un marco común aún mayor resumiría la información de aquellos marcos de inferior categoría.
Sin ser confuso, trasladando el asunto al problema que en estos momentos tenemos los españoles: sentimiento cultural propio sí, pero bajo un marco común inmediatamente superior, es decir, ESPAÑA.
Pablo, tal y como describo en mi escrito, antes de nada es necesaria una reforma de la Constitución. Y ésta sólo es posible con el parabien de TODOS los ciudadanos del Reino de España. Una vez abierto el camino a una posible secesión: adelante! La democracia es lo primero.
Con mi apoyo no cuentan para hecer un referendum propio. La decisión sobre el futuro de las regiones de España reside en el pueblo español al completo y no sobre los individuos de cada una de las partes. Eso es así porque lo que hoy se conocen como Comunidades Autónomas, son un trozo de España y no países adheridos a ella. Tampoco la anexión de Navarra es una decisión de los navarros ni de lo que quieran los navarros, como dice ZP; sino una decisión de todos los españoles, incluyendo a los forales. Que este ZP miope es muy anticonstitucional y persistente.
La esperanza de progresar indefinidamente, de obtener mejores resultados en el futuro que en el pasado, actúa como desestabilizador perpetuo de cualquier situación dada y genera el prurito histórico insalvable de ir a superar definitivamente una condición humana insuperable, y menos por la técnica, que se deja estimular por las utopías para venir constantemente a estrellarse en lo demasiado humano. Todo impulso “redentor” encalla en humanidad irredenta.
Renunciar a un bienestar económico privilegiado que provenga de la situación de vencedor político y social, sobre todo el carácter de “privilegiado” que haga destacar por encima de la chusma maketa, nada privilegiada; renunciar al brillo social que produce el liderazgo y al dominio que confiere el poder, parece hallarse por encima de las fuerzas humanas, y así los idealistas, los utópicos y los “redentores”, o sus representantes, sucumben a lo demasiado humano cuando llegan a hacerse con el poder en alguna de sus formas: política, social, económica.
Lo demasiado humano de todos ellos se impone sobre sus ideales éticos, si los hubo. Sólo individuos dados, nunca grupos, muy sublimados por una ascética basada en la justicia han podido salvarse del naufragio moral; y lo suelen pagar.
Va a ser que lo dinamizador y vertebral del ser humano, no es la razón, sino el deseo. La razón tiende a cerrase sobre sí misma y a estabilizarse como un instinto animal cualquiera, mientras que el deseo humano es desestabilizador y siempre obliga a abrirse al futuro.
Cualquier otro bicho se estabiliza en ritmos vitales constantes y vegeta al hilo de los mismos y de la adaptación ecológica de éstos, en cambio la especie humana se ve incansablemente impelida a desmontar lo una vez conseguido, que por lo mismo se devalúa un tanto, o totalmente.
Es como si el caudal de afanes que impelen al individuo o al grupo no tuviesen mucho que ver con provechos reales y efectivos, y consistiese en una prolongación de inmaduros impulsos infantiloides, guiados de fantasía y no de realidades, pero ahora camuflados de seriedad económica, social o política.
La impresión que da es que los asuntos verdaderamente reales fuesen por otros caminos ígnotos y difíciles de localizar, o quizá es miedo a encararse con los problemas, el caso es que el quehacer común, desviado de sus cauces objetivos por sombras, emociones, ideales turulatos, como en un mal sueño, va a desembocar en la nada, la nada infantil, eterna insatisfecha, en la afirmación narcisista de sí mismo, en el reposo uterino improductivo, a costa de otros a los que chuleas o sableas, en el fantaseo, las leyendas y los mitos privados – cuánta utopía política no pasa de ser eso – …con lo cual el conjunto de la sociedad y uno mismo quedan con las manos vacías al término de todo.
Los nacionalistas son insaciables, no nos engañemos. Quieren la independencia. Lo triste es que cuando hace veinte años decíamos que los nacionalistas eran independentistas encubiertos se nos acusó de fascistas y de no querer dialogar y bla, bla, bla. Y así hasta ahora.
No hay peor ciego que el que no quiere ver.