Mustafá Mond – Zapatero

Durísimo articulo de Luis Herrero en “El Mundo” (es de pago):

TRIBUNA LIBRE
Mustafá Zapatero
LUIS HERRERO

El problema de este señor es que se cree más listo que los demás. La sonrisa que se le encasquilló en el gesto cuando llegó a donde casi nadie le esperaba no es el blasón del talante, sino el del petulante, el del listillo excesivamente presuntuoso que se cree capaz de hacer mejor y en menos tiempo lo que otros no pudieron hacer antes que él. Ni más ni menos, casi todo esto: acabar con todos los señores de la guerra en general y con ETA en particular, con el hambre de independencia de los nacionalistas y con la hambruna del planeta, con el fundamentalismo islámico, el imperialismo americano, la antipatía a Castro, la huella católica, la identidad nacional, el concepto de familia y otras menudencias que no cito para no hacer interminable la lista.

Leí el otro día en una columna de Cayetana Alvarez de Toledo que la metáfora de moda para describirle es la de Mickey Mouse en la escena de la varita mágica de Fantasía. Es verdad que puede parecerlo, aunque puestos a buscarle analogías entrañables yo prefiero compararle con el Dionisio de Mihura cuando trata de convencer a la chica de la habitación de al lado de que es malabarista.Tira al aire tres sombreros de copa y, naturalmente, los tres se le caen al suelo. La chica aplaude el número porque, si no, la escena no sería absurda y no haría reír al público, pero en el mundo de los malabaristas serios y acreditados a Dionisio le hubieran abucheado con la misma convicción con la que se emplearon los ciudadanos de Madrid el día del desfile del 12 de Octubre o los de Salamanca el día de la exaltación de Chávez.

El problema es que Zapatero no hace juegos malabares con bolos o con sombreros de copa, que es con lo que se hacen los malabarismos serios; los hace con las palabras, como los charlatanes, los embaucadores o los vendedores de whisky de garrafa. Hay palabras que, dichas por él, no tienen el mismo significado que dichas por los demás. No significa lo mismo «civilización» en sus discursos que en los de Blair. En nada se parece su idea de «matrimonio» a la que define el diccionario. Es condenadamente hipócrita hablar de «paz» y descoser al mismo tiempo las costuras de la reconciliación.Es un insulto confundir «diálogo» con capitulación. El «laicismo» es algo muy distinto al ateísmo Cada vez que Zapatero ha hecho ¡Hooop! con alguno de esos conceptos ha puesto de manifiesto su impericia, cuando no su ignorancia superlativa, y ha cabreado notablemente a una porción de la sociedad.

Le ha ido salvando el pellejo hasta la fecha el hecho de que la mayoría de esos ciudadanos cabreados o no pertenecían al núcleo duro de su electorado o no estaban por la labor del pateo. Las cosas empezaron a cambiar desde el momento en que el artista le comunicó al respetable que el sombrero de copa de su próximo malabarismo iba a ser la idea de nación.

A estas alturas de la legislatura lo importante del asunto no es la definición que Zapatero quiera darle al término, entre otras cosas porque ya está bastante claro que eso dependerá de quién haya sido su último interlocutor, sino lo que nación significa para la mayoría de los españoles. Y lo que significa, dicho sea en términos coloquiales, es eso que somos. Eso que queremos ser.Eso que no depende sólo de la voluntad de una parte. Eso que es de todos. Eso que reside en el pueblo. Es decir, la soberanía.

Después de escuchar a los gurús de las encuestas, a los que mal rayo confunda, Zapatero creyó que, dada la afición de los españoles por la molicie del mundo feliz, apenas unos pocos -esos del «facherío» a los que se refirió Bono con ánimo de injuriar- se iban a movilizar para defenderla. Los últimos sondeos electorales le han sacado de su error. Ahora ya sabe que no es sólo una calamidad a los ojos del electorado del PP. También lo es para el público de su parroquia política, que se ha llevado las manos a la cabeza al percatarse del desafuero. No se trata sólo de que lo haya dicho Rajoy: es que lo dicen casi todos los periodistas políticos que antes de escribir sus crónicas inclinan los oídos sobre la pradera socialista para escuchar cómo retumban los ecos de la decepción: no hay corrillo de altos cargos o de antiguas celebridades del partido donde a Zapatero y a su política de mono con pistolas no se les ponga a escurrir.

