Las gallinas de Victoriano Crémer

CON QUE EN ESTO SE ESCUCHÓ una voz fuerte que clamaba: «¡Mate la gallina, madre, mátela».

Y se produjo en la vecindad un movimiento de estupor y de miedo. ¿Por qué matar la gallina? ¿Qué pecado podría haber cometido si siempre se portó decentemente, pese a la mala fama que arrastraba?.

El caso fue que la gallina murió alevosamente con un tajo en el cráneo que la dejó sin sangre. Y es que en la vecindad se había extendido la noticia de que en Asia se había declarado una peste o gripe o pandemina, (que viene a ser como una gripe a lo bestia) de la cual resultaban afectadas millones de personas y muertas otras tantas. Y se temía con muy justa razón, que el mal se extendiera por el mundo y llegara en patera a las costas hispanas. Y tal como ocurriera allá por el año 1918 o sus inmediaciones perecieran millones de españoles, dejando la población reducida a unos pocos centenares de adscritos, teniendo en cuenta que la dicha pandemia se ensañaba preferentemente con los naturales del país, dejando la península como cuando lo de la invasión de los moros, a merced de almohadas, benimerines y ecuatorianos.

Los vecinos, todos a una, decidieron acudir a la S.S. para conocer el estado de la nación, sin necesidad de acudir a las cortes, y el doctor de guardia muy amablemente nos informó sobre el problema con un rosario de indicaciones que dejaron a la parroquia tan acongojada como estaba: porque no se sabía si la tal gripe aviar se extendería por el mundo civilizado o se quedaría en el tercer mundo, que no estaba ni civilizado ni nada. Que se ignoraba si la mutación del virus se produciría o no: que por tanto no se conocía cuales pudieran ser las consecuencias del mal. Que la vacuna común que los ancianitos nos ponemos todos los años no servía ni para la gripe aviar ni para nada. Y, finalmente, que la dicha peste o pandemia o leches en vinagre llegaría puntualmente sin avisar, como Hacienda. Y que acabaría con un montón de hispanos, de algún croata, de tal cual boliviano o venezolano y de unos pocos franceses supervivientes de la bronca desarrollada en los últimos días.

El amable doctor de la S.S. siguiendo sin duda las indicaciones de sus superiores puso el paño al púlpito y se esforzó heroicamente en convencer a la parroquia de que el mal, si llegara a España, llegaría cansadísimo y que por lo tanto la virulencia del virus sería inocua o sea nula. Y que aunque el benéfico Estado español y su Ministerio de Sanidad habían adquirido cerca de veinte millones de antivirales, que son como mano de santo para el terrible virus aviar, como se ignoraba la mutación de tal virus, era como si al afectado por la gripe se le dieran sopas con honda.

Parece ser que la ministra ha dado la seguridad más segura de que así que se manifiesta la dicha gripe correrá al mercado para adquirir antivirales que de verdad sirvan para curar. Esta es la razón por la cual nos hayamos apresurado a ponernos los casos para advertir al personal que, como los mozos de Tudela, anden con cuidado que el virus de los pájaros es muy mal ganado.

Y eso es lo que hacemos, colaborando en la media que nos es permitido con la señora ministra para ver si da una en el clavo.

Artículo de Victoriano Crémer para Diario de León

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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