¿Se acuerdan de la constitución europea? No hace mucho tiempo parecía ser la respuesta a las aflicciones de la Unión Europea. Los líderes nos prometieron una Unión con un tinte «más democrático, más transparente y más eficiente».
Si aceptamos la Unión Europea como mal menor, está claro que el proceso de democratización de los estamentos de la misma han de ser revisados completamente y a fondo. Soy pesimista: no se ponen de acuerdo. Y lo que es peor, lo que se perfila como acuerdo de mínimos nos deja a los ciudadanos totalmente fuera de la discusión.
Los líderes de Europa se han dividido en campos enfrentados. Los pragmáticos (Gran Bretaña, Francia, los Países Bajos, Polonia y la República Checa) desean un tratado corto que salve alguno de los principales puntos de la constitución rechazada, incluyendo la consolidación de un estamento que se encarge de la política exterior, nueva distribución del peso de los votos por país (destrozando Niza), una modesta ampliación del papel del Parlamento Europeo y de la creación de una presidencia de cinco años. Los federalistas (básicamente todos los demás Estados miembros) siguen aferrados al sueño de una Europa cada vez más grande, cada vez más profunda, en definitiva, un estado verdadero en sí mismo. Se autoproclamaron los «amigos de la constitución» la semana pasada en España y rechazan en grupo cualquier futuro «minimalista» de la UE. Sólo les sirven los aparatos grandes, inmanejables, en los que es más fácil escapar del control ciudadano.
Vemos además otra fractura. Los socialistas, tales como el candidato presidencial francés Ségolène Royal, abogan por una Europa «más social,» sea como fuere lo que eso pueda significar. Los liberales, tales como Gordon Brown, desean más libertad de mercado. Pero la fractura más seria, el frente más enconado, es el que separa a los reformadores democráticos de quienes favorecen el viejo estilo de toma de decisiones en la UE: elitistas e inmovilistas. Cuando Merkel envió de gira a sus diplomáticos para preparar la presidencia alemana, no pocos parlamentarios europeos lamentaron en público la vuelta a las viejas tácticas de «grupos secretos en cuartos llenos de humo.»
Hace seis años, los líderes europeos tal vez creyesen de verdad en la renovación democrática de la Unión. Hoy se pelean como gallinas para conseguir de nuevo presencia en las famosas «conferencias intergubernamentales cerradas.» Por supuesto que las ofertas para democratizar Bruselas llenan las agendas. Pero se evitan los referéndums. Por supuesto que nunca sucederá. Los gobiernos no lo desean. A nadie le interesa recibir una bofetada de los ciudadanos en forma de un referéndum global en la UE.
La ironía es que, mientras que los líderes europeos convengan mayoritariamente en aferrarse a las estructuras vigentes, no podrán dar ni un solo paso al frente. No sin asumir enormes riesgos. En Alemania, el idealismo europeo es un argumento indispensable en la caza de votos; Merkel sólo puede promocionar su pragmática agenda en secreto. Necesita jugar el papel de visionaria, aunque sepa que la visión ha muerto ya. En Francia, cuando Nicolas Sarkozy expresó su apoyo a una constitución mínima ratificada por el parlamento francés, Ségolène Royal se apresuró a calificar la propuesta de su contrincante como «elitista.» Por su lado, la diplomacia británica rechaza la oferta de Royal por un referéndum considerándola «inútil”. El resultado es democracia al más puro estilo EU: el estancamiento secreto.
PD: Sí, han leído bien y lo han leído todo. España en esto no pinta nada. Zapatero menos.
Comparto plenamente vuestro pesisimo y desencanto. No se trata de poner en tela de juicio el sistema democrático, que es el único que conocemos capaz de salvaguardar un máximo de libertades individuales, se trata de cuestionarse qué hacemos – los ciudadanos primero, los politicos después – con lo que tenemos. Y es bien poco, desilusionante.
«¿No se desvela con ello que algo de lo público y estatal tiene mucho de pose o de convencionalismo..?»
Seguramente. Como bien dices, los políticos nos venden un programa electoral y, ahítos de participación democrátic, acudimos a las urnas (cada vez en menor número), nos creemos lo más de lo más y… ahí acaba todo. Ni pedimos responsabilidades, ni nos involucramos en la vida política, asumimos como normal la corrupción entendemos que los políticos hagan lo contrario de lo que nos han prometido. «Es parte del sistema», que diría aquel.
Es un hipocresía generalizada toda la homilética esta de las «democracias», cuando hasta a los ruandeses y a los congoleños se les obliga a organizar su entidad estatal democráticamente y con pluralidad de grupos de opinión…que ellos interpretan como licencia para matar, lo mismo que hubieran hecho los francos o los burgundios hace mil años.
Cara al tercer mundo, la Democracia ™ se ha convertido en artículo de propaganda y exportación, como Jálogüin o el Fútbol Club Barcelona
Y ad intra parece haber cada vez menos democracia que, en un proceso de subversión marxistoide y gracias a la ley ciudadana del mínimo esfuerzo, se ha acabado reduciendo a las urnas; pues una vez obtenido el mandato, los políticos y mandatarios – no se olvide que en buena democracia los elegidos son meros mandatarios – hacen lo que les parece, muy en contra de sus electores y mandantes; ya que para colmo ni siquiera ellos conservan la iniciativa, sino que son otros, desconocidos, no elegidos por los estepaisanos quienes, o bien como ideólogos, asesores jurídicos y eminencias grises de los partidos, o bien desde Bruselas o Estrasburgo, esas ciudades árabes, realmente deciden. Y deciden lo que tenemos que ser, o sea.
Esto sucede, repetimos, cuando más alarde de democracia se hace, de libertad para todos y para todo, hasta para adoptar niños las parejas menos idóneas para ello o para que pederastas puedan seducir a menores dieciseisañeros o para pedir la cicuta si el tumor tiene mal pronóstico o para maridarte con tres angoleñas en polígamo frenesí …
Claro, todo eso va creando vigencias a contrapelo de la moral cristiana tradicional, y por eso lo hacen, pero en cambio no se puede desear a la hamburguesa del vecino ni fumar en el vestíbulo, ni un país como España no puede excederse en sus productos tradicionales, ni puede subvencionar determinados sectores, ni devaluar la moneda, ni hacerse fotos en las azores, que pasa lo que pasa…
¿No chirría un poco esto?
¿No se desvela con ello que algo de lo público y estatal tiene mucho de pose o de convencionalismo..?