Los votantes le compraron a la marca ZP, en las últimas elecciones generales, la mercancía de que aún había margen para satisfacer las demandas de los nacionalistas sin necesidad de cruzar la frontera de lo inconstitucional. Corrían los tiempos en que Aznar, con la guardia baja porque no tenía que volver a competir en unas elecciones, se acomodó en el cliché que sus adversarios le fabricaron. Con el paisaje al fondo de la Guerra de Irak hizo fortuna la idea de que se había convertido en un político belicoso, altivo, antipático, incapaz de abrir espacios de diálogo con los discrepantes. Su discurso de que el proceso de descentralización del Estado ya había dado de sí todo lo que permitía la Constitución de 1978 se percibió como la convocatoria a una confrontación más, en este caso con los partidos nacionalistas. Y los votantes, que no quieren líos, prefirieron dar pábulo a la tesis de que quedaba margen para el diálogo antes de atrincherarse en la línea fronteriza de la legalidad constitucional para cerrarle el paso en un cuerpo a cuerpo incómodo a los anhelos separatistas de vascos y catalanes.

Puestos a elegir entre un partido que les convocaba a la guerra con los nacionalistas, que prefería la guerra con ETA antes que negociar la paz o que se aliaba con los americanos para ir a la Guerra de Irak, y otro que les prometía alianza de civilizaciones, diálogo inagotable y paz mundial, los españoles optaron por la segunda opción. Probablemente no se trataba tanto de que se lo creyeran como de que se lo querían creer. Suficiente, en todo caso, para que las distancias electorales se equilibraran más de lo que había previsto el exceso de confianza de la derecha sin remedio. Luego, el atentado del 11-M hizo el resto.

Año y medio después, el debate del estatuto catalán pone de manifiesto que Aznar tenía razón. No hay margen de maniobra para negociar algo nuevo que combine a la vez respeto a la legalidad constitucional y cobertura de las demandas nacionalistas. Zapatero prometió respeto a la Constitución y ausencia de conflicto. Lo cierto es que no vamos a tener ni lo uno ni lo otro. Si alguien creyó que el conjunto de los españoles se iba a quedar de brazos cruzados mientras los catalanes decidían la identidad de todos, se equivocaba.Por eso acierta Rajoy cuando pide un referéndum sobre el estatuto catalán en toda España. Si de lo que se trata es de discutir sobre soberanías, el único interlocutor posible es el pueblo soberano. Todo él. No sólo una parte.

A quien se parece Zapatero, en esta hora de disparates, no es al Mickey Mouse de Fantasía, sino a Mustafá Mond, el protagonista de Un Mundo Feliz, a quien Aldous Huxley le hace decir en un momento dado: «La civilización no necesita en absoluto la nobleza o el heroísmo. Estas cosas son el resultado de errores políticos.En una sociedad adecuadamente organizada como la nuestra se extrema el cuidado para prevenir que la gente ame demasiado a algo o a alguien. Las personas están tan condicionadas que no pueden hacer otra cosa que lo que deben hacer. Y lo que deben hacer es generalmente placentero».

Por mi parte, suscribo la respuesta que le dio el Salvaje: «Yo, no. Yo no quiero confort. Quiero libertad. Quiero poder elegir lo bueno o lo malo. Quiero el derecho a vivir con miedo a lo que vendrá». Después de todo, cualquier situación desesperada también es susceptible de mejorar.

Luis Herrero es eurodiputado del Partido Popular.
© Mundinteractivos, S.A.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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2 comentarios

  1. Perdón. Están tan abducidos por la Secta, que antes que rectificar se inmolarán por y para Zapatero, conozco demasiada gente sociata que están encantados, a pesar de todo con ZP, esta sociedad está enferma.

  2. Brillante comentario, lo suscribo íntegramente. Ahora bien, vengo comentando en otra bitácora de Red Liberal desde hace días, que no nos llevemos a engaño, el PSOE-PSC se lo tragará, es con ese convencimiento que lo han hecho y la gente no saldrá a la calle, al tiempo. Están tan abducidos por la Secta

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