La insidia, el interés, la manipulación, el peso de la ideología; ¿cuántas veces más habrán de advertirnos para que lo comprendamos? En plena Guerra Mundial, a George Orwell le costó Dios y ayuda que Rebelión en la Granja viese la luz.
No es que su hilarante crítica al sistema soviético fuese directamente censurada, fue algo peor, no alcanzó el interés de ningún editor “decente” porque para la intelectualidad británica la puesta en cuestión de la triunfante izquierda antifascista no tenía cabida en su pensamiento, “había cosas que no se podían decir”, la mala conciencia pequeño burguesa impedía censurar a la vanguardia ideológica que representaba el valiente camarada Stalin. Hacer lo contrario supondría, cuando menos, ser tachado de reaccionario e insensible imperialista, carne de capital, uno más de los miserables hijos de Monipodio.
Cayó el muro, las sociedades abiertas parecieron respirar tranquilas, como si por una vez, cada quien pudiese aplicarse a su afán sin mayor cortapisa. Entretanto la intelectualidad de izquierda, tras algún balbuceo, buscó refugio en otras batallas, la interculturalidad, la ecología… o eso parecía…
Magnífico ariculo de Juan Granados en El Correo Gallego cuya lectura recomiendo.