…en dos mitades ha sido, probablemente, ésta:
Una de las dos Españas reacciona contra una fe, que es identificada con una visión política, que se opone al libre escrutinio de la realidad (“ilustración”, con minúsculas y entre comillas); una realidad que, aun cuando sea considerada como creación o justamente por ello, tiene su racionalidad propia y Dios (el de los cristianos) nos la ha dado para que descubramos su sentido.
Reacción a su vez contra una manera de mezclar a Dios en todas y cada una de las acciones e intereses de los hombres, poniéndole siempre del propio lado y al propio servicio, identificando la propia posición religiosa con la absoluta verdad, y la posición del prójimo con con el error absoluto.
Y reacción contra una fe elevada a categoría de dignidad ciudadana y de dignidad moral, de forma que sólo habrá una España verdadera donde hubiere una fe católica y sólo habrá bondad o moralidad auténticas donde se viviere de acuerdo con la ética evangélica [si el subjuntivo no muere, será gracias a bloggers comprometidos como yo].
Ese secuestro absoluto de Dios poniéndole en el propio bando, o identificando, sin perplejidad o temor alguno, las propias opciones con las intenciones divinas, las propias guerras con los guerras de Dios, los propios reinos y reyes con el Rein(ad)o de Cristo, se convertirá en causa de una crisis profunda de fe en las conciencias de Estepaís, hasta el punto de considerar a una fe así entendida como permanente factor de escisión y de irreconciliación ciudadana.
Muchos españoles pensaban siempre que guerreaban las guerras de Dios; otros comenzaron a pensar que en en el mundo de los hombres sólo había guerras de hoimbres, y que cualquier otro planteamiento no hace sino encubrir los intereses ideológicos o económicos de quienes ponen a Dios a su servicio (lo mismo que ponen otros elementos e instrumentos, armas y políticas).
Junto a estas dos actitudes totalizadoras o beligerantes ambas, ha ido corriendo bajo los suelos de Estepaís una tercera, de sorna y zumba, de senequismo sereno unas veces y de escepticismo desgarrado otras, que termina ateniéndose a este mundo, ironizando sobre las complejas lecturas que la fe o la increencia positivas hagan, a propósito de la intervención de Dios en este mundo, tal como revela esta afamada pieza:
Vinieron los sarracenos
Y nos molieron a palos
que Dios ayuda a los malos
cuando son más que los buenosAmén. Que Dios tenga algo que ver con el mundo; que el mundo tenga algo que ver con Dios y que el hombre llegue a su propio destino ya aquí mediante el descubrimiento de esa relación que une a Dios con el mundo: ésas son tres cuestiones de cuyo esclarecimiento depende el que la escisión entre dos celtibéricos modos de ver la realidad aumente o disminuya.
No creo que la negación inicial de toda referencia del mundo a Dios ni que la identificación de un sistema político o estructuras sociales concretas como la mediación eficaz de esa relación entre Dios y el mundo, sean soluciones objetivas al problema.
Por otra parte, no creo que sea necesario aclarar que al decir que no me parece moral promover la secesión o la desolidarización confederal de Cataluña o la CAV del resto de España no estoy descalificando a nadie, ya que admito que, por muy equivocadas que puedan estar, hay gentes en esos territorios que ven el asunto con otra perspectiva y actuán con buena fe, en lo que yo considero conducta inmoral. Con la misma buena fe que yo sostengo mis opiniones. También me parecería mal la secesión de la Comunidad de Madrid, aunque me lucrase con ello que buena falta me hace, y por los mismos motivos.
Escrito por Harturo como comentario en la nota: Voy por rutas imperiales
Arturito… tienes blog?
Im-presionante la triple negación del último párrafo.
No lo cojo.
Las únicas apelaciones que recuerde personalmente a su carácter cristiano son del Ministro Bono.
No encuentro posicionamiento alguno, a no ser en grupos identificados con ciertas creencias (en el caso de la familia y del matrimonio homosexual, donde la cuestión de la fé nunca fué argumento del PP), y no en partidos ni en movimientos de carácter político, por lo que me parece aventurado describir la situación actual como conflictos de fé. Lo único que compruebo son la utilización del término con características peyorativas por parte de la izquierda igual que llamarte facha o tantos otros sinsentidos.